Tierra Caliente, ese pedazo de México incendiado por Los Caballeros Templarios y las autoridades coludidas, parece serenarse. Pero nuevos indicios indican que la tragedia tardará en entenderse y que la impunidad no terminó con la captura de Servando Gómez Martínez, “La Tuta”, ni la muerte de Nazario Moreno, “El Más Loco”.
Apenas parece disiparse la nube de polvo en que se convirtió Michoacán y los muertos salen de sus fosas clandestinas. Algunos lo hacen de carne y hueso y otros con sus historias. Es el caso de una docena de autodefensas desaparecidos en Uruapan a fines de noviembre pasado y de los que sólo han aparecido las cabezas de dos: las testas de los hermanos Serafín.
Familiares y autodefensas a quienes les tocó despedir a los ausentes dicen tener “datos confirmados del propio Gobernador para saber que a nuestros muchachos se los llevó y los mató la Policía Federal”.
Uruapan, Michoacán, 18 de marzo (SinEmbargo).– A principios de diciembre de 2014, el crematorio del cementerio municipal de Apatzingán se descompuso por tanto uso, así que la cabeza de Pedro Serafín, único despojo del Policía Rural debió ser sepultada en un ataúd completo.
La banda de corridos norteños tocó durante hora y media, recuerda el sepulturero. Y lo recuerda porque ese tiempo de cantos, cervezas, gemidos y aullidos que prometen venganza es atípico para los hombres que se oponen al narco. Es, más bien, el rato que suelen durar las juergas panteoneras de los narcotraficantes.
Con excepción de la música, todo lo demás en el entierro de Pedro Serafín fue común y corriente. Su cabeza con el pelo bien recortado y la barba de candado bien delineada, quedó acomodada en un cajón regular de cobertura metálica y pintura brillante gris. No hay lápida, sino un montón de tierra suelta aún abultada y cuarteada por el calor que ni el invierno echa para atrás. Una sencilla cruz de fierro con su nombre y su fecha de nacimiento, el 27 de junio de 1985, y de su muerte, el 24 de noviembre de 2014.
El sepelio de su hermano, Gerardo Serafín, no fue muy diferente, aunque ocurrió en Uruapan. Pero lo demás se hizo igual: su madre o su esposa no pudieron recortar sus uñas, desarrugar el traje formal en que debía sentirse incómodo, lustrar sus zapatos y calzarlo para entregarlo elegante a la Tierra Caliente. Sólo hubo una cabeza para acomodar y la misma fecha, el 24 de noviembre.
Al menos una cabeza que enterrar, porque de los otros 10 alzados contra los Templarios de Michoacán desaparecidos junto a los hermanos Serafín nadie sabe nada.
La Comisión para la Seguridad y el Desarrollo Integral en el Estado de Michoacán, órgano desconcentrado de la Secretaría de Gobernación, dijo no saber nada. Que en Michoacán nadie extrañaba a Rurales y, con este tecnicismo, negó la desaparición.
En tanto, nadie sabe nada de Nicolás Licea Blancas, de 21 años. Ni de Sergio Gilberto Gómez Magaña, de 33 años. Tampoco de Armando Villanueva Torres, “La Pulga”, de 37. Ni del “Mico”, “El Borre”, “El Moto”, “El Fu”, los dos “Guachos”, “El Rojo” ni Alejandro…
–Fuimos con el Gobernador [interino Salvador Jara Guerrero] y él nos dijo así, clarito: a esos muchachos los desaparecieron Policías Federales –dice un familiar de uno de los ausentes.
–¿Se los dijo tal cual?
–Como se lo estoy diciendo a usted y se lo juro por los niños que ‘orita no saben si esperar o rezarle a su papá –solloza la fuente.
–¿Sólo se lo dijo a usted?
–No. Nos lo dijo a varios familiares. Nos recibió porque le cerramos la carretera luego de unos días que no aparecían nuestras gentes.
–¿Policía Federal o Ejército o Marina?
–Policía Federal.
* * *
“Mataron todos mis compañeros. Nomás quedamos otros tres y yo, los únicos que no salimos a esa patrulla ese domingo 23 de noviembre”, dice un hombrón a quien una pequeña gorra de visera corta le hace ver la cabeza todavía más grande. Sus ojos son verdes y alargados, así que parece un gigantesco gato de angora. “Salieron para Apatzingán y ya no volvieron. No supimos más que de Gerardo y Nicolás, cuando fuimos a reconocer sus cabezas por allá, en Tiamba”.
Gerardo Serafín era el jefe del grupo de autodefensas, todos en proceso de certificación como policías rurales luego de haber entregado, todos, sus documentos para ser reconocidos por la Comisión entonces encabezada por Alfredo Castillo Cervantes, político cercano al Presidente Enrique Peña Nieto.
–¿Por qué el gobierno no está admitiendo que sean las cabezas de ellos? –se le pregunta al autodefensa.
–Pues no sé. No sé qué planeen, no sé la verdad qué pase con el gobierno porque pues nosotros conocemos bien a nuestro patrón [Gerardo Serafín] y sabíamos que… al ver las cabezas luego, luego supimos que son ellos.
–¿Cuánto tenían de haberse hecho autodefensas al momento en que desaparecieron?
–Ocho meses que nos levantamos contra esos mentados Caballeros Templarios, ya ve que no podíamos mover un aguacate, una fruta, un mango, porque pa’ todo querían pedirnos dinero. Yo les tenía que dar 15 por ciento fijo de todo lo que ganaba. Y sabían clarito cuánto ganábamos porque ya traían extorsionados a quienes les vendíamos.
–¿Qué papeles entregó para alistarse?
–A todos nos pidieron actas de nacimiento, comprobante de domicilio, CURP, recibo de luz y credencial de elector. Nos prometieron armas. AR15 y escopetas, pero no nos dieron nada, así que andábamos con nuestros cuernos y nuestras nueve. Y nomás con eso. Ni siquiera nos dieron seguro. Nada. A quienes hirieron en las topas con los Templarios, se les dio atención con la cooperación de todos y muchas veces con la ayuda de los aguacateros, que también nos dieron armas.
–¿Qué hacían cuando los secuestraron?
–Andaban en un recorrido hacia la Tierra Caliente, hacia Apatzingán. Era un rondín, nada más. Salieron en tres camionetas: dos Cherokee del año, una blanca y la otra gris, y una Lobo, también gris. Gerardo Serafín iba al frente. Era un día muy normal, apenas pasaban de las 7 de la tarde.
–¿Y luego?
–Ya no se supo nada hasta las cuatro de la mañana. Nos avisaron que hubo una emboscada, pero no nos dijeron para dónde. Nomás avisaron que habían agarrado a mi patrón y a la gente que iba con él.
–Pero si hubo una emboscada se debió saber dónde ocurrió.
–Se debió saber, pero no se supo nada. Tampoco se sabe nada de las camionetas, todo está desaparecido, como si la tierra se las hubiera tragado. Ni camionetas ni gente, nada.
–¿Ni ropas?
–Las puras cabezas de mi patrón y de su hermano son las que hemos hallado.
– ¿Ni armas?
–Nada.
Otro hombre, con un chaleco antibalas, interviene.
–Ni zopilotes. Acá miramos a donde están volando los zopilotes y por allá buscamos a los muertos. Nada –el hombre levanta las cejas.
– ¿Qué sugiere? –se le pregunta.
– Que fueron los federales. Nadie supo de un enfrentamiento. Los de nosotros debieron llegar confiados con ellos, con las armas abajo y así los mataron. Y sabemos que fueron los federales. Por acá se dice siempre de quién es cada muerto. Y se dice que fueron los federales.
– ¿Y qué federales fueron?
–Unos que ya andamos buscando.
El primer autodefensa, el que parece un gigantesco gato, recuerda la mañana en que fue espantarle los perros y las moscas a las cabezas de los Serafín.
“Estaban en el suelo y tenían una cartulina. Decía: ‘Aquí tienen al intocable Gera o G1 [mejor conocido como G1], dice Vamos con todo y contra todos. Atentamente guardia michoacana’”.
–Guardia michoacana. ¿A qué le suena a usted eso?
–Pues… es el mismo cártel de los Templarios, nomás que anduvieron con otro nombre.
– ¿Y las cabezas?
–Las entregamos y se velaron. Las encontramos juntas, pero una la velamos en Apatzingán y la otra aquí, en Uruapan. Ya no fui al entierro, porque me sentía muy mal.
–¿Le da miedo? Lo pregunto con todo respeto.
–En sí yo no tengo miedo, la mera verdad, porque si yo me metí a esto fue con la esperanza de salir adelante. Yo sé que también algún día me van a matar, pero si hay chance me voy a defender.
Algo más: tras la desaparición de los hermanos Serafín y los otros 10, grupos de autodefensas antagónicos, incluido el de Estanislao Beltrán, “Papá Pitufo”, propagó el rumor que los jóvenes fueron secuestrados como consecuencia de supuestas actividades ilegales en que estaban involucrados.
Nadie confirmó esta versión, pero sí hay una aclaración al anterior rumor: los 12 muchachos ausentes, en su mayoría de Apatzingán, pertenecían a las autodefensas del médico preso José Manuel Mireles, a su vez opuesto a “Papá Pitufo” por su cercanía con Alfredo Castillo.
* * *
El priista Aldo Macías es el Presidente Municipal de Uruapan, el municipio cuidado por los 12 desaparecidos a fines de noviembre.
“Por muy malo que sea un joven, por muy bueno que sea, hay una familia que sufre, hay una madre que está sufriendo y estos se dedicaban a otra cosa y eran rurales y estaban aparentemente fuera cuando desaparecieron, pero seguro ahorita hay una madre que está sufriendo muchísimo porque su hijo no aparece”, dijo en entrevista.
–¿Cuál es su opinión respecto al posicionamiento que ha tenido el gobierno federal sobre 12 desaparecidos? –se le pregunta.
–La policía debe de ser fría, la policía aparentemente no debe de tener sentimientos. En este caso no se debe olvidar que los que fueron levantados eran personas, seres humanos (…) Ahorita rodaron dos cabezas. No queremos que rueden otras dos, otras cuatro, otras seis.
–¿Se ha acercado usted a las familias de los rurales desaparecidos?
–No, la verdad no. No me he acercado a ellos porque ellos no se han acercado a nosotros.