Médicos y personas afectadas en España por la sensibilidad electromagnética afirman que la exposición a fuentes como el Wifi podría resultar no ser tan seguro para la salud.
Ciudad de México, 15 de octubre (EFE).- La sensibilidad electromagnética puede provocar fibromialgia, fuertes dolores de cabeza, vómitos, fatiga crónica, insomnio, o alteración de la concentración.
Este trastorno, cuyos signos aún no han sido definidos como una enfermedad por la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuenta sin embargo con una resolución europea, la 1815, que se hace eco del tema.
En esta resolución se recomienda a los estados miembros del Consejo de Europa que tomen medidas razonables para reducir la exposición a los campos electromagnéticos, especialmente a las radiofrecuencias emitidas por las telefonías móviles y en particular a la exposición en niños y jóvenes.
También pide la resolución que se preste especial atención a las personas “electrosensibles” que sufren de un síndrome de intolerancia a los campos electromagnéticos y que se introduzcan medidas especiales para protegerlos, incluida la creación de zonas libres de onda no cubiertas por la red inalámbrica.
La sensibilidad electromagnética tiene ya tratamiento de discapacidad en Suecia, y en Austria han establecido directrices para su tratamiento, mientras que Francia prohibió hace unos años redes de wifi en las guarderías.
En España, los tribunales ya han dictado alguna que otra sentencia concediendo la incapacidad permanente por este trastorno.
EFEsalud ha entrevistado a dos médicos y dos mujeres que padecen esta sensibilidad electromagnética. Estos son sus testimonios:
MUJERES, NIÑOS Y MAYORES
Para Joaquim Fernández Solá, médico del Hospital Clinic de Barcelona y experto en el diagnóstico de enfermedades de Sensibilización Central, como la electrohipersensibilidad o la sensibilidad química múltiple, se trata de un trastorno que se produce esencialmente por una disfunción del cerebro, y afecta más a mujeres, niños y adolescentes, personas mayores o pacientes con enfermedades crónicas como el cáncer.
La sensibilidad electromagnéica es un trastorno, esto quiere decir, explica, que se presenta como un conjunto de síntomas y signos aún no definidos como una enfermedad por la Organización Mundial de la salud (OMS) , “pero que en términos prácticos es equivalente”.
“Hay personas que son más sensibles que otras cuando se exponen o están cerca de campos electromagnéticos normales, como a los que nos enfrentamos todos en nuestro día a día, y no estoy hablando de altas frecuencias”.
Estas personas más sensibles desarrollan síntomas que pueden ser muy diversos.
Según este especialista los más frecuentes son los irritativos cutáneos, enrojecimiento, sequedad de mucosas, irritación nasal, ocular, faringe, disnea, náuseas.
También se dan síntomas neurológicos: dolor de cabeza, insomnio, irritabilidad, alteración de la concentración, fatiga, “y es muy frecuente esta sensación de fatiga cuando se exponen a campos electromagnéticos que no les deja continuar una actividad”.
“Estos síntomas suelen ser identificables, aunque ninguno de ellos es específico, es decir tener dolor de cabeza no es específico de esta dolencia”.
“Pero cuando hay una clara correlación porque se desarrollan a la exposición de estos campos y mejoran cuando los evitan y aparece ante diferentes fuentes de emisión electromagnética, por ejemplo cuando usan el móvil o están cerca de un microondas, o mucho rato ante una pantalla, es decir cuando tienes una exposición cotidiana y aparecen síntomas y duran más de tres meses porque es un hecho crónico, estos se denomina electrosensibilidad”.
Según el experto se definen por criterios clínicos: “El criterio de definición es clínico y no tenemos problemas ni errores, siempre y cuando analicemos también que el paciente no tenga otras enfermedades que lo justifiquen”.
Por ejemplo un paciente psiquiátrico, obsesivo con este aspecto y con otras cosas, como lavarse las manos o no pisar las rayas de las baldosas, “se tiene que analizar como diagnóstico diferencial para descartar otras enfermedades que justifiquen este fenómeno”.
DISFUNCIÓN DEL CEREBRO
De acuerdo con Fernández Solá, este trastorno se produce esencialmente por una disfunción del cerebro: el cerebro amplifica una respuesta y la hace anormal, es decir todos recibimos estímulos del entorno, también estímulos electromagnéticos y los integramos y los reconocemos, por ejemplo un ruido.
“Pero cuando la fuente se percibe ampliada, por ejemplo como cien veces más, el cerebro detecta una explosión de sensibilidad, es decir es como si tuviera un exceso no tolerable de estímulo y esto se puede detectar con pruebas parecidas al electroencefalograma, pero mucho más sensibles” .
Se pueden hacer también resonancias funcionales que detectan cómo el cerebro da una respuesta más amplificada y da connotaciones incluso de alerta, como una respuesta de estrés, y mucho más intenso.
El problema para estas personas es que los wifis, inalámbricos o redes de telefonía móvil han crecido exponencialmente en los últimos años, “y esto hace que sea intolerable para ellos”.
Hay un término que se llama abdicación, es decir que el cuerpo no es capaz de asumir la intensidad, es la falta de tolerancia a estímulos que les resultan excesivos y no todo el mundo responde igual.
BASE GENÉTICA
Aquí, añade este experto, estamos hablando de personas mas sensibles: ”existe el concepto de persona hipersensible, son personas que genéticamente tiene predisposición a tener una respuesta amplificada, esto está en la biología de todas las enfermedades, hay quien no tolera el gluten, o el sol, ruidos”.
Hay, afirma, una base genética y aproximadamente lo padece una de cada mil personas de la población en general.
“Y también sabemos que hay grupos de población que son más sensibles, por ejemplo las mujeres, porque los estrógenos, que tienen más las mujeres que los varones, sensibilizan más el cerebro a este tipo de estímulos y a otros, como los químicos”.
Los niños también son aproximadamente un 40 por ciento más sensibles que los adultos hasta la adolescencia, y la tercera edad o pacientes con enfermedades crónicas, como cáncer, también.
Por lo tanto, refiere Fernández Solá, sabemos que hay unos factores de predisposición, sabemos que nuestra sociedad ha estado inmersa en un proceso de exposición que nadie ha demostrado que sea seguro, esto es muy importante, porque se ha roto el principio de precaución, y esto lo dice la Comisión Europea.
TENEMOS UN PROBLEMA
“Lo que pasa es que estamos en una sociedad en la que no interesa esto y probablemente no hemos llegado al punto crítico, es decir la cantidad de beneficios que genera el uso de esta tecnología, supera en mucho los perjuicios; es como en el tabaco, hasta que no muere mucha gente no se hace nada, y aquí vamos a tardar más, porque evidentemente estamos hablando de la industria que está en el top de la economía mundial, y claro tenemos un problema”.
“Soy un médico de hospital general de medicina interna, que como otros médicos somos sensibles a las enfermedades emergentes, hay que atender a la paciente que viene aunque no es fácil porque los sistemas sanitarios no atienden específicamente estas enfermedades”.
Explica Fernández Solá que en Cataluña hay desde junio unidades de sensibilización central y se ha puesto en marcha un programa de la Generalitat de sensibilización central que engloba la sensibilidad electromagnética, la química, la fatiga crónica, la fibromialgia.
También señala que hay un aumento exponencial.
Los pacientes con sensibilidad eletromagnética, explica, interpretan ellos mismos lo que les pasa, porque se dan cuenta que cuando no están, por ejemplo, delante de una antena telefónica están mejor, y además son pacientes que su vida se altera mucho.
“No es una enfermedad banal, es una enfermedad que altera la calidad de vida , y no les permite a a veces ni trabajar”.
Recuerda este experto que que ya hay sentencias de incapacidad laboral aquí en España.
Señala además que el problema que tenemos “es que estamos aumentando por ejemplo del 4G al 5G en telefonía y esto supone cuadriplicar la exposición, es decir estamos aumentando esto sin tener una garantía de que no afecta a la salud, al contrario, diría que tenemos la evidencia de que si afecta”.
“No se trata de ir contra el progreso y el desarrollo, en absoluto, se trata de racionalizarlo, igual que pasa con la contaminación ambiental o los alimentos que comemos, por lo tanto es un tema que necesita más información, discusión y un planteamiento serio, porque sino estamos incrementando una exposición que ya se ha demostrado es nociva y esta afectando a mucha gente”.
MINERVA PALOMAR
Minerva Palomar tiene 48 años y fue la primera persona que logró que un tribunal le concediera en 2011 la incapacidad permanente, debido a su sensibilidad electromagnética.
Minerva trabajaba en la Universidad Complutense de auxiliar de servicios. Cuando tenía 26 años comenzó todo:“de un día para otro me encuentro conque apenas tengo fuerzas para caminar, me duele todo mucho, con un estado de malestar general muy alto, de confusión mental”.
Este cuadro le llevó, como a otros muchos que padecen electrosensibilidad, a peregrinar de médico en médico, hasta que pasados tres años le diagnosticaron fibromialgia, “y aunque tengo fibromilagia no me terminé de convencer hasta que llegó el diagnostico del síndrome de fatiga crónica, porque claro yo estaba que no me tenia en pie”.
“Hoy en día hay un mayor conocimiento y las personas que empiezan a padecerlo tienen más fácil que le den un buen diagnostico, lo cual te ayuda mucho, pero en mi época era más difícil y ello implicaba que no te daban la baja, y lo pasas muy mal porque hay que hacer frente a la vida con una salud que no tienes.”
“Por suerte yo tenía un trabajo con muchas garantías, y fui tirando y tirando pero con un problema de dolencia crónica que me dificultaba mucho llevar una vida normal, no era capaz de asumir cuestiones tan básicas como mantener un horario de trabajo y cumplir con el mismo. Pasé largas temporadas que estuve en cama y no era capaz de levantarme para hacer nada, ni la comida”.
Minerva recuerda como el reumatólogo que le venía tratando desde hacía años le dijo que acababa de asistir a un congreso en Alemania en el que se trató el tema de la electrosensibilidad y que su cuadro clínico encajaba.
“Al salir de la consulta pensé: pero este señor qué me esta diciendo, que vienen los marcianos por la noche y me abducen, que una cosa sin materia me puede afectar a mi salud, esto es una tontería, y durante todo un año lo obvie, olvidé esa información”
“Pero seguía enferma, y de manera objetiva y objetivada con mediciones constates comprobé años después que sí que me estaba afectando de una manera importante y que vivía en una casa que tenía a 50 metros una antena de telefonía móvil, y en el trabajo teníamos al lado nuestro un aparato muy antiguo que generaba un campo magnético brutal”
Posteriormente le dieron también el diagnóstico de sensibilidad química.
“Hoy sigo teniendo todos los problemas de salud que tengo, pero no estoy tirada en una cama y me puedo mover y la diferencia es muy importante, porque alejarse de fuentes químicas y electromagnéticas te mejora”.
RECONOCIMIENTO MERECIDO
Minerva es Presidenta de la Asociación Electro y Químico Sensibles por el Derecho a la Salud, que hoy cuenta con más de un centenar de asociados. Lleva unos tres años funcionando y está integrada en la coordinadora europea contra la contaminación electromagnética.
Entre los principales objetivos de la asociación está que las personas afectadas tengan “el reconocimiento que merecen porque este es un problema de salud que está activado por un factor medioambiental y además implica una discapacidad”.
Explica Minerva que otro problema importante es que las personas con este problema no pueden tener un nivel óptimo de salud si viven en un piso rodeados de distintos campos electromagnéticos.“Hay mucha gente en situación muy limite, que están muy enfermos”. Ella misma hace un año se tuvo que marchar de su vivienda.
“Reivindicamos espacios libres de contaminación electromagnética. Actualmente en España no se cuestiona el tema y cada vez nos quedan menos espacios donde podemos estar sin enfermar”.
Hay afectados que no tienen recursos para tener una vivienda adecuada y “estamos intentando que haya algún refugio libre de cualquier campo magnético a donde puedan ir a recuperarse y desde ahí reconducir su vida y su situación”.
PILAR ALEAZA
Pilar Aleza es profesora de inglés en un Instituto de la localidad valenciana de Silla. Tiene 52 años y en las navidades 2012 empezó a sentirse muy mal:” No podía ni caminar, yo que soy una persona muy activa que voy andando a todas partes y no tengo ni coche”.
“Me di cuenta de que cuando salía de la sala de profesores, donde cuatro años atrás habían instalado un wifi muy potente, de tipo industrial, que en el pasado había dado cobertura a todos los barracones del instituto, no podía ni caminar ni casi hablar, y perdía la memoria”.
Luego estaba también el dolor de cabeza que “no quiero volver a vivir más y, como va sucediendo poco a poco, cuando te quieres dar cuenta ya estás fatal. Tenía unas migrañas espantosas. Y un día entrando por la puerta de la sala de profesores me di cuenta y me dije “es aquí”.
De ahí pasó a notar rápidamente los móviles: ”Me hacían un daño tremendo. Ahora estoy mucho mejor, pero entonces todos los móviles me hacían daño. Sabía casi en qué bolso y mochila había uno encendido, era un espanto, era como si te estuvieran dando descargas eléctricas por todas partes”.
Pilar consiguió la firma de todos sus compañeros para que desconectaran el wifi, y menos mal que lo apagaron porque “sino no hubiera podido seguir viviendo, te lo digo así porque es verdad. Eso me salvó la vida”.
“Cuando te das cuenta de lo que está sucediendo, no lo quieres aceptar, porque te preguntas como voy a vivir si aquí todo el mundo lleva móviles y hay wifis en todas partes”.
(El Instituto en el que imparte sus clases sigue teniendo acceso a internet, pero por cable)
QUE NO SEA VERDAD
“Hay gente que piensa que te lo inventas, pero tú no quieres que te pase, y yo al principio me decía “por favor que me levante mañana por la mañana y esto no sea verdad”, pero te levantabas al día siguiente y seguía siendo cierto y te seguía pasando”.
Entonces se puso a investigar y vio que en España había “muchos desconocimiento y prejuicios” sobre el tema y descubrió que un Catedrático de Oncología de la Universidad París- Descartes, llamado Dominique Belpomne, y su equipo habían publicado estudios y desarrollado un diagnóstico “basado en biomarcadores en sangre y técnicas de imagen médica del cerebro”.
“Estaba muy enferma, y sin poder casi andar, decidí irme a la capital gala a ver a este médico, porque no podía ser solo mi palabra contra el mundo y necesitaba que alguien certificara lo que me estaba pasando”.
Y dio positivo en las pruebas y logró el certificado médico, que fue “muy importante, porque era la prueba de que lo que me estaba pasando era verdad”.
Luego encontró en España médicos que se ocuparon de su dolencia.
Que quitaran el wifi de la sala de profesores le permitió seguir con su vida laboral y el siguiente capítulo fue conseguir que sus alumnos apagaran el móvil en clase: “Tengo 170 alumnos, con lo cual imagínate lo que es lograr que lo apaguen todos en un día, es dificilísimo, porque siempre hay alguien a quien se le olvida…”.
“Y si estoy una hora en clase con alguien que se ha dejado el móvil encendido y luego otra media hora igual eso significa que voy a tener la cabeza inflamada y esa noche no voy a estar bien”.
Y cualquier programa en los medios “que nos desacredita o fomenta el prejuicio” resulta muy negativo para ella porque eso significa que el alumno puede pensar que lo que le pasa a su profesora no es real y decida no apagar el móvil, y “eso atenta contra mi salud”.
“Hay muchos científicos prestigiosos que llevan años diciendo que hay que formar a los médicos para que traten la sensibilidad electromagnética. Tenemos mucha gente detrás de nosotros diciendo que tenemos razón, que hay que defender nuestros derechos , que hay que cuidarnos..”
Pilar procura ahora estar siempre alejada de las fuentes electromagnéticas “porque sino no puedo vivir. En casa me llega el wifi de los vecinos y tengo que ver qué soluciones hay para poder mitigar eso”.
“Igual -reflexiona- el que me ve desde fuera y no lo sabe puede pensar que llevo una vida bastante normal, pero es una vida en la que te tienes que crear tu territorio, en la que has perdido el espacio público y privado, porque hay que mirar siempre el sitio al que vas”
“Por ejemplo subir a un autobús no es nada fácil, o ir al cine, vas cuando no hay nadie, un lunes a las 4 de al tarde. No entro en un restaurante o un bar, porque donde hay personas hay móviles, y los móviles y el wifi me hacen mucho daño. Me hacen perder la capacidad de hablar y tener problemas cognitivos importantes”.
También ha tenido que dejar de ir a ciertas playas y parques: ”Todo se está llenando de puntos wifi, por lo que cada vez es más difícil encontrar lugares al aire libre donde recuperarse”.
Pese a todo, se considera “afortunada porque mi familia me cree y me apoya, y tengo personas muy queridas y leales a mi lado que han sufrido conmigo y nunca han dudado de que lo que me pasa es cierto”.
PRINCIPIO DE PERSECUCIÓN
Para Ceferino Maestu , médico y director del Laboratorio de Bioelectromagnetismo del Centro de Tecnología Biomédica de la Universidad Politécnica de Madrid, es fundamental que los poderes públicos apliquen el principio de precaución ante una evidencia que va en aumento.
“En todos los congresos internacionales, los científicos nos encontramos divididos en este campo, no es que sean discrepancias, es que es tan complejo el mundo de la exposición al campo electromagnético que muchos estudios no se pueden replicar o se hacen con metodologías diferentes que no se pueden comparar”.
“Pero sí existe una sospecha creciente de que los campos electromagnéticos artificiales afectan de una manera u otra a los organismos y ante esto defendemos que los poderes públicos tomen una medida de precaución”.
Maestu Preside la Sociedad Española de Síndrome de Sensibilidad Central (SESSEC) y explica que hay personas que acuden a verlos con una sintomatología específica que tiene que ver con la exposición a campos electromagnéticos.
“Con lo cual hay muchos científicos que suponen y que suponemos que existe una respuesta a esta exposición, es una respuesta de hipersensibilidad , y vemos que su sistema nerviosos central responde de forma alterada a esta exposición y eso da lugar a un perfil de una nueva patología”.
Reconoce Maestu que no hay estadísticas ni se sabe el número de personas afectadas por sensibilidad electromagnética, pero insiste en que notan que cada vez hay mayor cantidad de gente que comienza a tener problemas “con las emisiones de los teléfonos móviles de los wifis, de los inalámbricos, las antenas”.
En su opinión, hay multitud de elementos radiantes que ahora mismo están en nuestro medio y “que de alguna manera están alterando las condiciones normales en las que se produce la progresión metabólica o endocrina en nuestro organismo, y esto se está comprobando constantemente”.
En su laboratorio estudian el crecimiento de tejidos, y cómo afecta a determinado tipo de células normales o cancerígenas, o a organismos vivos como ratones o por ejemplo, caracoles, que también utilizan como modelo experimental.
Estos modelos “nos indican que hay una respuesta de los diferentes tipos de organismos y cultivos celulares ante la presencia de un campo electromagnético”.
Pero algunas veces, explica, “no todo tiene que ser en sentido negativo, también pueden mejorar determinadas condiciones de respuesta celular”.
Así, y según Maestu, en los cultivos celulares de determinadas células, por ejemplo de los condrocitos que se presentan en el tejido cartilaginoso y “que son los que forman la articulación de procesos inflamatorios de los dedos, como la artritis, hay mejora con la exposición a campos electromagnéticos, y se frena el deterioro”.
Hay que tener en cuenta, señala este médico, que todo nuestro organismo esta relacionado con el campo electromagnético, y que todas nuestras células mantienen una comunicación a partir de este campo con el medio, y que las emisiones exteriores “pueden y van a modificar la condiciones normales de funcionamiento”.
Concluye Maestu que los procesos evolutivos son muy largos y para evolucionar, las especies biológicas han tardado miles de años y en ese tiempo han estado sometidos a diferentes procesos ambientales a los que se han adaptado peor en este nuevo proceso ambiental “y no sabemos cuántos años tardaremos en adaptarnos, cuanto tendrá que pasar y cuántos problemas aparecerán por el camino”.
“No hay experiencia previa, porque todas las fuentes de radiación a las que estamos sometiendo a la población no están lo suficientemente comprobadas desde el punto de vista biológico”, añade.