Ciudad de México, 23 de abril (SinEmbargo).– Con muchas actividades, entre páginas escritas y rosas rojas, se conmemora en nuestro país el Día Mundial del Libro. Se trata de honrar lo que una gran franja de la sociedad considera la más nobles de las actividades: la lectura.
Abre mundos, abre la cabeza, colma el espíritu, combate la desazón existencial y es un arma eficaz contra la soledad, son algunas de las ventajas que conlleva el hábito de leer.
Sin embargo, de acuerdo a estadísticas del 30 de abril de 2014, derivadas de una encuesta nacional llevada a cabo por el Fomento de la lectura, AC, al 65 por ciento de los mexicanos de entre 12 y 66 años no le gusta leer.
El 69 por ciento de los consultados dijo que en un mes no gasta nada en la compra de libros, mientras que 13% destina entre 50 y 250 pesos, lo que da como resultado que sea 2.94 el número de libros que los mexicanos leen al año, es decir, más de la mitad de nuestro país no lee.
En la lista de los 20 países que más leen, México se ubica en un sitio muy abajo, en el puesto 24, según una lista publicada por Forbes en 2013 y que encabeza la India, seguida por Tailandia, China, Filipinas y Egipto, países que ocupan los primeros cinco lugares.
Sin embargo, escritores, poetas y periodistas entrevistados por SinEmbargo coinciden en que en México se lee mucho más de lo que las cifras de las encuestas muestran y desconfían del “universo” que esas mediciones utilizan para catalogar a “TODOS” los mexicanos.
A MÁS DE UNA HORA DE DISTANCIA
De acuerdo con el estudio “Panorama del Libro Digital en México”, realizado por mx.casadellibro.com, en nuestro país 25 millones de mexicanos carecen de acceso a la lectura, ya que se encuentran a más de 1 hora de distancia de una librería o biblioteca; situación que se agudiza en algunos estados de la república en dónde son más escasos este tipo de espacios.
La Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (CANIEM) indica que en México existen cerca de mil 200 puntos de venta de libros, 600 son librerías y el resto son papelerías o tiendas departamentales y otros establecimientos que ofertan libros.
Por su parte Conaculta indica en su sitio web que existen 7 mil 388 bibliotecas públicas en el territorio mexicano.
Esta información se traduce en un punto de acceso a la lectura por cada 13 mil habitantes, aproximadamente; sin tener en cuenta que estos espacios se concentran en el Distrito Federal y Área Metropolitana, que alberga el 30 por ciento.
De acuerdo con información de Casa de Libro México, el índice de acceso a la lectura es más alto en estados con mayor ingreso per cápita; el Distrito Federal en la entidad donde es más sencillo tener acceso a un libro.
La densidad de población es otro factor determinante, ya que las ciudades que cuentan con más de 500 mil habitantes concentran mayor número de librerías.
A su vez, el estudio indica que también existe una fuerte relación entre las zonas con gran crecimiento urbano del país y el promedio de lectura, siendo de nuevo el Distrito Federal la ciudad con mayor población y mayor índice de lectura: estimado en 5.5 libros al año de acuerdo con la última Encuesta Nacional de Lectura.
El estado de Baja California, de acuerdo al estudio, cuenta con un alto índice de acceso a la lectura, pero en contraparte no así con un desarrollo económico significativo.
En el caso extremo tenemos al estado de Chiapas, el cual se enfrenta a pocos espacios de acceso a la lectura, pero también a poco desarrollo económico, constituyéndose en uno de los peores escenarios para el tema.
LOS NÚMEROS SON NÚMEROS
Sin embargo, más allá de las estadísticas siempre está la vida y va de suyo que los números no siempre son ejemplo fiel de lo que acontece en la realidad. Así lo cree el escritor Benito Taibo, quien consultado por SinEmbargo, afirma convencido de que en México “se lee mucho más de lo que se desprende de la encuesta.
“Encuesta que hasta ahora engloba a TODOS los mexicanos, incluyendo a los que no saben leer, a los que no tienen capacidad para comprar libros (y ni siquiera comida), a los que no tienen acceso a ellos. Ese es un universo tramposo (y sin duda injusto) para hacer encuestas de lectura”, precisa el autor de la reciente Querido Escorpión.
No voy a tirar aquí, como en un mitin, un rollo sobre la justicia social, a pesar de que valdría la pena, pero ya será en otro foro.
El caso es que la cantidad de librerías que se abren, la proliferación de ferias del libro, la apertura de bodegas con saldos, el préstamo, la Internet, han hecho que se lea cada vez más, pero seguimos queriendo parecernos a Finlandia (y comparándonos con ellos) y a emular sus índices de lectura inútilmente. Nuestras condicionantes son otras y a ellas debemos enfocar nuestros esfuerzos”, agrega.
“La lectura por obligación es un antídoto para lograr la lectura por placer; nuestras instancias educativas han errado en el enfoque. Tener maestros que no leen o leen poco, obligando a muchachitos a leer, es una receta para el desastre.
Pero a pesar de todo ello te contesto: si no se lee es porque los libros no llegan dónde deben llegar (verdad de Perogrullo, pero verdad al fin). Deberíamos tener una ley que incentive fiscalmente a los editores, otra que apoye a los distribuidores, otra que ayude a los libreros y la más importante, una que proteja a los lectores tomando en cuenta que la lectura y el acceso a ella es un derecho.
Se lee. Se debería leer más, pero sobre todo, se debería acceder más fácilmente al libro, para leer mejor, en un país más justo”.
LA ESPERANZA EN LOS LIBROS
Su hermano, el también famoso Paco Ignacio Taibo II, probablemente uno de los autores más leídos en nuestro país, un eterno militante de los libros, además, tiene una mirada esperanzadora.
“A esos muchachitos a quienes los guardaespaldas de su padre lo dejaron varado y por eso tuvieron que tomar el transporte público los he visto con novelas de dragones, hombres-lobo lampiños y varitas mágicas en las manos, lo que me da muchas esperanzas, porque esos lectores evolucionarán y terminarán en Bradbury, estoy seguro”, dijo en una entrevista que le hiciéramos hace un tiempo.
De ser leído, Paco –autor entre otros muchísimos libros de la biografía del Che Guevara más valorada por los críticos y lectores– sabe mucho. A menudo sus presentaciones en distintos puntos del país se colman de fanáticos y muy entendidos en su vasta producción.
“En la última edición de la Feria de Minería, mis editores me decían: salte por la puerta de atrás. Les contesté que el día que me tuviera que esconder de mis lectores me suicido. Mis lectores son mis amigos, me dan de comer, constantemente tienes que estar soplándote en el oído: la fama es efímera, el éxito es peligrosísimo, si pierdes autocrítica, pierdes sentido de realidad”, supo decir.
LEER EL LIBRO VAQUERO
La joven escritora Georgina Hidalgo, autora del libro de crónicas Vodka Naka, también desmiente las encuestas y asegura en cambio que los mexicanos sí leen.
“Los mexicanos leen el Libro Vaquero, el Órale, el Metro, El Gráfico y las revistas de la farándula. Esas son las lecturas que uno ve sacar en el transporte público, en los parques y plazas. Los libros se han vuelto caros, no están en la canasta básica y deberían, pero que subsistan las librerías de viejo aún en Donceles te habla de una sociedad de lectores ocultos que no es fácil entender si generalizamos”, afirma la también periodista de investigación.
“Personalmente desconfío de los indicadores que dicen que el mexicano lee sólo dos libros al año. Miden sólo las ventas de la industria y dejan fuera todo un universo de opciones que sí hay, por fortuna, para cultivar el hábito de la lectura”, concluye.
DESDE LOS PLANES ESCOLARES
Para el poeta Gerardo Grande, autor del reciente Canto de mi árbol en el incendio, la causa de que sea lea poco en nuestro país inicia con los planes escolares “que parecen hechos para odiar la lectura, más que para aficionarse a ella”, dice en entrevista con SinEmbargo.
“Siempre pongo como ejemplo las fiestas que hacen en la escuela primaria para que tus papás vayan a verte y para las cuales te obligan a aprenderte “Suave patria”, de Ramón López Velarde. Te quitan tiempo del recreo, de educación física, para que puedas aprender de memoria un poema tan largo. A un niño, eso lo aleja de la lectura”, afirma.
“Otro factor es que cada vez hay más distractores y todos son más atractivos que la lectura, desde un concierto de rock hasta la televisión; comprarte un MP3 con 500 canciones que puedes compartir con tus amigos, por ejemplo, siempre va a ser mucho más barato que adquirir un libro”, agrega.
“Creo que sería necesario un proyecto de iniciación a la lectura que se hiciera con el presupuesto de las delegaciones, para guiar y estimular a los nuevos lectores. Empezar por El Quijote de la Mancha es un error, jamás va a ser un libro de iniciación. ¿Qué lector principiante va a entender el mundo poético de Las flores del mal, de Baudelaire?”, apunta.
HEMOS PERDIDO EL AMOR POR LAS PALABRAS
Para la poeta y periodista Laura Emilia Pacheco, lo que sucede es que “hemos perdido el amor por las palabras”.
“El gusto por la lectura depende de nuestra cercanía con el idioma. Las rimas, las adivinanzas eran juegos que de niños nos hacían sentir una cercanía con la palabras y sus ritmos, que se ha perdido. Tal vez ahora somos “políticamente correctos” pero la belleza de las palabras se ha olvidado. Sólo hay que ver los libros de texto que, a mi parecer, en nada fomentan el gusto y el amor por la lectura; un hábito que empieza en la infancia”, afirma.
LA GRAN CAUSA: LA EDUCACIÓN
Para la novelista y cuentista Ana García Bergua, la gran causa de que en México no se lea es la educación o la falta de ella.
“Gran parte de la población no logra terminar la primaria, ya no digamos bachillerato, y ese es un problema gravísimo que tiene causas de toda índole. Y luego está el problema de que aunque la escuela fomente la lectura, los padres no leen, no hay libros en las casas y eso desanima a los chicos, convierte la lectura en una obligación ajena”, afirma la ganadora del Premio Sor Juana de Literatura.
“Ahora bien, creo que en México se lee mucha prensa desde siempre y a últimas fechas Internet ha puesto a leer y escribir a quien no lo hacía. El problema son los libros y no sólo leerlos, pues hay bibliotecas, sino comprarlos. Mucha gente considera un lujo comprar un libro, aunque en algún momento puedan gastar en otras cosas aparentemente superfluas. La cultura no se considera necesaria y los gobiernos de todo signo suelen empezar los recortes por ahí cuando habría que incorporar la cultura a la canasta básica”, afirma.
“No sé si el desinterés por la lectura viene de todo este entorno que convierte a las personas en consumidores eternamente insatisfechos o de una falsa idea sobre lo que es necesario y lo que es superfluo. La cosa es que la gente se vuelve pobre por fuera y por dentro”, concluye la escritora.
LEER ES JUGAR
Para la lexicóloga, hacedora de diccionarios y periodista Laura García Arroyo, conductora de La dichosa palabra en el Canal 22, leer es jugar y la razón de que no se lea lo suficiente en nuestro país tiene que ver, precisamente, con la falta de relación que se establece entre la lectura y el juego.
“No hemos sabido transmitir la idea de placer en la lectura, porque creemos que se trata de una actividad solitaria en lugar de ver las formas de compartirlo y hacer comunidad”, dice la intelectual española.
“Hemos querido restringir la lectura a un ámbito escolar, académico, en lugar de instaurarla como una forma de entretenimiento, ocio, convivencia familiar o manera de abrir los brazos de la amistad; no leemos, porque no terminamos de predicar con el ejemplo y seguimos viendo a cuentagotas muestras de lectores que podamos imitar (mientras en las telenovelas no se vean libros, la gente vaya al cine o se hable de haber ido al teatro, seguiremos viendo estas actividades como algo elitista y fuera de lo cotidiano. Quien dice telenovelas, dice todos los programas que se ven en televisión)”, agrega.
“Creo, apoyo y defiendo las iniciativas que empiezan a abrir senderos que transitan hacia este lugar, entusiastas del fomento de la lectura que siguen buscando formas de apasionar a los niños, jóvenes que han decidido hablar en primera persona sobre su experiencia lectora y contagiarla, y comunidades que hablan y escriben sobre libros como de otros asuntos que nos rodean. Ahí la llevamos, el camino es largo, seguimos dando pasitos”, concluye.
SE LEE MÁS DE LO QUE SE CREE
Como muchos de sus colegas mexicanos, la novelista Beatriz Rivas, autora de la reciente Dios se fue de viaje, descree un tanto de las estadísticas.
“Me parece que en México se lee más de lo que se cree, aunque todavía nos faltan muchos lectores y que, además, sean más selectivos”, afirma la también autora de La hora sin diosas y Amores adúlteros.
“Creo que es una combinación de indiferencia (un viejo vicio de los mexicanos), flojera (preferimos la facilidad de los medios de comunicación), falta de costumbre (los libros no ocupan un lugar central en los hogares) y el resultado de años de una educación profundamente deficiente.
El sentir general es que la lectura es difícil y aburrida. Que los libros son exclusivos de las personas “cultas”. Al mismo tiempo –hay que reconocerlo-, los salarios no permiten que un gran número de personas pueda adquirir libros. Pero no pierdo la esperanza: tengo la impresión de que en las nuevas generaciones la lectura comienza a encontrar más espacios”, expresa Rivas en entrevista con SinEmbargo.
LA FANTASÍA AL PODER
Francisco Martín Moreno, uno de los escritores más leídos de México, considera que “lamentablemente es cierto que en México prácticamente no se lee”.
“Los niveles de lectura son paupérrimos. Es una tragedia nacional que se comprueba con sólo salir a la calle. Es patético y doloroso”, afirma el autor de Arrebatos carnales.
“Nunca he creído en las culpas absolutas. Eso me parece una aberración. Por lo tanto, culpar a la escuela de todos los males, es un error. ¿Cuántos padres sientan a sus hijos en la falda para leerle un libro?”, se pregunta.
No leerle a los niños evita la fantasía y no estimula la curiosidad que hace falta para el niño se aficione a la lectura.
Por otro lado, de acuerdo a las estadísticas, los maestros leen un libro y medio al año, uno de los cuales es el libro de texto gratuito.
“Si eres maestro y la literatura no te despierta fantasías ni una serie de imágenes mágicas y maravillosas, no vas a poder transmitirlas a los chamacos. ¿Por qué? Porque no las has sentido, porque no las entiendes”, remata el también historiador.
CONTRA LA ANGUSTIA
Para la joven novelista Laia Jufresa, una de las causas de la no lectura radica precisamente en la angustia que genera el discurso pro-lectura.
“Existe esta angustia, este discurso de que “hay que leer”, y es justo esa visión, tan alejada del placer, la que impide a los niños (y también a los adultos, claro, pero –como cualquier hábito– la lectura arraiga mejor cuando empieza temprano) descubrir los libros como espacio habitable, como refugio, como un lugar agradable al que uno elige entrar y al cual se puede volver, como a la casa propia (pero distinta siempre, por lo general más interesante, y con infinitas variantes.)”, afirma.