Ante la indiferencia de los poderes Legislativo y Ejecutivo, y sumado a los cambios constitucionales y acuerdos internacionales, la sociedad comenzó a buscar el camino judicial para promover sus demandas en los máximos tribunales del país. Ese fue el caso del colectivo que busca prohibir la siembra y liberación de maíz transgénico. Campesinos, científicos, ecologistas, consumidores, y más inconformes, han creado un frente legal contra la agroindustria y el Gobierno para defender este alimento. A pesar de que la corrupción desequilibra la balanza de la justicia, su lucha ha ido avanzando.
Ciudad de México, 21 de noviembre (SinEmbargo).– Los recientes triunfos de campesinos, indígenas y sociedad civil, unidos en un solo bloque en defensa del maíz mexicano y contra las semillas transgénicas de grandes trasnacionales que son protegidas por el Gobierno federal, muestran que organizaciones oficiales como la priista Confederación Nacional Campesina (CNC) y otras de carácter corporativista son ya inservibles para los objetivos de justicia que buscan la sociedad mexicana en diversos ámbitos, coincidieron abogados y activistas.
Hace más de dos años, 53 personas y 20 organizaciones iniciaron una demanda colectiva ante tribunales federales contra las grandes firmas de la agroindustria genéticamente modificada, entre las que se encuentran: Monsanto, Dupont, Pioneer, Syngenta, Dow Agrosciences, PHI México, Bayer, entre otras; además han enfrentado las apelaciones de las secretarías de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) y del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).
Los opositores a los transgénicos piden que no se siembre ni se libere maíz modificado, además que se garantice el derecho a la alimentación y la diversidad biológica.
A 28 meses de haber iniciado su lucha, la colectividad ha conseguido victorias en casi todas las batallas, muy a pesar del ejército de abogados que enfrenta, o de los multimillonarios recursos con los que cuentan los corporativos extranjeros o, incluso, de la corrupción oficial que desequilibra la balanza de la justicia.
Pero, ¿cómo un puñado de personas ha logrado que la defensa del maíz tenga actualmente mucha fuerza?
No sólo fue natural, sino que la lucha legal fue necesaria ante un escenario de reformas constitucionales y nuevas disposiciones y tratados que se firmaron en los sexenios de Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quezada y Felipe Calderón Hinojosa, informó René Sánchez Galindo, abogado encargado del juicio colectivo.
Hartos de no ser escuchados en el Congreso y en Los Pinos [poderes Legislativo y Ejecutivo], contó Sánchez Galindo, grupos pequeños de campesinos, abogados, científicos, ecologistas y demás activistas –todos con sus propias demandas y peticiones o agendas– decidieron hacer un solo frente pacífico, inclinado por la búsqueda de la razón y sus derechos constitucionales, logrando colocar el tema en los máximos tribunales del país.
De acuerdo con Adelita San Vicente, de la organización Semillas de Vida, también firmante de la demanda, los inconformes rediseñaron la estrategia y juntaron elementos científicos, jurídicos-constitucionales, y usaron los medios electrónicos, redes sociales y las radios comunitarias para unificar y fortalecer a los pequeños colectivos rurales o las personas sin afiliación, creando así una estructura horizontal con una cobertura en todo el país.
LA RED DE REDES
–¿Cómo fue que los agricultores decidieron retar a los grandes agroindustriales? –se le preguntó a Adelita San Vicente.
–Ellos saben y entienden el gran valor de su maíz y de la semillas. La semilla es la base su ciclo productivo. Lo que hicieron fue producto de la coherencia. Entendieron que los que querían las empresas era homogenizar las semillas. Y se comenzaron a organizar en las ferias de semillas, en los eventos tradicionales –porque que el calendario de fiestas está relacionado con el calendario agrícola–, y comenzó a correrse la voz que los transgénicos son malos; por ejemplo, desde las radios comunitarias.
–Hay muchos movimientos, nacidos del campo y de comunidades pequeñas que han ido contra Monsanto, corporaciones mineras o hasta contra cadenas de tiendas de autoservicio. ¿Por qué crees que se está dando explosión de luchas, sobre todo legal?
–La parte legal es muy interesante. A nosotros nos pasó. Primero le pedíamos al Gobierno de Felipe Calderón que no autorizara los transgénicos, de hecho así nació la campaña de «Sin maíz no hay país», precisamente para que el Presidente renegociara el capítulo agropecuario, en Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y luego pasamos a las cámaras [de diputados y senadores], y ahí nos dimos cuenta que ni nos ven ni nos oyen. Así que retomamos el concepto de la justicialidad que lo manejan mucho las organizaciones de derechos humanos. Porque nosotros tenemos derechos y tenemos que exigirlos. No les estamos pidiendo favores, sino lo que nos corresponde y está en la Constitución. Y esa exigencia llegó a las pequeñas comunidades. Hay varios ejemplos de pobladores contra las mineras, contra Waltmart, contra cualquier megaproyecto. Ahora, las personas en los pueblos se reúnen y deciden que cualquier empresa tiene que pasar primero por la asamblea local.
–A pesar que cada una tiene su propia agenda, muchas organizaciones se están hermanando, ¿cierto?
–Después de mucho entendimos que no debíamos fraccionarnos. Se trata de pequeñas organizaciones que unidas forman grandes frentes, en una nueva forma de organización. Conocemos a las grandes organizaciones civiles y su corporativismo, como la Confederacion Nacional Campesina (CNC), pero los pequeños grupos decidieron hacer las cosas distintas, usando una estructura muy local, usando la radio comunitaria, redes sociales y al momento de la lucha se agrupan con otros, logrando sacar de su territorio a las mineras, por ejemplo.
–¿Hay casos de traición?
–Por fortuna no que yo sepa. Esto es debido a la nueva forma de organización en redes. Antes los movimientos dependían de un líder que de repente se vendían, pero en estas organizaciones de red de redes [colectivo de organizaciones] es muy difícil que haya un traidor, porque maneja una forma de trabajo horizontal. De hecho se unen en un determinado momento, en determinada emergencia, pero cada quien está en lo suyo. Es como cuando tocan la campana de la iglesia del pueblo y todos se reúnen para un objetivo. Es una nueva forma de organización que responde a los nuevos tiempos. Inclusive usa las herramientas tecnológicas, aun cuando se está en el campo.
–¿Cómo ha sido la respuesta, por ejemplo, de Monsanto?
–No cantamos victoria, pero legalmente vamos muy bien, hay avances. En el caso del maíz y la soya se emitieron medidas provisionales [para la no siembra de transgénicos] pero es un gran golpe. Lo notamos porque Monsanto lanzó una campaña que se llama «Food is love» [«La comida es amor»]. Vemos con eso que Monsanto está preocupado, porque quiere contrarrestar con anuncios en el Metro lo que nosotros hemos venido diciendo sobre la importancia de la alimentación, que a ellos no les importa la calidad. A esas empresas las hemos visto golpeadas en sus finanzas. En este partido de futbol vamos como un cinco-dos.
GOBIERNO E INDUSTRIA CONTRA LA SUSPENSIÓN
Desde hace años, representantes de organizaciones denunciaron que las empresas de transgénicos y autoridades federales han formado un frente común para “tumbar” la medida precautoria que impide la siembra de maíz genéticamente modificado en el territorio mexicano.
En 2013, un juez emitió una medida precautoria para que en el país se prohibiera la siembra de maíz transgénico al ser México centro de origen del grano y ante los posibles daños que pudieran causar a plantas nativas y al medio ambiente, sin embargo, por medio de más de 91 recursos legales, Monsanto, Dupont, Dow Agrosciencese e incluso la Sagarpa y la Semarnat han intentado frenar esta medida.
“Las empresas se han ido por la forma y no por el fondo de la demanda. Ellos han peleado con argumentos absurdos, no con pruebas. Se han metido con los formalismos, por ejemplo, con la representatividad de la colectividad”, dijo la activista Francia Gutiérrez Hermosillo en entrevista con SinEmbargo.
No obstante, el pasado 3 de noviembre un Tribunal federal confirmó la suspensión provisional de la siembra de maíz transgénico en todo el territorio nacional.
La alianza Demanda Colectiva Maíz, integrada por organizaciones de productores campesinos, indígenas, apicultores, de derechos humanos, ambientalistas y consumidores, informó que el Magistrado federal Benjamín Soto Sánchez, titular del Segundo Tribunal Unitario en materias Civil y Administrativa del Primer Circuito, determinó confirmar la suspensión provisional que impide tramitar y otorgar permisos de siembra o liberación al ambiente de maíz genéticamente modificado, al menos, hasta que se decida en definitiva la apelación.
En múltiples ocasiones miembros de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad han hecho ver que la siembra de maíz transgénico contamina a las parcelas de maíz orgánico. Dado que el polen del maíz tiene la facultad de viajar varios kilómetros.
De tal suerte que las 59 especies nativas se perderían. Y las semillas campesinas pasarían a usurpar derechos de patente de grandes transnacionales.
“Esta cuestión tiene muchos niveles de impacto, uno de ellos, muy importante, es que las semillas serían controladas por un pequeño grupo de empresas como Monsanto, Syngenta y Dow Agrosciences, lo que estarían favoreciendo sus intereses económicos, más allá de buscar un interés en el bienestar de la gente”, dijo a SinEmbargo, Sandra Laso Jácome, vocera de Greenpeace.
Asimismo, la organización ambiental Greenpeace ha advertido del daño que representa para la salud y el ambiente promover los transgénicos, ya que conllevan un uso exacerbado de plaguicidas.
En cuanto a la salud, Greenpeace advirtió: “Hemos publicado distintos documentos donde hablamos y comprobamos que el uso de estas semillas [transgénicas] no aumenta la producción de la siembra, tampoco genera una disminución en el uso de agrotóxicos. El más utilizado es el Glifosato, éste ha sido reclasificado como un probable cancerígeno, y sería el principal herbicida en este tipo de semillas”.
SOCIEDAD PREPARADA
–¿Cómo ven los agricultores a los transgénicos? –se le preguntó al abogado de la demanda colectiva, René Sánchez Galindo.
–Como la gran amenaza, no la única pero sí la más invasiva y letal.
-¿Cómo va el marcador legal, por decirlo de algún modo?
–En 28 meses llevamos 100 impugnaciones de la industria y al Gobierno federal, 85 permisos suspendidos y una medida precautoria reiterada.
–¿Cómo fue la elección de abogados para la defensa?
–Fue un proceso natural porque ya nos habíamos encontrado en otras causas, o apoyando en amparos locales y demás. Los campesinos se acercaron poco a poco. Hubo abogados que decidieron esperarse y proceder cuando se emitieran los permisos y nosotros decidimos hacer frente en colectivo antes que sucediera.
–¿Y cómo se organizan?
–Nosotros, por la demanda en colectivo la Ley nos obliga a dar un informe semestral por lo menos. Así que nos reunirnos de manera formal para concretar acuerdos y también trabajamos por comisiones.
–Hay movimientos que están promoviendo su lucha en los máximos tribunales del país, ¿por que crees que se están dando?
–Hay un vacío por parte del Estado. El Ejecutivo no resuelve, el Congreso no resuelve, entonces tiene que ser la sociedad civil, misma que se ha profesionalizado para encontrar mecanismos de carácter judicial.
–¿La Suprema Corte de Justicia de la Nación ha estado a la altura de estas demandas?
–Ha dado algunos pasos pero todavía falta. Estamos empezando, no hay quedar cheques en blanco, ni echar las campanas al vuelo.
–¿Ahí en los tribunales están en igualdad con la agroindustria?
–Se supone que la Ley es para todos, y los tribunales son para resolver casos en igualdad de oportunidades, pero eso es lo que se supone y es el objetivo. Pero en la regla a veces no hay igualdad de oportunidades para debatir. Pero en el oficio sí. Claro que somos seres humanos, y claro que existe la corrupción, y ahí es donde ya la balanza de la justicia se desequilibra. Pero el objetivo del gran tribunal es tener igualdad de circunstancias. En nuestro caso, por ejemplo, la cantidad de abogados y recursos es muy distinta [a la agroidustria y las secretarías de Estado].
«Me enseñó el Viejo Antonio que uno es tan grande como el enemigo que escoge para luchar, y que uno es tan pequeño como grande el miedo que se tenga. «Elige un enemigo grande y eso te obligara a crecer para poder enfrentarlo. Achica tu miedo porque si él se crece, tú te harás pequeño», me dijo el Viejo Antonio una tarde de mayo y lluvia, en esa hora en que reinan el tabaco y la palabra.