Sanjuana Martínez
25/07/2016 - 12:00 am
Pobres, borrados de un plumazo
Tenemos que agradecerle a Santaella Castella que nos haya aumentado el sueldo 33 por ciento, algo que ni en sueños ha sucedido nunca en México, campeón en rezago salarial con una caída en picada del 90 por ciento del poder adquisitivo de los trabajadores a consecuencia de décadas con salarios paupérrimos.
En el México de Enrique Peña Nieto no hay pobres. Los que había, han sido escondidos debajo de la alfombra por decreto presidencial.
Del 2015 al 2016 disminuyó la pobreza y los trabajadores obtuvieron más salario, más ingresos. Y no porque los empresarios hayan aumentado el sueldo, ya sabemos que ese tema es prohibido y llevamos cinco, seis, ocho años sin un aumento real, más bien, porque así lo decidió el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) a base de estrategias y mañas estadísticas.
De la noche a la mañana, los mexicanos más pobres, 70 millones para ser exactos, más de la mitad de la población, ya no existen, quedaron borrados, eliminados por arte de magia, gracias a las fabulosas mediciones de ficción del INEGI.
Lo más bonito de todo, es que ahora tenemos sueldos de primer mundo y no al mismo nivel de Bangladesh, que pasamos a ser del país con peores sueldos de la región, a uno de los más justos a nivel salarial. Y lo extraordinario, es que esos dos pesos de aumento anual que suben a los salarios mínimos, muy a regañadientes, los empresarios charros, gracias a los sindicatos charros y al gobierno charro, se han convertido en 100 o 1000 pesos.
¡Bravo!… Qué brillante forma de borrar a los pobres. Si antes ya eran invisibles, ahora son inexistentes. México, el próspero país gobernado por Enrique Peña Nieto se codea con Suecia en términos de bienestar social. Aquí los trabajadores ya no sufrimos por llegar a fin de mes. En este país, se pueden pagar todos los servicios básicos sin dificultad. El alto costo de la luz en realidad es una percepción o el incremento constante en las tarifas de agua y gas o los gasolinazos.
¡Bienvenidos a Peña en el país de las maravillas! Desde el 15 de julio el INEGI modificó variables para medir la pobreza en el país por orden de arriba y ¡zaz!… todo listo, aquí solo hay clase media baja, clase media alta y por supuesto, nuestra clase alta, los ricos, que cada día son más ricos y más hambreadores.
¿Cómo le hicieron para hacer más invisibles a los pobres? Muy sencillo. El presidente del INEGI Julio Santaella Castell, esta seguro y es más, le consta, que todos los mexicanos mentimos a la hora de señalar nuestro verdadero sueldo. Por tanto, sus estadistas se encargaron de aumentar nuestros ingresos en base a la ficción, así que, la gente ya no es pobre porque obtiene más ingresos.
Tenemos que agradecerle a Santaella Castella que nos haya aumentado el sueldo 33 por ciento, algo que ni en sueños ha sucedido nunca en México, campeón en rezago salarial con una caída en picada del 90 por ciento del poder adquisitivo de los trabajadores a consecuencia de décadas con salarios paupérrimos.
El INEGI puede estar tranquilo con su “ciencia” estadística. Solo queda hacer una pregunta: ¿Qué hacemos con las mediciones del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval) que el año pasado desveló que el porcentaje de la población mexicana en pobreza aumento a 46.2 por ciento, es decir, pasó a 53.3 millones entre 2012 y 2013 y de allí saltó a 55.3 millones en 2014?
Son datos oficiales. De hecho, según el Coneval en 2014 el ingreso promedio de la población cayó en 3.5 por ciento lo que provocó que el número de pobres aumentara dos millones. Su medición se basa en carencias sociales, salud, educación, alimentación, calidad de servicios de vivienda, vestido, etcétera.
Sus estadísticas señalan que la población indígena en pobreza aumentó de 72.3 a 73.2 por ciento, es decir en 2014 más de 8.7 millones de indígenas, los más invisibles de los invisibles pobres, se encuentran en situación de pobreza.
Gonzalo Hernández Licona, director del Coneval no se anduvo por las ramas y desveló que si los ingresos de los trabajadores no hubieran caido ese 3.5 por ciento, la población pobre hubiera disminuido de 45.5 a 44.8 por ciento. Parece que la clave, obvio, es incrementar correctamente, de manera real, los minisalarios.
Señores y señoras, dejemos de lado la simulación. Como bien dicen hay mentiras, mentirotas y estadísticas. La realidad es aplastante. La nefasta política salarial ha convertido a México en un país de pobres, pero no solo pobres, súper pobres.
De acuerdo al Coneval, se cataloga a una persona pobre cuando sus ingresos mensuales son inferiores a 2,542 pesos en zonas urbanas y 1614.65 en zonas rurales. Peor aún, la gente que vive en pobreza extrema es aquella que percibe ingresos inferiores a los 1242.61 pesos en zonas urbanas y 868.25 en rurales. En definitiva la población con ingresos inferiores en la llamada “línea de bienestar” aumentó de 23.5 millones a 24.6 millones de personas. Y ojo, mucho ojo, la población con ingreso inferior a esta línea, pasó de 60.6 millones a 63.8 millones de mexicanos.
Siguiendo con el último informe del Coneval, los pobres alimenticios 27.4 millones, pasaron a ser 28 millones. Los que carecen de vivienda eran 24.9 millones, ahora son 25.4, los que carecen de seguridad social son 70.1 millones de personas y 14.8 millones no tienen espacios de vivienda.
¿Cómo estará la pobreza realmente en México que los datos del Coneval son oficiales? Imaginen la realidad por un momento. Seguramente el número de pobres será mucho mayor, por eso, hay quien dice que son 70 millones y no 55. En cualquier caso, son demasiados, cada día más.
Este es el verdadero retrato del México gobernado por Enrique Peña Nieto: un México con más pobres y más desigualdad; un México donde la política social no va de la mano con la política económica; un México que ocupa el segundo lugar en desigualdad en la distribución del ingreso en América Latina; un México campeón en hacer pobres.
El señor Santaella Castella debería renunciar o ser despedido por su fallido intento de esconder pobres. No valen sus disculpas ni sus errores. En el país del no pasa nada, urge su salida fulminante si es que aún conserva algo de dignidad.
La realidad en México es tan aplastante que ni la estadística puede con ella. Bien decía el político británico David Lloyd George: “No se puede alimentar hambrientos con estadísticas”.
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