Parcial y subjetivo | Bien cobijados

21/12/2012 - 11:00 am

Es obligado asociar esta época del año con un clima frío pese a los vaivenes climáticos que se dan en buena parte de nuestro país. Al margen de ellos, la idea de una Navidad gélida, al amparo de una chimenea, sigue siendo algo a lo que se aspira. Sobre todo, porque la temperatura guarda un estrecho vínculo con la necesidad de agruparnos para crear una calidez en medio de un ambiente que resulta ingrato. Así, todos los preparativos giran en torno al festejo, por una parte, y a procurarnos calor, por la otra. Por eso salen de los armarios las prendas más abrigadoras y se preparan bebidas calientes, aderezadas de licores encargados de atemperar el ambiente.

Pese a nuestros esfuerzos, el frío persiste. Y de él se ha ocupado la literatura. Da la impresión de que asociar al clima con la forma en la que nos relacionamos con las demás personas no es algo gratuito. Al menos no para los novelistas. En el listado que expongo a continuación puede verse con claridad cómo el frío propicia la reflexión. Los personajes son mucho más solitarios, meditabundos. Las novelas se vuelven más intimistas, profundas. Quizá tenga que ver con esta necesidad de diálogo que, al no poder llevarse a cabo con otras personas, se profundiza en uno mismo.

Enlisto, pues, cinco novelas en las que el clima, el clima frío, a veces demasiado frío, es un factor fundamental para el desarrollo de las mismas. Como siempre, esto depende de la óptica desde la que se mira. En ocasiones, lo que puede ser helado para nosotros resulta incluso cálido para los personajes. De cualquier modo, el viento, el hielo y la nieve se acumulan. Leer estos libros al amparo de nuestras guaridas garantiza una identificación desde lo confortable. Prepárense pues tazas humeantes previo al inicio de la lectura.

El telescopio de Schopenhauer

Dos hombres están en una colina mientras una nevada cae sobre ellos. Hace frío, demasiado frío. Uno de esos hombres cava un hoyo, el otro lo vigila. En el pasado eran un panadero y un maestro. Se conocían e, incluso, se respetaban sin llega a ser amigos. Sin embargo, una guerra se ha interpuesto entre ellos. Ahora pertenecen a bandos opuestos. Conforme el panadero lucha por vencer a la tierra congelada y el maestro le convida de sus cigarros, ambos platican. Recuerdan cómo era el mundo antes del conflicto armado. Hacen una revisión histórica de un lugar que podría ser casi cualquier país de Europa, siempre y cuando el frío calara como en ese sitio. También reflexionará el panadero acerca de sí mismo, de su propia historia. Más tarde, el hoyo que cava se convertirá en una fosa y las fosas sólo pueden tener un destino. Con un tono que resulta asfixiante, Gerard Donovan consigue llevarnos al sinsentido pleno de la guerra, a sus últimas consecuencias, mientras nos contagia de un frío que linda en lo absoluto.

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El mal de la taiga

Ella es una detective con muchos fracasos a cuestas. Tanto, que su conversión a escritora de novelas policiacas se dio de una forma bastante natural. Un hombre la ha contratado: su mujer escapó con otro, a la taiga. Durante el camino ella le ha mandado cartas y telegramas: un rastro de migajas que perseguir. La instrucción es precisa: tráigala de vuelta. Entonces ella, la detective reconversa, irá siguiendo ese camino de pequeños corpúsculos. Se acompañará de un traductor que también le servirá de guía. Es un Virgilio renovado, lleno de reflexiones profundas. El mal de la taiga consiste en escapar de ese paisaje inhóspito, abandonar la cabaña, correr hacia el frío absoluto, sucumbir. Cristina Rivera Garza conoce el oficio de narrar, sus tiempos y sus palabras. La primera persona es una elección evidente. El tono se va acoplando al ambiente, la prosa está llena de zonas de indefinición, de dudas, de imposibles. Consigue contagiar el mal casi de inmediato: esta necesidad de salir sólo para encontrarse adentro, a expensas del lobo, de los elementos, de la mujer que escapa sin huir. Un pequeño libro tan disfrutable como estremecedor.

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Profundidades

Durante la Primera Guerra Mundial se crearon oficios extraños. Uno de ellos era el de los hidrógrafos, encargados de sondear la profundidad del mar, sobre todo cerca de las costas, para trazar rutas para la marina sueca. Lars Tobiasson-Svartman es uno de ellos: encargado de lanzar su plomada al agua, anotar la profundidad y añadirla a un mapa. El conocimiento del mar y de lo que en él se esconde es el leitmotiv que da pie a esta novela. Sin embargo, Henning Mankell va mucho más allá. Porque el personaje se desdobla y guarda sus propios secretos, algunos tan insondables como el lecho marino que explora. Así, la relación con su mujer, sus infidelidades y su creciente ira se vuelven algo digno de ser retratado. A diferencia de las novelas policiacas que lo han llevado a la fama, Mankell crea un relato intimista dentro de un contexto fascinante.

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El país de las sombras largas

Éste es, quizá, uno de los mejores ejemplos de cómo el contexto, en especial el clima, modifica el desarrollo de las sociedades. Hans Ruesch se dio el lujo de crear una novela en torno a la forma de vida de los esquimales. Obligados a vivir en condiciones extremas, nunca han accedido a ciertos preceptos morales que damos por sentados en nuestro discurrir cotidiano. Así, es fácil calificar de crueles a quienes deciden sacrificar un hijo por no mostrar aptitudes para la vida o a quienes abandonan a los viejos para que la intemperie termine con ellos. Sin embargo, más allá de esta aparente crueldad, subyacen rasgos de lo más profundamente humano. Porque, a lo largo de varias generaciones, cada uno de estos personajes demuestra saber lo que se necesita para que la especie sobreviva, más allá de un individuo en solitario. Si a esto se le agregan aventuras cargadas de melodrama y un final por demás conmovedor, esta novela se vuelve necesaria a la hora de intentar comprendernos.

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Paisaje aproximado

Kathrine vive en Noruega, al norte del círculo polar. Es una empleada en la aduana. Todos los días hace un recorrido extremo para llegar a su trabajo, montada en sus esquís. Es un lugar aislado del resto del mundo, donde parece que nada ocurre. Sin embargo, la vida de Kathrine va llenándose de anécdotas en medio de un frío extremo. Ahí, en un escenario que resulta imposible, el drama humano se agudiza y se lleva al límite. Porque es sencillo enredarse en cualquier relación con tal de escapar del paisaje, de las implicaciones de vivir ahí. Peter Stamm logra un retrato profundo, de ésos que marcan a los lectores, sobre la forma en que nos relacionamos con los otros.

 

Son muchas las formas en que nos relacionamos con el entorno. La civilización nos ha brindado armas para combatirlo antes de aceptarlo. Sin embargo, ceder a su fuerza no siempre resulta una mala idea. A fin de cuentas, descubrirnos vulnerables en la medida en la que nos encontramos al amparo de los elementos no es algo nocivo. Al contrario, nuestra humanidad se exacerba en las condiciones más difíciles. Si a ello se le suma una soledad obligada, entonces la balanza bien podría inclinarse a la locura o a la lucidez extrema. En las novelas anteriores el clima no es sólo un pretexto sino una necesidad dentro de la estrategia narrativa. De ahí que sea una buena idea estar precavido. El frío se contagia aunque sea a través de la palabra.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.
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