Siempre que Diego Alonso compraba dulces en la tienda del Kínder le exigía al vendedor su cambio. A sus cuatro años sabía cuánto dinero daba y cuánto tenía que recibir: un peso con cincuenta centavos, monto que se iba directo a su alcancía y no a manos de sus padres.
Al ver que cada tarde el pequeño llegaba sin un centavo decidieron reclamarle al comerciante, quien orgulloso les explicó que su hijo era el “único niño que sabía exigir su cambio”, fue así como descubrieron la habilidad de Diego para los números. Tres años después decidieron inscribirlo en un centro de matemáticas avanzado.
Los resultados les permitieron que a sus 16 años se convirtiera en el segundo mexicano en ganar una medalla de oro en la Olimpiada Internacional de Matemáticas, en Mar del Plata, Argentina. No ha sido la primera vez que Diego se ha subido al pódium. En 2010 lo hizo en Kazajistán al lograr un bronce, después en Holanda 2011 con una presea de plata.
Sin embargo, los dedos de las manos no le alcanzan para enumerar el resto de las competencias a las que ha asistido desde los seis años. No es casualidad en que en total tenga más de 15 medallas guardadas en una caja en un lugar seguro de su casa, las cuales, en ocasiones desempolva para colgarlas en la sala cuando hay visitas.
En el ranking del Foro Económico Mundial conformado por 138 países, México ocupa el lugar 128 en desempeño de matemáticas y ciencias, lo cual, se debe en gran medida a que “muchas personas no entienden qué estudia esta ciencia”, lo que hace más complicado su entendimiento y aplicación, asegura Diego Alonso Roque en entrevista con Sin Embargo MX.
“Lo que sí no hace es ponerse a sumar números grandes”, dice entre risas el joven originario de Monterrey, Nuevo León.
A diferencia de lo que se pensaba, una de las habilidades que debe tener un matemático es la creatividad. Cada problema se puede resolver con diferentes hipótesis, razonamientos, teoremas y axiomas que permiten llegar a un resultado completamente veraz.
“Bertrand Russell decía que las matemáticas tienen la belleza de las esculturas: es fría, pero impactantemente exacta”, parafrasea Diego mientras acaricia por undécima vez su medalla.
-Entonces ¿Los mexicanos no somos creativos?
-El desencanto por las matemáticas me parece que es un problema mundial, pero en México mucho tiene que ver la forma con la que se enseñan. Lo que más me agrada es su veracidad absoluta. Es un área aplicable en todo lo que te puedas imaginar. Nuestro mundo está cimentado en las matemáticas, además de que te forma un pensamiento más crítico.
Habla mientras sus ojos van y vienen, como si persiguiera una pelota en un campo de golf.
Tiene un círculo de amigos muy reducido. No baila. No practica ningún deporte. Ni tampoco tiene novia. Las matemáticas para Diego son el eje de su vida. Tan sólo para las Olimpiadas en Mar del Plata, Argentina dedicó de tres a cuatro horas diarias de su tiempo para hacer problemas, checar teorías matemáticas.
“Le dediqué un mes con sus días completos. Eso era fundamental para sacar un buen resultado en la competencia”, que consta de dos días de examen en donde 533 jóvenes de 100 países tienen que resolver tres problemas por día en menos de cuatro horas y media. “Yo respondí las primeras preguntas completas. Eso me dio un total de 28 puntos”, agrega.
“Por cada medalla de oro hay dos de plata, tres de bronce. Aunque podría sonar que eran bastantes lograr un oro es algo que pocos países pueden conseguir. México sólo tiene dos en su historia: la de Pablo Soberón Bravo en 2006 en Eslovenia; y la segunda que yo gané en Argentina”, explica en tono serio y formal.
DIEGO: ¿EMIGRAR A OTRO PAÍS?
Héctor Flores fue el último participante originario de Nuevo León en una Olimpiada Matemática Internacional en Rusia 1992. Tuvieron que pasar 18 años para que se volviera a repetir la hazaña con Diego en 2010.
“Este logro no sólo es mío. Se debe a una gran cantidad de condiciones. Aparte de mi talento y suerte, estar desarrollado en un buen ambiente, con una familia que me apoya, y la Prepa TEC Campus Cumbres –donde cursa el tercer semestre- que me facilita mis ausencias, a la Secretaría de Educación Pública con su programa de Talentos, donde me pudo dar seguimiento desde primaria. A todos ¡Gracias!”
A pesar de vivir en una de las zonas más violentas del país, Diego asegura que todos pueden hacer algo desde su trinchera: apoyar a otros jóvenes, invitarlos a que se interesen en actividades académicas.
“Nuevo León sufre de mucha violencia, pero todos tenemos que hacer algo desde nuestra trinchera. Lo que intenta mi familia es estar comunicada no salir muy noche, con la violencia el ambiente se ha vuelto más restringido para que no ocurran cosas malas”, lamenta.
Diego es el segundo de tres hijos de un matrimonio que siempre ha estado involucrado en el mundo de los números y las matemáticas: “Mi papá es licenciado en Ciencias Computacionales, y mi mamá es contadora pública con maestría en administración de empresas, supongo que algo tuve que heredar”, dice mientras mueve sus hombros.
En cinco años, Diego se imagina terminando una carrera, publicando en revistas de matemáticas, algo de programación, probablemente ayudando a las siguientes generaciones de participantes en Olimpiadas de Matemáticas; sin embargo, aún no sabe si intentará emigrar a otro país.
“Eso sería depende de cómo se den las cosas. Hasta ahora no lo tengo tan decidido. Por ahora me siento orgulloso de tener la oportunidad de cambiar la imagen de México a nivel mundial. Generalmente es un país que se caracteriza por no tener buen desempeño en matemáticas, pero se puede mejorar. No está todo perdido”, concluye.