El Papa Francisco dice que va por pederastas pero los está encubriendo, acusan víctimas

16/02/2015 - 12:04 am
Protesta contra el “Marcial Maciel de Chile”. Foto: Juan Carlos Cruz Chellew, especial para SinEmbargo
Protesta contra el “Marcial Maciel de Chile”. Foto: Juan Carlos Cruz Chellew, especial para SinEmbargo

Ciudad de México, 16 de febrero (SinEmbargo).– “Pon la cabeza en mi pecho. Saca la lengüita”, le dijo el sacerdote Fernando Karadima Fariña, conocido como El Marcial Maciel chileno, a Juan Carlos Cruz Chellew. “Yo la sequé y puso su lengua en mi lengua y me empezó a toquetear”.

Así empezó un largo camino de tortura y sufrimiento para Juan Carlos Cruz Chellew, autor del libro El fin de la inocencia. Cruz estuvo en México junto a otras víctimas de abuso sexual de sacerdotes. Denunció la “hipocresía y simulación del Papa Francisco” sobre la llamada “tolerancia cero” para los sacerdotes pederastas:

“El Papa dice cosas muy buenas, pero hace todo lo contrario para que las víctimas tengamos acceso a la justicia civil. Nos revictimiza porque premia a los abusadores y encubridores nombrándolos cardenales y obispos”, dijo SinEmbargo.

Juan Carlos sigue siendo católico y estará al lado de José Barba, víctima del sacerdote Marcial Maciel; Joaquín Aguilar, víctima del sacerdote Nicolás Aguilar; Jesús Romero Colín, víctima del sacerdote Carlos López; junto a Julieta Añazco de Argentina –vía Internet– y las víctimas del ex nuncio apostólico de El Vaticano en República Dominicana, Josef Wesolowski.

Todos ellos encabezados por Alberto Athié, luchador incansable y comprometido a favor de las víctimas de abusos sexuales de sacerdotes. Las víctimas reunidas hoy tienen en común algo muy importante: ninguna ha tenido acceso a la justicia, ni a la reparación. Al contrario: han sufrido primero la indiferencia y después el descrédito de las jerarquías católicas de sus países e, incluso, la persecución y finalmente la endémica impunidad.

El Padre Karadima y el Obispo Barros. Fotos:
El Padre Karadima y el Obispo Barros. Juan Carlos Cruz Chellew, especial para SinEmbargo

DICE PERO NO HACE

Uno de los principales reclamos contra el Papa Francisco es su falta de congruencia en el discurso y los hechos. Por una parte, ha dicho que habrá tolerancia cero contra los sacerdotes abusadores y pidió a los obispos y responsables religiosos católicos en el mundo que no encubran los casos de pederastia en una carta difundida hace unos días por la Santa Sede y enviada a los presidentes de las conferencias episcopales, a los superiores de institutos de vida consagrada y de las sociedades de vida apostólica.

El Papa instó a todos a garantizar la seguridad de los menores en las iglesias, parroquias, colegios y otros lugares para tener “casas seguras” e insistió en que “no hay absolutamente lugar en el ministerio para quienes abusan de los menores”.

“Corresponde al obispo diocesano y a los superiores mayores la tarea de verificar que en las parroquias y en otras instituciones de la Iglesia se garantice la seguridad de los menores y los adultos vulnerables. Las familias deben saber que la Iglesia no escatima esfuerzo alguno para proteger a sus hijos, y tienen el derecho de dirigirse a ella con plena confianza, porque es una casa segura”.

Según su carta, el Papa garantiza a las víctimas de pederastia clerical que podrán contar con la aportación de servicios psicológicos y espirituales: “Por tanto, no se podrá dar prioridad a ningún otro tipo de consideración, de la naturaleza que sea, como, por ejemplo, el deseo de evitar el escándalo, porque no hay absolutamente lugar en el ministerio para los que abusan de los menores”.

Sin embargo, este discurso no se ha aplicado en los hechos. La realidad es otra, dicen las víctimas. Y todas lo saben y dan testimonio de ello. Por ejemplo, las víctimas de Marcial Maciel siguen esperando justicia y reparación, mientras observan la continuidad de la Legión de Cristo con muchos de los vicios que generaron una estela de abusos sexuales e impunidad. Los encubridores de Maciel no solo no fueron castigados, sino que en su mayoría han sido premiados con altos puestos eclesiásticos.

En los casos de los sacerdotes Nicolás Aguilar y Carlos López, sus víctimas –Joaquín Aguilar y Jesús Romero Colín– siguen esperando el encarcelamiento de ambos curas pederastas, quienes solo fueron retirados del ministerio, pero nunca detenidos ni sometidos a procesos judiciales, debido a la protección de la jerarquía católica mexicana.

Las decenas de víctimas del ex nuncio de El Vaticano en República Dominicana, Josef Wesolowski, observan con indignación que el sacerdote abusador fue sacado de aquel país con pasaporte diplomático emitido por El Vaticano, para ser trasladado a la Santa Sede donde vive un “retiro dorado”, ya que fue condenado por el Papa simplemente a “prisión domiciliaria”, pero nunca extraditado, ni sometido a juicio civil, debido a la alta protección que recibe de las mismas autoridades vaticanas.

Lo mismo sucede con Julieta Añazco, quien dirige en Argentina, la Fundación Protege a tus Hijos, víctima del sacerdote Ricardo Héctor Giménez, nunca enjuiciado por sus crímenes sexuales.

Juan Carlos Cruz Chellew. Foto: Sanjuana Martínez
Juan Carlos Cruz Chellew. Foto: Sanjuana Martínez

EL CASO CHILENO, PUNTA DE LANZA

Juan Carlos Cruz Chellew, se ha convertido en la voz de miles de víctimas de abuso sexual de sacerdotes. Su vida dio un vuelco dramático cuando decidió romper el silencio para contar su verdad, que es similar a la de miles de víctimas de curas pederastas.

Todo empezó cuando su padre murió y buscó refugio espiritual en la Iglesia. Tenía 15 años y llegó a la Acción Católica Juvenil de la parroquia del Sagrado Corazón en el Bosque de la Comuna de Providencia, barrio de la clase alta chilena con el sacerdote Fernando Karadima Fariña, conocido como El Marcial Maciel chileno.

“El Señor te ha traído a mi y yo de ahora en adelante voy a ser tu papá, tu confesor y tu director espiritual”, dijo Karadima a Juan Carlos, mientras veía como el cura abusador de cientos de menores, daba “golpecitos” en los genitales a otros chicos.

El ataque de este depredador aún impune, sucedió de forma inmediata. Mientras se confesaba le dijo: “Pon la cabeza en mi pecho’. Luego lo acarició y añadió: “Saca la lengüita”.

Entrevistado, Juan Carlos Cruz Chellew lo recuerda aún indignado: “Yo la sequé y puso su lengua en mi lengua y me empezó a toquetear”. Ese día inició una larga pesadilla porque se percató que no solo era el único abusado, sino que había cientos:

“A unos los masturbaba, a otros los penetraba. A mí me toqueteaba y sobre todo, me torturaba psicológicamente. Me amenazaba. Me advertía que les iba a decir a todos que era gay si contaba lo que me hacía”.

El cura Karadima abusaba de niños frente a otros sacerdotes. Había cuatro voyeristas sacerdotes a sus órdenes, que después fueron premiados convirtiéndoles en obispos, que presenciaban los abusos: Horacio Valenzuela, obispo de Talca; Juan Barros, obispo castrense; Andrés Arteaga, obispo auxiliar de Santiago, y Tomislav Koljatic, obispo de Linares.

Pero en especial, había uno que directamente era cómplice de los abusos y participaba: Juan Barros, recientemente designado por el Papa Francisco como obispo de Osorno, Chile:

“Y ahora nombra obispo a la escoria de la Conferencia Episcopal chilena. Este hombre estaba parado al lado nuestro cuando Karadima nos abusaba. El sacerdote Barros se besaba y se tocaba con Karadima. Es francamente un hecho increíble, como una historia de terror”.

Añade: “Yo veía al padre Fernando Karadima y a Juan Barros besarse y tocarse mutuamente. Generalmente, más de parte del padre Karadima venían los toqueteos en los genitales por encima del pantalón de Juan Barros, al igual que hacía con el hoy también obispo Koljatic. En el caso de Juan Barros, éste jugaba a una especie de celos entre sus más cercanos y se turnaban por sentarse al lado de Karadima, estar solos con él en su cuarto y desplazar a otros. Como yo era bastante menor, veía esto entre horrorizado y a la vez paralizado, ya que yo estaba viviendo mi parte del abuso de Karadima, lo que ya fue comprobado en los juicios canónico y penal”.

En 1987, Juan Carlos decidió abandonar la parroquia y a partir de entonces empezó un proceso psicológico para tomar la decisión hace unos años de denunciar penalmente y por la ley canónica al sacerdote Karadima. Un  hecho que estremeció a la jerarquía católica chilena.

Juan Carlos no puede olvidar los deleznables actos cometidos por el sacerdote Barros, ahora premiado por el Papa Francisco:

“Juan Barros se sentaba en la mesa al lado de Karadima y le ponía la cabeza en el hombro para que lo acariciase. Disimuladamente le daba besos. Más difícil y fuerte era cuando estábamos en la habitación de Karadima y Juan Barros, si no se estaba besando con Karadima, veía cuando a alguno de nosotros, los menores, éramos tocados por Karadima y nos hacía darle besos diciéndome: ‘Pon tu boca cerca de la mía y saca tu lengua’. Él sacaba la suya y nos besaba con su lengua. Juan Barros era testigo de todo esto y lo fue incontables veces, no solo conmigo sino con otros también”.

Karadima y Barros hacían juicios a los chicos que abusaban para mantenerlos sometidos psicólogicamente con las llamadas “correcciones fraternas”.  Y los amenazaban con hacer publico secretos de confesión. Los chicos abusados eran sentados delante de 10 personas para ser enjuiciados, algo que aterrorizaba a los menores: “Éramos atormentados. Conozco gente que se suicidó, gente que todavía no es capaz de contar los abusos y vive en la angustia. Era un hombre absolutamente monstruoso, impredecible, que nos tenía controlados porque sabía cómo hacernos reaccionar en horror y utilizaba los secretos de confesión para torturarnos”.

Y recuerda:

“El 25 de Octubre de 1987, Karadima llamó a una ‘corrección fraterna’ contra mí. Un eufemismo para un verdadero juicio. Participaron Karadima, presidiéndolo, y doce personas más, entre ellos Juan Barros, como testifiqué y quedó constancia y fue comprobado como verdadero en los juicios penal y canónico. Todos sentados alrededor de una mesa y yo en una silla un poco alejado de la mesa, como un tribunal de la inquisición. Karadima me amenazó con contar cosas que solo él sabía bajo secreto de confesión si yo no ‘mejoraba’ y le hacía más caso y obedecía en todo. Yo miraba con desesperación a los que creía eran mis amigos, pero me ignoraban, es más, le echaban más leña al fuego con acusaciones que enfurecían a Karadima, como que yo era amigo de otros sacerdotes que no eran de El Bosque y que me confesaba con ellos, algo que hoy suena ridículo, pero que a mí en ese momento me destrozaban. Una vez terminado ‘el juicio’, Juan Barros y otros se me acercaron para decirme que hiciese caso y que me iría bien”.

Barros no solo presenciaba los abusos sexuales cometidos por Karadima, sino que finalmente faltó a una de las principales normas de la Iglesia: “Violaron el secreto de confesión. Karadima y Barros escribieron una carta al Cardenal y al rector del seminario para que me echasen por homosexual”.

Con dolor, recuerda: “Solamente Karadima sabía, en secreto de confesión, mis angustias con ese tema y los detalles de situaciones de las que yo había sufrido mucho, hecho penitencia y de las que estaba tremendamente arrepentido. Nada tan tremendo, diría alguien hoy, pero en esos días yo me habría suicidado si se llegaba a saber. Juan Barros ‘misteriosamente’ se enteró de esos secretos y además le agregaron de su propia cosecha, lo que plasmó en una carta escrita a mano en tinta negra que le mostró al cardenal Fresno y luego llevaron al Seminario. Algo que sólo Karadima sabía en secreto de confesión y que llegó a Juan Barros, que lo trató de usar para mi destrucción”.

Un día después, Juan Carlos decidió romper el silencio y denunciar al sacerdote Karadima que fue inmediatamente protegido por por el actual cardenal Francisco Javier Errázuriz Ossa y Ricardo Ezzati Andrello, obispo de Santiago de Chile y recientemente nombrado cardenal por el Papa Francisco a pesar de conocer las denuncias y juicios iniciados por las víctimas en Chile que continuará en marzo.

Protesta en Chile. Juan Carlos Cruz Chellew, especial para SinEmbargo
Protesta en Chile. Juan Carlos Cruz Chellew, especial para SinEmbargo

CERO “TOLERANCIA CERO”

Juan Carlos Cruz Chellew se siente decepcionado del Papa Francisco: “Es obvio que quieren limpiar la imagen de la Iglesia. El Papa es un gran experto en titulares y no hay que negar que ha hecho cosas buenas como cuando habla de la pobreza, pero premiar a estos sacerdotes abusadores y encubridores es una gran contradicción”.

Ha vivido en carne propia la impunidad que genera el encubrimiento de El Vaticano porque el sacerdote Karadima solamente fue  enviado a una vida de “penitencia y retiro”.

“Estos monstruos que nos hicieron la vida imposible cuando denunciamos, que escondieron no sólo a este sacerdote pederasta, sino a montones más, ahora son premiados por el nuevo Papa. Cuando se trata de niños violados por sacerdotes, jóvenes abusados sexualmente, los obispos en Chile que condenan a los divorciados, se quedan callados y no pasa nada. Ese doble estándar no puede ser”.

Y para demostrar la diferencia del discurso y el accionar del Papa, Juan Carlos menciona el caso del cardenal Errazuriz, uno de los grandes protectores no solo del sacerdote Karadima, sino de muchos otros, quien fue recientemente nombrado por el Papa como miembro de su Comité de reformadores de la Iglesia:

“Este cardenal Errazuriz fue quien encubrió muchas casos de abusos sexual y especialmente el nuestro que involucra a cientos de víctimas y el Papa lo premia y lo nombra miembro de su Comité de reformadores de la Iglesia, cuando ha sido un criminal encubridor. Cuando lo anunció nos llevamos las manos a la cabeza diciendo: ‘¿Cómo puede hacer esto?’ y después como si eso no fuera poco nombra Arzobispo de Santiago a Ezzati que también encubrió no solo nuestro caso, sino el de tres salesianos abusadores que escondía y cambiaba de diocesis y de colegios, lo cual, es como poner el gato en la carnicería. Y al final, lo nombra cardenal. Es una historia de terror la que estamos viviendo”.

Asegura que el Papa Francisco y la Santa Sede en lo último que piensan es en las víctimas: “En Chile como en otros países latinoamericanos nunca nos han ofrecido ayuda psicológica, ni a los hijos de mis amigos que han vivido todo esto con sus padres abusos. Ni ayuda psicológica, mucho menos reparación material. Nada, nada, nada. Lo único que les interesa es proteger su imagen”.

Añade: “El discurso del Papa es uno y las acciones son otras. Hay un doble estándar que lo único que hace es confundir a la gente. Por un lado, la gente lo trata de héroe por lo que dice, pero por otro lado las acciones reflejan otra cosa, como la protección que le ha brindado al ex nuncio en República Dominicana, Josef Wesolowski que debería estar en un calabozo de la época de los Borgias, sino en un retiro dorado cuando se ha pedido su extradicción, pero está protegido. Al obispo alemán cuestionado le acaban de dar un puesto en un dicasterio romano. Además los nombramientos de los dos cardenales y el obispo encubridores de abusos sexuales, demuestran que su discurso es contrario a lo que está haciendo, además con el descaro de publicar una carta diciendo que los obispos no pueden encubrir a los curas pederastas, cuando hace otras cosas para premiar a los encubridores. Es muy doloroso”.

En el caso del sacerdote Karadima sucede lo mismo, el abusador de cientos de niños fue enviado a un convento a una “vida de penitencia y oración” donde se suponía que ya no iba a ejercer el sacerdocio, algo que comprobaron, era falso:

“Cuando aparecieron sus fotos celebrando misa públicamente y no con gente del hogar –lo que también estaría prohibido– después de mucha presión de las víctimas y de los medios, el cardenal Ezzati manda los antecedentes a El Vaticano y meses después Karadima recibe una ‘amonestación canónica’. Es decir…nada. Molesto. Ezzati nos encara por los medios y furioso dice que ‘él no es el carcelero de Karadima’, cuando, según el derecho canónico, el arzobispo de la arquidiócesis sí es el responsable y garante de que la sentencia se cumpla en el lugar debido y protegiendo a las víctimas. Ezzati no lo cree así”.

Juan Carlos menciona otro caso de sacerdote pederasta, Cristián Precht, quien después de ser condenado por El Vaticano por abusos sexuales a menores y adultos, recibe del cardenal Ezzati una “pena” de cinco años alejado del ministerio: “El problema de no someterlos a juicio civil, es que el sacerdote Precht, podrá volver después de cumplida esa pena, como si mágicamente lo que se le comprobó fuera a desaparecer, lo que es contrario a la recomendación de El Vaticano de una ‘vida de penitencia y oración’ o ‘expulsión del estado clerical’. Además, Precht desafía y participa en los retiros del clero, donde algunos miembros del clero se escandalizan, pero callan, por miedo a represalias del cardenal”.

Otro caso, es el del famoso cura pederasta John O’Reilly, condenado por la justicia chilena por abusos reiterados a una menor y fue inscrito en el registro nacional de pederastas, pero sigue oficiando misa, sin ningún castigo por la Santa Sede.

Y menciona también el caso de monseñor Francisco José Cox Huneeus, el sacerdote chileno de mayor jerarquía que ha sido acusado de abusos sexuales y fue retirado de la vida pastoral y enviado a un monasterio en Suiza.

“Hay muchos casos así en América Latina. Tienen el descaro de reírse en nuestras caras: ¿Dónde está la tolerancia cero que exige el Papa? Me siento traicionado por el Papa Francisco. Cuando salió al balcón a saludar a mi se me iluminó el corazón, pensé que iba a ser justicia porque él como argentino, supo de nuestro caso. Y pensé que ibamos a poder hacer justicia, pero poco a poco empecé a ver que en vez de ayudarnos a las víctimas de abusos nos estaba traicionando.

Emocionado añade: “Siento un dolor tan grande porque yo sigo siendo católico, voy a misa todos los domingos, no puedo dejar que me quiten mi fe. Mi relación con Dios es personal. No voy a dejar que estos hombres malos me quiten eso. Me siento tremendamente dolido de haber puesto mi esperanza en el Papa. Es como si una espada me atravesara. Se necesita una reforma radical ya. Es como si uno anduviera dando gritos por el desierto. Me siento muy solo”.

Hasta que un día, decidió hacer pública su historia. Foto: Sanjuana Martínez, SinEmbargo
Hasta que un día, decidió hacer pública su historia. Foto: Sanjuana Martínez, SinEmbargo

QUEREMOS JUSTICIA

Finalmente, la jerarquía católica chilena intentó destrozarle la vida a Juan Carlos Cruz Chellew.

Como periodista en Chile fue perseguido, hasta que decidió exiliarse en Estados Unidos donde actualmente es un alto ejecutivo de una multinacional que lo apoyo en su lucha contra la impunidad en la Iglesia: “Esto se ha convertido en la lucha de mi vida. En la compañía que trabajo estoy a cargo de 130 países de comunicaciones globales y me apoyan cien por ciento, me dan tiempo a viajar para dar conferencias y presentaciones donde doy testimonio de lo que viví”.

Hace unos días, entregó una carta a monseñor Ivo Scapolo, Nuncio Apostólico de El Vaticano en Chile, para contarle todo esto y  pedirle que reconsiderara el nombramiento de obispo de Osorno al sacerdote Barros, pero la respuesta del nuncio lo dejó helado.

“Respondió con una arrogancia y una prepotencia tremendas. Me llamó su secretaria para decirme que no hablará más de Barros y que no habrá más comunicación. Yo le dije, dígale al Nuncio que me impacta su falta de caridad, él fue nombrado para ocuparse de los que más sufren. Y por Dios que se ha olvidado de su compromiso. Me quedé muy triste”.

Sin embargo, a pesar de la tristeza y la depresión que genera la impunidad y el desprecio de la Iglesia, Juan Carlos sigue: “Siento que por haber sido los primeros que denunciamos este caso tan connotado en Latinoamerica, hemos sido como punta de lanza. Uno tiene que vivir con esto. Mucha gente me escribe para darme las gracias por esto y me cuenta que se quieren sucidar y que no le han contado a sus esposas que fueron abusados por Karadima y otros me cuentan casos terroríficos de abusos sexuales de sacerdotes, entonces yo no me puedo quedar callado y no puedo dejar de luchar por toda esa gente que sufre y esperan que sea su voz. Con toda humildad, estoy orgulloso de hacerlo”.

Al presentar su libro El fin de la inocencia en Santiago de Chile, pidió a sus sobrinos que subieran al estrado y dijo:  “Por ellos, por los niños, cuento mi historia para que nunca ellos tengan que vivir lo que estamos viviendo nosotros”.

Ahora que ha llegado a México, cuenta que su intención es hacer un grupo  latinoamericano de víctimas de abusos sexuales de sacerdotes: “Tenemos una historia en común. Esto no tiene nacionalidad. Los acontecimientos en Chile y en general en América Latina donde es impresionante el doble estándar de un Papa que todos creíamos que iba a ser una renovación y no ha sido así. A los sacerdotes pederastas y sus encubridores les da premios, ensalza a los mayores encubridores. Es una bofetada para las víctimas. El Papa nos revictimiza”.

Sanjuana Martínez
Es periodista especializada en cobertura de crimen organizado.
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