El futuro del Partido Acción Nacional (PAN) estará en juego el 1 de julio. Si su candidato Ricardo Anaya Cortés llega a Los Pinos, los conflictos internos del blanquiazul se diluirán, aunque los panistas deberán trabajar en la inclusión de sus facciones. Si Anaya pierde, el PAN corre el riesgo de sufrir un colapso como el del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y dividirse al punto de estancar su operación política, dijeron analistas políticos a SinEmbargo.
Las tendencias electorales, además, anticipan un desplazamiento de los grandes partidos (como el PRI y el PAN) en los gobiernos locales y el Congreso de la Unión. El PAN podría ganar un estado (Guanajuato) de los nueve en disputa y quizá quedarse con alguno más. En el Poder Legislativo se mantendría en la Cámara Baja pero caería en la Alta, prevén.
En el caso de la derrota de Anaya, los especialistas observan tres escenarios: uno, donde deja de tener un papel importante en el PAN a corto plazo, con la posibilidad de replegarse a mediano y largo plazo; dos, donde le disputan el poder y el control del partido, aunque se mantiene como la imagen opositora al posible régimen de Andrés Manuel López Obrador; y tres, donde el margen de victoria de López Obrador es muy amplio y Anaya no tiene posibilidad de rearticularse.
Ciudad de México, 21 de junio (SinEmbargo).- El Partido Acción Nacional (PAN) se enfrenta a una encrucijada posterior a los comicios presidenciales de 2018. Si gana, deberá reestructurarse para ser más incluyente y unir los diferentes proyectos políticos que se cuecen en su entraña. Y si pierde, existe la posibilidad de una “perredización” del blanquiazul, es decir, que se quiebre en facciones internas que limiten su capacidad de acuerdo y de acción, previeron politólogos en entrevista con SinEmbargo.
En primera instancia, “esta elección va a cambiar el modelo de sistema de partidos que vemos ahora”, coincidieron la doctora Rosa María Mirón Lince, coordinadora del Posgrado de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); el doctorando Juan Luis Hernández Avendaño, director del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Iberoamericana Puebla; y el maestro Abraham Martínez Hernández, profesor e investigador de la Escuela de Gobierno y Economía de la Universidad Panamericana.
Esto implica el desplazamiento de los dos grandes partidos de México (PAN y PRI) por un partido de reciente creación (Morena), no sólo en la competencia por la silla grande, sino también en la conformación del Congreso de la Unión y la distribución de los gobernadores en el territorio nacional.
En un escenario de “elecciones confluyentes”, donde están en juego más de 3 mil 400 cargos, de acuerdo con el Instituto Nacional Electoral, las encuestas indican que de nueve gubernaturas en juego, Acción Nacional será competitivo en cuatro: Guanajuato (es la primera fuerza), Puebla y Veracruz (donde está codo a codo con Morena), además de Yucatán (donde disputa con el PRI la primera fuerza).
Estos resultados contrastarían con los obtenidos en 2016 por el PAN. Entonces, el partido encabezado por Ricardo Anaya Cortés (2015-2018) obtuvo resultados históricos al ganar siete de 13 gubernaturas (Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Puebla, Quintana Roo, Tamaulipas y Veracruz).
En el caso del Congreso de la Unión, el promedio de Parametría y El Financiero prevé una conformación a tercios, en donde la primera minoría sería de Morena (35 por ciento de las cámaras), la segunda del PAN (25 por ciento) y la tercera del PRI (23 por ciento).
Lo anterior implicaría que, en todo caso, Acción Nacional podría mantener su fuerza en el Cámara Baja (por la debilidad del PRI), aunque su fuerza se vería reducida en la Cámara Alta (por la llegada de Morena), señalaron los especialistas. No obstante, los resultados post electorales del blanquiazul no mejorarían en comparación con sus mejores resultados en los últimos 18 años.
Un recuento hecho por la Unidad de Datos de SinEmbargo, refiere que la mejor época para los diputados panistas se dio en pleno foxismo (2000-2006), cuando alcanzaron a tener hasta 206 curules. Y en el caso de los senadores, 2006 marcó el cenit con 52 escaños.
Además de un desplazamiento en los gobiernos locales y en las cámaras, hoy se perfila una situación semejante a la que sufrió el PAN en 1976, cuando debido a una falta de acuerdo, el partido no pudo postular a un candidato presidencial, señaló Hernández Avendaño.
En ese sentido, mencionó que la falta de cohesión interna, que ya vive el partido, posibilita la existencia de facciones como las que tiene el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Y bajo este escenario -que se agravaría con una derrota en los comicios presidenciales- Acción Nacional corre el riesgo de sufrir un colapso como el del Sol Azteca.
El escenario político es muy complicado para el PAN, coincidieron Hernández, Martínez y Mirón.
Además de estar debilitado luego de dos administraciones presidenciales cuestionables (las de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa), dentro de Acción Nacional los panistas están divididos entre aquellos que apoyan y aquellos que rechazan el proyecto de Ricardo Anaya Cortés, quien “está pagando el precio de haber conseguido esa candidatura a costa de lo que fuera”, explicó la doctora Rosa María Mirón Lince.
Los analistas comentaron que Anaya se juega la Presidencia de la República, pero también, buena parte de la estabilidad interna de la organización fundada por Manuel Gómez Morín en 1939, ya que “lastimó al partido porque no había jugado con esas reglas tan violentas”.
“El modelo de Anaya es el mismo que utilizó el priista Roberto Madrazo Pintado. Es decir, utilizar la presidencia del partido para hacerse de la candidatura presidencial. Y este tipo de modelos implica poca legitimidad política [porque se trata de un modelo de imposición] que en el caso de Anaya ha originado el resquebrajamiento del PAN y una división [interna] importante”, explicó Juan Hernández Avendaño de la Ibero Puebla.
Otro elemento de desgaste del PAN, según los especialistas, nace al exterior del partido y emana de la batalla de Ricardo Anaya en diversos frentes: con el Gobierno federal, el Presidente Enrique Peña Nieto, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y su candidato presidencial, Jose Antonio Meade Kuribreña, además de la disputa con el abanderado del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
La confrontación contra panistas y no panistas –Jorge Castañeda Gutman, coordinador estratégico de la campaña presidencial del “Frente Por México”, lo expresó diciendo que “Anaya jodió a todos”- pone al candidato “en una posición muy cuestionada” en términos de liderazgo partidario, y de su capacidad política para neutralizar a sus opositores (lo que genera desconfianza interna).
Por eso, Hernández Avendaño y Mirón Lince concordaron en que “si son inteligentes los panistas y quieren mantener una posición unívoca frente al nuevo gobierno [aunque ellos ganen], la reestructuración [del PAN] tendría que ser una reestructuración de inclusión de facciones, […] que tendría que permitir el juego de todos los panismos que hay dentro. Un modelo de exclusión no sólo debilita más al partido, sino que además provocaría una agudización de la fractura en el PAN”.
En México y en el mundo, abundó Hernández, “los partidos que logran tener una razonable inclusión de facciones, son los partidos que tienen mayores posibilidades de ganar campañas y elecciones. O [por el contrario] de presentarse débiles frente a ellas”.
Cualquiera que sea el resultado electoral del próximo 1 de julio, un “partido muy partido” hará que “ni siquiera los gobernadores que llegaron por las filas del PAN” estén de acuerdo con Ricardo Anaya, advirtió el politólogo de la Ibero Puebla. Y en esa disparidad identitaria, “varios de ellos podrían terminar negociando con López Obrador, como lo hicieron en su momento los gobernadores panistas con Peña Nieto, en 2012”.
Es en esta coyuntura que panistas como el Gobernador de Baja California Sur, Carlos Mendoza Davis, han propuesto “realizar una urgente refundación del PAN un día después de las elecciones”.
Sobre este tema, el maestro Martínez Hernández de la Universidad Panamericana refirió que existe la posibilidad de “un regreso a la primacía de los principios por los que se ha regido tradicionalmente Acción Nacional”. Esto significaría, también, echar atrás la alianza frentista del PAN, que si no necesariamente deja en entredicho la ideología del partido, sí diluye sus posturas tradicionales.
Un ejemplo de esta confrontación de ideologías quedó plasmada en lo suscrito en la Plataforma Electoral 2018-2021 del blanquiazul, en la que el partido señala que en los cargos que no sean frentistas, retomará temas no abordados en la plataforma del “Frente Por México”, como la negativa al aborto y las reservas al matrimonio igualitario, que implican posturas que suelen chocar con aquellas del PRD.
ANAYA Y EL VOLADO ELECTORAL
Ricardo Anaya Cortés se juega la Presidencia de la República y está sorteando la estabilidad de su ejercicio de poder al interior del PAN.
Si gana las elecciones de este año, el político queretano fortalecerá su dominio en el partido. Por el contrario, si pierde, la fractura interna se hará más evidente y habrá, incluso, quienes le disputen el control, dijeron los politólogos consultados.
La ruptura entre Ricardo Anaya y el ex Presidente Felipe Calderón Hinojosa y su esposa Margarita Zavala Gómez del Campo generó una primera división. Panistas de hueso colorado como los senadores Ernesto Cordero Arroyo, Jorge Luis Lavalle Maury, Roberto Gil Zuarth y Salvador Vega Casillas, además de los ex panistas Javier Lozano Alarcón y José Luis Luege Tamargo, le retiraron su apoyo.
A contracara, viejos panistas y ex panistas como Ana Teresa Aranda, Diego Fernández de Cevallos, Ernesto Ruffo Appel, Luis Felipe Bravo Mena, Rogelio Sada Zambrano, Santiago Creel Miranda, entre otros, mantuvieron su respaldo al joven queretano.
La disyuntiva, además, alcanzó al Gobierno de los estados de la República mexicana, donde panistas y perredistas han reiterado o negado su apoyo al abanderado del Frente Por México.
Siete gobernadores panistas -Martín Orozco Sandoval (Aguascalientes), Francisco Vega de Lamadrid (Baja California), Javier Corral Jurado (Chihuahua), Miguel Márquez Márquez (Guanajuato), (Nayarit), Francisco Cabeza de Vaca (Tamaulipas) y Miguel Ángel Yunes Linares (Veracruz)- y dos perredistas -Miguel Ángel Mancera Espinosa (Ciudad de México) y Arturo Núñez Núñez (Tabasco)- se han manifestado a su favor.
Sin embargo, hay algunos gobernadores panistas como Carlos Mendoza Davis (Baja California Sur) y Carlos Joaquín González (Quintana Roo) que no lo han respaldado de manera clara, e incluso, lo han críticado. Además está el caso del perredista Silvano Aureoles Cornejo (Michoacán), quien se ha manifestado a favor del candidato presidencial del PRI.
Otros más, en cambio, están en buenos términos pero su apoyo no es constante y depende del clima político de momento. En esta categoría podría incluirse a los actuales gobernadores panistas de Durango, Querétaro y Puebla, además del mandatario perredista de Morelos.
Para los politólogos, el problema con los gobernadores y con los políticos en general, es que “no sabemos hasta dónde estén dispuestos a continuar con Ricardo Anaya después de una derrota”.
Si Ricardo Anaya gana las elecciones, los analistas consultados observaron que su “déficit de legitimidad política” –con integrantes de su partido y de la coalición Por México al Frente– podría quedar “totalmente sepultado”, lo que le daría más elementos “para recomponer un partido que apoya al Presidente”.
Con la victoria, Anaya sería capaz de aprovechar su capital político y crear “un ambiente más conciliador dentro del mismo PAN”, con un cierre de filas partidarias. Es decir, habrían más apoyos al liderazgo partidista por fidelidad a la institución política-electoral, refirió el maestro Abraham Martínez Hernández, académico de la Escuela de Gobierno y Economía de la Universidad Panamericana.
Sin embargo, Martínez advirtió que, aún ganando y aunque la alianza fuera “sostenible”, el reto del Frente sería mayúsculo debido a que, en la práctica, las coaliciones de gobierno no terminan de cuajar en el sistema político mexicano.
Por otro lado, si Anaya perdiera la elección presidencial, su desgaste se traduciría en un “déficit de legitimidad aumentado”, que se convertiría “en una suerte de rendición de cuentas con una muy seria guerra civil al interior del PAN”, aseguró Juan Luis Hernández Avendaño, director del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Iberoamericana Puebla.
Esto implica falta de control de las estructuras del partido, con el posible levantamiento de facciones –ya sean de corte calderonista, como la del Senador Ernesto Cordero, o menos tradicionales, como la de Rafael Moreno Valle– que se sumarían a los intentos de refundación del partido –propuesta por los gobernadores de Baja California Sur y Durango– y las posibles sublevaciones de quienes no estén convencidos del liderazgo de Anaya y que quieran escalar dentro del partido.
En esa coyuntura, los analistas consultados mencionaron tres opciones para el político queretano:
UNO. La recriminación contra Anaya es grave y la derrota lo obliga a “retirarse de la escena política y empezar a construir nuevamente sus relaciones en el partido”. A corto plazo, deja de jugar un papel importante dentro del PAN.
DOS. Le disputan el liderazgo y el control del partido, aunque Anaya no es vencido y continúa controlando las estructuras locales que lo llevaron a la candidatura presidencial. Así, opera con “un partido muy dividido […] enfrentando posiciones de mucha dispersión, de mucho tribalismo, de mucho faccionalismo”. En este escenario, importa que Anaya pierda en segundo lugar y con poca desventaja para mantenerse como quien lidere la fuerza opositora al régimen de López Obrador.
TRES. El margen de victoria de López Obrador es muy amplio y “Anaya no tiene posibilidad de rearticularse”. Un grupo distinto al de Anaya se “adueña” del PAN y el poder político del queretano no desaparece, aunque pasa a segundo término dentro del partido. En este escenario, reconstruir su fuerza a partir de los poderes locales no necesariamente sería posible y Anaya terminaría “con muchos ataques del Gobierno federal”.
En todos los escenarios de derrota, los politólogos observaron la disolución de la alianza del PAN con el PRD y Movimiento Ciudadano (MC), “tal y como ha sucedido con las coaliciones electorales a nivel local”. Asimismo, prevén la posibilidad de que el PRD termine apoyando el proyecto de Morena.