Cuando Julián Quino Velasco aún era seminarista huyó en 2007 de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, protegido por sacerdotes que, a pesar de saber que existía una denuncia penal en su contra por abuso sexual contra una menor de 10 años, lo cubrieron.
Meses después sería detenido en su pueblo natal, El Salto de Eyipantla, municipio de San Andrés Tuxtla, Veracruz, para llevarlo a cumplir una condena de apenas 8 meses en prisión porque consideraron que era un delito no grave.
No obstante, Julián Quino Velasco fue ordenado sacerdote y ocupó varios cargos en distintas iglesias, escalando puestos. Pero el 20 de mayo del año pasado fue detenido nuevamente, ahora por policías municipales en Tlalmanalco, Estado de México, donde era vicario de la parroquia de San Luis Obispo, donde violó a una niña de 11 años durante un retiro espiritual.
Ciudad de México, 25 de marzo (SinEmbargo).- Olga Lilia Tovilla Madrigal, nunca imaginó que el seminarista que abusó sexualmente de su hija de ocho años, detenido, sentenciado y quien purgó condena de ocho meses de prisión, terminaría siendo sacerdote católico y 10 años después sería nuevamente detenido por violar a una niña de 11 años.
Su caso representa la prueba fidedigna del método sistemático de protección y encubrimiento a sacerdotes pederastas, utilizado aún por obispos, cardenales y miembros de la jerarquía católica mexicana para evadir la acción de la justicia en tiempos del pontificado del papa Francisco, quien sostiene que hay tolerancia cero para los delitos sexuales del clero. Un discurso que no corresponde con los hechos.
El caso se remonta al 15 de junio de 2007 en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen, ubicada en la colonia Colinas de Oriente, donde las niñas tomaban sus clases de catecismo y el seminarista Julián Quino Velasco, de 30 años y perteneciente a los Misioneros de Guadalupe, llegó desde el Estado de México para ofrecerles un curso de baile.
Ese día eligió a la hija de Olga Lilia y le dijo: “Me acompañas a casa de doña Chepi para traer el periódico y unos regalos para los niños”. La menor accedió y se trasladó a la vivienda donde él se hospedaba.
“Yo me quedé recargada en una pared viendo la televisión en la sala porque estaba Bob Esponja y él entró a una recamara y me jaló muy fuerte de la mano, me metió y cerró la puerta… se sentó en la cama agarrándome de los hombros con sus manos y después me acostó en la cama”, dice la menor en su declaración ministerial.
La copia del expediente número 794/2009 del Poder Judicial de Chiapas incluye el testimonio de la niña: “Él me volvió a besar en las mejillas y en mi boca con su boca y estaba sobre mí y después me tocó con su mano mis piernas por arriba de mi ropa y yo le dije traumada: ‘¿No vas a escoger los regalos?’”
Cuenta que en ese momento el seminarista la apartó, se levantó de la cama y le permitió súbitamente salir de la habitación. La niña entonces contó lo ocurrido a su madre, quien interpuso una denuncia penal e inició una larga batalla por la justicia, luego de realizarse las pruebas periciales que confirmaban la agresión.
LA PRIMERA CONDENA
La averiguación previa número 000274/EUDSYVF1/2007, iniciada en la Fiscalía Especializada en Delitos Sexuales contra el seminarista, se radicó en el juzgado segundo del ramo penal del distrito judicial de Tuxtla Gutiérrez, bajo el número 373/2008. Dos meses después se liberó la orden de aprehensión por el delito de abuso sexual, pero Quino Velasco huyó a la Ciudad de México.
Las autoridades eclesiásticas lo protegieron trasladándolo a diferentes parroquias de la República para evadir la acción de la justicia.
El comandante Federico Taboada se encargó entonces de la investigación y el 26 de septiembre lo localizó en su pueblo natal, El Salto de Eyipantla, municipio de San Andrés Tuxtla, Veracruz. Sin embargo, siguió siendo defendido por sus superiores eclesiásticos y las autoridades le concedieron el amparo indirecto número 2152/2007. A pesar de ello, el 28 de septiembre de 2007 se le dictó auto de formal prisión y a los ocho meses salió libre.
Salió libre porque consideraron que era un delito no grave. Entonces fui con el arzobispo Rogelio Cabrera para pedirle apoyo y me pidió perdón a mí y a mi hija en nombre de la Iglesia. Le pedí que me ayudara para que fuera expulsado del seminario. A pesar de todo, después lo hicieron sacerdote, dice en entrevista Olga Lilia Tovilla Madrigal, madre de la víctima.
En ese entones, Rogelio Cabrera, actual arzobispo de Monterrey, ocupaba el arzobispado de Tuxtla Gutiérrez y permitió que el seminarista continuara su carrera eclesiástica a pesar de todo.
Tovilla Madrigal explica que la actitud de la jerarquía siempre fue proteger al seminarista, algo que descubrió inmediatamente después de los hechos, cuando denunció lo ocurrido al sacerdote a cargo de la parroquia, Daniel Orantes Trujillo, quien en lugar de entregarlo a las autoridades lo protegió enviándolo en taxi a Villahermosa, Tabasco.
“Este sacerdote era amigo de mi hermano, quien fue seminarista, y yo le comenté lo que pasó para que me ayudara. Él me preguntó: ‘¿qué vas a hacer?’ Le contesté: ‘lo quiero matar, pero no tengo con qué, pero lo voy a denunciar’. Él me dijo ‘espérame’. Pero yo me fui a la procuraduría a poner la denuncia y les pedí que lo detuvieran, porque aún estaba ahí en la iglesia. Luego el sacerdote Orantes le avisó y lo ayudó a huir.
“Cuando le reclamé haber protegido a un criminal, el sacerdote dijo: ‘este fulano ya no está aquí para evitar otra tragedia; mis superiores ya lo saben; lo interrogamos y primero lo negó, pero luego aceptó, y el padre Jaime le dijo que se tenía que ir porque ya había una demanda’”.
Tres meses después y a pesar de que movieron a Quino Velasco por varios estados, fue detenido gracias al intenso trabajo policial de inteligencia encabezado por el comandante Taboada: “Cuando lo trajeron, lo vi a la cara y le dije: ‘Eres un desgraciado, maldito, te vas acordar de mí toda tu vida. Vas a pagar lo que hiciste’. Recuerdo que me veía y el muy cínico sonreía”.
Luego de cumplir condena de ocho meses, Olga Lilia pensó que el seminarista nunca llegaría a ser sacerdote por sus antecedentes penales. Incluso escribió una carta al entonces papa Benedicto XVI para contarle su historia, pero nunca recibió respuesta, aunque le aseguraron que fue expulsado del seminario de los Misioneros de Guadalupe, que está ubicado en Insurgentes Sur número 4120, colonia La Joya, en la delegación Tlalpan de Ciudad de México.
Para su sorpresa, hace unos meses se enteró que a pesar de todo, Julián Quino Velasco fue ordenado sacerdote y ocupó varios cargos en distintas iglesias, escalando puestos. Pero el 20 de mayo del año pasado fue detenido por policías municipales en Tlalmanalco, Estado de México, donde era vicario de la parroquia de San Luis Obispo, donde violó a una niña de 11 años durante un retiro espiritual.
“¿Cómo fue que siguió en el seminario Misioneros de Guadalupe? El obispo Cabrera me prometió que no iba a ser sacerdote, me dio su palabra. Incluso el sacerdote Orantes presentó una carta del seminario asegurando que ya lo habían expulsado. Todo fue mentira”.
“Añade: La Iglesia es una mafia. El narcotráfico y la Iglesia son los peores. Van al mismo nivel”.
SEGUNDA VEZ EN PRISIÓN
En la página de Facebook del sacerdote Quino Velasco aparece con sus sobrinas menores de edad y posando en lugares turísticos. El 17 de enero de 2016 el obispo Víctor René Rodríguez Gómez lo nombró, en una multitudinaria ceremonia, párroco en la comunidad de San Andrés Tlalámac, Estado de México, en sustitución del sacerdote Carlos Santamaría.
A la celebración del acto acudieron los pobladores de Santo Domingo de Guzmán, Juchitepec, para agradecerle sus servicios pastorales que anteriormente ofreció a esa comunidad. El camino eclesiástico que siguió este sacerdote después de salir de prisión forma parte de los expedientes secretos de la Iglesia católica y cuyas autoridades se niegan a revelar.
Pero el nombre del sacerdote volvió a salir a la luz, está vez modificado como Julián Quintero Velasco, vicario de la parroquia de San Luis Obispo, ubicada en la plaza Juárez de Tlalmanalco.
La historia se volvió a repetir. Durante la madrugada del 20 de mayo, a las 2:00 horas, el sacerdote encerró en una habitación a una niña de 11 años que asistía a los retiros espirituales de la parroquia y la violó. La menor pudo después llamar por teléfono a su madre, de nombre Maribel, y fue cuando ambas acudieron a la comandancia municipal a denunciar los hechos.
Fue entonces que el Ministerio Público de Amecameca detuvo al sacerdote, quien nuevamente fue encarcelado por el delito de abusos sexuales contra una menor.
El caso judicial es llevado por el abogado Javier Cruz Angulo, de la Clínica de Litigio de Interés Público, del Centro de Investigaciones y Docencia Económicas. Se está a la espera de obtener una sentencia histórica contra este sacerdote, como en el caso del sacerdote Carlos López Valdés, recientemente condenado a 63 años de prisión por abusos sexuales contra menores de edad.
Olga Lilia Tovilla Madrigal tiene ahora 48 años y considera que ya es hora de enjuiciar también a los obispos protectores y encubridores de los sacerdotes pederastas. Su hija afortunadamente logró superar lo vivido, aunque con terribles recuerdos: Durante años mi hija escuchaba las campanas de la iglesia y se tapaba los oídos.