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Darío Ramírez

16/11/2017 - 12:05 am

El autócrata

Si no hay problemas que laceren a la sociedad ni malos manejos gubernamentales, no habrá críticas, señor Presidente.

Si no hay problemas que laceren a la sociedad ni malos manejos gubernamentales, no habrá críticas, señor Presidente. Foto: Diego Simón Sánchez, Cuartoscuro

La crítica, el disenso, la duda y el cuestionamiento a los funcionarios que dirigen las instituciones del estado no es bullying, señor Presidente. Es la tarea fundamental que debe de realizar la sociedad a sus gobernantes.

Al Ejecutivo federal no le gusta que protestemos, cuestionemos o critiquemos. Acostumbrado a los microclimas políticos donde se siente adulado y en control, el disenso provoca su ira.

Enrique Peña Nieto es un autócrata que olvida fácilmente, lo que señala brillantemente Roberto Gargarella: “El derecho a la protesta y disenso no son unos derechos más, sino unos de especial relevancia dentro de cualquier ordenamiento democrático: se trata de unos derechos que nos ayudan a mantener vivos los restantes derechos. Sin un robusto derecho al disenso y a la crítica, todos los demás derechos quedan bajo amenaza, puestos en riesgo”. No alzar la voz sobre lo que no funciona es equivalente a la asfixia social, y eso parecería quieren Peña Nieto y su camarilla.

Las organizaciones de la sociedad civil hoy son la verdadera oposición al poder político. Organizaciones de distinto corte hacen trabajos excepcionales para tratar de acotar el abuso del poder. Señalan la opacidad o los hurtos al erario público. Defienden mujeres contra el feminicidio cada vez más extendido. Hacen frente contra el deterioro ambiental entre muchos otros temas.

El disenso se ejerce desde la sociedad civil. Las agrupaciones civiles no son monolíticas, hay una gran diversidad dentro de ellas. Pero todas tienen el mismo objetivo: tratar de combatir las transgresiones al estado de derecho. En otras palabras, alzar la voz y condenar los malos actos del gobierno es la tarea fundamental de una sociedad interesada en sus asuntos públicos. Si Peña quiere aplausos debería buscarlos en la intimidad familiar, porque afuera el país tiene serios problemas y el barco continúa a la deriva.

Mientras Peña se lanzaba contra las organizaciones, el mismo día, Data Cívica presentaba una base de datos donde le da nombre a 32 mil personas desaparecidas. Un trabajo excepcional que deja en ridículo el desdén del gobierno federal para atender ese lacerante problema. Además, Causa en Común presentó el “Reporte de resultados del programa de acompañamiento al desarrollo policial 2017”. Un informe serio y documentado que vuelve a levantar la duda sobre cómo es que este país se sostiene teniendo las policías que tenemos. El reporte anuncia que las instituciones policiacas tienen graves deficiencias sobre todo por su abandono institucional. Ese trabajo, y muchos otros, no son bullying ni crítica liviana.

El desprecio a las reglas básicas y fundamentales de la democracia por parte de Peña Nieto volvió a ser evidente. Empotrado en su atril, y dejando de lado el discurso oficial, el Presidente decidió improvisar. Sus dichos fuera del guion oficial volvieron a mostrar su desprecio por la sociedad civil que ejerce la crítica y el disenso. No quiso guardarlo ni matizarlo. Quiso mandar un mensaje claro a todos los que criticamos y disentimos ante el poder.

En sí el hecho es preocupante, porque justamente una de las características de un gobernante autócrata es sentirse incómodo con la crítica a los actos de gobierno. Que Peña lo diga atiza un contexto nacional en el que los que hurgan, investigan, critican, preguntan y cuestionan en México están siendo perseguidos o asesinados. Eso es un hecho, no una interpretación.

El Presidente dijo “a veces se escuchan más las voces que vienen de la propia sociedad civil que condenan, que critican y que hacen bullying sobre el trabajo de las instituciones del Estado mexicano… muy pocas voces escuchamos cuando hay algo digno que reconocer en la tarea de las fuerzas de seguridad pública, en la tarea de las Fuerzas Armadas, que tienen que actuar cada vez con protocolos de mayor rigor, con absoluto respeto a los derechos humanos, y cuando se pone en duda que lo hayan hecho, nadie sale a hablar por ellas, nadie sale a defenderlas, nadie habla, respalda y apoya la buena actuación de las policías; las dejamos solas, las abandonamos”.

Peña Nieto está enojado y frustrado. La ausencia de halagos y la avalancha de problemas hace recordar sus célebres frases como “ya sé que ustedes no aplauden” “o ningún chile les acomoda”, o bien, “el mal humor social”.

Sin embargo, de la frase citada hay un tema importante que revisar y es cuando señala que “se escuchan más las voces” que critican. Que lo diga un Presidente que tiene tan férreo control del aparato mediático resulta interesante. ¿A caso no le está siendo suficiente ese control de los medios al Presidente? Aparentemente no, los medios internacionales y algunos nacionales están haciendo una labor importante al romper el cerco mediático. De hecho, de buena fuente sé que la oficina de comunicación social intentó que no se propagara en medios la frase presidencial. En tiempos de redes eso es prácticamente imposible. Lo que denota el comentario es la frustración de no controlar la narrativa pública.

La sociedad no está para echar porras a las instituciones. La obsesión del Presidente para que se hable bien de lo que hace no tiene ningún sentido excepto en la mente de alguien que se conforma con un aplauso fácil y una puesta en escena fugaz. Se habla de los problemas porque tienen al país en el filo del precipicio. Porque las buenas noticias no se comparan con el deterioro del estado de derecho y la ausencia de una fuerza que busque hacer mejor las cosas. Por eso es fundamental la crítica en voz alta. La protesta para señalar que las cosas como están no están bien para la mayoría.

Lo que no entiende Peña Nieto es que sí tenemos un amplio y genuino derecho a la crítica política, y que a partir de este derecho es factible luchar para que ganemos nuevos derechos preservando intactos aquéllos. Así pues, señor Presidente, si no quiere escuchar críticas, entonces a resolver los problemas sociales que generan las críticas, como son la inseguridad, la corrupción, la impunidad, etcétera. Si no hay problemas que laceren a la sociedad ni malos manejos gubernamentales, no habrá críticas, señor Presidente. Despreocúpese por su imagen y el aplauso y abóquese a lo urgente.

 

 

 

Darío Ramírez
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.

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