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Darío Ramírez

16/03/2017 - 12:00 am

La desconfianza en los medios

Mientras los medios tradicionales pierden credibilidad y audiencia, la ciudadanía se recarga más en la información que circula en redes sociales. Sin importar la fuente que genere la información...

Los medios tradicionales no tienen (o tienen muy poca) credibilidad entre sus audiencias. Esto es grave porque representa un problema de derecho a la información de la ciudadanía. Foto: Cuartoscuro

Ocho de cada 10 mexicanos desconfía de la radio, televisión y periódicos, según la última encuesta de Parametría. ¿Qué quiere decir esto? En pocas palabras quiere decir: 1) Que en la transición democrática en el año 2000 nadie volteó a ver cómo se debería ver el nuevo sistema de medios y su relación con el poder político; 2) Que nuestra democracia (por más insipiente y mal habida) carece de uno de los elementos fundamentales para cualquier régimen democrático: medios independientes y vigilantes del poder; y 3) la desconfianza se traduce en falta de credibilidad, por ende, la sociedad mexicana tiene una severa crisis de información.

Los medios de comunicación tradicionales como la radio, televisión y periódicos presentan niveles históricos de desconfianza entre la ciudadanía. De acuerdo con la encuesta realizada en vivienda por Parametría, nunca antes se había registrado un porcentaje tan alto de mexicanos que dice tener poco o nada de confianza en los mismos.

En enero de 2017, el 19 por ciento de los encuestados afirmó tener mucha o algo de confianza en los periódicos; a su vez, el 18 por ciento dijo confiar en los noticieros de radio y solo el 17 por ciento en los noticieros de televisión. En otras palabras, vivimos en un sistema de desconfianza: la ciudadanía desconfía de sus medios, los medios desconfían de la ciudadanía.

La encuesta sobre confianza en los medios de comunicación de Parametría lleva realizándose 15 años. En sus inicios, los números eran diferentes: El 70 por ciento de los mexicanos confiaba en los noticieros de televisión, 64% en los programas de noticias de la radio y 58 por ciento en los periódicos. Esto quiere decir que, en democracia, la relación medios-ciudadanía ha sufrido su mayor deterioro. Un aspecto que no se debe de soslayar.

“Si no sale con López Dóriga no existe” reflejaba el contundente monopolio de la información de Televisa. La realidad debía pasar por sus pantallas. Sin embargo, de los tres tipos de medios de comunicación mencionados, los noticieros de televisión son los que presentan mayores niveles de desconfianza; “el 83 por ciento de los mexicanos dijo tener poca o nada de confianza en ellos, sin embargo, este hecho no fue siempre así, de 2004 a 2013 fueron mayoría quienes mencionaron confiar en los espacios noticiosos de la televisión, con excepción de un registro en 2011, en dicho periodo los porcentajes de confianza oscilaron entre 55 por ciento y 66 por ciento”. Lo que se traduce en que el monopolio de la manipulación informativa dejó de estar en la televisión. La televisión está en decadencia y no está claro cómo puede mantenerse a flote ante medios alternativos de información.

El año de Ayotzinapa (2014), según la encuesta de Parametría, es el año en el que inició la tendencia a la baja en la confianza de los noticieros de televisión. Así siguió hasta que en enero de 2017 la desconfianza llegó a crecer 24 por ciento. En cuanto a la radio el panorama tampoco es muy alentador. El 81 por ciento de los entrevistados dijo no confiar en la radio como fuente informativa. El año 2006, en términos de confianza, fue el mejor año en el cual se registró un 66 por ciento en la audiencia. Al igual que con la televisión, la desconfianza comenzó a cimbrar en enero de 2014. Es relevante señalar que el mejor año en términos de confianza para la radio fue 2005 cuando el nivel de confianza oscilaba el 60 por ciento.

La crisis financiera por la que atraviesan la mayoría de los periódicos todavía está sin resolver. La publicidad en internet no vale lo mismo que en el impreso. Pero al mismo tiempo si no estás en una plataforma digital lo más seguro es que desaparezcas pronto. Entonces los periódicos, además de estar replanteando cómo sobrevivir, se enfrentan al mismo fantasma de la desconfianza en su audiencia. En cuanto a los periódicos, en junio de 2002 el 58 por ciento de los mexicanos dijo confiar mucho o algo en este medio de información. Para enero de 2017 la desconfianza llegó a 79 por ciento. La crisis en los periódicos es por partida doble.

Ver a Enrique Peña Nieto casi todos los días en la portada de Excélsior no es por decisión editorial. Ver a Ciro Gómez Leyva echar pirotecnia contra quienes han tocado intereses que él representa tampoco es fortuito. La confianza que la sociedad deposita en sus medios de comunicación pasa por la credibilidad. Lo que este texto quiere señalar es que los medios tradicionales no tienen (o tienen muy poca) credibilidad entre sus audiencias. Esto es grave porque representa un problema de derecho a la información de la ciudadanía.

Mientras los medios tradicionales pierden credibilidad y audiencia, la ciudadanía se recarga más en la información que circula en redes sociales. Sin importar la fuente que genere la información, cada día se consume más noticias desde plataformas como google y Facebook que desde los propios portales de los medios de comunicación.

La ecuación para acceder a la información ha cambiado. A los medios tradicionales se les ha quitado el monopolio del control de la información. La asimetría de poder informativo que alguna vez tuvieron ha desaparecido ahora que la información circula con o sin ellos por redes sociales en tiempo real. Ante este panorama la credibilidad de los medios se debe más al abandono de su razón real de ser (vigilar los actos de gobierno) y a su cercanía con el poder político. Refundar medios y la relación con el gobierno es la única vía para fortalecer la democracia.

Darío Ramírez
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.

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