Rubén Martín
15/07/2018 - 12:00 am
AMLO-EZLN: dos proyectos irreconciliables
No es de ahora, en tiempos de la “cuarta transformación de la república”, que las relaciones entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y la izquierda electoral-partidaria mexicana han sido conflictivas. Lo fueron en el pasado, y lo son aún más tras al triunfo de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la república, con una crítica y presión injustificada al neozapatismo para que se sume al proyecto del abanderado del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
No es de ahora, en tiempos de la “cuarta transformación de la república”, que las relaciones entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y la izquierda electoral-partidaria mexicana han sido conflictivas. Lo fueron en el pasado, y lo son aún más tras al triunfo de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la república, con una crítica y presión injustificada al neozapatismo para que se sume al proyecto del abanderado del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
Estas relaciones de amor-odio de seguidores de López Obrador se mostraron en la precampaña cuando se confirmó que María de Jesús Patricio Martínez no reunió las firmas necesarias para ser candidata presidencial independiente, como vocera del Concejo Indígena de Gobierno (CIG), la iniciativa lanzada por el Congreso Nacional Indígena (CNI) y el EZLN. En ese entonces se escucharon propuestas para que el abanderado de Morena sumara a Marichuy Patricio a la campaña o que incluso se le ofreciera una candidatura plurinominal al senado. Aunque parecieran bienintencionadas, esas proposiciones demuestran que no entendieron la iniciativa política que era la propuesta para conformar un Concejo Indígena de Gobierno en todo el país.
Ahora los cuestionamientos y críticas entre ambas fuerzas se presentan luego del triunfo de López Obrador con la postura lanzada por la Comisión Sexta del EZLN al convocar a un encuentro de redes de apoyo del CIG donde anuncian que no se suman al entusiasmo del triunfo lopezobradorista: “No, nosotras, nosotros, zapatistas, NO nos sumamos a la campaña ‘por el bien de todos, primero los huesos’. Podrán cambiar el capataz, los mayordomos y caporales, pero el finquero sigue siendo el mismo”.
Esta toma de posición política por parte del EZLN no ha sido bien recibida entre seguidores de AMLO, lo que ha dado pie a sacar las peores posturas contra el neozapatismo, aquellas que lo acusan de jugar a favor del sistema o incluso de ser peón del salinismo. Son críticas sin fundamento y con total desconocimiento de lo que ha sido este movimiento.
Quien destaca en este cuestionamiento acrítico ha sido el padre Alejandro Solalinde, emplazando al zapatismo a sumarse al proyecto de López Obrador: “Yo los invito a que cambien de actitud, para que reaccionen y se unan a estos 30 millones de personas que votamos por un cambio”, declaró a Sin Embargo. Según Solalinde, las bases zapatistas podrían estar abiertas a un diálogo con el nuevo gobierno de López Obrador, pero la cerrazón de algunos líderes y asesores impiden ese acercamiento.
Sin mencionarlos por su nombre, Solalinde hace una crítica a los voceros mestizos, como Galeano, haciendo suponer que voceros y asesores deciden por las bases y comandantes del EZLN y por el zapatismo civil organizado en las Juntas de Buen Gobierno. No debe pasarse por alto el dejo racista de esta idea: otra vez, las comunidades indígenas no pueden decidir por sí mismas, sino que requieren de la dirección y vocería mestiza o intelectual.
Estas críticas muestran el desconocimiento de la relación entre neozapatismo y la izquierda electoral mexicana. La crítica tajante del EZLN a sumarse a AMLO o cualquier proyecto de la izquierda estadocéntrica es producto de una historia y del resultado de incumplimientos de esta última con el zapatismo.
Cuando las comunidades mayas organizadas en el EZLN irrumpen declarando la guerra contra el Estado mexicano el 1º de enero de 1994, muchos simpatizantes y militantes de la izquierda electoral se solidarizaron de modo auténtico con las comunidades insurrectas. Una buena mayoría de ellos estuvieron en las marchas y manifestaciones exigiendo un alto al fuego al gobierno de Carlos Salinas de Gortari, que había lanzado al ejército contra los zapatistas. Estas mismas bases de la izquierda electoral acompañaron los diálogos de San Cristóbal entre la comandancia zapatista y la delegación del gobierno federal.
Este primer acompañamiento fue respondido por el EZLN lanzando la 2º Declaración de la Selva Lacandona llamando a la izquierda y a la sociedad civil mexicana a constituir juntos la Convención Nacional Democrática (CND) en el Aguascalientes de territorio zapatista en agosto de 1994. La foto que circula ahora donde aparece el entonces subcomandante Marcos a un lado de López Obrador, junto con Cuauhtémoc Cárdenas, su hijo y Rosario Ibarra de Piedra, es de esa fecha.
En enero de 1995, el EZLN lanza una 3º Declaración de la Selva Lacandona donde cuestionan el fraude electoral de la elección de agosto de 1994, la simulación de la democracia mexicana y la necesidad de caminar juntos con otros sectores por lo que proponen a los mexicanos sin partido a sumarse a la CND y a quienes militan en uno a sumarse a conformar el Movimiento de Liberación Nacional (MLN) y proponiendo a Cuauhtémoc Cárdenas para encabezarlo. Pero ninguna de estas iniciativas de caminar juntos EZLN, izquierda partidaria y sociedad civil cuajó.
El acabose llegó en abril de 2001 cuando el PRD votó junto al PAN y el PRI en el Congreso de la Unión para impedir la aprobación de los Acuerdos de San Andrés que reconocía demandas y las formas autónomas de gobierno de los pueblos indígenas del país. Esa traición del PRD a compromisos firmados puede leerse como el fin de todo intento zapatista de vincularse con la izquierda electoral. Hasta antes de esta traición, el EZLN distinguía al PRD, del PRI y del PAN. Luego de ese hecho, para ellos quedó claro que el sol azteca formaba parte de la misma partidocracia que apuntala al sistema.
En 2005, con la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, quedó expuesta de forma abierta y clara la postura anticapitalista y antisistémica de esta organización política, y su diagnóstico de que por el actual sistema liberal de democracia representativa era imposible conseguir los cambios de fondo necesarios para que la mayoría tuviera una vida digna. En ese documento se proclaman una izquierda anticapitalista y antineoliberalista y se dicen dispuestos a alianzas con otras organizaciones de izquierda, pero que no sean electorales.
Algunos seguidores de AMLO y de Morena, la autonombrada “esperanza de México”, parecen plantear que este partido es distinto al PRD que traicionó al EZLN. Muchos de buena fe, y otros no tanto, creen que ambas fuerzas políticas son de izquierda y que su eventual alianza o convergencia o coincidencia potenciaría una fuerza política de transformación social en el país. Pero estos seguidores del próximo presidente no reparan que en realidad se trata de proyectos políticos distintos e irreconciliables.
El proyecto de Morena es un proyecto de reforma del Estado para, supuestamente, ponerlo al servicio de la mayoría de la población, pero a la vez ofrece crear condiciones para el buen funcionamiento de la economía capitalista. ¿Economía nacionalista? ¿Socialdemocracia? ¿Posneoliberalismo? ¿Extractivismo? Quién sabe cómo se llame el proyecto político-ideológico de Morena, pero la mayoría lo justifica como una Realpolitik que propone gobernar primero para los pobres, pero sin espantar a los capitales privados.
El neozapatismo es otro proyecto. Es uno que ya no mira al Estado nacional como agente central de la reproducción de la vida de sus comunidades y que buscan el “todo o nada” que dice el padre Solalinde, sino el aquí y ahora para procurarse una vida digna. Desde antes y más luego de la 6º declaración, el EZLN ha dejado en claro que su lucha es anticapitalista, por trece demandas para la mayoría de la población y por la construcción de su proyecto a través de los gobiernos autónomos, para alcanzar esa vida digna aquí y ahora y no en un eventual futuro revolucionario.
De este modo, los llamados a un acercamiento del zapatismo hacia el nuevo gobierno lopezobradorista caerán en el vacío, por falta de memoria de las iniciativas precedentes y por el desconocimiento de que son dos proyectos políticos distintos, irreconciliables: uno propone regenerar el sistema, otro propone sustituirlo.
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