Una literatura tan poderosa como la mexicana tiene figuras de enorme trascendencia y siempre presentes en el imaginario nacional. Hay otros tan importantes que permanecen en cierta bruma. Esos vienen a nuestra memoria en un día tan patrio, tan tricolor.
Ciudad de México, 16 de septiembre (SinEmbargo).– La literatura mexicana es rica en figuras destacadas, al punto de tener en su historia un Premio Nobel para el poeta Octavio Paz (1914-1998), sin duda la personalidad más visible de unas letras más que potentes, cargadas de insignes creadores.
Sin embargo, el tiempo no ha sido justo con algunos escritores que hoy resultan de culto para muchos estudiosos y amantes de los libros. Se trata de autores realmente importantes, cuya obra nos refleja y honra como pocas, a pesar de que no habitan en los suplementos culturales y se habla poco, casi nada de ellos.
Al compás de los festejos patrios, los escritores mexicanos que amamos son muchos y no están atados a ninguna distinción. No leemos a los famosos porque lo son, ni a los menos conocidos para sentirnos dueños de alguna verdad literaria no revelada.
Hoy quisimos, de todos modos, pensar en algunos olvidados de nuestra rica e inmensa literatura. Sobre todo para demostrar que son recordados y leídos más allá de las luminarias. Son la sustancia de un discurso literario propio e inagotable.
José Carlos Becerra (1936-1970)
En 1973, a tres años de su muerte, Gabriel Zaid y José Emilio Pacheco publicaron El otoño recorre las islas, una recopilación de sus poemas, considerado un clásico de nuestra literatura.
Nacido en Villahermosa, Tabasco, publicó Oscura Palabra (1965), Corona de hierro (1966) y Relación de los hechos (1967). Murió en un accidente automovilístico en Brindisi, Italia.
Elena Garro (1916-1998)
Se habla últimamente mucho de la autora de Recuerdos del porvenir, a raíz del centenario de su nacimiento. Sin embargo, durante mucho tiempo vivió a las sombras de su ex esposo, el magno Octavio Paz.
Escribió guiones para las películas como Sólo de noche vienes, basada en el cuento "La culpa es de los tlaxcaltecas" y Las señoritas Vivanco, entre otras. El libro Un hogar sólido reúne sus primeras obras teatrales, un rubro en el que se destacó.
Jorge Ibargüengoitia (1928-1983)
Enorme, autor del famoso cuento “La ley de Herodes”, sus huellas están en los escritos de Juan Villoro, de Rafael Pérez-Gay, de Héctor de Mauleón.
Su obra abarca novelas, cuentos, piezas teatrales, artículos periodísticos y relatos infantiles. Su primera novela, Los relámpagos de agosto (1965), le valió el Premio Casa de las Américas. A ésta seguirían Maten al león, Estas ruinas que ves y Dos crímenes, entre otras. Murió en un accidente aéreo en Madrid.
Renato Leduc (1897-1986)
Fue poeta, periodista y narrador. Entre sus principales obras poéticas se encuentran El aula, Algunos poemas deliberadamente románticos y un prólogo en cierto modo innecesario, Breve glosa al Libro de Buen Amor, Desde París, XV fabulillas de animales, niños y espantos y Catorce poemas burocráticos y un corrido reaccionario, para solaz y esparcimiento de las clases económicamente débiles.
“Telegrafista de Pancho Villa, comedor de vidrio (''me acabo la copa con todo y tallo''), amigo de John Reed, testigo de bailes y balaceras, Leduc adquirió muy pronto un espíritu cosmopolita que se reía de todo, de todos y hasta de sí, que en México solemos llamar valemadrismo”, escribió Elena Poniatowska de quien fuera durante dos años esposo de la artista Leonora Carrington.
Manuel Payno (1810-1894)
Como muchos autores, fue poeta en la juventud y se animó con la dramaturgia. El fistol del diablo fue una novela por entregas de estilo romántico, aunque pasó a la historia de nuestra literatura por Los bandidos de Río Frío, recreación del México de la primera mitad del siglo XIX.
Escribió también El hombre de la situación, ambientada en época colonial y Tardes nubladas, colección de cuentos y narraciones de viajes.
Luis Spota (1925-1985)
Autor prolífico con más de 30 novelas publicadas, fue un enorme periodista que influyó a varias generaciones de reporteros.
Habló de política, de la Ciudad de México y toda su obra está teñida de un interés recurrente: el poder y sus miserias, el poder y sus defectos, el poder y sus titiriteros: los políticos.
El coronel fue echado al mar, Murieron a mitad del río, El rostro del sueño y Paraíso 25 son algunas de sus novelas.
Francisco Tario (1911-1977)
Dice el crítico, escritor y periodista Alejandro Toledo que su especialidad son los escritores raros y para raro ninguno tanto como Francisco Tario, seudónimo de Francisco Peláez Vega.
El Fondo de Cultura Económica (FCE) recientemente publicó Obras completas. Tomo I: Cuentos/ Varia invención, cuya edición y prólogo se debe a Alejandro Toledo, quien por otro lado también ha dado a conocer Universo Francisco Tario, un libro producto de décadas de indagaciones en torno a la vida y obra del escritor.
Escribió, entre otros, los cuentos de La noche y la novela Aquí abajo. De forma póstuma fueron editadas su novela Jardín secreto y las piezas teatrales de El caballo asesinado.
Julio Torri (1889-1970)
Su prosa elegante y refinada ha dado obras como los ensayos Sentencias y lugares comunes y La literatura española y recopilaciones de cuentos como De fusilamientos.
Formó parte de la Generación del Ateneo, que también integró Alfonso Reyes. Fue un gran precursor de lo que hoy se conoce como microficciones y un gran divulgador de las letras.
Josefina Vicens (1911-1988)
Autora de guiones cinematográficos como Los problemas de mamá, Los novios de mis hijas, Las señoritas Vivanco y El proceso de las señoritas Vivanco, recibió el Premio Xavier Villaurrutia 1957 por El libro vacío.
Se trata de una novela sobre la imposibilidad de escribir y, al mismo tiempo, la fatalidad que implica el oficio de la escritura.
Xavier Villaurrutia (1903-1950)
Se habla bastante del gran poeta mexicano, aunque no se lee tanto su obra, su magnífica obra poética. Fundó junto a Salvador Novo las revistas Ulises y Contemporáneos, de enorme trascendencia en el devenir de nuestra literatura, motivo de homenaje en una muestra que se desarrolla en el Palacio de Bellas Artes.
En 1933 publicó su célebre poemario Nostalgias de la muerte, que incluye “Nocturnos”. Un premio literario que se entrega anualmente en nuestro país lleva su nombre.