LA OTRA VIDA SOCIAL DE LOS SALINAS

15/07/2013 - 2:00 am
Raúl Salinas en septiembre de 1990. Ya era el “hermano incómodo”. Foto: Cuartoscuro
Raúl Salinas en septiembre de 1990. Ya era el “hermano incómodo”. Foto: Cuartoscuro

Ciudad de México, 15 de julio (SinEmbargo).– La sonrisa sólo se le podría quitar con cirugía plástica, presumió el ex Presidente Carlos Salinas de Gortari apenas se oficializó el regreso de su partido, el PRI, a Los Pinos. Hizo la declaración el 7 de septiembre de 2012 durante un informe de gobierno del mandatario de Quintana Roo, Roberto Borge.

Ya de todas las maneras posibles, Salinas se mostraba en el fin del exilio impuesto por su sucesor Ernesto Zedillo.

Las reapariciones –físicas, públicas, si se insiste en nunca se ha ido– del ex gobernante de México han girado alrededor de su vida social, más concretamente los casorios de sus hijos. E invariablemente aparece sonriente.

Sonríe junto a su hijo Emiliano y la actriz Ludwika Paleta, enlazados en la ex hacienda henequenera Tekik de Regil, en Yucatán, propiedad de la familia de Roberto González, banquero y fundador de Grupo Maseca. Se dijo que Enrique Peña Nieto y su esposa, la también actriz Angélica Rivera, viajaron a Mérida a propósito del matrimonio.

El evento fue bautizado como “la boda del año”.

En otro momento, Salinas se abraza y palmea las espaldas en la unión de Natalia Esponda y Juan Cristóbal Salinas. Desfilan ante las cámaras el cantante Alejandro Fernández. Aparece –y cada vez con más frecuencia– el joven Gobernador de Chiapas Manuel Velasco y su prometida, la, nuevamente, actriz Anahí.

El Diputado Manlio Fabio Beltrones, viejo salinista, posa con su esposa en una mesa y, en otra, junto a la actriz –es un estilo de hacer política– Yadhira Carrillo, el abogado penalista Juan Collado.

El desfile de personalidades es el mismo que aparece y reaparece una y otra vez en los eventos del jet set mexicano.

Pero estas relaciones están lejos, muy lejos de ser las únicas de los Salinas.

***

Ese año, el de 1994, Raúl Salinas, sus hijos y/o sus parejas sentimentales viajaron al menos tres ocasiones a Nueva York.

Permanecían cuatro o cinco días en un condominio de la Quinta Avenida, frente a Central Park, y volvían a México en el avión de Roberto González, el poderoso dueño de Maseca y de Banorte. Sus guardias, siempre del Estado Mayor Presidencial, eran hospedados en un hotel cercano.

Ese mismo año, los Salinas volaron hacia Europa. Si cruzaron el Atlántico en el jet de González no está claro en el expediente o en uno militar, pues el avión también trasladó armas largas bajo custodia de personal castrense mexicano. Y esto sí que está claro, porque así lo declaró el jefe de escoltas en ese tiempo de Raúl Salinas de Gortari.

La seguridad de Raúl Salinas de Gortari involucraba a 12 militares, desde cabos hasta capitanes. La guardia era responsabilidad directa de un subteniente de Infantería llamado Antonio Chávez Ramírez. Es él quien narró el ir venir por medio mundo de los Salinas.

SinEmbargo posee copia completa de sus declaraciones vertidas dentro de la causa penal 16/97 relativa al embrollo del cadáver sembrado en la finca El Encanto, propiedad de Raúl Salinas.

Los Salinas llegaron a Frankfurt, pero este no era su destino. Abastecieron combustible y continuaron hacia África, específicamente a Zimbabue, al sur del continente africano.

“En esa ocasión (viajaron) el ingeniero Raúl Salinas de Gortari, su hijo Juan José y un hijo del licenciado Carlos Salinas, de nombre Juan Cristóbal Salinas Ocelli y dos personas más de nombre Rafael Ayala (padre e hijo)”.

El grupo arribó a Harare, capital de Zimbabue. Se hospedó en el Hotel Meikles, considerado por algunas revistas especializadas como el mejor del continente.

 “Salieron de inmediato a los campamentos en donde iban a llevar a cabo la cacería de león, venado, búfalo, elefante, entre otras especies.

“Permanecieron 15 días partiendo el ingeniero Raúl Salinas sólo a Frankfurt, quedándose el emitente (Antonio Chávez) por 15 días más con el hijo del ingeniero Raúl Salinas y con el hijo del licenciado Carlos Salinas de Gortari regresando (luego) con el armamento a México”.

Relató una cacería anterior:

“A mediados de 1993, el ingeniero Raúl Salinas, su esposa y su hijo Juan José así como el de la voz, realizamos un viaje a Tanzania, ya que también fueron de safari con el fin de cazar león, leopardo”.

Y también mencionó:

“Hasta antes de los acontecimientos en que falleciera el licenciado José Francisco Ruiz Massieu –el cuñado de los Salinas asesinado el 28 de septiembre de 1994– el ingeniero Raúl Salinas visitaba Los Pinos una o dos veces por semana y permanecía ahí una hora o menos.

“El 30 de septiembre, alrededor del mediodía, Raúl Salinas acudió a Los Pinos, lugar donde estuvo hasta las 20.00 horas. El sábado 1 de octubre de 1994, alrededor del mediodía acompañé a Raúl Salinas de nueva cuenta a Los Pinos permaneciendo ahí hasta las 18.00 horas”.

En ninguna de los safaris referidos, el subteniente de Infantería dio detalle alguno de lo hecho por los Salinas con los trofeos de sus cacerías.

Raúl, en 1992 con el Gobernador de Nuevo León. Foto: Cuartoscuro
Raúl, en 1992 con el Gobernador de Nuevo León. Foto: Cuartoscuro

JOHN F. KENNEDY

“Pertenezco a la hermandad espiritual que tiene por guía material a Francisca Zetina y espiritual a John F. Kennedy. Consulto a Francisca Zetina como si fuera mi madre. Me da fortaleza y cariño cuando me siento triste, abatida, sola. El templo está ubicado en la calle Morelos número 21, en Iztapalapa (…)”.

Habla María Bernal, la mujer que Raúl Salinas de Gortari trajo con la promesa –y acaso la intención verdadera– de matrimoniarse y a quien introdujo en su vida social, la más alta en México, y también en su comunidad espiritual, los Marianos Trinitarios, un culto espiritista al que Presidente estadounidense muerto en otra conspiración aconsejaba desde el más allá.

“Carlos Salinas de Gortari sabía de las consultas que se hacían con Francisca Zetina”, agregó María Bernal.

María y Raúl se conocieron en junio de 1992, en Sevilla, España, donde la mujer vivía y trabajaba como encargada de la boutique Enrico Vasatti. El primer contacto fue relatado por María Bernal en su libro “Raúl Salinas y yo. Desventuras de una pasión” (Ed. Océano, 2000), pero antes vertido a partir de sus declaraciones en las causas penales 110/97 y 116/97 instruidas ante el Juzgado 16 de lo Penal en el DF.

Es de estos documentos, de los que SinEmbargo posee copia, de donde se toman estos datos.

Raúl Salinas apareció en la tienda de ropa, en la esquina de Rioja y Sierpes, en el centro de Sevilla. El hombre de bigote y evidente calvicie se tambaleaba. Suplicó por ayuda y el acento mexicano se le escapó junto con el vapor de alcohol. Decía estar urgido de aseo y vestuario porque estaba a punto de volver a México. María Bernal quiso averiguar la razón de su estado y él explicó que había reñido con su mujer, pero pronto aclaró que se trataba de una amante.

María Bernal serenó a Raúl y le dio a beber café y tres litros de agua. Se jugaba el empleo, pues en la capital andaluza existía la prohibición para los empleados de los comercios de ayudar a personas en semejante estado de ebriedad. Fue despedida al instante.

–Yo voy a ser tu ángel de la guarda– seseó Raúl e intercambiaron datos de contacto.

A las pocas semanas, a comienzos de julio de 1992, Raúl la buscó por teléfono. En la llamada, ella se quejó por la pérdida de su trabajo.

–No te preocupes. Estaré en Barcelona a partir del 25 de julio– consoló Raúl.

Al poco tiempo, Ofelia Calvo, secretaria particular de Raúl Salinas, se comunicó con la española para informarle que su boleto para la inauguración de los Juegos Olímpicos y su ticket de avión a la capital catalana estaban listos.

María Bernal se unió a la comitiva y conoció entonces a Adriana Salinas de Gortari y a Mario Vázquez Raña, uno de los propietarios de la burocracia olímpica en México y América.

María y Raúl permanecieron juntos los siguientes 10 días. Él propuso una vida en México. Tendría trabajo, le aseguró. Habló de boda. La española aceptó y arribó a la Ciudad de México el 16 de septiembre de 1992. Ofelia Calvo la instaló en un departamento de la calle Hamburgo, en la Zona Rosa de la Ciudad de México.

Ese mismo mes, María ya colaboraba con Raúl Salinas en sus oficinas de Paseo de la Reforma 1765, en la colonia Lomas de Chapultepec. A los pocos días, María gozó sus primeras vacaciones en una casa del Fraccionamiento Las Brisas, en Acapulco, propiedad de su novio mexicano quien, entusiasmado, reiteró su petición de matrimonio a la atractiva sevillana.

“Tiempo después me pidió, de rodillas, que rompiéramos el compromiso y que me quedara. Llorando, me dijo que su hermano Carlos le había dicho que se debía casar con una mexicana para ser Gobernador de Nuevo León. Me rogó que me quedara y porque lo quería yo me quedé”, declararía María Bernal. Es por esto, insinuaría María, que Raúl contrajo nupcias con Paulina Castañón quien, como se sabe, estuvo casada con un hijo del ex Presidente Gustavo Díaz Ordaz hasta el día en que él formalizó una relación con la actriz Thalía Sodi.

María Bernal Romero vivió en Paseo de la Reforma 975, propiedad de Paulina Castañón. La española conoció otra propiedad, en la calle de Explanada 1230, también en las Lomas de Chapultepec, donde vivía el caballerango y entrenador de la cuadra de Raúl Salinas de Gortari en el Club Hípico La Sierra y en el rancho del hermano del Presidente, El Encanto, el sitio donde ocurriría el lío de la osamenta sembrada para simular el hallazgo del cuerpo de Manuel Muñoz Rocha.

Otras haciendas del hermano mayor del mandatario eran Las Mendocinas, en Puebla, y el rancho Los Guajolotes, en Agualeguas, Nuevo León.

María miró el desfile de la alta sociedad mexicana: Roberto González Barrera, de Grupo Maseca y de Banorte; Carlos Cabal Peniche, también banquero y de los primeros beneficiarios del fraudulento quebranto bancario, y Carlos Hank González, patriarca del Grupo Atlacomulco del que desciende directamente el actual Presidente Enrique peña Nieto.

Hijos, esposas, ex esposas, próximas ex esposas, aliados y próximos enemigos. María fue espectadora de primera fila del poder mexicano durante los años de Salinas.

María también vivió en la casa de Coyoacán de Raúl Salinas Lozano, padre y forjador de los Salinas de Gortari, el hombre que les infundió su amor por el poder, el dinero, los caballos. Salinas Lozano, Secretario de Industria y Comercio bajo las órdenes de Adolfo López Mateos y después delegado de México ante el Fondo Monetario Internacional. Raúl Salinas Lozano, el hombre que soñó primero para su hijo Raúl y no para su hijo Carlos la Presidencia de la República.

“Viví ahí en calidad de la novia de Raúl”, diría María con dejo amargo.

Pero, en vez de con ella, en este mismo lugar Raúl Salinas de Gortari celebró su boda con Paulina Castañón.

María Bernal debió conformarse en acudir al evento social en calidad de invitada. También asistieron José Carreño, el hombre de prensa de Salinas y de los libros de Peña Nieto; el entonces Secretario de Comercio y Fomento Industrial, Jaime Serra Puche, y Luis Téllez, subsecretario de Agricultura con Salinas, Secretario de Comunicaciones y Transportes con Felipe Calderón Hinojosa, y actual presidente del Consejo y Director General de la Bolsa Mexicana de Valores.

“Conocí a todos los hermanos de Raúl. Tuve problemas con su hermano Enrique, porque quería andar conmigo. Lo platiqué con Raúl, que le reclamó y exigió que no se me acercara más”.

***

Ofelia Calvo y otros empleados de Raúl fueron antes sus subalternos en la dirección de Diconsa, una empresa de participación estatal creada para combatir el hambre y con cuyos recursos públicos el mayor de los Salinas de Gortari se habría enriquecido.

Otra parte de la servidumbre estaba compuesta por elementos del Estado Mayor Presidencial a quienes tocaban funciones de escoltas, choferes y cuidadores de los caballos.

Los hermanos Salinas atesoraban de manera especial su habilidad ecuestre y participación en algunas competencias. Carlos, por ejemplo, ganó medalla de plata en alguna de las disciplinas a caballo en los Juegos Panamericanos de 1971.

Raúl requería una abundante servidumbre. A una parte de sus trabajadores o del gobierno mexicano, si se insiste, tocaba acompañar a Raúl en sus frecuentes viajes: Acapulco, Monterrey, Hermosillo, San Diego, Nueva York, Houston, Los Ángeles. Las salidas por aire eran patrocinio de Roberto Hernández, uno de los más grandes beneficiarios del salinismo y quien dejaba a disposición de Raúl uno de los jets de su compañía aérea Taesa. Era posible decidir un viaje por la mañana y abordar al mediodía. Y cambiar de opinión en el destino y volar ese mismo hacia otro en México o Estados Unidos.

¿Un nuevo PRI? Tanto María Bernal como el militar que escoltaba a Raúl hasta Zimbabue y otros testigos coinciden en que el avión era abordado y las casas visitadas por Emilio Gamboa Patrón y Manlio Fabio Beltrones, hoy los coordinadores del partido en la Cámara de Diputados y de Senadores.

Los trabajadores en las casas de Raúl, donde se hacían las grandes reuniones, también eran un pulular interminable. Entre noviembre de 1993 y enero de 1994, el último año en el paraíso, Raúl remodeló una de sus casas en las Lomas de Chapultepec. Ordenó el retiro de la alberca para excavar otra. Quiso oficinas en el jardín, la ampliación de su habitación, el incremento de la sala y el comedor y la construcción de una biblioteca. Trabajaron 75 albañiles sin pausa.

***

La Paka en los años de la fama. Foto: Cuartoscuro
La Paca en los años de la fama. Foto: Cuartoscuro

El anterior no fue el único círculo social al que la española fue introducida por su amante mexicano.

Entre los miembros de la congregación espiritista Marianos Trinitarios del Templo de la Fe era bien sabido que cuando Raúl Salinas de Gortari sufría intranquilidad, aflicción o angustia la primera en enterarse era Francisca Zetina La Paca, la líder espiritista que rodó con todo y huesos a la prisión por el enredo de la osamenta en la finca El Encanto.

Y pronto María fue llevada a las reuniones en que La Paca mediaba entre los muertos y uno de los políticos en el primer círculo del poder mexicano. María conoció a Francisca Zetina por presentación de Ofelia Calvo durante la boda de ésta, en 1993. Se encontró nuevamente con La Paca en la casa escriturada a nombre de Paulina Castañón en las Lomas de Chapultepec. A partir de entonces se hicieron amigas. María se sentía menos intimidada con la mujer de aspecto humilde y cara redonda con quien podía hablar sin pretensiones. Viajaban juntas, se confiaban la vida. María se adhirió a los Marianos Trinitarios y, junto a ellos, convocó al espíritu de John F. Kennedy.

La Paca vivía en Santa Cruz Meyehualco, un barrio de Iztapalapa, al oriente del Distrito Federal al que si se le compara con las colonias del poniente de la capital en las que Raúl Salinas poseía sus casas y fincas, la única conclusión posible es que se trata de países, de hemisferios distintos.

“Te devuelves por tu pie o te devuelves en un ataúd tú y en otro tu hija”, acusó María que le advirtieron Paulina Castañón, Ofelia Calvo y Patricia Zurita, ama de llaves de una de las casas del influyente hermano del Presidente.

Luego vino el desastre: la prisión, la defenestración, el exilio.

Si el destino no se le hubiera torcido a Raúl, quizá María Bernal habría continuado como invitada y espectadora de primera fila en las bodas de la nueva generación de los Salinas. Habría convivido con Alejandro Fernández, Anahí, Ludwika Paleta, los hijos de Carlos Salinas, el Gobernador de Chiapas, la nueva generación de la aristocracia mexicana que funde políticos, empresarios, los hijos de unos y otros y actrices.

En aquél tiempo, María Bernal habló de otro matrimonio, no de una boda y sus sonrisas, sino de lo que adentro ocurría. De la otra vida social de los Salinas.

Ante el Ministerio Público, María Bernal reconstruyó un diálogo que sostuvo con Raúl el 26 de agosto de 1994. El hermano del Presidente estaba excedido de copas, pero no ebrio, y recién había recibido a Roberto González Barrera.

–Tú sabes, María, que la política es muy ingrata, pero a veces tiene sus recompensas, y ese hijo de la chingada ya me vio la cara– soltó Raúl.

–¿Te refieres a don Roberto?– averiguó la mujer.

–No… María tú conoces al ex marido de mi hermana –se refirió a Adriana, casada con el líder nacional del PRI, José Francisco Ruiz Massieu–. Pues ese cabrón se va a morir muy pronto y ya está todo listo.

–¿Pero por qué?

–Es muy desagradecido y es quien es por mí y ya me ha hecho muchas malas jugadas.

Un mes y dos días después, José Francisco Ruiz Massieu fue asesinado. Ante los resultados vistos, para las autoridades mexicanas se trató de una simple coincidencia.

 EL CORONEL

El conjunto de integrantes funcionaba con la precisión de un reloj, del reloj de una bomba de tiempo. Marcos Tinoco Gancedo El Coronel trazaba cada momento del levantón, desde la obtención de los listados de sus secuestrables hasta la designación del sitio de la liberación de sus víctimas.

El Coronel vivió una infancia en medio del oro, de los pedazos metálicos que su madre compraba y vendía en el centro histórico de la Ciudad de México. Aprendió, casi después de hablar, a distinguir un trozo de vidrio de un diamante, pero, más importante, el destello de deseo que el objeto producía en quien lo veía.

Tinoco Gancedo armó un dream team de plagiarios. Uno de ellos fue Juan Carlos Díaz Hernández el Jarocho, un tipo taciturno e irrelevante hasta el momento en que se encontraba con un arma de fuego. Se transformaba en otro hombre y se le fundía la mano con el acero y el plomo. Actuaba como la primera línea de ataque y como la última de defensa. Y Héctor Peralta Vázquez El Papis, quien coordinaba el levantón en el terreno. Era capaz de bromear en medio de un tiroteo y de reinventar las posiciones de acuerdo a los hombres caídos por el fuego o el miedo a favor o en contra y de resolver la –casi siempre– exitosa retirada.

Ambos son descendientes directos de Alfredo Ríos Galeana, “El enemigo público número uno”, como se atrevió a llamarlo el ex jefe de la Policía del DF, Arturo El Negro Durazo, a quien la realidad le impondría más pronto que tarde ese título.

En la otra parte de su vida, El Coronel actuaba como un playboy incrustado en la sociedad joyera de la Ciudad de México, a la que conoció y envidió desde los días en que su madre vivía y moría por un mínimo anillo empeñado. Llegó ahí como un seductor. Enamoró a Patricia Diéguez, viuda de un empresario con todos los contactos y amistades de los alhajeros judíos.

En ese mundo, El Coronel conoció a una amiga cercana de la viuda enamorada, Patricia Duclaud, quien mantenía en ese tiempo un romance con el connotado penalista Juan Collado, abogado, entre otros, de Raúl Salinas de Gortari.

Aquí es necesario pausar para colocar un contexto de las relaciones a fines de los noventa de los hermanos Salinas de Gortari.

***

Si el sexenio de Carlos Salinas de Gortari fue el de las vacas gordas para su hermano Raúl, el de las vacas flacas fue el siguiente, el de Ernesto Zedillo Pince de León.

La dimensión del desastre económico, los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y Ruiz Massieu y la persistente intromisión de Carlos Salinas en los asuntos de su gobierno orillaron a Zedillo a encarcelar a Raúl, quien pronto se vio o al menos sintió abandonado por sus hermanos.

Los recuerdos de los viajes al despertar cosmopolita de España, las cabalgatas de pretensiones olímpicas, los vuelos relámpago a Nueva York, los dedos tronados un instante antes de la voluntad cumplida se hicieron tumores en el alma de Raúl.

“Yo vi llorar a Raúl Salinas de Gortari. Una, dos, tres veces. Se sentaba en la orilla de su cama, se agarraba la cabeza con las dos manos y se sacudía con su llanto”, cuenta a este reportero un ex funcionario de la entonces cárcel de máxima seguridad de Almoloya, hoy del Altiplano.

La siguiente es la conversación telefónica entre Adriana y Raúl Salinas de Gortari en 2000 grabada –y distribuida a los medios de comunicación– aparentemente por los servicios de inteligencia mexicanos luego de una entrevista concedida por Carlos Salinas en que el ex presidente pretendió desmarcarse de su hermano mayor. La charla muestra claramente el tono del ánimo entre los hermanos Salinas.

Raúl (R). Bueno.

Adriana (A). Raúl.

R Bueno.

A ¿Cómo estás? Bueno…

… (sonidos de teléfono)…

R Bueno.

A Hola, ¿cómo estás?

A ¿Viste la entrevista?

R Sí, sí la vi.

A A ver, cuéntame, estamos aquí un grupo de gente, a ver cuéntanos.

R A mí me parece… eh… eh… que, en primer lugar, manejar cosas claras ayuda mucho.

A Ajá.

R Es decir, así fue el error de diciembre, había tanto, etcétera, creo que empezar a decir que no hay nada personal, eso así la gente ya no se lo cree.

A Ajá.

R Porque finalmente lo que la gente quiere ver es lo personal. A final de cuentas, por mucho que le expliques tú a la gente de quién fue el responsable del error de diciembre, no le devuelve ni su carrito, ni su casa, ni su trabajo. Sin embargo, me parece que habría, que es necesario contrarrestar todas las mentiras que se han dicho. Me parece muy importante que se diga ya que este gobierno fabricó una historia y una serie de historias…

A Ajá.

R Que son su responsabilidad. Me parece muy importante que el PRI tenga en algún momento que enfrentar cuentas de qué hizo cada presidente a favor o en contra de la plataforma del PRI, de los proyectos del PRI y del PRI como partido. Esto a mí me parece muy bien. Eh… En cuanto a mí, a mí no me gustó nada, porque no me ayuda en nada en mi defensa, al contrario, me la dificulta, me la tropiezA Yo tengo pues un par de años haciendo un gran esfuerzo, o sea, el año pasado y este año, e insistiendo en que los fondos son lícitos y con las manifestaciones que hizo Carlos pues reprobó moralmente esta posición.

A Ajá…

R Y entonces me deja en una posición muy adversa, porque él dice: Raúl debe estar en la cárcel porque hasta a mí me traicionó, que es lo que la gente recibe. Y bueno, entonces me hace muy difícil mi defensA Es decir, a mi juicio dio pasos en contra de mi defensa que no eran necesarios. Y pudo haber dicho perfectamente hay un proceso que, al concluir su proceso, se sabrá. Yo entiendo que… (inaudible)… pero lo que más importa es que no son parte de mi gobierno. Que era lo que yo había establecido…

A Eso sí lo dijo eh…

R Sí, de pasadita. Pero la actitud esa de que a mí me lastimó y eso, en primer lugar, nadie se lo cree. Pero el segundo, lo que está diciendo es: moralmente Raúl está reprobado, y si Raúl está reprobado es porque los fondos en la práctica son ilícitos. Y eso me da en la torre a mi defensa.

A Estoy tomado nota.

R Mande…

A Estoy tomando nota.

R Eso me lastima mucho en mi defensa, porque una reprobación moral es lo que más daño me hace. He venido trabajando con mucho esfuerzo para demostrar que los fondos son lícitos, que no cometí delitos, y si me reprueba moralmente pues me causa un daño. Creo que además es muy torpe de su parte decir que me exige una aclaración precisa y la voy a dar Adriana, le voy a tomar la palabra nada más, ya tomé la decisión de cuándo. No va a ser ni ahorita, ni mañana, pero le voy a tomar la palabra, y lo voy a aclarar todo, todo.

A Ah…

R Todo voy a aclarar, de dónde salieron los fondos, quién era el intermediario, para qué eran, de dónde salieron y dónde fueron. Porque creo que, efectivamente, la sociedad merece una aclaración completa y creo que más mentiras no ayudan.

A Ajá.

R Y voy a decir qué fondos salieron del erario público para que se devuelvan, yo creo que con eso la sociedad sí quedará contenta. Con esas mentiras a mí solamente me dañan y nadie se lo cree.

A Bueno, está bien.

R Pero no lo voy a hacer ni ahorita ni mañana ni pasado. Mañana y pasado voy a hacer otras cosas que necesito hacer para mi defensa.

A Mmh.

R Porque claramente estas actitudes desmoralizan mucho también a mis defensores, porque no sienten que me apoye.

A Mmh.

R ¿Tú cómo crees que le caiga a Cárdenas (Raúl, también abogado de Raúl Salinas) ahorita que estamos en las conclusiones?

A Mmh.

R De la patada.

A Mmh.

R Porque no me apoya, porque no dice que los fondos son lícitos, porque no dice qué ha demostrado la defensa, bueno le mandé…

A Lo de los empresarios.

R No dijo de los empresarios…

A ¡Claro que sí lo dijo! ¡Claro que dijo! Los empresarios han dicho que ellos se lo dieron. ¡Claro que lo dijo!

R Y después para qué sale con el cuento ese de que me lastimó y que me hizo mucho daño a mí…

A Dijo que me lastimó de… de… de las cuestiones falsas de… papeles.

R Sí Adriana, lo saqué a través de Gobernación por instrucciones de él.

A ¡No es cierto! ¡Tú me dijiste otra cosa! ¡No es cierto!

R Sí Adriana, yo tengo papeles…

A ¡No es cierto! ¡Tú me dijiste otra cosa! Tú lo sacaste con otra cosa y dijiste que tú asumías esa responsabilidad.

R Sí, pero no para que me estén a mí golpeando (inaudible).

A Pero no es cierto que con su anuencia, no es cierto y tú me lo dijiste.

R Tan te lo dije…

A No…

R … tan es cierto…

A … no es cierto…

R … que en el expediente en donde está el pasaporte falso dice por órdenes de Gobernación.

A … esos tú los sacaste y no por órdenes de Carlos y no digas mentiras…

R … y por órdenes de Carlos se compró la casa de Explanada y la compró Víctor Cadena…

A … estás hablando de los pasaportes falsos. Y eso es mentira y tú me lo dijiste hace tres años.

R Muy bien, AdrianA Yo voy a aclarar todo, en su momento, como él me lo está pidiendo.

A Sí, pero tú también le dijiste muchas cosas y (inaudible)… cosas que no es cierto (inaudible)… no sé todo lo demás, pero esto no es cierto…

R … Voy a decir… voy a decir toda la verdad… toda… nada más que en su momento.

A ¿Quién te va a creer? Y esto no es cierto. ¡Tú me lo dijiste a mí! Y dijiste yo…

R Tú verás…

A …Los pasaportes falsos…

R …Tú verás, te voy a decir todo lo de Margarita, lo de Carlos, lo del pasaporte.

A …A mí qué me importa eso, lo demás tú me lo dijiste a mí y dijiste…

R …Todo, todo voy a decir AdrianA Pero es una cobardía de Carlos atacarme públicamente. Es una cobardía y una traición de hermano…

A … No te atacó…

R …Me está atacando, porque él supo de todos los movimientos, todos los fondos…

A … Es una mentira tuya…

R … Todos los movimientos…

A …Es una mentira tuya…

R …Se lo digo en su cara…

A … (inaudible) que lo aceptabas…

R …Se lo dije y se lo digo en su cara…

A …Él te lo dijo en tu cara…

R …Yo se lo voy a decir a todos…

A …Y  está grabado en Almoloya lo que me dijiste…

R …Todo lo que tu quieras Adriana, pero es una cobardía de Carlos atacarme públicamente…

A …No te atacó…

R …Es una cobardía no defenderme…

A …Toda la gente dice que te defiende por no defenderse a él y tú eres el mal hermano ahorita porque me lo dijiste antes a mí.

R Muy bien, Adriana, piensa lo que quieras. Es una cobardía gigantesca de Carlos estarme mandando recados con Juan José de que le manden dinero porque el dinero es de él y venir a decir que él no sabía nada. Esto…

(Fin de la grabación).

***

Raúl Salinas de Gortari el día de su liberación, en junio de 2005. Foto: Cuartoscuro
Raúl Salinas de Gortari el día de su liberación, en junio de 2005. Foto: Cuartoscuro

En una de sus declaraciones, Marcos Tinoco aseguró que los hermanos Juan Ramón y Antonio Collado Mocelo, integraban una célula de su organización a la que identificó como “Franquicia arte”, en la que, dijo bajo juramento el delincuente confeso, también estaría integrado José Luis Sabau García, hermano de María Luisa Sabau, señalada como parte de la estructura financiera en la que se implantó la supuesta fortuna ilegal del hermano del ex Presidente de la República.

Una noche de finales de 1998, según Tinoco Gancedo, se habría encontrado con Juan Collado en el restaurante Palma de Altavista. El abogado le habría dicho que conocía a  gente “muy cabrona” en el gobierno, pero que necesitaba resolver un asunto y ponerlo en manos ajenas a sus negocios. Después hicieron negocios con ventas de joyas por medio de Patricia Diéguez y Patricia Duclaud, quien, siempre en voz del Coronel, mantenía una relación amorosa con Collado Mocelo.

En enero de 1999 el penalista habría citado al joyero secuestrador a través de un celular que Tinoco habría destinado exclusivamente para hablar con él. Se citaron en el restaurante San Ángel Inn, pero Collado le habría pedido no entrar al establecimiento, así que caminaron por una plaza comercial adyacente.

Juan, con algunas copas de más, habría hablado de mujeres, litigios y sus poderosos defendidos.

“Fue entonces cuando me dijo directamente que se trataba de un secuestro y una eliminación muy importante en la que podríamos cobrar de cinco a diez millones de dólares y que él estaría cerca de los familiares enterándose paso a paso para que pagasen el rescate. Que se trataba de gente que no podía ni iba a denunciar  los hechos, porque se convertiría en un enorme escándalo”, declaró El Coronel.

No se habría revelado el nombre de la víctima, pero sí se habría convenido que del asunto sólo estarían al tanto los Collado, Sabau, el Coronel y Jacobo Credi Cheja, un judío colaborador en el secuestro de otros judíos.

Se habrían reencontrado a finales de enero o principios de febrero de 1999, junto con Jacobo Credi en la cafetería del hotel Camino Real de la ciudad de México. Collado habría expresado su admiración por la logística del Coronel, quien operaba aun contra autos blindados con escoltas a bordo, y utilizaba documentos oficiales para hacer las detenciones falsas.

Entusiasmado, el abogado habría dicho que no le importaba esperar dos años para resolver el plagio sin sospechas en su contra por “sus fuertes negocios” con esa persona. El abogado habría entregado al secuestrador un sobre con 100 mil dólares y la promesa de 50 mil más en el futuro cercano.

Tocarían nuevamente el tema, cuando Jacobo ya estaba preso, en febrero o marzo de 2000, afuera de las oficinas del penalista, quien le entregó los otros 50 mil dólares. En marzo –el Coronel no recordó si a principios o a finales de ese mes– se citaron en Plaza Cuicuilco, al sur de la ciudad, afuera del restaurante Sanborns.

Ésta es la reconstrucción del diálogo que, según El Coronel, sostuvo con Juan Collado, vertido en las fojas 40 y 41 del expediente 17/2000-VII y del que SinEmbargo también posee copia.

–Ahora sí, mi Coronel, vamos a romper madres, a ganarnos ese dinero y yo a recobrar la posición. No importa que tengamos que esperar uno o dos años para prepararlo– habría dicho Collado al Coronel.

Según el dicho del propio Tinoco, el abogado habría argumentado que tenía “problemas fuertes muy personales y de negocios con Adriana”.

Collado pidió al secuestrador que subiera a un Mercedes Benz, donde “tomó un portafolios, sacando un sobre-fólder en el que venía toda la información de dicha persona. Fue hasta entonces que me enteré de que se trataba de Adriana Salinas de Gortari”.

–Eso no se le hace a una mujer –respondería El Coronel.

–Tenemos un trato, te entregamos 100 mil dólares, eres un profesional. No puedes retractarte, hay intereses muy cabrones atrás de esto, no nos puedes hacer esto.

Discutieron.

–Marcos, no tienes idea de las broncas que tengo, te suplico que lo consideres, este asunto es importantísimo... – habría insistido Juan Collado, el hombre al lado de la actriz Yadhira en la boda del hijo de Carlos Salinas de Gortari.

–Mi respuesta es, definitivamente, nadie lo hace. Tócala y te mueres.

La PGR inició la averiguación previa PGR/UEDO/281/2002 para dar seguimiento a las denuncias del Coronel.

Nada pasó, excepto el regreso de Carlos Salinas de Gortari, el asesinato no resuelto de su hermano Enrique, las bodas y las sonrisas, incluidas las que ni con cirugía se arrancan del rostro. *

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