Óscar de la Borbolla
18/09/2017 - 12:00 am
El Esnob
He buscado una palabra que me sirva para referirme a este fenómeno y la más cercana que he hallado es “esnob”.
Cuando uno emigra de un sitio a otro es muy difícil disfrazarse de naturalidad. El traje transparente que usan quienes pertenecen desde siempre a una clase social (alta o baja) y que les permite moverse sin que sus dichos o conductas los delaten como recién llegados o fuereños es una adquisición que, a veces, no se logra nunca.
Esos ademanes artificiales del puberto que consigue colarse en el mundo adulto y pretende pasar por grande, ese engolamiento de la voz de quién por vez primera entra en un círculo intelectual y quiere dárselas de decano, esa forma ultra barroca, por un elefantísmo de citas, con la que se presentan las tesis escolares, y mil casos más, son la muestra de lo arduo que resulta sí ser de ahí con naturalidad.
He buscado una palabra que me sirva para referirme a este fenómeno y la más cercana que he hallado es “esnob”. El diccionario define al esnob como “persona que imita con afectación las maneras, opiniones, etc., de aquellos a quienes considera distinguidos”; y en su origen etimológico se descubre un matiz interesante: viene de la frase latina sine nobilitate que significa “sin nobleza”. En el campo de ideas que se abarca con este término está lo mismo aquel que admira la moda simple y sencillamente porque es moda; quien desprecia a los que considera inferiores y la actitud que he intentado exponer al comienzo: esa afectación de la conducta resultado de la literal falta de raigambre, de un entreveramiento de raíces profundas de una posición o de un conocimiento reciente.
Hay dos conductas típicas que delatan al esnob: la imitación de la terminología propia de una secta y la petulancia para esgrimirla con el ánimo de humillar o fustigar a quienes no pertenecen a ese grupo. En este sentido el esnob se comporta como el capataz que, para que no se note su pertenencia al grupo sobre el que manda, se convierte en un tirano cruel. De ahí el refrán que dice: para que la cuña apriete tiene que ser del mismo palo.
En la pedantería del esnob se revela, más que su fingida superioridad, un saberse como aquellos a quienes maltrata y, por ello, en su afán de aparentar un saber o una posición que no tiene realmente, acepta las modas o valida lo incomprensible, pues no quiere parecer menos que quienes verdaderamente sí son o sí saben.
El sentido de “sin nobleza” es múltiple, pues no sólo se refiere a que al esnob le falta abolengo, sino a esa naturalidad del que sí sabe o del que sí es: ese disfraz de invisibilidad que usan los verdaderos pares cuando se mueven entre ellos y que siempre está muy lejos de la impostura artificial del que no es, sino sólo lo aparenta.
La cortedad de la raíz a la que hoy la gran mayoría estamos condenados por la complejidad de las esferas y los conocimientos, nos vuelve irremediablemente unos esnobs. Podríamos, al menos, intentar, para no ser insufribles, los modales de humildad y sencillez que encierra la frase “nobleza obliga”.
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