En el debilitamiento del Estado frente al control de las grandes corporaciones, el planeta y la salud humana son los sacrificados, el bien público deja de ser el objetivo de la política, el gobierno y sus instituciones sirven a los intereses del capitalismo salvaje.
Marion Copley, científica de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés), antes de morir dejó una carta, su testamento: “Tengo cáncer y no quiero que estos problemas graves pasen sin exponerse antes de irme a la tumba. Cumplo con mi deber”. La carta fue descubierta entre los documentos que llegaron al Tribunal del Distrito Norte de California, EU, en un proceso iniciado contra la empresa Monsanto por la producción de su herbicida RoundUp, que tiene como principio activo el “glifosato”, conocido en México como “Faena”.
La Dra. Copley se dirige al llamado “topo de Monsanto” dentro de la EPA, Jess Rowland, que deje de ocultar los peligros del RoundUp. Copley ocupó el cargo principal como toxicóloga en la División de Efectos de la Salud de la EPA y trabajó directamente con Rowland.
El RoundUp es un herbicida de Monsnato que se utiliza, una vez que las semillas transgénicas de Monsanto resistentes al herbicida han germinado matan todas las hierbas que pueden afectar el cultivo. Los transgénicos entraron al mercado con la promesa de que reducirían el uso de agroquímicos en la agricultura. Sin embargo, el RoundUp o glifosato al ser utilizado para semillas resistentes al herbicida, se comenzó a usar en mayores cantidades.
La Dra. Marion Copley, en su testamento demanda a su colega que deje de ocultar los daños registrados del glifosato, que deje de trabajar para Monsanto, que proteja la salud de la población. La Dra. Copley describe 14 mecanismos provocados en el organismo por el glifosato que generan severos daños que la EPA ocultó. La doctora señaló: “Cualquiera de estos mecanismos por sí solos puede causar tumores, pero el glifosato causa todos ellos simultáneamente”.
Un año después de la muerte de la Dra. Copley la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC-OMS), el año siguiente, llegara a la misma conclusión sobre el herbicida: el glifosato es un carcinógeno. A pesar de la clasificación que ha dado la OMS al glifosato, el fuerte cabildeo de Monsanto ha impedido que se prohíba el glifosato en los EUA y la Unión Europea.
Algo más que la Dra. Copley no conoció fue la andanada de demandas que surgieron contra “el topo de Monsanto” dentro de la EPA, Jess Rowland, quien enfrenta más de 20 demandas. Rowland era el encargado de evaluar el riesgo cancerígeno del RoundUp. Se han descubierto comunicaciones de Rowland con funcionarios de Monsanto y su intervención para evitar que la Agencia para el Registro de Enferedades y Sustancias Tóxicas del Departamento de Servicios Humanos y Salud realizara una evaluación propia al RoundUp.
Monsanto, la empresa más poderosa del mundo en el control de las semillas y agroquímicos, con un intenso pasado en la industria química y farmaceútica, tiene un largo historial en la producción de compuestos con graves daños en la salud, en el ocultamiento de esos daños y en el el contubernio con los gobiernos para mantener estos productos en el mercado durante el mayor tiempo posible.
En los años 40, Monsanto ya se había posicionado entre las diez empresas más poderosas de la industria química. Produjo los bifenilos policlorados que eran utilizados en los transformadores que veíamos en los postes de luz, los llamados PCB. Estos compuestos son altamente cancerígenos se han llegado a encontrar integrados en las cadenas alimenticias, incluso, en la grasa de animales en el ártico. Como en todos los casos, Monsanto conoció de los daños a la salud que estaba generando la producción de los PCBs en sus trabajadores, sin embargo los ocultó durante años. Dejó de producirlos en 1976 y se negó a reconocer los daños en la salud que habían generado sobre los vecinos de su mayor planta en los EUA. Sólo hasta 2003 tras 25 años de litigios, Monsanto reconoció la contaminación en el lugar y el daño a los residentes.
Monsanto también fue uno de los productores del Agente Naranja utilizado en la guerra de Vietnam para destruir cultivos y arrasar con la vegetación selvática. De esta manera se podrían realizar bombardeos más efectivos sobre los enemigos. La empresa negó durante decenios los daños a la salud que sufrían los veteranos de la guerra y las generaciones de vietnamitas afectados por este compuesto químico. Monsanto también ocultó y manipuló la información sobre daños a la salud que había generado a sus trabajadores una explosión en una planta productora del Agente Naranja en 1980. En 1990, una investigadora de la EPA, la Dra. Kate Jenkins, descubrió y comprobó que la información del caso había sido manipulada por Monsanto. La Dra. Jenkins fue despedida de la EPA y el caso archivado.
Veteranos de la guerra de Vietnam que habían desarrollado diversas enfermedades por su exposición al Agente Naranja lograron años antes, a través de un proceso judicial, lo que no lograron los trabajadores de la planta productora del compuesto químico. Monsanto, junto con otras empresas productoras del Agente Naranja, fueron condenadas en 1984 al pago de 180 millones de dólares a los veteranos víctimas expuestos al herbicida y a sus familias.
Uno de los productos transgénicos de Monsanto que más penetró en el mercado es la hormona de crecimiento bovino (rBGH) dirigida a aumentar la producción de leche por de las vacas entre un 10 y 20 por ciento.La propia Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos ha reconocido daños a la salud de las vacas por el uso de los rGBH (ovarios císticos, desórdenes uterinos, disminución del tiempo de gestación y peso de nacimiento de las terneras, incremento de la tasa de gemelos y retención de la placenta), pero ha negado daños a los humanos. A partir de diversos estudios que señalan, entre otros riesgos a la salud, el aumento del riesgo de cáncer, la rGBH se ha prohibido en Canadá, la Unión Europea y otras naciones.
Así como decimos que todos los días, parte del dinero de cada uno de nosotros va a una empresa de Carlos Slim, podemos asegurar que cada uno de nosotros lleva en su organismo un residuo de un producto de Monsanto que representa un riesgo a la salud. Sin ligar a dudas, portamos residuos de PCBs, consumimos productos lácteos con residuos de rGBH y el glifosato está en nuestras comidas. De todos estos productos se podría y se puede prescindir. En varias naciones los ciudadanos no consumen lácteos producidos con rGBH y el glifosato comienza a prohibirse en otras más. , no se salvan de los residuos de PCB que hasta en la grasa de las focas se encuentra.
Hay un proceso, respladado por los organismos internacionales de Naciones Unidas, para sacar de nuestros alimentos y del medio ambiente los compuestos químicos que representan un riesgo a la salud. El problema radica en permitir que entren al medio ambiente, a nuestros alimentos, nuevos productos y compuestos sin antes de tener la certeza de que no representan un riesgo al medio ambiente y la salud. El problema radica en que una vez incorporados a la producción es más difícil retirarlos por los contubernios entre funcionarios y grandes corporaciones. Lo que sabemos es que estos productos no son necesarios. Solamente son necesarios para quienes aumentan su poder económico y político con su venta. Como decíamos en un principio, el poder económico se ha convertido en un poder político que se ha apropiado de los que debería ser una política pública por el interés y beneficio común.
Pero el caso no está cerrado.