Óscar de la Borbolla
18/12/2017 - 12:00 am
Apuntes para una ética social
En el extremo contrario se encuentra la celebérrima frase de Luis XV: "Después de mí el diluvio", en la que se hace manifiesto el nulo compromiso no sólo con los otros, su pueblo, sino hasta con su hijo, Luis XVI, cuya cabeza, en efecto, rodó en un diluvio de sangre.
Hay dos posturas, me parece, que marcan los extremos de la ética social: ese compromiso con los otros y con el mundo que, finalmente, es el compromiso con los otros del futuro.
En un extremo está la actitud del personaje protagónico de Los justos de Camus: Yánek, ese terrorista que al principio de la obra no lanza la bomba al carruaje del archiduque pues éste no viaja sólo sino con sus nietos, y que, finalmente, corona su propósito en una segunda oportunidad. En algún momento de la obra, uno se entera de que Yánek y Dora, una compañera del grupo guerrillero, están enamorados. Me interesa la idea que aparece ahí, pues estos personajes, a pesar del fuerte sentimiento que los une, no están dispuestos a realizarlo, ya que: "No podemos ser felices, mientras haya otros que sufran". En este caso, el compromiso social es tan intenso que moralmente no se está dispuesto a disfrutar nada mientras los demás no cuenten con las mismas oportunidades.
En el extremo contrario se encuentra la celebérrima frase de Luis XV: "Después de mí el diluvio", en la que se hace manifiesto el nulo compromiso no sólo con los otros, su pueblo, sino hasta con su hijo, Luis XVI, cuya cabeza, en efecto, rodó en un diluvio de sangre.
Estos extremos son el Norte y el Sur o mejor, para no sugerir una valoración, el Este y el Oeste de la ética social, pues entre aquel a quien no le importa nada más allá que su beneficio personal, su presente y su vida, y aquel a quien le importan de tal manera los otros que incluso renuncia a procurarse cualquier satisfacción mientras los demás sufran, se da la amplia gama de la realidad en la que en algún gradiente nos encontramos todos.
Hoy y aquí el estado de cosas marca un momento muy preocupante: el porcentaje de pobres y el deterioro del mundo es tan grave que mi impresión (y lo digo con el término subjetivo “impresión") es que esto no va a durar. Y también mi impresión es que seguimos avanzando hacia el desastre, aunque existen muchas personas y grupos trabajando en la reparación del tejido social y para frenar la destrucción del planeta: ya ni siquiera para garantizar que haya un futuro para otros, sino siquiera un presente para nosotros. Al parecer, quienes tratan de contrarrestar esa marcha destructiva no han conseguido revertir el deterioro y ni siquiera frenarlo: el grueso de las personas, sea por indiferencia, ignorancia o por falta de articulación parecen adherirse a la actitud de Luis XV.
¿Qué hacer? Este siglo será calificado (si es que hay un siglo más después de éste) como el más irresponsable de los siglos, como aquel en el que la ética social o su falta terminaron por hacer imposible no sólo el futuro, sino el presente. ¿Qué hacer? No lo sé; pero sí entiendo que la certeza de impotencia, el creer que no pasa nada y el no preocuparse más que por lo personal y el disfrute inmediato son iguales, pues todas esas actitudes desembocan en la parálisis. La imagen de ir todos maniatados sobre una silla de ruedas que baja por una pronunciada pendiente es la vivencia moral con la que termino este 2017.
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