Ciudad de México, 18 de agosto (SinEmbargo).– Veinte meses después de iniciado el gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto, sólo se ven nubarrones sobre la economía mexicana. El mercado interno se encuentra débil por falta de ingresos, los consumidores no muestran confianza y por si fuera poco, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) destacó en un informe que México es el único país del continente donde el salario mínimo es inferior (0.66 veces) al umbral de la pobreza.
La foto de agosto de 2014 está distante de aquel “Mexican Moment”, el epíteto que The Economist, la publicación británica de referencia, le dio al arranque del gobierno de Enrique Peña Nieto, el hombre que escribiría nuevos y luminosos días del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el poder.
El pasado 14 de agosto, el Banco de México (Banxico) redujo otra vez el intervalo relativo al pronóstico de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) en 2014 con el argumento de que en el camino aún hay riesgos. El recorte fue de 2.3 a 3.3 por ciento a un rango de 2 a 2.8. El Informe no fue pesimista del todo. Para 2015 mantuvo sin cambios la expectativa: de 3.2 a 4.2 por ciento.
A la hora de las explicaciones, los especialistas coinciden en que el impulso reformador del gobierno se ha impuesto sobre la cotidianidad de los ciudadanos. En menos de dos años, el ex Gobernador del Estado de México logró consolidar cinco reformas estructurales en los ámbitos financiero, económico, de telecomunicaciones, educativo y energético; mientras empezaba un freno y luego una desaceleración en la Economía.
“El Presidente se ha dedicado a hacer política y ha pasado por alto la gestión de la vida en la calle. Y he aquí este bajo crecimiento, con un mercado interno débil”, opinó Gerardo Esquivel, investigador del Colegio de México (Colmex).
Esquivel explicó que la debilidad del consumo local está asociado con los ingresos de los trabajadores en estos primeros meses del año. Y la falta de confianza es parte de lo mismo. Para Eduardo Huchim, experto en el sistema político mexicano, el costo del esfuerzo reformador del gobierno puede verse en el espejo del deteriorado poder de compra.
El banco central estima que el atorón será superado porque ya está en marcha esa serie de reformas sin precedentes que se propuso el gobierno peñanietista. Ello, apuntó en su reporte de agosto, redundará en productividad. “Pero la expectativa de crecimiento para el año que entra aún es mediocre pese a todo el esfuerzo puesto en las enmiendas constitucionales”, alertó Macario Schettino, analista económico y político.
REFORMISTA, ANTE TODO
El Presidente no abandona la imagen de reformista. Al tiempo que Banxico emitió el reporte en el que recortó el estimado de crecimiento económico, el Primer Mandatario promulgó la legislación secundaria de la Reforma Energética, la última de un andamiaje que se inició el 2 de diciembre de 2012.
“Gracias a la unidad de propósitos, en meses superamos décadas de inmovilidad. Se han derribado barreras que impedían a México crecer de manera acelerada y sostenida”, expresó el Jefe del Ejecutivo en Palacio Nacional, acompañado por todos los miembros del Gabinete; además de 28 gobernadores.
Al siguiente día, viajó a Atlacomulco, su tierra, para celebrar el epílogo de todos sus esfuerzos por concretar lo que no lograron en doce años, los gobiernos panistas. Era el 50 aniversario luctuoso del escritor, político y abogado Isidro Fabela –inspiración de los priistas- y el Presidente exclamó: “En los últimos veinte meses, dentro de las instituciones democráticas que nos legaron los mexicanos de ayer se lograron concretar las reformas que el país necesitaba para asegurar el bienestar de esta y de las futuras generaciones”.
Pero Alicia Bárcenas, secretaria ejecutiva de la Cepal, trajo–a querer o no- un fantasma al alentador panorama del Presidente Enrique Peña Nieto. Por esos mismos días, presentó un informe en el que destacó que casi 14 por ciento de las personas ocupadas en México recibe un ingreso inferior al salario mínimo, en tanto que dos de cada cinco tiene cuando mucho, dos salarios mínimos.
A partir de estas palabras, miembros de las cúpulas empresariales, funcionarios del gobierno federal y del Distrito Federal, así como los líderes partidistas se enfrascaron en un debate donde la pregunta es: ¿Debe aumentar el salario mínimo en México?
Por lo pronto, el gobierno federal y los principales organismos empresariales y sindicales rechazaron la propuesta del Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, para un incremento en la Ciudad de México. Y el argumento del Secretario del Trabajo, Alfonso Navarrete Prida, fue que antes de cualquier alza, es necesario considerar la productividad.
Para el analista Macario Schettino, la discusión resulta estéril porque en México conviven dos formas económicas: una es exitosa, pero la otra es una tragedia. La primera la reflejan las pequeñas y medianas empresas que ofrecen hasta el 36 por ciento del empleo en México; pero la otra es la informalidad bajo la cual, se protegen dos terceras partes de trabajadores.
“El problema es la bajísima productividad de esta población. México es un país de trabajo informal en donde el salario mínimo perdió todo sentido”, externa.
Pero entonces, ¿es posible más empleo formal? El Banco de México en su último reporte estimó que este año se generarán de 570 a 670 mil plazas y para 2015, entre 620 mil 720. Ya en el segundo trimestre de 2014 se observó una ligera disminución de la tasa del desempleo al pasar de cinco por ciento en el mismo periodo de 2013 a 4.9 este año.
Aún son muchos los desempleados: 2.5 millones (el año pasado eran 2.6) y Gerardo Esquivel, del Colegio de México indicó que no es una buena noticia. “Aunque haya mejoría en los números, se trata de empleos precarios, más volátiles y con menores salarios”.
Con todo, el Presidente Peña Nieto no anda bien en popularidad. Sus veinte primeros meses los completó con sólo 49.2 por ciento de aprobación, una cifra que según Consulta Mitofsky, ha sido alcanzada debido a un declive sistemático cada trimestre.
El mandatario priista se sitúa con menos aprobación para el mismo momento político que sus antecesores en Los Pinos: Vicente Fox (2000-2006) tenía el 69.7 por ciento de aprobación y Felipe Calderón (2006-2012) el 57.8 por ciento.
Al cumplir veinte meses en el poder, el Presidente Enrique Peña Nieto tiene en sus manos un ramo de nuevas leyes. En la calle, la bonanza del “Mexican Moment” jamás llegó y ahora, la esperanza está situada en los resultados de las reformas. El Presidente ha dicho que puede tomar dos años; algunos analistas pronostican una década o más.