Un organizador del PRI en el municipio de Tihuatlán, Veracruz, reclutó ahí a personas, pese a su estado de ebriedad, para llevarlos amenizar el Quinto Informe del Gobernador Javier Duarte de Ochoa a cambio de cien pesos.
Por Miguel Ángel León Carmona
Xalapa, Veracruz, 16 de noviembre (SinEmbargo/BlogExpediente).- "Estábamos echando unos alcoholes, salimos de la chamba y nos metimos al bar. En eso llegó el organizador del PRI, nos explicó el pedo y pues a la flota le gusta el desmadre. Unos, nos venimos pedos, otros crudos. Según nos van a reponer lo que nos quemamos ayer en la briaga".
Alan Jared Hernández Jiménez, oriundo de Tihuatlán, Veracruz, no es un acarreado común y corriente, al igual que los demás: enuncia con fervor el apellido del 'góber'. No obstante, declara que por falta de simpatizantes lo reclutaron de última hora, pese a su estado de ebriedad para acudir al quinto informe del Gobernador de Veracruz Javier Duarte de Ochoa.
“Nos adelantó la mitad, 50 pesos. Nosotros le dijimos a ese wey que no sabemos de estas ondas; pero nos dijo que no había bronca que el chiste era hacer ruido. Hasta nos dejó traernos el cuartito de aguardiente que sobraba".
El hombre de 35 años, más allá de su escandaloso aliento a restos de comida y alcohol preparado de guayaba, sobresale entre el tumulto por su atuendo: porta con ingenuo una camisa tipo polo color azul marino con el escudo del Partido Acción Nacional (PAN).
Salió en caravana desde las siete de la mañana. No ha dormido, tiene hambre y depende de la gratificación que le prometió la organizadora para llevarle algo de comer a su papá que ya no pudo hacer el viaje por problemas de salud. “Quería venir a apoyar el viejo; pero ya está mal”, dijo.
Al igual que a los demás acarreados, lo forman en las hileras rojiverdes que bajan de camiones urbanos para apoyar a Javier Duarte en su quinto informe de gobierno. Hay mucha gente y poco oxígeno para el hombre aturdido. Se marea, eructa y amaga con vomitar a los presentes.
Hay risas y señalamientos hacia él por su condición, el organizador lo detiene y le dice discretamente: “Compórtate o no te daré los 100 varos”. El hombre hace caso omiso y se acerca a las barras de seguridad en la entrada del Velódromo Internacional de Xalapa, Veracruz, donde Javier Duarte se alistaba para la presentación de su Quinto Informe.
Jared y su grupo, asediados por moscas en las braguetas, hacen un esfuerzo por recordar las porras que su líder les dictó en el recorrido de ida. Finalmente llegan hasta el protocolo de seguridad.
Los dos amigos, un poco menos sacudidos por el licor, no dirigen palabra a los oficiales de la guardia civil y entran al recinto caminando derechito.
A ver, usted, sópleme.
–“¿Y ahora por qué jefe? yo vengo a apoyar al Duarte”.
–Hágame el favor de retirarse, está en estado inconveniente.
–“No me chingue oficial, si no entro no me van a dar mi ayudita”.
A lo lejos, los dos cuates de parranda se doblan de la risa y con muecas le dicen: “Por pendejo”.
Jared no tuvo suerte, le impidieron el acceso. Deberá esperar hasta que la gente regrese a los camiones. Está hambriento y no tiene centavo alguno. Contempla el panorama y se rasca la cabeza. El camión lo abrirán en cinco horas. Finalmente decide echarse a dormir en la banqueta.
Ayer decenas de camiones arribaron a las inmediaciones del Congreso de Veracruz, los cuales transportaban a cientos de personas que con cartulinas y consignas aprendidas se disponían a realzar la entrega del Quinto Informe de Duarte de Ochoa.
Inducidos por un hombre vestido de traje negro y corbata, mujeres y hombres, así como niños, coreaban: “Duarte, Duarte”, mientras el mandatario salía del recinto legislativo para dirigirse al Velódromo de Xalapa donde daría su mensaje oficial.
Mientras Duarte se alejaba a bordo de una camioneta, los “acarreados” se apresuraban para abordar los autobuses en los que había llegado a los alrededores del Congreso y que ahora los transportarían al Velódromo para presencial el discurso de Duarte.
Al llegar al foro se sumaban a las largas filas para esperar se les permitiera la entrada, donde ya portaban unas sombrillas de color blanco y rojo que les habían sido obsequiadas. Finalmente algunos no lograron entrar por lo que comenzaban a retirarse con aparente enojo y en busca de los autobuses que los llevarían de vuelta a sus comunidades para inconformarse de nuevo cuando les informaban que tendrían que aguardar a que terminara el evento para volver.