Jóvenes de 22, 20 y 19 años fueron secuestrados el 12 de septiembre de 2015 por un convoy de gatilleros en Medellín, la tierra de los secuestros juveniles, donde también plagiaron y asesinaron al reportero Moisés Sánchez Cerezo. Del paradero de los chicos no hay noticias ni en el propio ministerio público de la zona. Blog Expediente posee el registro de 10 casos de desaparición en el mismo municipio desde el año de 2013 con el mismo modus operandi, siendo el promedio de edad de los desaparecidos de 24 años. Veracruz vive la peor racha violencia de su historia. Pareciera como si el suelo hubiera quedado maldecido. Javier Duarte se fue y está prófugo con montos multimillonarios que todavía nadie cuenta, pero el estado vive sus secuelas...
Por Miguel Ángel León Carmona
Ciudad de México, 24 de octubre (SinEmbargo/BlogExpediente).– La hermana de Leonicio estaba próxima a cumplir 15 años; él, además de ser su chambelán, la llevaría en motocicleta hasta la iglesia “para cambiar la tradición”… Pero lo levantaron junto con dos de sus amigos. Hace un año que del joven albañil se sabe nada. Su vehículo terminó siendo vendido como chatarra. Y la fiesta de su hermana se canceló.
Es la historia de Leonicio Marín López, de 22 años, Esaú Ramírez, de 20, y William Castillo Domínguez, de 19. Los tres desaparecieron desde el 12 de septiembre de 2015. Muchachos que desafiaban al bochorno de la costa veracruzana con sorbos de caguamas (cerveza) hasta que un convoy de gatilleros tocó tierra en Medellín de Bravo, Veracruz.
Del paradero de los jóvenes no hay noticias en Google, ni en el propio ministerio público de la zona, carpeta de Investigación 409/2015/MEDE-09. Un caso que hasta el día de hoy naufragaba en la isla de las represalias y del miedo. “Si hablo es por mi hermano, porque lo extrañamos. Pero también porque a mi mamá se la está consumiendo la diabetes”, comparte un familiar desde el anonimato.
En una especie de metáfora, explica que durante un año han esperado a que Leonicio aparezca “como todo lo que devuelven las olas del mar. Por aquí se los llevan y los regresan; vivos o muertos, pero los regresan. Lo raro es que de nuestro hermano, nada”.
Así el presente en la tierra de Moisés Sánchez, Moi para los amigos, de los pocos periodistas que documentaban la inseguridad en la ciudad costeña, pero que también fue privado de su libertad y hallado sin vida el pasado diez de enero de 2015.
No obstante, la presencia de 48 elementos de la Secretaría de Seguridad Pública desde diciembre de 2014, tres robos se registran diariamente a transeúntes, según el informe que el Mando Único reporta al alcalde Luis Gerardo Pérez Pérez.
Pero además, Blog Expediente posee el registro de 10 desapariciones en el mismo municipio desde el año de 2013, siendo el promedio de edad de los desaparecidos de 24 años.
“Medellín de Bravo es una muestra de la barbarie que se vive en el estado. Los que te protegen te levantan. Los criminales actúan impunemente y el único consuelo de las familias es aferrarse a la misericordia de Dios”, palabras de Jorge, hijo de Moisés Sánchez.
“ESTABAN ECHÁNDOSE UNAS CERVEZAS”
Leonicio, como todos los días, salió de su domicilio en punto de las ocho horas al trabajo. Una obra en Lomas Residencial, Boca del Río lo aguardaba. Además era día de paga; su hija ya no tenía pañales, su esposa comida y el préstamo en la financiadora Compartamos no se pagaría solo.
Para el medio día, Leonicio regresó a casa y con dinero. Durmió unas tres horas hasta que un nuevo pendiente lo levantó de sopetón, un pago vencido en la tienda de abarrotes de la esquina; 100 pesos que la dueña iba anotando en su libreta por conceptos de frijol, azúcar, aceite, huevo, y todo de lo que consta la canasta de los pobres, La Canasta Básica.
Leonicio se montó un pantalón de mezclilla azul, cinturón negro, camiseta amarilla y sus zapatos tenis todavía embarrados de la punta de escombra y mezcla. Despidió a su esposa, a su hija de un año de nacida y salió a cumplir con sus labores como jefe de familia. Y se fue.
De acuerdo con la dueña de la tienda, pagó los cien pesos y se encontró con dos amigos que platicaban en la puerta de enfrente. Eran Esaú Ramírez y William Castillo Domínguez. Recién habían destapado una caguama y le ofrecieron un sorbo de la misma boquilla, como se acostumbra en la costa.
Leonicio consideró que los 1 mil 400 pesos semanales de paga apenas le rendirían para cubrir los gastos de su casa, pero también pensó que era sábado y en 24 horas cumpliría 23 años. Los motivos de brindar se impusieron a sus carencias y se acercó con los amigos.
No habían pasado ni cinco minutos, 500 mililitros de la bebida, cuando a la esquina de la Colonia Bosques, en el Tejar, se enfrenaron cuatro vehículos, tres cerrados en tonos grises y una camioneta blanca al frente. “Somos federales, nadie se mueve”, gritaron unos hombres vestidos de civil.
De acuerdo con la carpeta de investigación 409/2015/MEDE-09, preguntaron por Esaú Ramírez, el de 20 años, quien recién había sido dado de alta en el hospital por un accidente que lo dejó en muletas y con clavos que unían sus piernas.
“Le pegaron muy feo, lo quisieron encajuelar; pero no cupo, porque estorbaban los clavos de sus piernas. Entonces lo subieron a la parte de enfrente. Del Esaú nomás quedaron sus chanclas y las muletas tiradas”, cuenta el familiar de Leonicio.
En tanto, los otros dos amigos se quedaron boquiabiertos, Leonicio sujetaba la botella de cerveza. “¿Ustedes cómo se quieren subir por las buenas o por las malas?”, preguntaron los pistoleros a mitad de calle.
Leonicio y William escogieron por las buenas, entonces los esposaron, los sujetaron del cuello, los acomodaron en los vehículos cerrados y se llevaron a los tres. Todo el que vio desde sus puertas el “levantón”, conocía a los desafortunados. Nadie dijo una sola palabra, el miedo había sido derramado en la calle Bosques, como la cerveza y las muletas. Lo único que dejaron de los tres muchachos.
De Leonicio Marín López, El Gringo, fue la última ocasión que se le vio a salvo. Sus familiares interpusieron la denuncia ante el ministerio público de Medellín de Bravo y la licenciada Virgen María Blanco Hernández fue la encargada de escuchar la relataría de los hechos.
“Fue lo único que han hecho por nosotros, le dijimos que mi hermano se fue con todo y celular, que le mandamos un mensaje de Whats App y las personas que lo tenían lo leyeron y no respondieron. ¿Dónde estás, Leonicio ¿Estás bien? preguntaron.
No obstante que el equipo del joven de 22 años tuvo actividad hasta el tres de diciembre de 2015, hasta la fecha la Fiscalía General no ha entregado la sábana de llamadas a los afectados.
LEONICIO, EL MUCHACHO SOÑADOR
Son las pistas que a unos años de los hechos existen del Gringo, como lo apodan los amigos de la cuadra a Leonicio. Un joven llevadero, que se enamoró y tuvo una hija, con quien compartió los primeros meses de existencia.
Leonicio trataba de encontrar felicidad en un barrio sumergido, que cuando había lluvia había inundación en su recámara. Trabaja horas extras, a su trabajo se iba en bicicleta cuando podía para ahorrarse algunos pesos.
A sus 22 años de edad tenía sueños y no se trataban de comprar el jersey del equipo de futbol o el I Phone de nueva generación o los tenis de moda, no. Los propósitos del joven albañil eran, primero, componer su casa. Cambiar el techo de lámina por uno de mampostería, donde no se filtrara el bochorno en verano ni las lluvias, que en la colonia bosques es garantía de inundaciones.
Por otra parte, Leoncio era consciente de que su hermana, la más pequeña, estaba próxima a cumplir 15 años, pero más era sabedor que en la familia no había dinero para cumplir el sueño de la adolescente.
Leonicio prometió no sólo ser chambelán de la señorita, además, dijo, repararía su motoneta y cambiaría la tradición en las fiestas de quinceañeras y la llevaría hasta las puertas de la iglesia cristiana montada en el ciclomotor. Sin embargo el joven no tenía presupuestado que un convoy de personeros tocaría tierra en Medellín de Bravo y le privarían la libertad.
Su vehículo, la familia terminó por venderlos como chatarra, mientras que la fiesta de su hermana se canceló. “Sólo queremos que nos digan si está bien. Mi madre es diabética y son recaídas que no sabemos cuánto va a aguantar. Tenemos miedo, pero más lo extrañamos”, finaliza el familiar.
LA TIERRA DE LOS PLAGIOS JUVENILES
ADEMÁS:
Es el caso de Leonicio Marín López, de 22 años, Esaú Ramírez, de 20 y William Castillo Domínguez, de 19. Los jóvenes que libaban licor en la calurosa Medellín y sujetos armados los mudaron a la tierra del nunca jamás. A continuación se exponen casos similares recabados por el diario Blog Expediente.
Ángel Ulises Lara Pulido desapareció el 10 de enero de 2013 en Medellín, Veracruz
Desapareció a los 24 años de edad, mide un metro con 65 centímetros, tez clara, ojos medianos café oscuros, cabello ondulado y café castaño. Como señas particulares tiene manchas en la pierna izquierda.
Gerson Quevedo Orozco desapareció el 15 de marzo de 2014 en Medellín de Bravo, Veracruz
La mañana del 15 de marzo de 2014, Gerson Quevedo Orozco fue secuestrado cuando se encontraba con dos amigos dentro de una tienda Oxxo, en el municipio de Medellín de Bravo, en Veracruz. Ese mismo día, sus padres entregaron a los plagiarios 80 mil pesos a cambio del muchacho, de entonces 19 años. Pero el estudiante de arquitectura no apareció.
Hedilberto Malpica Mora desapareció el 22 de abril de 2014 en Medellín, Veracruz
Desapareció a los 46 años de edad, mide un metro con 70 centímetros, tez morena, ojos café oscuros, cabello canoso y poco abundante. Como seña particular, no tiene el dedo meñique de la mano derecha y cicatriz en el hombro derecho.
Ricardo Delgado Mendoza desapareció el 10 de enero de 2016 en Medellín, Veracruz
Desapareció a los 16 años de edad, mide un metro con 63 centímetros. De acuerdo con los reportes de familiares al joven pozarrincense se le vio por última vez en el municipio de Medellín de Bravo, Veracruz.
Víctor Alfonso Bautista Jiménez desapareció el 11 de enero de 2016 en Medellín de Bravo, Veracruz.
Fue desde el pasado 9 de enero, cuando Víctor Alfonso salió a la ciudad de Poza Rica, en plan era un paseo al puerto de Veracruz junto con su amigo Cesar Iván Romero Hernández, de 35 años de edad y originario de la ciudad Poza Rica, viajaban a bordo de una camioneta Toyota Rav, modelo 2015, con placas YKV8254, propiedad de este último.
El joven es de complexión media, mide 1.68 centímetros, ojos café obscuro, labios gruesos, tiene una pequeña cicatriz casi al finalizar la ceja del lado izquierdo, en la parte del cuello tiene pequeñas verrugas, bigote y barba.
Cesar Iván Romero Hernández y Alejandro Novoa Ramón desaparecieron el 11 de enero de 2016 en Medellín de Bravo, Veracruz.
La desaparición de Cesar Iván Romero Hernández y Alejandro Novoa Ramón, originarios de Papantla y Poza Rica, Veracruz, se inició con una salida al puerto de Veracruz. Los compañeros viajaban a bordo de una camioneta Toyota Rav, modelo 2015, con placas YKV8254. Presuntamente fueron interceptados por personas vestidas de civil y desde entonces las familias no saben de sus paraderos.