Diego Petersen Farah
20/10/2017 - 12:04 am
Gracias, Trump
La terquedad y malos modos del Presidente estadounidense nos han obligada a salir de la caja e imaginar al menos cómo sería el país sin el Tratado.
Se lo tenemos que agradecer a Trump. Nunca pensé que algún día diría esto. Me siento mal por escribirlo, lo borré tres veces. Sé que es políticamente incorrecto y yo mismo me miento la madre por pensarlo, pero ni modo, es cierto, tenemos que agradecerle al impresentable color naranja que por primera vez en tres décadas los economistas políticamente correctos de este país, aquellos que han estado del lado ganador y que han controlado todos los espacios de Hacienda, Economía y Banco de México, hoy estén pensando fuera de la caja.
Hace un año nadie se imaginaba un mundo sin TLC. En realidad, nadie se imaginaba que Donald Trump iba a ser Presidente de Estados Unidos. Pero cuando se planteaba la posibilidad el peso temblaba, los economistas temblaban, los empresarios temblaban, los periodistas temblábamos (más por un efecto pavloviano que por entendimiento, pero temblábamos).
Pensar en el fin del Tratado de Libre Comercio de América del Norte era invocar el apocalipsis, el comenzó se del acabose. Lo imaginado por San Juan en sus visiones apocalípticas era cosa de niños comparado con lo que significaba para México vivir en el destierro del paraíso de ser socio comercial de Estados Unidos.
Hoy, esos mismos economistas comienzan a imaginar un México sin Tratado. Algunos aseguran incluso que no pasa nada, lo cual tampoco es cierto. El premio Nobel de Economía, Paul Krugman, dice que de acabarse el Tratado simplemente seríamos un poco más pobres. No es para nada una buena noticia, pero tampoco se derrumba el país.
Entramos al Tratado de Libre Comercio en los años noventa con fe infantil. Ahora sí que, como dice Martha Debayle, nos dejamos ir como gorda en tobogán. Pagamos el precio, bastante alto en algunos sectores, pero pensábamos que esa era puerta de entrada al primer mundo. Al grito de “mueran los improductivos” abrimos la economía. Y sí, se murieron todos los que no fueron capaces de competir con los mejores.
Hoy podemos celebrar que la economía mexicana es mucho más competitiva, pero cometimos el peor de los errores: basamos nuestra competitividad en salarios bajos.
La terquedad y malos modos del Presidente estadounidense nos han obligada a salir de la caja e imaginar al menos cómo sería el país sin el Tratado. Por 30 años hemos estados atrapados en el pensamiento único, en una sola visión y un solo camino. Hoy tenemos la oportunidad, obligada por las circunstancias, pero oportunidad al fin, de pensar distinto. No se trata de tirar todo por la borda, México es otro antes y después del libre comercio, pero con lados brillantes y otros profundamente oscuros.
El pensamiento único suele ser muy mal consejero. De cara a la elección de 2018 se abre el debate en serio sobre modelo económico y podemos hacerlo con un poco de menos prejuicios. Gracias Trump (joder, lo dije otra vez).
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