“A las autoridades, les digo que no nos abandonen, que se apiaden de nosotros, que se pongan en nuestro lugar. Estamos aquí en el suelo, no se han podido aparecer por acá a darnos la cara. Los estamos esperando, no nos vamos a mover”, exige la madre de uno de los cinco secuestrados por policías veracruzanos el pasado lunes 11 de enero.
Por Miguel Ángel León Carmona
Ciudad de México, 16 de enero (SinEmbargo/BlogExpediente).- “Quiero que me traigan a mi hija, abrazarla, cubrirla de besos y llevármela a casa. Es lo que me mantiene firme. Me ofrecen pastillas para los nervios, para que me relaje, yo les digo que sí, pero menos de las que te agarra sueño, debo estar despierta para cuando regrese”.
Carmen Garibo Maciel es una de las cinco madres de Playa Vicente, cornadas por la bestia sórdida de la inseguridad en Veracruz. “No nos iremos de aquí hasta que nos traigan a los hijos”, es su grito de protesta desde las instalaciones del Ministerio Público de Tierra Blanca, a escasos 100 metros del sitio donde sus jóvenes fueron grabados con vida por última vez, con base en la denuncia 27/2016.
Hace 120 horas que elementos de la seguridad pública del estado no solamente raptaron a sus hijos, se llevaron también su tranquilidad, su vida misma, declaran sollozas las madres. Desde entonces, incontables plegarias eucarísticas han sido ofrecidas por la salud de sus desaparecidos, y a la vez por los agresores, “pedimos a Dios que les recuerde que también tienen madre y hermanas”.
La entrevistada, es madre de Susana Tapia Garibo, la víctima de 16 años entre los desaparecidos de Playa Vicente. Conserva en el celular la última foto, sonriente, que le hizo llegar el ocho de enero de 2016, a dos días del aberrante suceso, a 24 horas de perderla.
Tirada en el pavimento, sin haber podido dormir 120 horas, desde la dependencia abandonada donde las autoridades del estado alojaron a las madres, desde ahí, la señora Carmen Garibo comparte su historia, describe además a la menor de edad, a la hija, a la niña agredida por la deslealtad policial.
ME PIDIÓ PERMISO PARA IR A VERACRUZ
Susana Tapia Garibo, despertó a las nueve de la mañana, su madre desatendió un rato la tienda de abarrotes familiar para cocinarle huevos con jamón, desayunó y se bañó enseguida, recogió los trates sucios de la mesa, barrió la cocina. Se estaba ganando su primer permiso para salir de Playa Vicente, Veracruz. “Madre, ¿me das permiso de salir con mis amigos a Boca del Río?”, dijo la menor.
La adolescente explicó que se trataba del cumpleaños número 27 de su amigo Mario Arturo Orozco, además iría con Bernardo Benítez Arróniz, hijo de su maestra durante dos años en el nivel preescolar. Asistirían al bar La Berrinchuda, ahí escucharían música de banda en vivo, la favorita de “Susy”, como llaman los cuatro hermanos a la mujer más pequeña de la casa.
“Órale, mamita, nomás pórtate bien, vete con mucho cuidado”, accedió la madre.
La jovencita, entusiasmada, comenzó a arreglarse. Pasarían por ella en punto de las tres de la tarde, mientras aprovechó para aplicar esmalte color negro en las uñas de sus pies, además de alaciar su cabello café oscuro y preparar su par de mudas que usaría el fin de semana.
“Todavía me dijo que ocuparía sus ahorros de seis meses para comprarse pantalones en la Plaza Américas, le dije que estaba bien”, comparte la madre con la mirada perdida. Susana Tapia llevaba consigo tres mil pesos en efectivo, en una cartera color rosado mexicano.
La hora acordada llegó, un claxon proveniente del Jetta, color gris, placas: 566-XNS, de su amigo Mario Arturo Orozco la esperaba afuera de su domicilio. La despedida se dio entonces; fue el último contacto físico que tuvieran madre e hija. No supo doña Carmen Garibo que la bendición que le entregó el sábado 8 de enero de 2016 sería lo único que la acompañaría en un viaje que lleva siete días sin terminar.
“Ya me voy, mami“.
“Órale pues, mamita, te vas con cuidado”, se despidieron con un beso en la mejilla.
Salió aquella tarde, luciendo un vestido holgado, sin mangas, color negro, adornado con flores en tonos rosados, a la altura de las rodillas. Llevó unas sandalias color dorado, dejando al descubierto sus uñas de los pies pintadas de negro.
Susy se caracteriza entre sus familiares por preocuparse siempre por su apariencia física. Mujer de piel morena clara, ojos color miel, delgada, de nariz afilada, labios diminutos, suele depilar sus cejas. Acostumbra ir al gimnasio, a caminar por la unidad, “como toda niña no quiere engordar”.
Una señorita alegre, sociable, platicona, popular en el pueblo, es la consentida de la casa, asegura su madre, con una sonrisa que apenas se asoma entre su rostro deprimido. Le encanta bailar reggaeton y música electrónica. Se la pasa escuchando temas de Julión Álvarez, Calibre 50 y La Adictiva. Gusta de escuchar música con sus audífonos, platicar en WhatsApp y Facebook.
“No estaba estudiando, por problemas económicos no pudimos sacar la ficha para ingresar al Colegio de Bachilleres del Estado de Veracruz, (COBAEV) 13, en Playa Vicente. Me dijo que no me preocupara, para este año iba a regresar a hacer la preparatoria abierta en la ciudad de Tuxtepec, Oaxaca”.
PRESENTÍ ALGO MALO
Carmen Garibo Maciel confiesa que noches previas al levantamiento cometido por: René Pelayo Vidal, Luis Rey Landeche Colorado, Omar Cruz Santos y Edgar Omar Ruíz Tecalco, los cuatro policías detenidos por la Fiscalía General del Estado (FGE), ella no pudo dormir, presintió un mal acontecimiento, nunca pensó que se trataría de su pequeña Susy.
“Ya llegué a Boca del Río, mami. Te aviso cualquier cosa, te amo“. Así comenzó el sábado 9 de enero para Susana Tapia Garibo.
Cayó la tarde, la joven avisó que estarían en el antro La Berrinchuda, incluso mandó la última fotografía antes de salir a cantar música de banda en vivo. En la imagen se le ve planchando una camisa color rosado de uno de sus cuatro amigos, se le nota alegre con su atuendo color negro y saco en tonos dorados, previo a su noche de fiesta.
La noche pasó sin inconvenientes, Susy se reportó con su madre durante toda la noche, tuvo permiso vía celular de ingerir bebidas alcohólicas. “Una piña colada, no más”, advirtió la madre.
Se reportó el domingo 10 de enero a las 10 de la mañana: “Estamos bien, mami, buenos días, voy a ir a desayunar con los muchachos, te amo”. Susana fue a Plaza Las Américas a comprar sus pantalones. El segundo cometido del viaje de fin de semana se había realizado, todo marchaba con normalidad.
El resto del domingo Susana Tapia lo gastó descansando en la casa donde se hospedó, sus cuatro compañeros asistieron al casino Caliente, ella no los acompañó pues seguramente le impedirían la entrada por ser menor de edad.
Así terminaba el fin de semana. El grupo de cinco amigos regresaría la mañana siguiente. Por su parte, los hermanos de Susy acordaron asar carnes en familia para recibirla, sería sorpresa. Sin saber que su hermana, la más pequeña no regresaría a Playa Vicente, policías estatales lo impedirían.
ESTOY EN TIERRA BLANCA, AHORITA LLEGO
Salieron finalmente de Boca del Río el lunes 11 de enero a las diez de la mañana. Una hora con veinte minutos más tarde su hermana, quien por seguridad será omitido su nombre, se comunicó con ella: “¡hepa! ¿Qué haces?”, le dijo.
Susana dio la última contestación, el último registro que se tiene de los cinco viajeros, la referencia que serviría posteriormente para buscarlos en un perímetro más reducido, para reclamar las grabaciones que hoy tienen detenidos a cuatro elementos de la Policía Estatal.
A partir de ese momento se perdería todo tipo de contacto con Susana Tapia Garibo, a las 13:31 horas los mensajes en WhatsApp no serían leídos.
El tiempo comenzó a morir, pasaron las 3, 4, 5 de la tarde, la preocupación comenzaba a aparecer en la familia, al comienzo, trataron de culpar a la poca señal de teléfono que hay en el tramo carretero Tierra Blanca -Playa Vicente, o una pinchadura en las llantas.
Sin embargo, la vida cambiaría para la familia Tapia Garibo a las 17:30 horas, cuando la hermana de José Alfredo González Díaz las llamaría para reunirse en casa del otro desaparecido Bernardo Benítez Arróniz. Por información de un conocido del pueblo, a los cinco hijos los habían levantado, estaban en problemas.
Fue así como la intensa búsqueda inició, los hombres salieron en camionetas, las mujeres se quedaron en casa a orar por el pronto regreso de su hija. “Yo no dejaba de marcar a su teléfono; pero nada. Una desesperación horrible, al no saber nada, no tengo palabras, dónde están, qué les pasó. No sabes qué hacer”, comenta la madre mientras se ahoga en lágrimas.
NO TENGO MIEDO; POR MI HIJA DOY LA VIDA
“Mi niña lleva tos, me preocupa que se pueda poner peor, no sé si está amarrada, tirada en el piso, no quiero que tenga frío, no sé si le duela la garganta, son tantas cosas horribles que pienso como madre de una niña de 16 años”.
Doña Carmen enciende una veladora frente a la fotografía de su hija sonriendo, realiza lecturas bíblicas, pregunta si hay noticias a sus conocidos, pero la respuesta es la misma multiplicada por cinco. Doña Carmen tiembla de sus manos, se levanta de momento, rasca su cabeza, está impaciente.
“Algunos dicen que pareciera un sueño todo esto, pero no es así, estoy consciente, lo estoy viviendo, me duele. Hubiera preferido mil veces que me hubieran llevado a mí y no a mi Susy. Tengo la esperanza en Dios que va a aparecer. Debo ser fuerte por mis otros hijos, no tienen papá y todavía tengo obligaciones”.
Doña Carmen Garibo Maciel debe terminar la entrevista, preparará pancartas que entregará a sus familiares para que sean distribuidas en la ciudad de Xalapa, Playa Vicente, Tierra Blanca, sin importar el operativo policíaco y militar que ronda a las afueras del Ministerio Público, ella no dejará de gritar hasta que su hija aparezca. “No tengo miedo. Por mi hija, doy mi vida”.
Para terminar, lanza tres discursos, dirigidos a los agresores que tienen a Susana Tapia, a ella y a las autoridades; palabras de una madre herida de muerte con la desaparición de su jovencita. Frases acompañadas de llanto incontrolable, sus cuatro hijos la toman del brazo para no desfallecer:
“A las personas que la tienen les digo que no sean inhumanos, que se compadezcan de este sufrimiento de madre, que piensen que también tienen mamás y hermanas. Nosotros no queremos problemas con nadie, devuélvanos a nuestros hijos y nos vamos a casa.
“A las autoridades, les digo que no nos abandonen, que se apiaden de nosotros, que se pongan en nuestro lugar. Estamos aquí en el suelo, no se han podido aparecer por acá a darnos la cara. Los estamos esperando, no nos vamos a mover.
Finalmente, Carmen Garibo, utiliza la entrevista y a este medio de comunicación, pega sus labios húmedos en la bocina del celular y desprende con dificultad:
“Mamita, te estoy buscando. Échale muchas ganas, mi niña. Aquí está esperando tu madre a que vuelvas. Te quiero mucho, madrecita”.