Aún no se sabe qué provoca la diabetes mellitus tipo 1 –a diferencia de la tipo 2, que está relacionada con el exceso de peso y la mala alimentación– por lo que no es posible prevenirla. A Alan Sergio Alejandro Valladolid Delgado se le detectó este tipo de diabetes cuando tenía sólo 9 años y a partir de ahí los hospitales y los fármacos no han cesado. Comenzó con problemas de visión e insuficiencia renal crónica en 1988, cuando tenía 23 años de edad, y por una década se trató con diálisis peritoneal, seis años más con hemodiálisis y en 2004, tras una larga espera, se le trasplantó un riñón.
El tiempo fue largo y la batalla por el órgano fue dura: acudió al IMSS, al Centro Médico Nacional Siglo XXI, al Hospital La Raza y en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, espero años sin resultados. Finalmente, logró hacerse de un transplante en el Hospital Central Doctor Ignacio Morones Prieto, dependiente de la Secretaría de Salud, ubicado en San Luis Potosí.
Pero la batalla no ha cesado, cada mes desembolsa miles de pesos en medicamento e insumos que el sistema de salud no le proporciona.
Con esta entrega, SinEmbargo cierra una serie de casos donde los pacientes de enfermedades crónicas describen la crisis de los sistemas de salud pública en México y las dolorosas implicaciones físicas, morales y económicas para ellos y sus familias.
QUINTA Y ÚLTIMA DE UNA SERIE
Ciudad de México, 22 de junio (SinEmbargo).- Cuando tenía apenas 9 años, Alan fue diagnosticado con diabetes mellitus tipo 1. A partir de allí todo cambió: el ir y venir de hospital en hospital, análisis clínicos y tratamientos fueron su día a día y se volvieron más frecuentes cuando llegaron los problemas de insuficiencia renal y de retina.
Actualmente, con 53 años de edad, su principal ocupación es el cuidado de su salud. A consecuencia de las enfermedades que se acumularon después poco pudo ejercer la carrera universitaria en Ciencias Políticas y Administración Pública que estudió en la Universidad Iberoamericana.
El rechazo de las empresas fue el primer obstáculo al que se enfrentó. Nadie contrata a alguien que requiere ausentarse constantemente para acudir a sus citas médicas, análisis clínicos y tratamientos, cuenta con cierto pesar.
La diabetes tipo 1 es una enfermedad crónica conocida también como diabetes insulinodependiente o juvenil que se caracteriza por la ausencia de síntesis de insulina, cuando no es controlada produce hiperglucemia –aumento del azúcar en la sangre–, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Loredana Tavano Colaizzi, maestra en Políticas Públicas y coordinadora de postgrado y Seguimiento de Calidad de la Licenciatura en Nutrición y Ciencia de los Alimentos (LNCA) en la Universidad Iberoamericana, explicó que se trata de un padecimiento que se diagnostica durante la niñez, los síntomas pueden ser cansancio, trastornos visuales, excreción excesiva de orina, manchas oscuras en zonas flexibles y pliegues del cuerpo, como son cuello y axilas; sed y hambre constantes; además de aumento o pérdida de peso sin causa aparente.
A diferencia de la diabetes mellitus tipo 2, relacionada con el exceso de peso, hábitos alimenticios poco saludables y/o sedentarismo, además de factores genéticos, de la diabetes tipo 1 aún se desconoce qué la provoca, por lo que no es posible prevenirla con el conocimiento actual, resalta la OMS. Conforme pasa el tiempo, la enfermedad es capaz de dañar corazón, nervios, vasos sanguíneos, ojos y/o riñones.
Alan Sergio Alejandro Valladolid Delgado comenzó con problemas de visión e insuficiencia renal crónica (IRC) en 1988, cuando tenía 23 años de edad. Durante una década se trató con diálisis peritoneal, 6 años más con hemodiálisis y en 2004, tras una larga espera, se le trasplantó un riñón.
De acuerdo con datos de la Fundación Mexicana del Riñón, en el país existen alrededor de 140 mil pacientes con IRC y de ellos, sólo la mitad recibe atención en el sector salud.
Pero, el camino por lograr obtener un nuevo riñón se extendió por 16 años. Recuerda que al pedirle a la nefróloga que lo atendía en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) que lo ayudara a recibir un trasplante, ella le decía “eres diabético vas a rechazar el riñón”, “eres anémico […] Te vas a morir en la lista de espera”.
Información del Centro Nacional de Trasplantes revela que en 2017 se realizaron 3 mil 150 trasplantes de riñón en México.
Al principio, Alan siguió todo al pie de la letra, pero al ver que conocidos con los mismos problemas de salud respondían positivamente al trasplante y mejoraban su calidad de vida, decidió buscar otras opciones. Tocó puertas en el Centro Médico Nacional Siglo XXI, Hospital La Raza y en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, donde permaneció en lista de espera 6, 2 y 3 años y medio, respectivamente.
“Así nos la pasamos los pacientes [renales]… en lista de espera”, comentó.
Una amiga le ofreció donarle un riñón, entonces Alan se amparó, pues anteriormente las leyes mexicanas sólo permitían la donación entre familiares. También logró que una fundación altruista costeara la mitad de la intervención quirúrgica, pero finalmente la mujer se arrepintió. En ese momento, el paciente perdió la esperanza y optó por buscar un taller de tanatología para aceptar la muerte a la que tanto temía.
Poco después, alguien le habló acerca del Hospital Central Doctor Ignacio Morones Prieto, dependiente de la Secretaría de Salud, ubicado en San Luis Potosí, así que fue a inscribirse a la lista de espera. Transcurrió apenas medio año, cuando recibió la llamada que había esperado durante los últimos 16 años. El personal de ese centro médico le avisó que había un posible donador. Emocionado, y en medio de una reunión familiar en la Ciudad de México, pidió que lo acompañaran.
Se hizo realidad, Alan hoy está por cumplir 14 años de haber obtenido un nuevo riñón y la oportunidad de vivir mejor. En aquel entonces, él costeó la mitad de los gastos por la operación: 40 mil pesos. El resto fue aportado por una fundación altruista.
“Me trasplantaron un riñón y ya no tengo que estar pegado a bolsas de diálisis o pegado a una máquina que me saque mi sangre, que le quite las toxinas, el agua y me la vuelva a meter por otra vena. Gracias a Dios ya superé esa etapa en la que la mayoría de los pacientes renales se queda, fallece porque no hay la cultura de donación”, dijo.
El hombre supuso que sus visitas al médico serían menos frecuentes, pero no fue así. De siete días que tiene la semana, al menos cinco debe acudir a surtir sus recetas, a consultas, revisiones, exámenes de laboratorio o trámites.
“Me la vivo toda la semana en el hospital”, aseveró.
Además, manifestó que el gasto en bolsillo es elevado, pues debe pagar por algunas consultas médicas con especialistas y generalmente hay faltantes en los medicamentos que el IMSS debiera otorgarle.
En insulina invierte mil 500 pesos por mes, pues afirma que la otorgada por la institución es de baja calidad; en vitamina D, 420 pesos cada dos meses; en ácido acetilsalicílico, 170 pesos al año, más lo que gasta en tratamientos de enfermedades como gripe, tos o infección de garganta. En especialistas particulares desembolsa alrededor de 3 mil 500 pesos anualmente y cada consulta en el Hospital de Nutrición le cuesta 50 pesos, más 800 pesos de los análisis clínicos, la frecuencia con la que acude depende de las órdenes de los médicos.
Según el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), el promedio del gasto en bolsillo de los derechohabientes del IMSS por año asciende a 2 mil 116 pesos. México es el segundo país dentro de los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) con el mayor porcentaje de este tipo de gasto dirigido al rubro, con el 41 por ciento, mientras el promedio se encuentra en 21 por ciento.
“La atención es excelente en [el Hospital de] Nutrición. Es un hospital de vanguardia”, reconoció.
Desde 1996, Alan preside la Asociación Renal Venados que fundó con un grupo de pacientes con insuficiencia renal. Allí se encargan de brindar información útil para los pacientes.