Dos jóvenes mexicanas y musulmanas fueron atacadas por defender a Amina, joven tunecina condenada a muerte por protestar en topless. La violencia contra las mujeres, dicen, no es de una religión: la intolerancia está en todos lados.
Ciudad de México, 17 de abril (SinEmbargo).– Tras la reaparición de la activista tunecina Amina, en un video difundido por la televisión francesa, se reavivó la polémica suscitada por su aparición, cigarro en mano y pechos desnudos, en una fotografía que fue condenada por el ayatola Adel Almi.
Aunque en México el debate fue menor que en otros países donde es más presente la comunidad musulmana, la discusión se impuso en las redes sociales, en donde destacaron una joven atea, quien también posó en topless en solidaridad con Amina, y una joven musulmana, quien buscó desmitificar el papel de la mujer en el Islam, según sus propios términos. Estas son sus historias.


Pasada la primera ola de indignaciones promovidas por el movimiento feminista ucraniano Femen, que culminó en la quema de una bandera con la profesión de fe musulmana ante la Gran Mezquita de París, otra controversia se apoderó de las redes sociales, tachando de islamofóbicas a las seguidoras de este movimiento.
Alina García, una joven mexicana de confesión musulmana cubre su cabello con un velo tradicional y sonríe ligeramente mientras explica su posición frente a las críticas que impactaron al mundo musulmán durante varios días. Esta mujer de cara ovalada, ojos azules y nariz ligeramente chata posteó a su vez una fotografía en la que cinco mujeres veladas se reclamaban “anti femen” y pedían al movimiento feminista no robar su voz ni hablar en su lugar sobre su papel y su situación dentro de la sociedad musulmana.
Pérdidas en la vorágine de información que invadió las computadoras del mundo entero durante los días que siguieron la protesta, estas dos jóvenes mexicanas decidieron alzar la voz para aclarar sus posiciones en este dilema, mucho menos maniqueo de lo que parecería a primera vista.
“Si me preguntas, estoy en desacuerdo en cualquier tipo de violencia a cualquier tipo de persona, especialmente estoy en contra de las violencias ejercidas hacia las mujeres”, cuenta Alina, quien es miembro activa de Musulmanas Latinas, una asociación sin fin de lucro destinada a “desmitificar el estereotipo sobre las mujeres musulmanas en México, promoviendo los derechos de la mujer y los valores islámicos”.
Luisa por su parte reconoce que existe cierto estigma del mundo musulmán y rechaza estar en contra de la religión, sino de sus expresiones más radicales. “Creo que cualquier Estado religioso que no considere a todos los seres humanos iguales ante la ley es injusto. Creo que no poder escoger con quién pasar la vida es una privación importante a la libertad y casos como el de Gul Meena, a quien su hermano trató de matar con un hacha para defender el honor de su familia, o el de Ayaan Hirsi Ali, a quien su abuela le mutiló los genitales a los cinco años, me parecen atroces. No que la violencia de género sea exclusiva del mundo musulmán, esa y cualquiera me parecen igual de condenables en cualquier parte del mundo”, aclara.

En Francia, expositores laicos, como el polemista Eric Zemmour, han puesto en duda la posible convivencia entre estas dos instituciones mientras que filósofos musulmanes tales como Tariq Ramadan han tratado de demostrar lo contrario. En España, el ensayista Juan Luis Cebrían criticó a su vez el “fundamentalismo democrático” consistente en querer imponer los valores de las democracias occidentales a países que razonan de forma diferente. Pero en México, la discusión recién se da a conocer y Alina y Luisa son dos de las más jóvenes expositoras en este reciente fenómeno.
Cuando se le pregunta sobre el papel de la mujer islámica, Alina detalla que
A pesar de que no lo considere como un acto militante, Luisa asuma su papel en el movimiento en favor de Amina y ratifica que “no debería escandalizarnos un cuerpo desnudo que exige que se respeten sus derechos, estamos más acostumbrados a ver series sobre asesinos seriales en la tele que algo tan natural como el cuerpo humano. La iraní Sakineh Ashtiani es un gran ejemplo de la presión internacional que puede ser ejercida a través de Internet. Las grandes campañas mediáticas hacen ruido y ponen en la mira a ciertos países o instituciones, lo que compromete su actuar. Con el caso de Amina, la idea era lograr algo parecido, poner ese tema en la mira para llamar la atención”.

Esto de hecho, es algo en lo que coinciden ambas, con la diferencia señalada por Alina de que “las mujeres musulmanas sabemos nuestro valor, no queremos que nos represente alguien que no sepa de nuestra lucha, yo no creo en supuestas feministas que pretenden defender nuestro derecho a cubrirnos, las feministas que conocen sobre los derechos de las mujeres saben que las mujeres tenemos derecho a elegir nuestro atuendo nuestra forma de vestir o desvestirnos. Las mujeres debemos recuperar la propiedad de nuestro cuerpo ya sea para mostrarlo o para cubrirlo en un ejercicio irrenunciable de recuperación de nuestra matria potestà. “A fin de cuentas”, argumenta Alina, “terminaron exponiendo más a esta mujer con esta ola de protestas, lo que pudo haberla llevado a una verdadera situación de riesgo, fueron inconscientes”, concluye.

Pero su progresiva infiltración en la sociedad mexicana debido al aumento de su número de creyentes debería empezar a plantear seriamente el problema de convivencia que puede suponer la competencia de esta nueva religión con el estado laico republicano mexicano, tanto como con la religión mayoritaria del país.
Una convivencia, que de acuerdo con Alina García y Luisa Cantú, debería ser menos complicada de lo que pareciera, ya que las dos jóvenes plantean alternativas creíbles a la fosa que se plantea tradicionalmente entre fundamentalistas democráticos y fanáticos musulmanes. “Laico no es necesariamente antirreligioso, más bien lo contrario”, expone Amina, mientras que Luisa reitera que no planta ningún combate en contra del mundo musulmán, sino que se opone a cualquier forma de violencia en contra de las mujeres.
Aunque en el fondo la verdadera pregunta parecería residir en nuestro derecho a imponer nuestras creencias sobre lo justo y la aplicación los derechos humanos a diferentes sociedades y tipos de pensamientos, el diálogo entre estas dos jóvenes mexicanas puso en relieve la necesidad fundamental de entenderse y acercarse a las culturas que criticamos, con la condición paralela de que éstas se adecuen al marco normativo del país en el que deciden residir y acepten poner en duda sus criterios de valores.
Parece idílico, pero funcionó durante el tiempo de una charla, quizá pueda hacerlo un día a gran escala.








