Óscar de la Borbolla
20/08/2018 - 12:03 am
Meditación sobre lo divertido
No saber, no entender, no distinguir, no pensar es perjudicial. Todo el mundo cree saberlo y se llena la boca con fórmulas vacías: “es bueno saber", "es bueno entender", etc.; pero ¿realmente se sabe por qué es bueno saber, entender, pensar...? Veámoslo a través de un asunto en apariencia trivial que, de tan cotidiano, ni siquiera merecería que nos ocupáramos de él: la diversión.
No saber, no entender, no distinguir, no pensar es perjudicial. Todo el mundo cree saberlo y se llena la boca con fórmulas vacías: “es bueno saber", "es bueno entender", etc.; pero ¿realmente se sabe por qué es bueno saber, entender, pensar...? Veámoslo a través de un asunto en apariencia trivial que, de tan cotidiano, ni siquiera merecería que nos ocupáramos de él: la diversión. Qué tema más malentendido actualmente. Y qué graves consecuencias trae para la calidad de nuestra vida no habernos detenido a pensarlo. Y es que -como ocurre siempre- lo que creemos ya haber entendido nos pasa por alto inevitablemente.
Dicen que hay una industria de la diversión, cualquiera cree saber cómo divertirse, la oferta de diversiones atasca la internet, la prensa y las revistas. Y este fenómeno, precisamente, lo que muestra es que no se entiende qué es la diversión y, peor aún, la gente de hoy, salvo unos pocos, no sabe divertirse: solo se “entretiene".
Se sabe que la palabra “diversión" forma parte de una familia (universo, diverso, universidad, divorcio...) que comparte la palabra “verso” -ese renglón que forma parte de los poemas- y que etimológicamente significa: surco. Se sabe también, aunque menos, que quien se divierte es aquel que cambia de actividad, lo dijo Heráclito: "cambiando descanso". Pero rara vez uno se detiene a pensar, a hacer surco, en lo que implica la palabra “surco”, esa hendidura que se hace arando la tierra: una línea que se corta y se hace otra para dejar el terreno en la condición adecuada para sembrar en él, esa serie de renglones que forman un poema.
Me interesa la idea de surco para comprender la diversión, porque implica trabajo, esfuerzo, actividad, entrega y porque al enfatizar en este aspecto implícito en la diversión se vuelve muy clara la diferencia con los aparentes sinónimos: entretenimiento, distracción, pasatiempo, pues precisamente en estas actividades no se consigue hacer un surco, son epidérmicas, tangenciales: no hacen mella, no consiguen un surco. La diversión sí deja huella.
Es muy diferente ir a un espectáculo o acudir a un sitio de reunión donde uno se distrae, se entretiene: está entre esto y lo otro recibiendo pasivamente el regalo de novedad que porta lo otro, a tener un hobby, una pasión por hacer algo: pintar, jugar ajedrez, componer relojes, coleccionar libros raros... en estas actividades uno se afana, aprende, investiga, se toma la molestia, se emociona, se convierte en experto, desarrolla un aspecto de uno que le da placer. El entretenimiento no deja nada, nada más que un vacío a la larga; la diversión, en cambio, lo va construyendo a uno, y no vacía porque uno se llena con ese uno mismo que se inventa.
Hoy son tantos los entretenimientos que no nos dejan la posibilidad de descubrir por nosotros mismos aquello que, en verdad, podría divertirnos. Desde la infancia, por haber confundido la diversión con el entretenimiento, sólo sabemos cómo matar el tiempo en lo que esperamos las horas que son obligatorias, las del trabajo o las de la muerte.
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@oscardelaborbol
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