SAN FERNANDO A 3 AÑOS: LA TRAGEDIA… INÚTIL

22/08/2013 - 12:00 am
Tierra Fría, Jalpan de Serra, Querétaro. 31 de mayo de 2011. Luego de dos meses de haber desaparecido y posteriormente reconocido por sus familiares dentro de los cadáveres encontrados en las fosas clandestinas de San Fernando, Tamaulipas, Martín Vega Carrillo fue velado por sus familiares y amigos dentro del domicilio del que partió rumbo a Estados Unidos como migrante. Foto: Cuartoscuro
Tierra Fría, Jalpan de Serra, Querétaro. 31 de mayo de 2011. Luego de dos meses de haber desaparecido y posteriormente reconocido por sus familiares dentro de los cadáveres encontrados en las fosas clandestinas de San Fernando, Tamaulipas, Martín Vega Carrillo fue velado por sus familiares y amigos dentro del domicilio del que partió rumbo a Estados Unidos como migrante. Foto: Cuartoscuro

Ciudad de México, 22 de agosto (SinEmbargo).– Han pasado tres años. Pero la masacre de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas, todavía está fresca en la memoria. Aquel 22 de agosto, México recibió la noticia del hallazgo de los cuerpos de 58 hombres y 14 mujeres maniatados, ejecutados por la espalda y apilados en un terreno baldío. Los muertos provenían de Honduras, El Salvador, Guatemala, Ecuador y Brasil.

El crimen se conoció gracias a que un ecuatoriano logró huir de sus secuestradores y de la muerte (a pesar de que le dispararon) y reveló el lugar donde estaban abandonados los cadáveres.

Una semana después de la masacre cometida por el crimen organizado, el gobierno del entonces Presidente Felipe Calderón Hinojosa lanzó un programa para “proteger a los indocumentados de paso” por el país a través de cinco medidas: establecer convenios de colaboración con los gobiernos de los estados de la Ruta del Migrante, desarticular a las bandas tratantes de personas, vigilar las vías férreas, un plan para informar sobre los peligros en el cruce por México y mejorar la atención a las víctimas extranjeras.

Pero el plan de Calderón –hoy becario de Harvard– solo se quedó en buenos deseos, mientras que el nuevo gobierno priista bajo el mandato del Presidente Enrique Peña Nieto ha dejado fuera cualquier estrategia de protección para los migrantes.

“En términos prácticos, no creemos que hayan servido los compromisos que se desprendieron después de la masacre, porque no se han cumplido. El programa se dio durante la administración anterior, pero la obligación de proteger a los migrantes y a los activistas sociales que luchan por ellos, no se está cuidando tampoco en la presente administración. No se están dando los pasos adecuados para perseguir a quienes cometen abusos, asesinan y secuestran a los indocumentados”, dijo Daniel Zapico, director de Amnistía Internacional México.

Zapico agregó que la situación de los indocumentados en su paso por el país, no es mejor que hace tres años.

“Hay una enorme preocupación porque no sabemos cómo piensan el Gobierno Federal abordar este problema”, señaló.

Fray Tomás González Castillo, director del albergue La 72 de Tenosique, Tabasco, un activista social que permanece amenazado de muerte, dijo que el Estado mexicano no aprendió nada de la masacre de San Fernando.

La tragedia de San Fernando es “una línea más en mi currículum”, dijo Cecilia Romero, titular del Instituto Nacional de Migración cuando la masacre. Poco después se destapó para dirigir el PAN nacional (la imagen es de ese momento). Hoy es su Secretaria General. Foto: Cuartoscuro
La tragedia de San Fernando es “una línea más en mi currículum”, dijo Cecilia Romero, titular del Instituto Nacional de Migración cuando la masacre. Poco después se destapó para dirigir el PAN nacional (la imagen es de ese momento). Hoy es su Secretaria General. Foto: Cuartoscuro

“Al contrario: no se ha hecho nada. Estamos a tres años y no hay justicia ni reparación del daño. Hace unos días tuvimos contacto con dos familiares de los masacrados, una señora de Guatemala que perdió a su esposo y otros parientes, y una mujer de Brasil. La brasileña nos dijo que el gobierno mexicano le mandó un cuerpo que no es el de su familiar”, narró el sacerdote.

Fray Tomás llegó a Tenosique poco después de la matanza de Tamaulipas para encabezar el programa migrante en la iglesia del municipio. En un principio su labor solo consistía en alimentar a los indocumentados en la parroquia, pero al percatarse de la realidad que vivían los centroamericanos y sudamericanos, se convirtió en un activista y fundó el albergue La 72 en memoria de los migrantes masacrados en San Fernando.

Desde entonces el sacerdote vive amenazado, pues reconoce a cada uno de los delincuentes de las bandas del crimen organizado que operan en las vías del tren (que están a unos 500 metros del albergue) y que secuestran, extorsionan, asesinan y violan a los indocumentados.

“La violencia en contra de todos nosotros continúa. Esta semana se infiltró un delincuente al albergue y amenazó de muerte a varios migrantes y a una mujer de violación sexual. Las autoridades lo detuvieron y lo deportaron, pero a los mafiosos que operan en las vías del tren, a esos no les hacen nada”, dijo.

Fray Tomás aseguró que continúa amenazado de muerte por las bandas delictivas de trata de personas que operan en el lugar y que Rubén Figueroa, miembro del Movimiento Mesoamericano, uno de los principales apoyos del religioso en la casa de indocumentados, tuvo que huir de Tenosique en junio para salvar su vida.

“Se fue porque denunciamos las amenazas de muerte y la policía agarró a dos maleantes, pero los soltó porque dijeron que no había pruebas en su contra, a pesar de que nosotros tenemos muy bien ubicados a esos criminales que operan en las vías del tren”, dijo el religioso.

COBRO DE CUOTA, ASESINATO, SECUESTRO Y VIOLACIÓN

Fray Tomás dijo que los mexicanos solo conocen la masacre de los 72 migrantes de San Fernando, porque fue un hecho que se filtró a los medios masivos de comunicación, pero que desconocen la realidad que viven los indocumentados todos los días en su travesía por México.

A principios de abril SinEmbargo publicó el drama que viven los migrantes centroamericanos en el trayecto del ferrocarril que inicia en Tenosique.

En esa ocasión Fray Tomás estimó que 70% son asaltados entre Tenosique y Coatzacoalcos y alrededor de 1% asesinados.

Rubén Figueroa, aseguró que diariamente tenía conocimiento de cuatro migrantes muertos sobre las vías del tren. Las mujeres centroamericanas son violadas y secuestradas para obligarlas a prostituirse y los niños son víctimas de trata de personas, dijo.

“La tragedia humanitaria es enorme. Ahorita el albergue se quedó vacío y qué crees que puede pasar con esa gente. Seguramente van muchos criminales arriba que más adelante, empiezan a sacar sus armas, amenazar a los migrantes, más adelante se suben más delincuentes, en algún punto de la ruta migratoria tiran a uno, a dos. Nosotros durante esta última semana hemos detectado muchos migrantes mutilados, muertos porque los tiran del tren. Es algo muy fuerte convivir con la muerte y la sangre”.

Daniel Zapico de Amnistía Internacional dijo que el problema principal que enfrenta México en torno al tema migratorio, es que no cuenta con datos precisos de cuántos migrantes son secuestrados y asesinados en el país.

“Si no hay información, si no hay datos oficiales es difícil de realzar políticas públicas. Nunca sabremos si mejoró o no. Hay muy pocos datos disponibles la Comisión Nacional de Derechos Humanos [CNDH] publicó en su último informe sobre migración en 2011 que cerca de 11 mil migrantes fueron secuestrados en seis meses, es decir, si lo llevamos a un año, son 22 mil”, dijo.

Pero a pesar de que existen esfuerzos de organizaciones civiles por darle datos duros al tema de migratorio en México, la Secretaría de Gobernación (Segob) y la Procuraduría General de la República (PGR) carecen de estas cifras.

“La Segob y la PGR no dan esas cifras porque no se molestan en recoger los datos. No se molestan en saber lo que hay y difícilmente van actuar. Hay estudios que apuntan que hasta 60% de las mujeres y niñas que atraviesan México, sufren algún tipo de violencia sexual”, indicó.

Zapico recordó que las mujeres centroamericanas antes de viajar a México se inyectan anticonceptivos de larga duración, para evitar un embarazo ante la posibilidad de ser violadas en el trayecto de la Ruta del Migrante.

Los pocos datos que se conocen sobre la tragedia de los indocumentados son recabados directamente por los activistas sociales que trabajan en los albergues, como Rubén Figueroa y Fray Tomás, quienes reconocen a los criminales físicamente, a través de tatuajes, rostros y apodos. Conocen sus movimientos y modus operandi, y a pesar de ello y de las denuncias penales que han realizado, siguen libres y cometen ilícitos con libertad.

El triste proceso de despedir a los muertos de aquél horror. Foto: Cuartoscuro
El triste proceso de despedir a los muertos de aquél horror. Foto: Cuartoscuro

La ruta más peligrosa para los migrantes en el Sureste es la que inicia en Tenosique –desde que inician su camino a pie ya son víctimas de robo y ataques sexuales–, hasta la que se extiende a lo largo de las vías ferroviarias.

Un indocumentado tarda 20 días aproximadamente para llegar por tren a alguno de los estados fronterizos con Estados Unidos.

“Las amenazas vienen desde miradas. Si me ven en las vías me dicen que me van a matar. Algunas las he hecho públicas, otras no. Ellos están cazando a sus víctimas y son asesinos. Es una labor muy peligrosa, pero yo tengo que ser muy cabrón para defender a los migrantes. Conocer sus operaciones, ubicarlos, saber quiénes son”, dijo Rubén Figueroa en abril, cuando aún se encontraba en el albergue La 72.

Un mes después, el 2 de mayo, en el tramo de Canticas en el kilómetro 25 del municipio de Cosoleacaque, Veracruz, más de 300 migrantes fueron atacados a machetazos, con armas de fuego y lanzados del tren por no poder pagar la cuota de los 100 dólares.

Un hecho que el gobierno Veracruzano negó al declarar que se trató de una riña entre personas alcoholizadas.

A finales de ese mes, elementos de la Fiscalía Especializada para la Atención de los Delitos Cometidos en Contra de Inmigrantes detuvieron a una banda de extorsionadores que operaba en la zona ferroviaria de Palenque, Chiapas.

Amalia García, presidenta de la Comisión de Migración de la Cámara de Diputados, dijo que cuando ocurrió el ataque a los migrantes en Veracruz, se comunicó con el Gobernador perredista de Tabasco, Arturo Núñez, para solicitarle información sobre lo que ocurre en la región de la llamada Ruta del Migrante.

“Puedo decir que inmediatamente contestó mi llamada, me dijo que estaban actuando. Entonces, hemos hecho un contacto con distintas entidades de la República, no solamente donde gobierna el PRD. El caso de Tabasco, la respuesta del gobernador y del secretario General de Gobierno, de los dos, porque con los dos hablé, fue inmediata”, dijo García.

Pero a pesar de estas acciones, la violencia en contra de los indocumentados centroamericanos continua, indicó Fray Tomás.

“Las cosas acá siguen muy complicadas, ya se fue Rubén amenazado, era un pilar en el albergue. Yo sigo amenazado pero no me puedo ir, no puedo abandonarlos”, dijo el religioso.

Rubén Figueroa al ver libres a los criminales que denunció, decidió irse de Tenosique para proteger su vida.

URGEN TOMAR ACCIONES: ESPECIALISTAS

Amalia García informó que la Cámara de Diputados acaba de aprobar reformas a la Ley de Migración, donde el Instituto Nacional de Migración (INM) y la Procuraduría General de la República (PGR) deben garantizar la seguridad de todas las personas que cruzan por el país para alcanzar el “sueño americano”.

“Desde que cruzan la frontera en tanto, estén en el territorio nacional y que debe terminarse con la violación a los derechos humanos de los migrantes centroamericanos. En la Comisión de Asuntos Migratorios votamos una reforma adicional para puntualizar el cuidado, la atención que se debe tener con grupos vulnerables, mujeres embarazadas, niños, niñas, también se han hecho otras reformas que fueron aprobadas y ya están publicadas en el Diario Oficial de la Federación”, dijo.

A finales de mayo, especialistas en materia migratoria dijeron a SinEmbargo que México debe desarrollar instituciones y capacidades que reconozcan los derechos humanos de los migrantes centroamericanos y legalicen la migración al país, pues de lo contrario podrían victimizarse aún más los migrantes que cruzan por la frontera sur.

Andrew Selee, vicepresidente de Programas del Woodrow Wilson Center for International Scholars (WWICS), alertó que cuando Estados Unidos aprobara su reforma migratoria, México podría endurecer aún más su frontera sur.

“México no debe imitar a Estados Unidos para tener una política fronteriza, tiene que innovar para tener la suya.

Yo creo que ahí requiere de capacidades que no tiene el gobierno mexicano pero que necesita desarrollar, como separar a la gente que viene a trabajar para que tengan acceso legal y que no son parte del flujo de paso que se trata de parar”, dijo.

El país tiene como reto contar un régimen de control de la frontera Sur a través de un servicio migratorio profesional, basado en conceptos de derechos humanos y procesarles, explicó.

“Si México empieza a endurecer la frontera sur sin tener las instituciones y procesos adecuados, habrá más victimización de los migrantes y será una mancha al exterior y ante sus propios ciudadanos. Uno de los dilemas de los derechos de los migrantes es justo que ellos son débiles para poder reclamar sus derechos. Existen violaciones de sus derechos aún con instituciones fuertes como en Europa o en Estados Unidos porque no están en posiciones de apelar”, dijo Selee.

En México, subrayó, se necesita generar canales legales de migración con Centroamérica.

“Para los que van y vienen. Hay muchos guatemaltecos que vienen en temporadas a trabajar a México y se regresan a su país. No se había puesto atención hasta que nos enteramos de la masacre de los 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas, pero aun así, no hemos visto hasta ahorita el nivel de atención para que México invierta en instituciones fuetes y basadas en derechos humanos”, dijo.

Luis Rubio, presidente del Centro de Investigación para el Desarrollo (CIDAC), agregó que México debe regular sus flujos migratorios.

“El país debe tener una función distinta a sólo ser un actor pasivo en el proceso. Debe convertir esta potencial Ley Migratoria en una plataforma conjunta con los Estados Unidos y Centroamérica”, agregó.

Lo cierto es que, mientras Estados Unidos levanta sus muros, en México se cavan las fosas para enterrar a los migrantes, reflexionó Fray Tomás, entristecido por la situación que vive en carne propia, diariamente en la frontera sur del país.

“En el tema migratorio no hay una política social ni económica. Es fallido”, dijo.

Daniel Zapico de Amnistía Internacional añadió que la organización que dirige en México plantea 10 medidas urgentes para salvar vidas de migrantes y protegerlos de los abusos de los criminales y de los funcionarios públicos mexicanos:

• Asegurar que los defensores de derechos de migrantes reciban una protección efectiva y que todas las amenazas son adecuadamente investigadas y los responsables rindan cuentas ante la justicia.

• Garantizar que las autoridades federales, estatales y municipales reconocen y apoyan públicamente la labor de los albergues para migrantes.

• Poner en práctica medidas para prevenir los abusos contra las personas migrantes, lideradas y coordinadas por el gobierno federal.

• Mejorar la seguridad en las rutas de tránsito de migrantes a través de medidas coordinadas en los tres niveles de gobierno.

• Establecer e implementar protocolos de investigación para crímenes cometidos en contra de migrantes, tales como secuestros, extorciones, detenciones arbitrarias, violencia sexual, trata, reclutamiento forzoso, maltratos y asesinatos. Esto con el fin de contrarrestar la especial vulnerabilidad de las personas migrantes que a menudo les impide denunciar, testificar y acceder a la justicia.

• Facilitar el acceso a mecanismos de denuncia para que las personas migrantes puedan reportar abusos, recibir copias de sus denuncias y acceder a programas de visas humanitarias y protección a testigos.

• Publicar cuatrimestralmente información sobre el avance e impacto de estas medidas, particularmente sobre las acciones orientadas a procesar a los responsables de los abusos contra migrantes, incluyendo funcionarios públicos.

• Asegurar la participación de expertos forenses independientes, que en conjunto con familiares de las víctimas, diseñen y lleven a cabo procedimientos confiables para exhumar e identificar restos de migrantes.

• Establecer una base de datos de personas migrantes desaparecidas que permita conocer el avance de las investigaciones y que permita a familiares y organizaciones contribuir con información, incluyendo ADN, que permita asistir en la localización e identificación.

• Evaluar, en conjunto con la sociedad civil, el avance en la implementación y el impacto en la protección de los derechos de los migrantes, la Ley de Migración y su reglamento.

***

Historia retomada del reportaje publicado en abril de 2013  por Shaila Rosagel, en SinEmbargo: 

“De cara a la muerte/La travesía de los migrantes por México: Sangre en el monte y en las vías…”

El tren de la muerte

Con el lodo hasta la cintura, Elizabeth cierra los ojos y recuerda el rostro de Sarvia, sus ojos café claro de pestañas largas, su cara blanca y aquel cabello castaño y lacio.

–Mamá, ¿a dónde vas? –le dijo su hija menor, de seis años–. ¿Cuándo regresas?

La mujer abrazó el cuerpecito menudo de la niña y la besó antes de dejarla en casa de su abuela, en Tegucigalpa, Honduras.

Sarvia está enferma del corazón. Le dieron dos infartos y para aspirar a una oportunidad de vida, debe pagar un costoso tratamiento y una alimentación basada en proteínas. Carne roja y leche.

Pero en casa de la abuela sólo hay frijoles y arroz y Elizabeth es una madre soltera desempleada, sin un peso en la bolsa.

–Volveré pronto mi niña– le dijo.

Ahora lo recuerda, metida en el fango como está, y se aguanta las ganas de llorar.

A unos metros de Elizabeth todo es terror. Las mujeres y los niños gritan. Se escucha el rugir de los motores de las motocicletas y camionetas y machetes cortando… machetes afilados partiendo en dos a seres humanos. Está cerca de las vías del tren de Coatzacoalcos. Ella y María Josefina Camargo, una mujer de 40 años que también trata de llegar a Estados Unidos para conseguir trabajo, están escondidas. Hasta el momento lograron escapar de la masacre. Son las 11:00 de la noche y desde el pantano, Elizabeth puede escuchar el tren.

El adiós, en medio de la miseria. Foto: Cuartoscuro
El adiós, en medio de la miseria. Foto: Cuartoscuro

En la oscuridad hay la suficiente luz de luna para ver, como unos hombres lanzan sobre las vías ferroviarias a hombres jóvenes y cómo la máquina los despedaza. No queda nada. Entonces Elizabeth intenta no gritar. Está horrorizada.

–¡Mamita, mamita! –grita un niño. Luego chilla. El griterío agudo de niños y mujeres se mezclan. Ellas suplican por la vida de sus hijos, suplican.

El terror se prolonga hasta la madrugada. Son las 2:00 de la mañana cuando todo se queda silencio. Las motocicletas se fueron y los gritos cesaron. El llanto. Todo es pantano y obscuridad. Elizabeth y María salen arrastrándose del lodo y poco a poco se asoman al exterior. El panorama es devastador. Muertos, todos están muertos. Masacrados. Sangre en el monte y en las vías.

Corren desesperadas hacia un camino de terracería y metros más adelante, hay unas casas.

–¡Ayuda!, ¡Ayuda! –suplican. Pero nadie abre la puerta. Tocan las portones que salen al paso y al final una mujer se asoma.

–¡Váyanse!, ¡Lárguense! Ustedes son puro problema. Fuera de aquí.

Las dos mujeres regresan al pantano y ahí se quedan hasta las 4:00 de la madrugada, cuando vuelven a salir obligadas por los moscos y los animales del lodo.

LA BESTIA

“Salí un 20 de febrero de Tegucigalpa y dejé a mis niñas de nueve y seis años. Crucé todo Guatemala en autobús, llegué a la frontera de México y pasé por Tenosique en autobús hasta Palenque. Ahí en Pacalná esperé el tren que va para Coatzacoalcos. Venía con María de 40 años”, dice.

La piel morena de Elizabeth brilla con el sol que se cuela por la ventana de la estancia-comedor del albergue La 72 y contrasta con el fucsia de su blusa strapless de tirantes. La mujer de 28 años tiene los ojos grandes, café oscuro, una delgada nariz y labios gruesos.

Era un domingo a las 10:30 de la noche a la altura de Pacalná, Palenque, Chiapas cuando ambas mujeres escucharon el silbato del tren. Habían esperado tres días y dos noches. Junto con una centena de indocumentados brincaron a los vagones.

Se acomodaron entre la gente y tenían prisa por llegar a Coatzacoalcos. Elizabeth se comunicó días atrás con un tío que vive en Estados Unidos y le pidió ayuda.

–Necesito que me ayude, tío –le dijo–. Mi problema es muy grande. Tengo la niña muy enferma y necesito trabajar, en Honduras nos estamos muriendo de hambre. No hay trabajo.

Sólo tenía que subirse a ese tren y llegar hasta la frontera de México con Estados Unidos, era cuestión de 20 días.

–Hora y media después de que nos subimos y que el tren empezó andar, un hombre llegó al grupo donde nosotros íbamos. Sin mediar palabra le dijo a otro muchacho “tu llevas gente, eres pollero”. El muchacho era humilde, catracho y le dijo que no. “Deja de mentir que vos llevas gente y si no pagas los 100 dólares te voy a matar ahorita” y lo mató. Le cortó la cabeza con un machetazo-.

Luego el asesino, dice Elizabeth, cortó en cuatro partes a su víctima y las lanzó del tren en segundos.

–Los que íbamos ahí en el vagón, quedamos salpicados de sangre –cuenta. Se lleva las manos al rostro, toma un poco de aire y sigue–: Yo quería tirarme del tren, quería bajarme, pero era una zona montañosa. Nos alejamos de ese grupo y nos bajamos a un lado de las llantas. Ahí nos fuimos acurrucaditas hasta llegar a Coatzacoalcos.

Cuando llegaron, Elizabeth y María esperaron al siguiente tren para seguir su trayecto hacia el norte. El ferrocarril llegó a las 11:30 de la noche y las mujeres abordaron de nuevo uno de los vagones, con la esperanza de que habría mejor suerte. Sin embargo, Elizabeth y su compañera de viaje, estaba lejos de imaginarse lo que vivirían en las siguientes horas y días.

–En cada vagón iban ocho maleantes. Cuatro se suben a informarse en la estación y cuatro después, en el trayecto, con armas. Las armas que traen son calibre 22, 38 y metralletas.

El tren de 150 vagones, llevaba unas 120 personas en cada uno y en el compartimento de las llantas había gente amontonada.

Después de 20 minutos de marcha, los gritos y el llanto iniciaron.

–Si no tienes para pagar los 100 dólares no puedes ir en este tren, te tienes que bajar –les decían los criminales a los indocumentados mientras les apuntaban en la cabeza con sus pistolas y machetes. A varios migrantes los tiraron del tren.

Elizabeth hace una pausa y solloza. “¡Dios, aún no se me pasa el shock!, ¡Dios las cosas que vi no las puedo olvidar!”, se lamenta.

Vio a una señora que llevaba consigo a una niña de unos nueve o diez años y un niño de cuatro. Un hombre le pregunto: “¿Quién te lleva, dime quién es tu guía”. La señora no contestó. El maleante agarró a la niña del cabello y la lanzó del tren. Ella no pudo hacer nada. El tren seguía corriendo. La señora lloraba, gritaba por su niña, no pudo hacer nada porque el tren corría.

La pequeña se quedó en las vías del tren. Su madre siguió el camino sin ella. “La mataron. Uno de adulto, si se lanza de esa velocidad, se muere. Pobre criatura…”, dice Elizabeth mientras se seca las lágrimas. Los hombres armados empezaron a cobrar la cuota de 100 dólares y a lanzar del ferrocarril a los indocumentados que no pudieran pagar.

Cuando ya llegaron a donde iban, los empezaron a bajar del vagón. El tren se estaba deteniendo. “En cuanto pudimos saltamos y corrimos. Abajo había muchos criminales esperando a la gente. Empezaron a capturar a las mujeres. Agarraban a las muchachas y las metían en un círculo de unos 20 maleantes. Yo sólo escuchaba gritos”.

Elizabeth y María corrieron hacia el monte y uno de los hombres armado con un machete las persiguió durante media hora.

“Yo no miré para atrás, corrí por salvar mi vida. Sólo escuchaba que gritaba: ‘¡Se nos pelan esas morras! ¡Hay que seguirlas porque estas morras se nos van! ¡Se nos van!’”

La mujer reconoció el acento: era mexicano. Porque en el trayecto escuchó entre los criminales a salvadoreños, guatemaltecos y hondureños. Lograron escapar. Se ocultaron en un pantano donde pasaron una noche entera entre gritos y muerte.

QUIERE SALVAR A SU HIJA

–¿A dónde van muchachas, son catrachitas verdad? –preguntó un hombre mayor.

–Sí, vamos hacia el puente de Coatzacoalcos–, contestó Elizabeth.

–No vayan para allá, están los secuestradores de migrantes. Pueden quedarse en mi casa, comer y asearse –propuso.

Ambas mujeres se quedaron durante tres días y dos noches en la casa de aquel hombre. Se lavaron el lodo del pantano y durante su estancia, tres criminales llegaron a preguntar por ellas.

–Son dos mujeres, una morenita y una güerita. Una de ellas es mi prima y no la encuentro –mintió el hombre.

Después de los tres días, las hondureñas siguieron su camino. Pero abandonaron la idea de llegar al norte.

María sólo quería regresar a Honduras y Elizabeth, olvidar que en su país no había esperanza y que la esperaba una hija enferma a quien no podría ayudar a sobrevivir.

–Caminamos cinco días rodeando el puente de Coatzacoalcos. No bebimos agua dos días, no comimos. El clima estaba helado, anduvimos en las montañas. Cuando encontramos carretera, el chofer de un tráiler nos llevó hasta la entrada de Villahermosa.

En la capital de Tabasco, las mujeres siguieron caminando y cruzaron la ciudad a pie. Un sacerdote católico le dio 100 pesos a cada una para tomar un autobús hacia Pacalná, Palenque.

–Así llegamos a Pacalná y unas monjitas nos dieron asilo. María se quiso ir y se enojó conmigo porque yo ya no seguí. Les conté a las monjas de mi necesidad de encontrar un trabajo para ayudar a mi hija y me dijeron que me quedara, que de alguna forma saldría adelante. María tomó provisiones y se fue. Elizabeth no volvió a saber de ella.

En Pacalná, Elizabeth regresó al lugar donde su pesadilla inició. El sitio de las vías del tren que se lleva a los migrantes a un destino incierto.

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