Ciudad de México, 16 de julio (SinEmbargo).- México ya tenía una noche triste. No necesitaba otra. Para el dolor histórico nada como esa oscuridad del 30 de junio de 1520, cuando los conquistadores españoles al mando de Hernán Cortés huyeron de la ciudad de Tenochtitlán, capital del imperio azteca.
La Noche Triste de los españoles y de sus aliados, los tlaxcaltecas, que sufrieron miles de muertos, dejó un árbol de ahuehuete señero que se localiza sobre la Calzada México-Tacuba, en la colonia Tacuba, delegación Miguel Hidalgo.
De la noche triste del siglo XXI no sabemos si quedó un árbol, si acaso alguna flor, unos perfumes…porque por no tener, ni cuerpos, ni recuerdos, ni espejos rotos tenemos de aquellos 43 estudiantes de Ayotzinapa que desaparecieron el 26 de septiembre de 2014, en Iguala, Guerrero, tierra ahora de la ignominia y la crueldad.
Con apenas 28 años y sin la posibilidad de dedicarse a temas menos duros, el periodista mexicano Esteban Illades reconstruye el drama que ha cimbrado la sociedad mexicana contemporánea y que todavía resulta una noticia difícil de creer por un lado y, por el otro, una realidad imposible de comprender.
¿Por qué los desaparecieron? ¿Qué hicieron con ellos? ¿Adónde los llevaron? ¿Los desaparecieron al descubrir su error y darse cuenta de que eran estudiantes y no miembros del grupo criminal conocido como Los Rojos? ¿Dispararon los policías contra los estudiantes? ¿Los entregaron después al cártel? ¿Y las múltiples fosas que se han encontrado? ¿Quién dio la orden?
Son preguntas que flotan en el aire soporífero de una nación que vive el momento más difícil de su historia y para la que la reciente segunda fuga del Chapo Guzmán Loera de la prisión de Almoloya resulta la fresa en un pastel que huele cada vez peor.
El libro La noche más triste-La desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa –editado por Grijalbo-, que presentan hoy en Casa Lamm (Álvaro Obregón 99, Roma Norte) Héctor Aguilar Camín, Héctor de Mauleón y Carlos Puig, es el primero sobre un hecho criminal de dimensiones extraordinarias –toda vez que el estado está involucrado- y que permanece aún abierto, al no tenerse noticia alguna de los normalistas agredidos.
El trabajo de Illades incluye una entrevista con John DeHaan, reconocido entre los mejores expertos en química forense de Estados Unidos, quien acepta que –de acuerdo a la versión oficial- es posible que los cuerpos hayan sido quemados.
“Si revisamos lo ocurrido en Iguala durante 2012 y 2013, podemos encontrar información que ayuda a explicar, en parte, la desaparición de 43 estudiantes, la muerte de otros seis y cómo ocurrió con total y absoluta impunidad”, dice el autor, periodista que integra además el staff de la revista Nexos.
“Después de las primeras investigaciones, tanto gobierno estatal como federal han dicho que los restos encontrados no pertenecen a los normalistas, pero tampoco se ha dicho a quiénes pertenecen. Un grupo independiente de peritos argentinos también ha realizado estudios que contradicen la verdad oficial que ha pregonado la Procuraduría General de la República [PGR]. Con esas consideraciones en mente, el libro analiza los pormenores de la investigación que se ha llevado a cabo por parte de la Procuraduría y la somete a un examen crítico”, advierte la editorial.
“Este libro está escrito con la idea de reconstruir y nunca olvidar una de las calamidades más grandes de los últimos años. Aunque en México existe la costumbre de que una tragedia tapa a otra y el país se olvida de muchas cosas de las que no debería —Pasta de Conchos o Villas de Salvarcar, por ejemplo—, es necesario recordar. Si asimilamos la barbarie, la incorporamos a nuestro día a día y nos dejamos de sorprender por lo que sucede a nuestro alrededor, la noche más triste no sólo será una.”, afirma Esteban Illades.
–Recuerdo mis 28 años como muy alocados…
–(risas) Bueno, a mí también me gustaría estar escribiendo sobre cosas más alegres, pero desafortunadamente con todo lo que pasa en este país uno tiene que voltear a ver estas cosas.
–Sobre todo porque se trata en este caso de un tema que como bien dices en tu libro todavía no logramos entender por qué sucedió.
–Exactamente, a pesar de que la PGR ha construido algo que llamó “la verdad histórica”, todavía quedan muchas cosas por discutir, muchos cabos por cerrar. Lo único que tenemos son declaraciones de detenidos que dicen que los 43 estudiantes fueron asesinados y luego incendiados sus cuerpos, pero no hay nada de evidencia al respecto.
–Hacemos esta entrevista a pocas horas de la segunda fuga del Chapo, lo que parece ser la fresa que faltaba a este país tan doliente
–Sí, decía hoy Denise Maerker que ella había hablado con una fuente del Gobierno que le decía: “Después de Ayotzinapa, después de la Casa Blanca, no se puede caer más bajo. Ahora lo que queda es rehacerse y es lo que vamos a hacer”. Resulta ahora que se fuga el Chapo y caemos aún más bajo. Queda por pensar qué pasará luego de esto…
–¿El vaso nunca se llena para gran parte de la población mexicana que a veces ve como exagerado el tratamiento y el interés en estas tragedias?
–Además, la realidad siempre se supera. Una de las cosas que digo en el libro es que además de Ayotzinapa, están Tlatlaya, la Guardería ABC, San Fernando, Casino Royale…es una lista interminable. Cada cierto tiempo sucede algo que tapa lo anterior. Nos olvidamos que ha habido una constante en las tragedias nacionales.
–Parece que cada uno de nosotros podría elegir una tragedia y colgársela al hombro, como si formaran parte de un catálogo…
–Exacto. Este libro surgió de un artículo que escribí para la revista Nexos. Y una señora entonces me escribió algo así como que para mí esa noche era la más triste, pero para ella era otra. Así, nos podemos seguir, cada uno tiene su noche más triste. Lo que me pasa con los 43 es que son estudiantes de una comunidad muy pobre, de un estado más pobre aún, independientemente de su sesgo ideológico, incluso más allá de lo que podrían haber hecho antes, porque hay mucha gente que se refiere a su forma violenta de protesta, lo cierto es que estudiaban para ser maestros rurales y trabajar en sus comunidades. Eso resuena mucho en la sociedad mexicana.
–Desde el Cono Sur se lee lo que pasa en México en clave de las dictaduras latinoamericanas de los ’70 y ’80…
–Pero esto no tiene que ver con una dictadura. Si lo pensamos bien, una dictadura se caracteriza por ser un Estado fuerte. En México lo que pasa es que el Estado es débil o en sitios como Guerrero o Tamaulipas directamente no existe. No podemos decir que México todo es un Estado fallido, porque hay lugares como Campeche o Yucatán donde las cosas están más o menos bien, pero el criminal más buscado se ha escapado de la prisión de máxima seguridad del país. El Estado es todo menos fuerte.
–Osorio Chong dice que los derechos humanos en la cárcel propiciaron la fuga del Chapo…
–Bueno, decir que la culpa la tienen los derechos humanos es esconder al verdadero culpable y ese es la corrupción. No se pudo haber escapado sin asistencia.
–Comienzas en el libro hablando del mexican moment, ¿te lo creíste alguna vez?
–Yo no, pero hubo mucha gente que sí y por eso ganó. Esta idea de las reformas estructurales para mejorar la economía y tal resultó muy atractiva, pero lo cierto es que en México la corrupción y la violencia siguieron, con la única diferencia que dejamos de hablar de eso. Yo pensaba que en 2012 íbamos a estar discutiendo los 60 mil muertos de la Guerra del Narco, las estrategias para la seguridad nacional, pero nada de eso pasó; por eso no sorprende que dos años después de la elección desaparezcan 43 estudiantes. Nunca tuvimos una discusión sobre el tema.
–La cifra oficial dice que son más de 60 mil…
–Es que ni siquiera hay cifras oficiales. El Sistema Nacional de Seguridad cerró a finales del 2012 y dejó la cifra en 47 mil muertos. En los últimos años del sexenio de Calderón se guardó la información como confidencial y no se van a poder abrir esos archivos hasta dentro de por lo menos 30 años. En este sexenio la cantidad de muertos ha aumentado muchísimo.
–La economía andaba bien en tiempos de Calderón…
–Es que la idea de Enrique Peña Nieto era que la economía anduviera tan bien que la gente no se interesara en otras cosas, pero eso tampoco salió bien. En el libro trato de despolitizar los hechos relacionados con los 43 y presentar los sucesos que tengo corroborados.
–En vistas de la situación, ¿qué futuro tiene un joven hoy en México?
–En general, el futuro se ve malo para casi toda la juventud mexicana. Sobre todo en las ciudades industrializadas, incluso con estudios terciarios, mucha gente trabaja por poco dinero y muchas horas de trabajo y eso si bien les va. En el caso de Guerrero, hay tres caminos: te vas a Chicago, te vuelves maestros rurales o trabajas con el Narco, que te da dinero fácil y rápido. Si bien es cierto es que en las ciudades el panorama es oscuro, en las zonas rurales es directamente desolador.
–Estamos haciendo esta nota en La Condesa, donde todo se ha vuelto muy inseguro, sobre todo por la extorsión de la que son objeto los dueños de restaurantes…
–Tenemos que recordar que hace dos años desaparecieron los jóvenes del bar Heaven, en la Zona Rosa y al poco tiempo aparecieron sus cadáveres. Eso en medio de la ficción organizada por el Procurador del Distrito Federal, quien salió con sus cámaras la semana pasada a preguntarle a los dueños de los restaurantes si estaban siendo extorsionados, dando por sentado que si eso pasara realmente alguien lo va a decir frente a una cámara. Crece la violencia en la ciudad, pero nos negamos a aceptarlo.
–En este contexto no podemos pensar en una nueva clase política, porque quienes nos gobiernan conforman una nueva clase política; de hecho, son muy jóvenes
–Es verdad. Son jóvenes educados con los viejos mecanismos de la política. No hay ideas nuevas, ni en la economía ni en la organización pública. Los problemas son los mismos y las armas con que se los atacan son viejas. Todos tenemos responsabilidad, sin duda. Los jóvenes nos quedaremos con el mundo que nos dejarán. En todo esto lo que veo es la apatía que reina en México. La marcha del 20 de noviembre llevó a 100 mil personas al DF, pero de ahí no pudimos avanzar y las protestas se debilitaron.
–Si la protesta no se traduce en política no vamos a cambiar nada
–Está la posición de los “anulistas” que optan por no participar. Está el caso de Javier Sicilia en Morelos, que no participó en las elecciones porque nada lo convencía y terminó ganando Cuauhtémoc Blanco la presidencia municipal de Cuernavaca. Nos deprimimos por todo lo que pasa y por eso no participamos.
–¿Puede haber otra noche más triste?
–Mientras no nos replanteemos las estrategias de seguridad y sobre todo qué estamos haciendo en el país con la corrupción, con la educación, con el modelo de nación que queremos, no es descabellado pensar en otra noche más triste.