Adrián llamaba a la hija mayor, de 14 años, pero su ex mujer se dio cuenta y canceló el número. Ahora no tiene noticias de sus niños. “Es lo peor que le puede pasar a un padre‘‘, cuenta.
Ciudad de México, 25 de junio (LaOpinión/SinEmbargo).- Hace un año que Adrián Catalán no habla con sus hijos. Desde su deportación. La ex esposa, con quien tenía una mala relación cuando las autoridades migratorias lo echaron de Estados Unidos, cambió los números de teléfono de ella y los tres niños, lo bloqueó en Facebook y cortó todo tipo de comunicación.
Al principio, Adrián llamaba a la hija mayor, de 14 años, pero su ex mujer se dio cuenta y canceló el número. Ahora no tiene noticias de sus niños. “Es lo peor que le puede pasar a un padre‘‘, cuenta con tristeza en entrevista con este diario mientras hace de voluntario en la organización civil New Comienzos, donde busca apoyar a mexicanos repatriados para que reinicien su vida en México.
Adrián dice que él trata de ser fuerte: pensar que podría formar otra familia, conocer a alguien más, mientras lucha por escuchar al menos de lejos la voz de sus hijos, pero hay otros padres en sus mismas circunstancias que no lo toman de la mejor manera. “El otro día entrevisté aquí a un padre que había intentado suicidarse: conectó un cable a la corriente eléctrica, la metió en una tina de agua y se metió, pero se arrepintió a tiempo‘‘.
Israel Concha, fundador de New Comienzos, asegura que fenómeno tras la repatriación de los varones -que representan el 90 por ciento del total de los 14,000 mexicanos deportados durante el 2017-representan un reto para el estado y la salud pública en México porque requieren apoyo psicológico y legal y no hay un programa nacional.
"Ni siquiera hay cifras oficiales", advierte; New Comienzos, registran 280 casos en su base de datos. “En teoría la cancillería debería ayudar a pelear estos casos desde aquí, pero tiene una oficina muy pequeña y sí reciben a quienes buscan ayuda pero luego no le da seguimiento a los casos‘‘.
Una mañana Adrian Catalán lo constató en carne propia. Cuenta que en la cancillería lo recibió una abogada que le pidió el acta de matrimonio, fotos de los niños, fotos de pareja y actas de nacimiento de los niños.
"-Pero mi señora no me contesta y ella tiene todo…
-Búsquelas para que podamos ayudarle".
El padre volvió al mismo punto sin esperanza de noticias de sus hijos y de regreso al cuarto que renta en el Estado de México, recordó el día en que se quedó sin nada: sin ropa, perfumes, ni la herramienta que por años usó para su empresa de pintura con la que tanto dinero ganó y que por igual gastó en tonterías: ropa, fiesta, parranda, lujos hasta que quebró cuando unos clientes dejaron de pagar.
“Así empezaron los problemas con mi esposa“.
María Dolores lo culpaba por el problema económico y él se encerraba en su cuarto a tomar cerveza. Volvían los reclamos y la relación se volvió tensa hasta que ella lo denunció a la policía. Cuando llegó la patrulla él estaba ebrio y así se lo llevó. Poco después hubo una orden de restricción.
Este diario buscó por teléfono a la madre, pero ella prefirió no dar su versión hasta no “hablar con el abogado‘‘. Hasta el momento no ha habido respuesta.
Adrián Catalán terminó deportado y separado de sus hijos de cuatro, nueve y 14 años, sin el patrimonio de 24 años de trabajo en el campo, en los restaurantes y en la construcción. “Yo quiero demandar mi parte y no lo hago porque no tengo dinero y si voy a pedir prestado será para que una corte la obligue a dejarme a ver a mis hijos‘‘.
Gretchen Kuhner, directora del binacional Instituto para las Mujeres en la Migración considera que en esta complicación entre los padres, quien más pierde son los hijos “El problema es que si la esposa denuncia para protegerse de alguna situación de violencia y en ese contexto deportan al padre de sus hijos, éste queda desventaja para defenderse porque no puede acudir a las cortes de lo familiar‘‘.
Maggie Loredo, de Los Otros Dreamers, una organización integrada principalmente por jóvenes que buscan abrir espacios en la sociedad para personas binacionales ha lidiado con 10 casos con este perfil en los últimos dos años.
“La deportación genera estrés y muchas veces las esposas reaccionan con frustración porque se queda con toda la responsabilidad y el padre no puede hacer nada. Lo mejor es que se pongan de acuerdo por el bien de los niños‘‘.