La vida de un astronauta mexicano en un libro para niños. Así se trata El niño que tocó las estrellas, el nuevo proyecto del Moreno, un hombre que es un ejemplo para los migrantes, sobre todo hoy en medio de la política condenatoria de Trump y sus secuaces.
Ciudad de México, 23 de enero (SinEmbargo).- El astronauta mexicano José Hernández Moreno vivió 11 rechazos antes de ser aceptado para volar al espacio. La perseverancia como el sexto valor de una enseñanza de cinco máximas transmitidas por su padre, fue el gran fenómeno que lo llevó a cumplir sus sueños.
Antes se había recibido como Ingeniero Eléctrico en la Universidad del Pacífico, posteriormente hizo una maestría en ciencias de ingeniería eléctrica en la Universidad de California en Santa Bárbara y antes del 2004 ya había descubierto junto con un colega una nueva herramienta para la detección del cáncer de mama, en el Livermore National Laboratory.
El ingeniero de vuelo especialista de la misión STS-128 del transbordador Discovery, está ahora preocupado por la asunción de Donald Trump a la presidencia de México, pero de todos modos exhorta a sus seguidores a cumplir los sueños y a luchar por obtener todo lo propuesto.
“Donald Trump es algo que pasa, nos hemos equivocado en votarlo y ahora tenemos que esperar cuatro años para que se vaya”, afirma.
“Yo vine de una familia muy pobre, muy humilde; de familia inmigrante campesina y este país me dio la oportunidad de estudiar y perseguir mis sueños como astronauta”, dice este oriundo de California pero heredero de una familia michoacana, de La Piedad.
En 2005, José Hernández Moreno creó la organización sin fines de lucro Reaching for the Star Foundations, la que busca dar oportunidad a niños de escasos recursos para alcanzar sus metas educativas y profesionales.
Luego de un libro para grandes, El cosechador de estrellas, el astronauta cuenta la historia desde su infancia como agricultor migrante en los campos rurales de California, hasta la consecución del sueño de convertirse en astronauta, para los niños. Se trata de El niño que tocó las estrellas, una historia que podría convertirse en película.
–¿Cómo ha sido su vida?
–Yo viví una vida de migrante total. Viajábamos a los Estados Unidos durante nueve meses y luego regresábamos durante tres a La Piedad, a un ranchito de mi padre, llamado Ticuita. Dependiendo en qué mes nacía te tocaba país. A mí me tocó California, pues me tocó nacer durante las cosechas. Tengo una hermana y un hermano que nacieron en invierno y les tocó nacer en México. Nosotros trabajamos los fines de semana con mis padres y en la semana nos íbamos a la escuela. Empezábamos en el sur de California, luego nos íbamos al centro y luego terminábamos en el Norte. Una vida muy típica de migrantes.
–Ahora La Piedad, de Michoacán, es un lugar muy ligado a los narcotraficantes…
–Bueno, no diría tanto así. Yo he ido, me encanta La Piedad, no es tan complicada la situación allí como lo es en tierra caliente. En La Piedad sí ha habido unos problemas, he perdido a un gran amigo, a Ricardo Guzmán, que era el presidente municipal y que fue asesinado.
–En su época, La Piedad era distinto
–Sí, por supuesto. Nuestra época era más inocente, uno podía salir sin preocuparse, cuando viajaba de los Estados Unidos a México caminábamos alrededor de la carretera, hacíamos fogatas para los grupos y cocinábamos, ahora no se puede hacer ninguna de esas cosas…
–¿Su papá pudo soportar sus estudios?
–Lo bueno es que en los Estados Unidos era gratis la educación hasta el nivel de la Prepa. Cuando ya vinieron los estudios universitarios, con becas y con algunos trabajos pude pagarme la universidad. Son muy caros los estudios allá y mis padres no podrían habérmelos pagado.
–¿Cómo es su experiencia en comparación con esta época?
–No sé si es más complicado ahora que antes. Mi sensación es que con la tecnología, con los estudios on line, se ha hecho más fácil que antes. La situación social es más complicada, pero esas son cosas que pasan alrededor de uno, hay muchas más oportunidades. Como los caballos que los ponen centrados para una carrera, uno debe centrarse así para poder lograr las propias metas.
–¿Es posible pensar en un astronauta de origen michoacano en tiempos de Donald Trump?
–Creo que sí, simplemente porque si la persona se mantiene enfocada, todo lo logrará. Trump dura cuatro años, máximo ocho, pero la vida sigue adelante. Vamos a aprender varias lecciones de lo mal que hicimos a votar a Trump.
–¿Realmente se hizo mal en elegir a Trump?
–Pienso que sí, que la gente del Partido Demócrata no fue a votar, pensando que era un bluff y que Hilary Clinton igual ganaría. Por eso es que perdió, ahora bien, Clinton ganó por 2 millones de votos, votaron mucho por ella, pero debimos haber votado más.
–¿Cómo es El niño que tocó las estrellas?
–Bueno, es un libro que cuento mi vida en una forma en que puedan entenderlo los niños. Y lo que trato es contagiar de que se vale soñar en grande, que todo es posible, inclusive cuando tú seas un campesino de bajos recursos y quieres ser astronauta. Lo que me inspiró fue en 1972, al ver la misión espacial Apollo 17, yo tenía 10 años y compartiendo ese sueño con mis padres.
–¿La familia fue fundamental para usted?
–Necesitas siempre la familia para poder triunfar y para poder crecer. Esa es mi opinión.
–¿Cómo fueron los 11 rechazos antes de ser autorizado para ir al espacio?
–Bueno, los rechazos nunca son bonitos. Fueron muy difíciles aceptarlo, pero lo bueno era que yo ya estaba haciendo lo que me gustaba y estaba en mi elemento. Si me rechazaban, yo iba a seguir siendo ingeniero, si no me seleccionaban ya tenía un gran premio de consolación.
–¿Cuándo fue la vez que lo aceptaron?
–Fue la vez número 12 en el 2004. En el 2009 hice mi primer viaje al espacio. Fui como ingeniero de vuelo, al regresar nos anuncian que iban a jubilar a los transbordadores y que había que esperar otros nueve años para los nuevos transbordadores, así que lo que hice fue retirarme, para hacer otras cosas.
–¿Qué pasó con el cáncer de mama antes de su carrera espacial?
–Fue un avance muy importante. Junto con un colega y yo pudimos desarrollar el primer sistema de mamografía digital y aunque mucha gente piense que estoy orgulloso por haber llegado al espacio, en realidad estoy orgulloso por la cantidad de gente que hemos salvado con esta técnica.
–¿Se dedica ahora a las tareas benéficas?
–Sí, tenemos una Fundación que ayudamos a cientos de niños en varias formas. Los traemos a unos talleres donde les despertamos la inquietud científica. Lo hacemos en el quinto grado, a los 10 años, que es cuando a mí se me despertó mi vocación de astronauta. Luego tenemos una academia de verano para estudiantes de cuarto grado de primaria hasta estudiantes de Prepa y finalmente damos unas becas parciales a estudiantes universitarios que tienen como responsabilidad llegar a ese nivel de estudios en la familia. Mi trabajo, que es con el que gano dinero, es una empresa de asesoría, ayudé a México por ejemplo a lanzar tres satélites, a la Universidad de Puebla a lanzar una empresa de Ingeniería, así me gano la vida.