Alejandro Páez Varela
23/04/2018 - 12:05 am
Los votos de AMLO
¿Por qué tantos votos para AMLO? Buena pregunta. Son muchas razones y cada vez que pasa el tiempo y el morenista sigue creciendo, se agregan otras a la canasta. Una razón de peso es el hartazgo al PRI y a su Presidente, Enrique Peña Nieto. Otra es que el país parece desmoronarse: tanta corrupción, tanta violencia, tanta desigualdad; y esos tres factores pegan a la mayoría de los votantes. También creo que el elector ve a PAN y PRI como uno mismo: Vicente Fox o Felipe Calderón, sentados con Carlos Romero Deschamps, Elba Esther Gordillo y demás; no resultaron una diferencia; entonces, PAN y PRI, en esta elección, suman el rechazo del elector a tantas grandes tragedias juntas en tan poco tiempo.
Podrán ser asustadizos –sugiero un refrán–, pero los mercados financieros no son pendejos. La semana pasada, una de las firmas de análisis dijo que ya no le asustaba que Andrés Manuel López Obrador sea Presidente, pero sí que Morena gane además una mayoría en el Congreso. Ya asimiló, pues, un triunfo del izquierdista. Y trasladó su supuesto “miedo” a que gane de forma abrumadora.
Las encuestas llegaron hasta el debate de anoche con la posibilidad de un triunfo arrollador, justamente. Los votos de AMLO daban en las últimas mediciones casi el mismo número que la suma de los de Ricardo Anaya y José Antonio Meade. De acuerdo con Bloomberg, López Obrador tiene 47.30 por ciento; sumados, los del panista y el candidato del PRI dan 45.30 por ciento. AMLO, dos puntos cerrados arriba. Una locura de votos.
Los mercados financieros son muy pragmáticos: con la cantidad de intereses que tienen en México, con el montón de dinero que les representa este país, tampoco van a alimentar un miedo irracional porque terminarán perdiendo por el daño que hagan. Yo no tengo un peso en el mercado financiero y le garantizo que el 99.9 por ciento de los mexicanos tampoco. Veremos que, si AMLO mantiene incluso una ventaja más modesta (puede bajar hasta 10 puntos porcentuales sin ponerse en zona de riesgo), los analistas financieros se irán moderando en las siguientes semanas para no alentar el miedo. Asustadizos sí, pendejos para nada.
El avance del izquierdista en el último mes y los debates apurarán el voto indeciso. Los que no quieren a AMLO buscarán al candidato que les acomode, y ése podría ser Ricardo Anaya por los mismos debates, donde tendrá oportunidad de lucirse (como vimos anoche) mientras Meade se queda sin palabras o le da vuelta a las preguntas cruciales (como también vimos anoche). Otros votos indecisos se irán a López Obrador, si quieren porque es el “menos peor” o por la lógica simple de que a nadie le gusta perder: está demasiado arriba en las encuestas y muchos querrán estar del lado de la sala en donde se abren cervezas, y no en el que tienen caras largas.
Entonces, la pregunta clave: ¿Se pueden mover mucho los votos del izquierdista con los debates? Yo creo que no tanto. Me puedo equivocar, y por eso empiezo por definir claramente qué votos trae.
Lo primero que hay que entender es que en AMLO recaen los votos de los mexicanos que están hartos del PRI y de su Presidente, Enrique Peña Nieto, pero también del PAN y del desempeño de Vicente Fox y de Felipe Calderón. Entonces López Obrador trae votos de un ciudadano de a pie, que es la mayoría, cansado de tanta corrupción, tanta violencia y tanta desigualdad, y la segunda opción, Anaya, representa oootra oportunidad a esos mismos que han participado en dejar el país al borde del colapso.
El diseño de los candidatos sumó a favor de AMLO. Meade, Margarita Zavala y Anaya tienen una misma cobija que se jalan para cubrirse; y si me apuran, también “El Bronco”. El sistema político pensó que muchos anti-AMLO le quitarían votos y no: más bien se restaron. Así que necesariamente para que Anaya crezca, tendrá que terminarse de desfondar Meade. Y eso lo van a pelear con uñas y dientes desde la Presidencia. Sobre todo porque si el PRI cae a niveles suficientes como para volver a Anaya competitivo, no sólo pierde Meade, sino todas las otras posiciones (Congreso federal, alcaldías, gubernaturas y congresos locales) que los priistas necesitan para refugiarse.
***
Analicemos el voto de López Obrador. Está el voto duro, por supuesto. Ese, creo yo, es el más peligroso para sus contrincantes y el que no se moverá jamás. Es uno que está acostumbrado a dar la batalla; que sabe que un margen pequeño es peligroso. Sabe que en este país se pierden/arrebatan elecciones, y entiende el valor de salir a votar y no se compra las “ventajas” que dan las encuestas. De hecho, es un elector que ha sufrido, mucho, a las casas encuestadoras. Casi todas le dieron números equivocados en 2012, curiosamente a favor del PRI. Entiende que las preferencias electorales son eso: preferencias de alguien. Ese votante es, quizás, el más duro en esta elección y saldrá a ejercer su derecho. El votante acarreado del PRI, ya lo sabemos, toma decisiones de última hora. Lo vimos ser muy pragmático en 2000 y entregarle votos a Fox; lo vimos irse a uno de los extremos en 2006. El voto “duro” del PRI, a diferencia del de AMLO, no es tan duro. O es más blando. Así se ha comportado en los últimos 18 años. Por eso el voto duro de AMLO es un gran factor de peso en esta elección y con diez debates no se moverá.
Además está el voto de izquierda que podría ser de AMLO. Se trata de un votante que ha perdido muchas veces. Si ese votante anda en los 50 años, no puso Presidente en 1988 o en 1994; logró la capital en 1997 y en 2000 otra vez se quedó con las ganas, también en 2006 y en 2012. En ese voto de izquierda hay voto perredista, por supuesto. Yo digo que frente a la boleta, muchos que están en el PRD no se atreverán a votar por un derechista, Ricardo Anaya, sólo porque sus líderes, muchos acusados de corrupción, pactaron con el PAN. Habrá una buena cantidad de perredistas que no se perderán la oportunidad de votar por la izquierda (es decir, votar por AMLO). No querrán perderse la oportunidad de estar, ahora sí, del lado de los ganadores. Es una oportunidad de ganar por primera vez. Y ganar con la izquierda. Han perdido muchas veces ya. Entonces, siento, ese voto perredista también se sumará a la hora de la hora con AMLO.
López Obrador además consolida, en esta elección, otro voto: el que se le fue a Ricardo Anaya en un tramo largo e importante. Lo dicen al menos dos ejercicios. Cito una primera encuesta, que es la de Reforma: “Eso contrasta con las dos elecciones presidenciales anteriores en donde López Obrador era visto como una amenaza por un segmento crítico del electorado. Todo lo anterior nos lleva a una posible coordinación entre los votantes de oposición como resultado del rechazo al PRI. Por ello, la caída de Anaya tras la campaña negativa del PRI no benefició a Meade, por el contrario, amplió el liderazgo de López Obrador. En las preguntas sobre atributos, se observa que AMLO predomina en todos los positivos por una ventaja de entre 10 y 34 puntos porcentuales sobre Ricardo Anaya”. ¿Y un debate, o tres, harán a ese voto regresarse con Anaya? Todo puede pasar pero lo veo difícil. Los escándalos de Anaya tuvieron demasiada exposición.
Cito el consolidado de encuestas que hace Bloomberg. Muestra claramente cómo el desplome de Anaya es directamente proporcional al crecimiento de AMLO; tomo algunos datos en la línea de tiempo:
2 de febrero
AMLO 40.30 por ciento
Anaya 31.40
Meade 19.30
3 de marzo
AMLO 42.20 por ciento
Anaya 27.40
Meade 20.6
30 de marzo
AMLO 45.40 por ciento
Anaya 26.90
Meade 19.50
16 de abril (y último dato)
AMLO 47.30 por ciento
Anaya 26.80
Meade 18.50.
En la canasta de votos de AMLO está, también, un voto de Meade. La seguidilla muestra que el ex Secretario de Hacienda está cayendo desde el 5 de enero, cuando alcanzó su creta: 29.30 por ciento de las preferencias (sigo citando a Bloomberg). Sumar a Silvano Aureoles y a Armando Ríos Piter representará a Meade votos, sí, pero casi nada. Algunos dicen en broma que dos: el de Ríos y el de Aureoles. La sangría ha sido constante para el candidato del PRI y eso habrá sumado a López Obrador, hasta hoy, hasta anoche al menos.
Finalmente: todas las campañas de miedo que le han montado a López Obrador durante años han generado una especie de concha en el electorado. Es tonto el PRI cuando intenta, sin ingenio alguno, tratar de reutilizar el miedo. Vean lo de los rusos: les salió el tiro por la culata. Creo que los electores también han aprendido a que se les manipula y hay una especie de rechazo a que, otra vez, les quieran decir qué pensar. Creo que ese votante no se moverá con un linchamiento entre cuatro, como sucedió en el debate de anoche. Han linchado muchas veces a AMLO y siento que el elector ya no lo ve divertido, sino molesto. Hay, por lo que escucho, hasta un cierto coraje contra quienes usaron el miedo para quitarle la Presidencia a AMLO con el fin de poner a dos Presidentes, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, que trajeron más pobreza y menos valor al salario; que llevaron a una guerra, a un crecimiento nulo y a más deuda; a más desigualdad y a hasta a la pérdida Pemex, una firma que le daba una cierta esperanza al mexicano de que no todo estaba perdido. Eso creo. Y todo eso ha sumado a darle votos a AMLO.
Pues bien, faltan poco menos de diez semanas para la votación. Algunos tienen esperanza en que los debates muevan las encuestas y sacudan a AMLO. Lo que yo siento es que los agravios sumados en tres sexenios (al menos tres) son muchos y que el elector ya se compró la idea de que ahora sí estamos en una emergencia y se necesita un cambio de fondo. Creo que hay un voto muy duro a favor de AMLO, y queda poco tiempo y si mantiene parte de lo que trae, muy pronto hasta los mercados moverán su discurso hacia uno conciliador que diga –casi escucho a sus analistas– que un Presidente fuerte, con muchos votos, puede generar estabilidad.
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