Algo valioso desaparece

22/03/2017 - 12:00 am
Tal vez podemos encontrar una pista, una huella de lo sucedido (que sucede) en un término matemático, en su rígido orden de abstracción: lo exponencial. Imagen: Vaciamiento, por Tomás Calvillo

Como si estuviéramos en un rápido del río de la historia, que nos arroja de una orilla a otra, y sacude todas la certezas sumergiéndonos hasta sentir la falta de oxígeno para volver a salir a flote y respirar por un momento el aire fresco, apreciando las minucias que solemos ignorar de nuestras vidas común y corrientes.

Vidas que no están en los focos de atención, que se ocultan en las estadísticas que siempre hablan de millones.

Ahí estamos, somos parte de esos números inmensos que se acrecientan a cada minuto.

Algunos nos dicen que si importamos, que somos la voluntad que restablece el camino perdido; que somos la fuerza de los cambios y que ellos son solo nuestros servidores; están ahí para representarnos, para hacer cumplir nuestros mejores sueños, que nos permitan llevar una vida digna.

Ellos viven para eso, se preocupan por nuestra suerte, se sacrifican para mejorar nuestro destino y lo único que nos piden a cambio es que los apoyemos, para que al ser elegidos inicien las tareas que nos benefician a todos; a nosotros, los que somos un número antes que un nombre.

Este rápido de la historia está hundiéndonos hasta las mismas entrañas de nuestras más caras creencias y nos sentimos desamparados y aturdidos, porque algo en el fondo nos advierte que estamos sin rumbo cierto, en un “naufragio bíblico”.

Escuchamos todos esos discursos, en diversos idiomas; esas promesas son banales, en el fondo nada podrán hacer, porque la pérdida que llevamos, es así, entrañable, y nosotros todos con más o menos conciencia de ello hemos sido cómplices, hemos participado de ese robo, que es un rapto de humanidad; una alienación sistémica, casi neuronal, casi celular.

Si, sabemos bien que algo ha pasado y lo más dramático es que no sabemos exactamente qué es; dónde está esa pérdida, ahora que nuestras muertes se multiplican como todo lo demás. Tal vez podemos encontrar una pista, una huella de lo sucedido (que sucede) en un término matemático, en su rígido orden de abstracción: lo exponencial.

Estamos en ello, en lo exponencial y no podemos reconocer la razón de sentirnos así, con una ausencia que poco a poco se expande y nos desfigura hasta amenazar la visión convirtiéndola en un espectro. Una experiencia ajena y sin memoria de la encarnación reducida a un estertor electrónico.

¿Qué hemos perdido los que tienen nombre y los que somos sólo números, estadísticas? Esta pregunta va a crecer aunque pretenda ignorarse.

 

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