El primer esquiador ecuatoriano en los Juegos Olímpicos de Invierno practicó más en cemento que sobre nieve

22/02/2018 - 5:01 pm

Para poder entrenar Klaus Jungbluth tuvo que conseguir esquís de asfalto con los que simuló las técnicas sobre nieve; al menos el 70 por ciento de su rutina tuvo lugar en las calles.

Jungbluth asegura que “con dedicación, sacrificio y paciencia se superan” todos los obstáculos. Foto: Diego Azubel, EFE.

Por Susana Madera

Quito, 21 de febrero (EFE).- Klaus Jungbluth, el ecuatoriano que hizo historia al llevar por primera vez a su país a unos Juegos Olímpicos de Invierno, se concentrará a partir de ahora en sus estudios de doctorado tras una carrera deportiva gestada más sobre el asfalto que sobre la nieve.

Nacido hace 38 años en la ciudad costera de Guayaquil, en el suroeste de Ecuador y de clima casi tropical, Jungbluth hizo historia la semana pasada al competir en los juegos de Pyeongchang en la prueba de 15 kilómetros de esquí en estilo libre.

Es el primer ecuatoriano que acude a unos Olímpicos de Invierno y aunque su resultado no fue el mejor -quedó en el puesto 112 de un total de 118 esquiadores-, él se siente realizado y orgulloso.

“Mi vida ha sido siempre de desafíos y lograr sobreponerse a obstáculos. Eso es lo que me han enseñado mis padres”, comenta el deportista en una entrevista telefónica con EFE desde Corea del Sur, y confía en que su hazaña abra las puertas a otros compatriotas en el campo del esquí.

Sencillo y humilde, según se define, dice ser consciente del paso histórico que dio para Ecuador, y asegura que “con dedicación, sacrificio y paciencia se superan” todos los obstáculos.

Los 19 minutos y 46 segundos que le distanciaron del vencedor han sido para el ecuatoriano un gran logro, en especial, si se tiene en cuenta que parte de sus entrenamientos fueron más sobre cemento que en nieve.

Relata que la ciclovía y barrios con mucho asfalto y poco tráfico de Guayaquil fueron, de madrugada, los escenarios de sus entrenamientos, dada la ausencia de nieve y de pistas adecuadas en su país.

Para ello recurrió a unos esquís de asfalto que simulan las técnicas sobre nieve, pero reconoce que el 70 por ciento de su rutina tuvo lugar en las calles de la llamada “Perla del Pacífico”.

Jungbluth explica que no se trata de algo sorprendente y que “cualquier esquiador profesional se entrena en asfalto en la época en la que en su país no hay nieve debido al verano”.

“Es normal”, insiste al quitarle hierro a sus peculiares condiciones de entrenamiento para este deporte.

En diciembre de 2016 llegó a la conclusión de que, si quería alcanzar la histórica clasificación, debía buscar un lugar más adecuado, por lo que viajó a Italia con su familia.

Al terminar el invierno en Europa y aun sin puntos para clasificación, viajó Australia, Argentina y Chile, donde consiguió buenas marcas.

En Brasil participó en un campeonato de esquí de asfalto, logró las dos últimas carreras que necesitaba para puntuar y arrancó con su cronograma de preparación para los Juegos Olímpicos.

La historia de Jungbluth como esquiador de fondo es una de hazaña y superación, porque su carrera deportiva la inició como levantador de pesas cuando estudiaba en República Checa y Noruega.

Por una lesión en la rodilla abandonó esa disciplina en 2011 y, un año después, tras terminar sus estudios de fisiología y fisioterapia, regresó a Ecuador con unos esquís especiales para practicar sobre cemento.

Lo hizo “no con intenciones de clasificar para unos juegos olímpicos” sino simplemente de mantenerse “en forma y estar activo”.

Eventualmente comenzó a participar en competiciones, que eran “no oficiales” porque Ecuador no contaba con una federación de deportes de invierno.

Junto a otro colega buscó apoyo en el Comité Olímpico y así se logró que Ecuador se adhiriera a la Federación Internacional de Esquí, lo que les proporcionó los códigos para circuitos oficiales.

Para Jungbluth lo más complicado de su hazaña no fue que en su país no hubiera nieve, sino: “Tratar de equiparar la experiencia y años de práctica que tienen los otros deportistas contra mi poca experiencia”, resumida en dos años y medio.

A Corea del Sur llegó finalmente con la ayuda, entre otros, de la italiana Laura Bettega, exatleta olímpica de esquí de fondo y quien lo entrenó a la distancia.

Con un tiempo de 53 minutos, 30 segundos y 1 décimo (cerca de 20 minutos después del campeón suizo Dario Cologna), reconoce que fue para él una prueba “difícil” pero dice que llegó a la meta motivado por el bautizo de Ecuador en unas Olimpiadas de Invierno, el apoyo del país y la fuerza de su familia.

Y tras el gran logro, Jungbluth -quien insta a luchar por los sueños “porque nada es imposible”-, piensa ahora dedicarle tiempo a su familia, y a terminar su doctorado en fisiología deportiva.

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