Por años, jugadores inconformes con los malos tratos de directivos se han organizado para velar por sus derechos individuales, pero los proyectos no han fructificado. Aunque tienen privilegios, los futbolistas están en la indefensión laboral.
Ciudad de México, 14 de mayo (SinEmbargo).– Carecen del derecho a la pensión o de un seguro de retiro, el patrón decide su cambio de empresa, rescinde su contrato, los vende al mejor postor cual mercancía, les impone jornadas de trabajo superiores a lo convenido y, en algunos casos, no les paga puntualmente. Estas parecen ser las condiciones de un trabajador común, pero en realidad son las de un futbolista en México, cuya profesión está regida en el Título Sexto (Trabajos Especiales) Capítulo X (Deportistas profesionales) de la actual Ley Federal del Trabajo.
Aunque son admirados por la actividad que realizan y privilegiados por los altos sueldos que, en su mayoría, perciben, los jugadores de la Primera División mexicana sufren abusos en sus derechos constitucionales por parte de los dueños del balón. Actualmente y desde 2001 existe la Comisión del Jugador, aunque es un órgano que depende de la Federación Mexicana de Futbol (Femexfut) y carece de independencia jurídica, por lo que muchos profesionales no alzan la voz por miedo a represalias, por falta de unión, por ignorancia de sus garantías individuales, por apatía o por amenazas de los patrones.
A lo largo de la historia del balompié azteca, futbolistas inconformes con los tratos recibidos por parte de los directivos han tenido la iniciativa de formar sindicatos, pero, aunque algunos como el ex futbolista Carlos Albert Llorente lo consiguieron, este tipo de movimientos han sido acallados y diluidos por la Femexfut, manteniendo a los jugadores en total indefensión laboral y social.
PRIMER SINDICATO: UNA ETAPA BREVE
Antes de iniciar la Temporada 1970-1971, el Necaxa puso transferible a su defensa central Carlos Albert con la intención de presionarlo y no aumentarle el sueldo. Respaldado por la Ley Federal del Trabajo, que en su Artículo 295 establece que los deportistas profesionales no podrán ser transferidos sin su consentimiento, el jugador demandó formalmente al equipo, convirtiéndose así en el primero en hacerlo en México.
“Había insistido hablar con Julio Orvañanos, quien era dueño del Necaxa y además era amigo de mi papá, pero me dio largas, hasta que un día tomé la decisión de demandarlos. Obviamente fue un escándalo, nadie nunca se había atrevido. El contrato del futbolista tenía una cláusula escrita que decía: Cualquier futbolista que para dirimir sus diferencias recurra a instancias y autoridades civiles y legales, quedará automáticamente excluido del futbol a nivel internacional. Era tal el cinismo de los dueños que la regla estaba impresa. Esa cláusula que en términos laborales, se llama “cláusula de exclusión” y está prohibidísima por la Ley Federal del Trabajo”, recordó el ahora comentarista deportivo en entrevista con Sin Embargo.
El futbolista mexicano, que estaba próximo a cumplir 10 años con su escuadra, ganó la primera instancia del juicio, razón por la que la prensa, los directivos y, sobre todo, sus compañeros se interesaron en el tema y le pidieron asesoría. Una vez que se dio cuenta de que eran muchos sus colegas que sufrían la violación de sus garantías, le llegó la idea de formar la Asociación Sindical de Futbolistas Profesionales de la República Mexicana, la cual recibió el registro el 19 de febrero de 1971 por parte de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STyPS).
“De todas las figuras legales que había, decidimos hacer un sindicato porque era la única fórmula legal con la que nosotros podíamos responder a los actos de los dueños, ya que así teníamos, por ejemplo, el arma de la huelga. Todo lo hicimos abiertamente porque nuestra idea no era enfrentarnos ante alguien, sino darle dignidad y mejorar la calidad de vida al futbolista. El entonces Secretario del Trabajo (Rafael Hernández Ochoa) nos entregó en persona el registro del sindicato”, recuerda Carlos Albert, quien pese a ser el autor intelectual, no aceptó ser el Secretario General de la organización, pues su demanda continuó y no quiso dar de qué hablar.
La asociación sindical fue constituida por más de 300 futbolistas de todas las divisiones profesionales del país. Carlos Albert fue elegido, entonces, como Secretario Tesorero; su compañero de equipo, Antonio Mota Romero, fue el Secretario General; Gregorio Villalobos Espinoza, de las Chivas del Guadalajara, Secretario del Interior, y Armando Magaña, Secretario de Actas y Acuerdos. A decir del autor intelectual, los futbolistas del Necaxa, Guadalajara, Atlas y Atlante fueron los más inmiscuidos en el movimiento, mientras que algunos del América y de la Selección Nacional se negaron a integrarlo en un principio.
Con el paso de los meses, los dueños de varios equipos empezaron a correr injustificadamente a muchos futbolistas que intentaban ingresar al sindicato. Razón por la que la Asociación Sindical de Futbolistas Profesionales recurrió al arma legal de la huelga, para presionar a los directivos. En octubre de 1971 se colocaron banderas rojinegras en las porterías de las canchas del Necaxa, en las de Ciudad Universitaria en el Distrito Federal, del Guadalajara y del Atlas, con lo que se decretó oficialmente el paro.
“Cuando se dieron cuenta de que eso era un escándalo mundial, recurrieron al entonces regente de la ciudad, Octavio Sentíes Gómez, quien me pidió dialogar con los federativos, mismo que se habían negado al diálogo, hasta antes de la huelga. Fuimos a Palacio Nacional y ahí estaban algunos directivos como Guillermo Cañedo de la Bárcena, se comprometieron a cumplir nuestras demandas e hicieron que mandáramos a quitar las banderas.
Sin embargo, en las semanas siguientes, las represalias por parte de los dueños y federativos fueron más enérgicas, y consiguieron que muchos futbolistas desertaran del sindicato, hasta que fueron pocos los miembros y se diluyó la Asociación Sindical de Futbolistas Profesionales de la República Mexicana. Por su parte, Carlos Albert en su calidad de autor intelectual, fue sometido a una campaña de ostracismo y ningún equipo lo quiso contratar, retirándose así cuando sólo tenía 28 años de edad.
“Lo que le faltó al sindicato fue el valor para continuar y el amor por la profesión. Con el tiempo, varios hijos de compañeros míos se convirtieron en profesionales y les empezó a ir igual que a nosotros, entonces sus papás me decían: ‘Carlos, no sabes lo arrepentido que estoy, tenías razón, a nuestros hijos les están haciendo lo mismo y tú nos habías dicho que esto era por nosotros, pero también por las nuevas generaciones’”, dijo Carlos Albert, quien, por otra parte, continuó y ganó su demanda individual contra el Necaxa, 18 años después.
OTROS INTENTOS DE SINDICALIZAR A FUTBOLISTAS
Pasaron 15 años para que los futbolistas intentaran retomar la idea de sindicalizarse. El ex futbolista y fundador de la Asociación Sindical de Futbolistas Profesionales, Carlos Albert Llorente, asegura que previo a la Copa del Mundo de México 1986, un grupo de seleccionados nacionales fueron a buscarlo para que los asesorara en cuanto a la organización de un sindicato e incluso le ofrecieron ser el Oresidente, pero él no aceptó porque su demanda contra el Necaxa continuaba y la idea no se echó a andar por falta de convicción de los jugadores.
“Como eran figuras les dije: ‘si ustedes se organizan y forman la mesa directiva, todos los jugadores se les van a unir y los directivos les van a hacer caso’. El Mundial estaba a unos días de iniciar y ni modo que los corrieran, además no tenían que ir a la Secretaria del Trabajo, simplemente los estatutos del sindicato que formé teníamos que actualizarlos y se podía continuar con el mismo proyecto”, recordó el autor del primer sindicato de futbolistas en el país.
En 1992, Javier Aguirre Onaindía, uno de los que había visitado a Albert previo al Mundial de 1986, y Alfredo Tena Garduño, ambos ex futbolistas recién retirados, formaron la Asociación de Futbolistas Profesionales (AFP), para protestar en contra del Régimen de Transferencias impuesto dos años antes, de cara a la Temporada 1990-91. Y es que con el denominado Draft, los directivos de forma unilateral transferían a un jugador de un club a otro sin su consentimiento y en caso de que este no aceptara, se quedaría sin jugar seis meses.
Debido a que el “Vasco” Aguirre fue un líder desde su época de jugador, muchas estrellas de distintos equipos se unieron a la asociación. Con el paso de los años, la AFP logró cambiar ciertos lineamientos, pero no sus principales demandas, razón por la que sus fundadores desertaron para encargarse de sus respectivas carreras de entrenadores y, finalmente, la asociación se extinguió en 2001.
Con los remanentes de la Asociación de Futbolistas Profesionales, José María Huerta Carrasco, otro ex defensor del Necaxa que había ingresado a la AFP en 1999, organizó el grupo Futbolistas Agremiados de México (FAM). Sin embargo, esta agrupación tuvo su registro sindical hasta el 13 de octubre de 2004, después de cinco negativas de la Junta de Conciliación y Arbitraje del Distrito Federal.
Durante años, Huerta Carrasco buscó crear acuerdos con la Femexfut, aunque jamás fueron atendidas sus demandas. Pese a ello, la FAM fue avalada y apoyada por la Federación Internacional de Futbolistas Profesionales (FIFPro), una organización integrada por 40 asociaciones sindicales que se encarga de velar por los derechos de los deportistas. Finalmente, pese a que en su momento llegó a tener 685 miembros, el 15 de octubre de 2007, sólo asistieron dos jugadores a su asamblea, mientras que el resto había sido amenazado por la federación azteca. Así, el 20 de noviembre de 2007 otro sindicato había fracasado nuevamente.
Paralelamente a ello, también en 2001, se creó la Pre-Comisión del Jugador, compuesta por: Joaquín Beltrán Vargas, de los Pumas de la UNAM; Markus López, de Tecos; Francisco Gabriel De Anda, de Pachuca; Sergio Almaguer Treviño, de Cruz Azul; y Felix Fernández Christileb, de Atlante. Sin embargo, la Femexfut hizo que esta Comisión del Jugador fuera uno de sus órganos, el 3 de julio de 2003. Con ello se acalló al sindicato de José María Huerta, Futbolistas Agremiados de México y, paulatinamente, presionó a los futbolistas a que se unieran a su dependencia.
“La Comisión del Jugador es una vacilada, lo que se conoce como un sindicato charro. Es algo muy indigno, es mejor que no haya nada a que haya un grupo en defensa del jugador que depende de la Federación Mexicana de Futbol. Me parece que los que se prestan para eso son traidores, esquiroles, son entes sin ninguna dignidad. El sindicato tiene que ser independiente y autónomo. Hay muchas formas de trabajar sin necesidad de bajarte los pantalones”, sentenció Carlos Albert.
Desde su concepción en 2001, la Comisión del Jugador no ha podido terminar con muchos de los abusos hacia las garantías individuales de los futbolistas. Además, la Femexfut de algún modo no ha permitido que los seleccionados y jugadores que juegan en el extranjero, pertenezcan a este órgano. Sin embargo, el actual Presidente General, el futbolista de San Luis, Álvaro Ortiz, acaba de anunciar que en las próximas semanas habrá una “junta histórica” de jugadores, en la que participarán seleccionados y otras figuras.