De acuerdo con cifras oficiales, el 93 por ciento de las víctimas de trata de personas en México son mujeres, y el 26 por ciento son menores de edad. María es parte de esa estadística. La joven, originaria de Veracruz, es obligada a prostituirse en calles del Centro Histórico de la capital del país. No le es permitido caminar sola más de 10 metros, ni siquiera para entrar a una parroquia que representa la libertad.
La ONU estima que 47 grupos de la delincuencia organizada controlan la trata de personas en el país. La principal limitación para combatir este delito es que no se ajusta con la definición de la trata de personas del Protocolo de Palermo, del que México es signatario, además de las omisiones deliberadas de funcionarios públicos.
Por Zósimo Camacho
Ciudad de México, 26 de agosto (SinEmbargo/RT).- Tiene menos de 20 años y no es libre. Sus captores la “alquilan” a escasas cuadras del Palacio de Gobierno de la Ciudad de México para sostener relaciones sexuales por 150 pesos, en sesiones de 20 minutos. Su jornada comienza a las 9:00 de la mañana y termina a las 5:00 de la tarde. Es obligada a trabajar de lunes a domingo.
María– a quien se le ha cambiado el nombre para su protección– proviene del estado de Veracruz. Es una de las sexoservidoras disponibles en una de las franjas más populosas de la ciudad: la zona de mercados conocida como La Merced, un antiguo barrio cuyas raíces históricas se hunden en la época prehispánica.
Es parte de la treintena de mujeres que cuenta con un lugar fijo en la Avenida Circunvalación. Una sombrilla la protege del sol mientras ve pasar a cientos de familias rumbo a los comercios y platica con los potenciales “clientes” que se le acercan a preguntar por el costo de sus servicios. Otras mujeres, cautivas como ella, se encuentran en la avenida Izazaga y las calles aledañas.
María y las demás son vigiladas por decenas de hombres que apenas simulan ser boleros o empleados de algunos de los locales comerciales. En cuanto un “cliente” acuerda con alguna de ellas, solo caminan unos pasos al hotel: un galerón dividido en decenas de habitaciones de 2 por 3 metros con paredes de plástico vinilo.
El caso de esta joven es apenas uno de entre las 500 mil víctimas de trata de personas en el país que calcula la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH). En su estudio “Diagnóstico sobre la situación de la trata de personas en México”, reconoce que el dato es aproximado, pues este delito casi no se denuncia y, cuando se hace, existe una tendencia a reclasificarlo como crímenes distintos.
Otro estudio que la CNDH difundió el 23 de septiembre de 2016 señala que el 93 por ciento de las víctimas de trata de personas son mujeres. Además, el 26 por ciento son menores de edad.
En promedio, cada mujer como María reditúa ganancias a sus captores de mil 500 pesos diarios. Por su parte, la Oficina de las Naciones Unidas (ONU) contra la Droga y el Delito —con datos de la Procuraduría General de la República (PGR)— estima que 47 grupos de la delincuencia organizada controlan la trata de personas en el país.
La explotación sexual no es la única modalidad de la trata de personas. María Olga Noriega Sáenz, investigadora del Instituto Nacional de Ciencias Penales mexicano (Inacipe), señala que estamos frente a un fenómeno y un delito muy complejo “multicausal, multifactorial y pluriofensivo” porque México es considerado “un país de origen, tráfico y destino de la trata de personas”.
Por su parte, Olga Sáenz observa deficiencias en la norma con la que se combate la trata de personas en México, pero también señala omisiones y complicidad en los encargados de atajarla.
Con respecto de la ley, explica que la principal limitación es que no se ajusta con la definición de la trata de personas del Protocolo de Palermo, del que México es signatario. Esta situación ha generado confusión entre policías y ministerios públicos, los encargados de perseguir el delito.
Sobre las omisiones deliberadas de funcionarios, Sáenz observa “falta de voluntad política, porque el negocio de la trata de personas genera millones y millones de dólares”.
En efecto, este crimen es el tercer negocio ilícito más lucrativo del mundo, solo por debajo del tráfico de drogas y de armas, ya que genera ganancias superiores a los 36 mil millones de dólares anuales.
UN CASO DE ESCLAVITUD
Rodolfo Casillas Ramírez, profesor e investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), está de acuerdo en que la actual normativa mexicana tiende a confundir la trata de personas con el mercado del sexo. “Si tenemos un problema social muy fuerte y tenemos una confusión conceptual, es muy difícil que las autoridades y la sociedad en general pueda hacer una buena labor para contrarrestar el delito”, explica este especialista.
Así, Casillas Ramírez señala que las personas que están solamente en el mercado sexual “tienen un margen de libertad para poder decidir si siguen o hacen o no hacen, hasta cuándo hacen y cómo lo hacen; es una forma de explotación, pero no es una forma de esclavitud”.
Cuando, además de explotación sexual se está ante trata de personas, la víctima “no tiene la menor libertad de elegir nada; es un objeto, una mercancía que no tiene capacidad de decidir en absoluto en lo que se refiere a su trato como mercancía ni en el aspecto de su vida privada”. Se está ante un caso de esclavitud.
Es la situación de María, quien ni siquiera puede caminar sola más de 10 metros. Una vez, quiso acercarse al templo católico que tiene frente al lugar donde ofrece sus “servicios”. No se le permitió. Las cúpulas de la parroquia de Santo Tomás Apóstol, construida en la época colonial, representan la libertad. Son inalcanzables, aunque estén pasando la calle.