Por segundo día consecutivo, familiares de los trabajadores arribaron a las inmediaciones del complejo para exigir información sobre sus seres queridos. De acuerdo con las autoridades, sólo ocho personas no han sido ubicadas, sin embargo las familias acusan de que se trata de muchos más.
Ciudad de México, 22 de abril (SinEmbargoEFE/AP).- La cifra de muertos por la explosión en el complejo “Pajaritos”, en Coatzacoalcos, Veracruz, incrementó a 28 luego de que los equipos de rescate lograron ingresar a otras zonas de la planta y encontraron otros cuatro cuerpos.
A través de un comunicado, Petróleos Mexicanos (Pemex) informó que “las brigadas de rescate continuaron con la inspección de las instalaciones ingresando a las zonas más dañadas de la planta de Clorados III, de la empresa Petroquímica Mexicana de Vinilo […] lamentablemente fueron encontrados los cuerpos de cuatro personas más”.
Pemex explicó que en los próximos días, “los esfuerzos por ingresar a las zonas pendientes continuarán. Sin embargo, aún cuando se trata de un área relativamente pequeña, se prevé que la complejidad para acceder de manera segura se traducirá en un avance más lento de las tareas”.
En tanto, por segundo día consecutivo, familiares de los trabajadores arribaron a las inmediaciones del complejo para exigir información sobre sus seres queridos. De acuerdo con las autoridades, sólo ocho personas no han sido ubicadas, sin embargo las familias acusan de que se trata de muchos más.
El encargado de la Dirección de Transformación Industrial de Pemex, Jorge Martínez, señaló que hasta ahora han sido identificados 14 cuerpos y entregados a sus familiares, y añadió que están apoyando a las familias para agilizar el proceso de identificación.
José Antonio González, director de Pemex, dijo que la explosión “fue causada por una fuga”, pero aún se desconoce qué la provocó.
El presidente Enrique Peña Nieto visitó el jueves el lugar para expresar su solidaridad a los familiares de las víctimas y conocer de primera mano los detalles de lo ocurrido. Se reunió con algunas de las familias que por horas se arremolinaron a las afueras de las instalaciones en espera de información.
“Entiendo de la inquietud, la preocupación, la angustia que ustedes están pasando, porque o no encuentran a algún ser querido, algunos de sus familiares, eventualmente estuvieran trabajando aquí”, les dijo el mandatario, que les aseguró que estará atento de que tanto Pemex como la empresa Mexichem que opera la planta asuman sus responsabilidades e indemnicen a los afectados.
La explosión la tarde del miércoles en Coatzacoalcos forzó la evacuación de cientos de personas debido a una columna de humo tóxico que se extendió por la zona. Horas después, las autoridades aseguraron que se dispersó y ya no había riesgo para la población.
La planta es operada por la empresa Petroquímica Mexicana de Vinilo, una asociación de Mexichem y Pemex. Produce cloruro de vinilo, un producto químico peligroso que se utiliza para fabricar tuberías de PVC y otros fines.
En febrero un trabajador de la misma planta falleció tras un incendio en un tanque que almacenaba ácido muriático.
“PAJARITOS” CONVERTIDA EN MORGUE
Familias provenientes de distintas zonas del sureste de México se arremolinan en los accesos principales del Complejo Petroquímico Pajaritos, habilitado como morgue para la identificación de los fallecidos en la explosión.
Saben que deben recorrer un verdadero infierno para ubicar a sus seres queridos. Por eso, cuando atraviesan la puerta, su vida pende de un hilo.
Lo primero a lo que se enfrentan, según relatan quienes ya lo vivieron, son fotografías marcadas con un número y con la imagen de un rostro destrozado por el fuego que debe concordar con el familiar extraviado.
El impacto es inmediato. Pero tras horas y días de buscar en hospitales, Pajaritos sigue siendo la esperanza de encontrar los restos y, al menos, despedirse de las víctimas y dejarlas descansar en una tumba.
No es tarea sencilla. Después del impacto de ver las fotos y tratar de reconocer alguna seña, viene la peor parte.
Los familiares son trasladados a un segundo cuarto en que hay bolsas negras que contienen los restos de aquellos hombres trabajadores y honestos que se ganaban la vida por mil 400 pesos semanales en el complejo.
Los peritos abren con cuidado la bolsa para descubrir la verdadera imagen de la tragedia, y si no hay dudas que se trata del que buscaban, entonces se inician las pruebas de laboratorio para confirmar la identidad; un proceso largo y doloroso.
La señora Araceli Cordero, madre del joven de 21 años Víctor Hugo Cordero, quien se encontraba en la Planta Clorados 3 cuando sobrevino la explosión, lleva dos días esperando a la intemperie frente a las instalaciones petroleras.
A las dos horas de que se enteró del accidente, salió de su lugar de origen, el municipio de Venustiano Carranza de Chiapas, un camino que duró cinco horas para llegar a tratar de encontrarse con su amado.
El jueves por la madrugada inició el recorrido por hospitales de Coatzacoalcos y al no encontrar a su hijo fue enviada a Pajaritos, donde su esposo logró ingresar a la zona de la morgue improvisada.
“Desde ayer entró mi esposo pero yo no he entrado, yo no quiero entrar”, dice con un castellano cortado esta mujer indígena que lleva 48 horas al aire libre, a veces parada y otras sentada en las banquetas, en espera de noticias.
Su hijo llevaba apenas tres meses laborando en la planta de la compañía privada Petroquímica Mexicana de Vinilo (PMV), dentro del complejo petroquímico, y lo hacía en un lugar tan alejado de su terruño porque del campo ya no se vive; apenas -dice- se sobrevive.
“Mi esposo me dijo que están saliendo todos por foto, pero pues como están todos quemados ya no se reconocen bien”, agrega y suelta un llanto que le sale del alma. “Es horrible la espera, con la angustia sin saber si está aquí o dónde”, afirma.
Luego toma aire y confiesa que ruega porque ninguno de los cuerpos carbonizados dentro de la planta sea de Víctor Hugo. “Primeramente Dios no está allá adentro, y esperaré el tiempo que sea necesario”, dice tirada en el piso, con el estómago vacío.
En tanto, en el panteón Las Lomas de la ciudad, todo el pueblo despide al héroe que ofrendó su vida por la de los demás.
“Sabemos que se despidió haciendo lo que más le gustaba: un acto heroico”, declara un familiar de Fredy Sánchez Lara, un bombero que trabajaba en el interior de la planta.
La comunidad petrolera del sureste de México conoce la historia de Fredy, el tragahumos que cuando sobrevino el primer flamazo en la planta tomó entre sus manos una manguera de agua para tratar de combatir el fuego, pero cuando se produjo la explosión su esfuerzos y su vida terminaron.