Dolia Estévez
23/03/2018 - 12:05 am
Salinas acorraló a Colosio
Washington, D.C.— Los acontecimientos de aquel trágico 23 de marzo de 1994 marcaron la vida política moderna de México. Pese a ser un país relativamente sofisticado, México aún lucha por salir del pasado. El 24 aniversario del asesinato Luis Donaldo Colosio, el crimen más dramático desde el magnicidio de Álvaro Obregón hace casi un siglo, […]
Washington, D.C.— Los acontecimientos de aquel trágico 23 de marzo de 1994 marcaron la vida política moderna de México. Pese a ser un país relativamente sofisticado, México aún lucha por salir del pasado. El 24 aniversario del asesinato Luis Donaldo Colosio, el crimen más dramático desde el magnicidio de Álvaro Obregón hace casi un siglo, obliga a ver hacia atrás.
Para la vasta mayoría de mexicanos, la muerte de quien muy probablemente hubiera sido presidente de México, sigue siendo un enigma. De la misma forma en que los estadounidenses no creen que un sólo hombre mató a John F. Kennedy, los mexicanos tampoco creemos que el homicidio de Colosio haya sido autoría de un asesino solitario, como reza la versión oficial. El escepticismo, sin embargo, no impidió cerrar el expediente hace 18 años.
El paso del tiempo no ha logrado disipar las teorías de la conspiración que desde el primer día han rodeado al crimen. Para unos, los sospechosos siguen siendo Carlos Salinas o los dinosaurios del PRI; para otros, rivales políticos o el crimen organizado o grupos armados. Entre los motivos se mencionan un presunto deslinde de Colosio e intentos de truncar la modernización del país.
Si bien documentos desclasificados por el Departamento de Estado, bajo la Ley para la Libertad de Información, no prueban ninguna teoría, sí retratan a un candidato acorralado y humillado por Salinas en la etapa previa a su muerte. Consignan que Salinas fomentó el protagonismo de Manuel Camacho, a quien nombró Comisionado para la Paz en Chiapas, a expensas de Colosio. En febrero de 1994, un mes antes del asesinato, la Embajada de Estados Unidos en México consignó: “Colosio primero vio cómo los rebeldes, luego el ejército y ahora su archienemigo Camacho, están acaparando casi toda la atención pública”. Esto lo obliga a hacer una doble campaña: “proselitismo con las bases durante la semana y con las elites políticas los fines de semana. A veces carga su propia maleta, conduce su propio auto o viaja en transporte público”.
Según los cables, en enero de 1994, Colosio fue víctima de dos fuertes reveses: el levantamiento en Chiapas y el subsecuente protagonismo de Camacho. Tan seria fue la degradación de Colosio en la víspera del crimen, que la Embajada especuló que podía ser sustituido por Camacho, aunque lo consideró poco factible. Vaticinó, no obstante, que quizá Colosio tendría que cambiar de estrategia y mensaje para “depender más” en la vieja guardia del PRI y menos en Salinas. Ese mes, la Embajada comentó: “Colosio no puede estar feliz con los sucesos en Chiapas, tanto por los problemas que están generando como por la publicidad que le están robando”. El nombramiento de Camacho como negociador, uno de los tapados, “debió de haber dejado atónito a Colosio”.
Un amplio análisis de marzo de 1994, tres semanas antes del asesinato, elaborado por el Buró de Inteligencia e Investigaciones del Departamento de Estado, afirmaba: “Camacho se ha vuelto indispensable para Salinas y el PRI. También ha fortalecido su propia imagen...parece tener acceso ilimitado a Salinas...Colosio (en contrapartida), parece no tener nada que ver con… Chiapas”. La situación llevó a la Embajada a investigar cuáles eran las intenciones de Salinas. Consultado respecto a si Camacho podía sustituir a Colosio como candidato, un “priista sazonado”, a quien el cable no identifica, “sacudió la cabeza y visiblemente confuso, respondió, ‘las viejas reglas ya no se aplican’”. Tres semanas después, Colosio caía acribillado a plena luz del día en Lomas Taurinas.
Cabe preguntarse: ¿el acorralamiento fue deliberado por parte de Salinas? ¿Buscó humillarlo? De ser así, ¿para qué?
Jim Jones, a la sazón embajador de Estados Unidos, años después me dijo que el FBI, quien interrogó a Mario Aburto, avaló la versión oficial del asesino solitario. Jones descartó que Salinas tuviera conocimiento de antemano de lo que iba a suceder a Colosio.
La Agencia de Seguridad Nacional, a cargo del espionaje electrónico, declinó desclasificar el expediente que dijo tener sobre el caso. En respuesta a una petición que interpuse, la NSA admitió tener “cuatro informes de inteligencia extranjera” sobre el crimen, clasificados de "top secret" y "secret", pero rechazó divulgarlos pretextando que podrían dañar la seguridad nacional. En términos similares me respondió la CIA.
Otra serie de despachos de 1990 describen la forma metódica en que Colosio allanó el camino hacia Los Pinos. En octubre de ese año, la Embajada adelantó que Colosio sería el candidato. Lo describió como alguien cercano a Salinas, a quien el presidente escogió personalmente para dirigir el PRI, "y a quien se cree incorporará al gabinete para volverlo presidenciable”.
A su vez, en abril de 1990, el cónsul en Hermosillo informó que a Colosio no le interesaba la gubernatura de Sonora, su estado natal, sino la presidencia. El comunicado decía que Colosio estaba convencido que después de lograr con “éxito la reestructuración” del PRI y anotarse unas cuantas victorias, “más o menos legítimas”, Salinas le daría una supersecretaría. “Esto sería la señal a otros contendientes de que el presidente había optado por el senador de Sonora como primus inter pares”.
Los cálculos de Colosio resultaron ser premonitorios. En mayo de 1992, Salinas lo nombra titular de Sedesol, oficialmente incorporándolo a la carrera por la sucesión. En noviembre del siguiente año, Salinas lo destapa. Colosio alcanzó su sueño, pero no vivió para hacerlo realidad.
Twitter: @DoliaEstevez
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