Templo Mayor, 40 años de trabajos y descubrimientos en el corazón de la Ciudad de México

25/01/2018 - 9:07 am

Actualmente los arqueólogos del INAH trabajan al pie de la pirámide del Templo Mayor, donde se encontraban los altares dedicados a Huitzilopochtli, dios del Sol y de la guerra, y Tláloc, dios de la lluvia.

Por Christyan Estrada

México, 25 enero (EFE).- El descubrimiento de una escultura de la diosa lunar mexica Coyolxauhqui, hace 40 años, fue la clave para que arqueólogos mexicanos abrieran una ventana al pasado, a través de la cual continúan revelando una historia que permaneció en el subsuelo por más de 500 años.

«Estamos muy contentos porque se cumplen cuatro décadas de trabajos ininterrumpidos en el corazón de la Ciudad de México, donde habitan 20 millones de personas», dijo a Efe Leonardo López Luján, director del proyecto Templo Mayor, donde «los hallazgos se dan realmente cada día».

El monolito de andesita rosada en forma discal, con un diámetro de poco más de tres metros, 30 centímetros de espesor y casi ocho toneladas de peso, fue encontrado de manera fortuita cuando una cuadrilla de la hoy extinta compañía estatal Luz y Fuerza del Centro trabajaba a más de dos metros de profundidad el 21 de febrero de 1978 en el Centro Histórico de la capital mexicana.

«Un mes después se organiza el proyecto, que tiene como misión exhumar las ruinas del Templo Mayor, la pirámide más grande del imperio (azteca), de 45 metros de altura», señaló el arqueólogo.

Recordó que «la moderna metrópoli (Ciudad de México) cubre bajo toneladas de asfalto y de concreto las ruinas de la antigua Tenochtitlan, capital del imperio mexica o azteca, que era una isla que a la llegada de los españoles tenía 200 mil habitantes».

Desde el descubrimiento de Coyolxauhqui, los arqueólogos y el equipo científico del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) han recuperado en el sitio más de 100 mil objetos que se encuentran exhibidos y en las bodegas del Museo del Templo Mayor.

«En particular yo recuerdo la presencia de Jacques Cousteau (1910-1997), el oceanógrafo francés, quien quedó maravillado porque a 2 mil metros de altitud a los que se encuentra la Ciudad de México estábamos descubriendo cantidades enormes de corales, conchas y estrellas marinas, que los mexicas traían desde el Atlántico y el Pacífico», refirió López Luján.

Arqueólogo trabajando en el Templo Mayor, en Ciudad de México (México). Foto: Mario Guzmán, EFE

Actualmente los arqueólogos del INAH trabajan al pie de la pirámide del Templo Mayor, donde se encontraban los altares dedicados a Huitzilopochtli, dios del Sol y de la guerra, y Tláloc, dios de la lluvia.

El más reciente hallazgo, hace un par de meses, fue el esqueleto de un infante de alrededor de nueve años de edad; asimismo, en abril del año pasado fue recuperada una ofrenda con 15 mil diferentes objetos que cubrían el esqueleto de un lobo ataviado como guerrero, con insignias de oro.

«En este caso no hemos hecho el ADN, de tal manera que no sabemos el sexo. Tenía un pectoral de madera en forma de anillo sobre el pecho y un collar de piedras verdes», señaló López Luján respecto a la más reciente osamenta humana encontrada.

«Anteriormente hemos encontrado esqueletos de niños sacrificados, la gran mayoría en honor al dios Tláloc, ya que cuando un niño lloraba era un buen augurio de lluvias abundantes. Generalmente eran niños enfermos seleccionados por la presencia de dos remolinos en su cabello», refirió el especialista.

En 2006 los científicos descubrieron también un monolito dedicado a Tlaltecuhtli, el «señor de la tierra», una colosal escultura de 4.17 por 3.62 metros y unos 40 centímetros de espesor y casi 12 toneladas.

Hasta la fecha en México existe un archivo de más de 1 mil 200 publicaciones científicas sobre los hallazgos del Templo Mayor, sitio en que se presenta una exposición temporal con los principales descubrimiento de estos 40 años de trabajo.

«Documentamos la posición de todos y cada uno de los objetos. Lo que nos interesa saber es cómo están colocados y cómo el sacerdote los distribuyó ordenadamente», señaló el investigador.

Arqueólogos que trabajan en el Templo Mayor, en Ciudad de México (México). Foto: Mario Guzmán, EFE

Respecto al esqueleto de lobo, López Luján señaló que lo «impresionante» fue que la caja de ofrenda donde se encontró fue perforada accidentalmente en el año 1900 durante la construcción de un drenaje; sin embargo, los trabajadores «nunca se dieron cuenta» de la presencia de los objetos de oro.

«En muchos casos encontramos las ofrendas ya saqueadas porque estamos en una área urbana, y aquí (en el caso del lobo) tuvimos mucha suerte de encontrar el interior» añadió.

Las piezas de oro halladas en el Templo Mayor están siendo exhibidas en el Museo Getty de Los Ángeles (Estados Unidos), donde se realiza la exposición temporal «Los reinos de oro, lujo y legado de la antigua América», que pronto se presentará en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.

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