El Proyecto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Prodesc), advierte que las condiciones de precarización y de bajos salarios que aquejan a la clase trabajadora mexicana sin duda, pueden empeorar aún más.
La experta Norma Cacho sostiene que es una realidad innegable que en los últimos 20 años, en México se vive un proceso de precarización laboral que se ve reflejado en el detrimento de los derechos humanos laborales y, sobre todo, en los sectores de población más marginados y vulnerables.
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Ciudad de México, 17 de junio (SinEmbargo).– La flexibilización laboral en México ha provocado que todos los derechos laborales que fueron producto de movimientos sindicales, esfuerzo de trabajadores y trabajadoras, desaparezcan. Esto ya no sólo se concentrará en los sectores históricamente marginados, sino que también perjudicará a quienes tuvieron más oportunidades, como los jóvenes con carrera universitaria o a lo que queda de la clase media, dice Norma Cacho Niño, coordinadora del área de Procesos Organizativos del Proyecto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Prodesc).
En entrevista con SinEmbargo, en el marco de la quinta reunión de la Coordinadora Nacional de Defensoras de Derechos Humanos Laborales (CNDDHL), Cacho Niño explica que, también “hay una fuerte política de Estado que margina la organización laboral, campesina e indígena, porque son grupos organizados que provocan cambios. No sólo las ONG, sino la población de base que vive en primera línea problemas como el detrimento de los derechos laborales básicos y la pérdida de la seguridad del empleo que es básico”.
Por tal razón, agrega, no es coincidencia que en el mundo se recurra de nueva cuenta a la figura sindical. En México, las y los jornaleros agrícolas de San Quintín y las trabajadoras del hogar, están en proceso de consolidar sus sindicatos independientes.
“Son dos oportunidades muy interesantes para dar una vuelta a lo que hemos pensado que significa tener un sindicato, que es una vía para poder negociar mejores condiciones laborales y contratos colectivos de trabajo. Eso es lo que se necesita para allanar una serie de derechos laborales que no se pueden exigir de manera individual, que requiere un gremio que esté peleando mejoras. Los sindicatos tienen más posibilidades de negociar mucho más, de asegurar trabajos estables”, dice al respecto.
Y ante la pregunta de si la clase trabajadora puede verse maltratada aún más, la respuesta es sí, que esa es la tendencia porque el círculo está completo para el sector patronal: puede dar bajos salarios porque hay 20 personas que quieren, aunque sea, una plaza mal pagada; puede despedir fácilmente y no dar prestaciones laborales, porque la Ley se lo permite y puede contratar bajo los términos que sea porque no hay un sindicato con el que deba sentarse a negociar.
EL CONTEXTO DE TRABAJO PRECARIO
–De acuerdo con el trabajo de acompañamiento que ha realizado Prodesc, ¿cómo miran las condiciones laborales en México?
–Es una realidad innegable que por lo menos en los últimos 20 años en México se vive un proceso de precarización económica muy fuerte y que conlleva una prevaricación laboral y un detrimento de los derechos humanos laborales de la población en general. Esa realidad la vivimos todos y es lo que vemos en muchos de los sectores en los que estamos involucradas. Y en este contexto hemos visto que las situaciones de las mujeres han sido mucho más precarias. Por supuesto que el contexto actual del país precariza aún más esa situación, pero también es cierto que hay una serie de violencias previas que generan un caldo de cultivo muy proclive a que estas violencias se vean más en las mujeres.
Las mujeres no somos homogéneas, no a todas nos toca y nos afecta de la misma manera esta precarización laboral. Hay mujeres que tienen una situación de mayor desigualad estructural previa a encontrarse en el mercado laboral, como el tener pocas oportunidades de estudios, con un español que no es lengua materna, vivir en un país que limita sus oportunidades de desarrollo, de compañeras que vienen de contextos muy marginados como el campesino o el indígena. Ellos migran a las ciudades en busca de mejores oportunidades laborales, pero llegando se encuentran con un contexto que no solo no les favorece, sino que incluso las precariza aún más por la situación de encontrarte en una megalópolis como la Ciudad de México u otras muy grandes. El contexto es completamente adverso a su situación.
Desde Prodesc, comenta Norma Cacho, las mujeres son concretas y claras en evidenciar e identificar que las condiciones no son iguales para todos.
“Si queremos abonar a que las mujeres mejoren sus condiciones de vida y de trabajo, tenemos que ser muy enfáticas en cuáles son las condiciones de desigualdad. Así, en el trabajo de documentación e investigación, identificamos sectores laborales de la economía nacional en mayores condiciones de marginación y precarización laboral y vemos que se precarizarán aún más, sobre todo los sectores del hogar, la maquila, el agrícola y los migrantes temporales”, afirma.
En Prodesc han identificado que son espacios que cometen una serie de violaciones a derechos humanos laborales muy fuertes y que tiene que ver con una poca regulación laboral. Estos sectores pueden tener cierta informalidad, sobre todo el trabajo del hogar, en el que a veces no hay contratos escritos y a veces ni siquiera verbales.
Hay una serie de derechos que no son protegidos y, por tanto, son también sistemáticamente vulnerados. En estos sectores se evidencia una mayor violación a los derechos humanos laborales: en los salarios, en el descanso o en las vacaciones, que son derechos fundamentales para todos, dice la luchadora social.
Los derechos que son muy importantes y que favorecen la exigibilidad de otros, destaca, son el de la libertad y asociación colectiva y la contratación colectiva de trabajo.
“Es complicado que las trabajadoras del hogar se organicen colectivamente en coaliciones y sindicatos. Las trabajadores de las maquilas son compañeras con jornadas de 10 horas y además son cabezas de hogar, lo que limita mucho su participación y organización laboral y del trabajo de las migrantes temporales, el día apenas les alcanza para laborar. Sin organización no hay un actor colectivo incidente que esté defendiendo sus derechos laborales y que esté sentando al Estado, a los gobiernos, a los patrones, a los empleadores, a las empresas, a las fábricas para reclamar una mejora en sus derechos laborales.
“Pero cuando miramos hacia afuera de nuestra centralidad nos encontramos con otras condiciones también muy complejas y que también están resistiendo y hacen esfuerzos colectivos por mejorar sus condiciones de vida. Hay pequeños colectivos que van creciendo, otras ya como ONG y hay esfuerzos en la sindicalización”, expone.
Parte del esfuerzo de la Coordinadora es ser una alternativa más en este contexto de precarización. Son sectores tan invisibilizados y poco organizados que no pueden ir solos ni siquiera en su propio sector. Tienen que generar alianzas, vincularse con otras compañeras y con otros movimientos sociales, explica.
Destaca que hay una deuda histórica con las mujeres de parte del movimiento sindical, que no ha visto cuáles son las particularidades de las mujeres, sus problemáticas, cómo se vive todo en los cuerpos y en las vidas de ellas. Tampoco el movimiento de mujeres y feminista no ha considerado dentro de sus prioridades y agendas las condiciones laborales de las mujeres, no sólo en el centro del país sino fuera de la ciudad, donde las condiciones son aún más graves, comenta.
–Dices que la tendencia va a que los derechos laborales empeorarán…
–La flexibilización laboral en México es cada vez más contundente. Toda la serie de derechos laborales que han sido conquista de movimientos sindicales y de trabajadores y trabajadoras están en bajo detrimento y va de la mano con una serie de reformas estructurales políticas y económicas que van a favorecer mucho más a las grandes corporaciones, a los grupos hegemónicos del país y en esa disputa, quien paga los costos es la clase trabajadora. No solo los campesinos y los indígenas. A nivel estructural si alguien tiene que sacrificarse será la clase trabajadora. Hay mucha restricción a fortalecer las figuras sindicales, a pesar de que aquí sean un tema controversial. Hay una política de Estado muy fuerte que margina la organización laboral, campesina e indígena, porque es la que hace los cambios en los países, no sólo son las ONGs sino la población de base que vive en primera línea los problemas.
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–Entonces quien pagará todo es la clase trabajadora, pero ¿se le puede maltratar aún más?
–Parece que vamos a ver una flexibilización laboral mucho más contundente de lo que ya vemos ahora. Por un lado, la flexibilización se refiere a quien tiene esos derechos ya conquistados y tiene su plaza y sus derechos garantizados. Esos serán reducidos eventualmente. Y la población más joven que se va integrando al mercado laboral no tendrá nada, nada de trabajo estable. El campo está devastado, no hay manera de sobrevivir ahí y en las ciudades lo que encuentra es trabajo informal. El mercado laboral que ofrece la ciudad ya no es el que era antes; es un trabajo sin derechos laborales, sin buena relación laboral y es más proclive a ser vulnerado. Hay una larga fila de trabajadoras y trabajadores esperando una oportunidad y es muy sencillo despedir a la gente si se revelas o exige derechos, porque hay 10 personas más afuera esperando ese lugar. La situación de precarización, más el encarecimiento de la vida que es cada vez más contundente, pero dinero hay, porque los salarios para otros actores son cosa diferente. Y eso es parte de la problemática, la disparidad económica en el país, que es brutal.
–Vemos que a nivel internacional se está volviendo a la figura sindical. En México es un tema de debate pero, ¿qué mensaje crees que manda que sectores como el de los jornaleros y el de las trabajadoras del hogar recurran a esa figura?
–Es un aire fresco para el sindicalismo y éstos que están surgiendo tiene en su origen el espíritu de lo que debe ser un sindicato. Estos surgen de la base y son producto de una lucha de muchos años peleando y denunciando sus condiciones de precarización laboral. Plantean nuevos escenarios pero nacen con retos al ser sindicatos independientes y democráticos. De fortalecerse y consolidarse más y de no olvidar a su gremio, podrán exigir a los líderes. Sólo así. Son dos oportunidades muy interesantes para dar una vuelta a lo que hemos pensado que significa tener un sindicato, que es una vía para poder negociar mejores condiciones laborales, contratos colectivos de trabajo. Eso es lo que se necesita para allanar una serie de derechos laborales que no se pueden exigir de manera individual, que requiere un gremio que esté peleando mejoras. Los sindicatos tienen más posibilidades de negociar mucho más, de asegurar trabajos estables.
–Está el trabajo de la Coordinadora, que está integrado por mujeres que ya se autodenominan defensoras de derechos laborales y que manejan un discurso de equidad de género a pesar de sus contextos en otras zonas del país. Vemos que son la mujeres las que están siendo pioneras. ¿Cómo se explica eso?
–Es importante todo esto porque lo que sucede es que se pasa de ser víctima de las violaciones a ser las defensoras. Eso es una transición política y subjetiva muy importante porque muchas de ellas comenzaron denunciando, sin ponerle nombre a la violación de derechos, al bajo salario, al acoso laboral y sexual y a las no oportunidades de desarrollo. Se pasó de un proceso de reconocimiento de una situación que se vive a diario y decir que no le sucede sólo a ella, sino a muchas mujeres, a un reconocimiento de violación de derechos laborales; de que no se trata de que si el patrón me los quiere dar, sino de que todo eso está protegido nacional e internacionalmente. Después se pasa a decir: voy a defender mis derechos. Luego, no solo mis derechos, sino los de otras compañeras. Es una toma de conciencia paulatina.