Óscar de la Borbolla
15/01/2018 - 12:00 am
Radiografía de la amistad
Aunque existe el prejuicio de que un hermano es aquel con quien siempre puede contarse, la verdad es que con quien uno generalmente cuenta es con un amigo que, no siendo nada de uno, es como un hermano. Lamento lo paradójico de esta afirmación; pero es que así es la vida: un amigo es como un hermano de a deveras y sin el lazo sanguíneo que, honestamente y con gran frecuencia, no significa nada.
Aunque existe el prejuicio de que un hermano es aquel con quien siempre puede contarse, la verdad es que con quien uno generalmente cuenta es con un amigo que, no siendo nada de uno, es como un hermano. Lamento lo paradójico de esta afirmación; pero es que así es la vida: un amigo es como un hermano de a deveras y sin el lazo sanguíneo que, honestamente y con gran frecuencia, no significa nada.
Pero, ¿por qué destacar como primera característica de un amigo el poder contar con él, o sea, subrayar nuestra conveniencia? Contar con una persona, y además siempre, tenerla ahí a la mano para ser apoyado lo mismo material que moralmente, habla de beneficios e intereses, convierte al amigo en una buena institución bancaria; pero la amistad es más que eso; es un vínculo mucho más gratuito y espontáneo. Mi amigo no es un banco que opere 24 horas y de lunes a domingo adonde pueda acudir a canjear siempre un cheque en blanco, y tampoco es un banco en el que yo deposito favores con la expectativa de un día cobrarlos. Hacer un favor a un amigo, o recibirlo, es un acto desinteresado que en sí mismo genera su gratificación: es el gusto de ayudar a quien uno quiere, y no tiene más recompensa que el alivio que nuestro acto produce en el otro; en cambio, si al dar se tiene la esperanza de la reciprocidad es porque algo anda torcido.
Pero, ¿por qué destacar como segunda característica de la amistad los favores? En la amistad, los favores ocurren después, quiero decir que cronológicamente vienen más tarde, y eso si vienen, pues no son necesarios; puede haber amigos que no se den nunca nada más que la alegría de pasar tiempo juntos, el deseo de compartir una misma experiencia y, en ocasiones ni siquiera el deseo vehemente que se da en el amor, el cual vuelve una demanda recíproca compartir el tiempo o vivir necesariamente juntos una experiencia. Porque la amistad a diferencia del amor no exige la convivencia, en ésta el tiempo de la ausencia transcurre sin reclamos y sin duelos, y por eso, al reencontrarse con el amigo parece que el tiempo no hubiera pasado.
Y también, a diferencia del amor que es posesivo, desbordado e irrespetuoso, en la amistad no se impone la exclusividad, la posesividad, el afán por meter al otro en lo que consideramos bueno para nosotros y, por lo tanto, bueno también para él.
Dejar ser, dejar pasar, compartir lo posible, darse gratuitamente, saberse en tránsito, vivir en el presente y platicar para que todo lo vivido vuelva a ocurrir -como debió de haber ocurrido- hace que la amistad sea la patria a la que deseamos volver, la sociedad libertaria donde es un gusto vivir y a la que pertenecen solo los más afortunados y solo durante el lapso más afortunado de sus vida.
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@oscardelaborbol
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