Con la mano temblando de tanto firmar libros, el escritor mexicano es la estrella de la Feria del Zócalo, donde presenta su nuevo trabajo, “Que sean fuego las estrellas”, la historia de los anarcosindicalistas en Barcelona, entre 1917 y 1923
Ciudad de México, 13 de octubre (SinEmbargo).– Dice Paco Ignacio Taibo que de ninguna manera sintió que el horrendo crimen en la colonia Narvarte, donde asesinaron con lujo de violencia a cinco personas, entre las que se hallaban el fotorreportero Rubén Espinosa y la activista Nadia Vera, fue la sorpresa por el desborde, por haber llegado al límite.
Para el autor de la biografía del Che y de tantos otros libros que cuentan la historia de México, Latinoamérica, un reconocido además creador de novela negra, el estado represor es capaz de eso y de mucho más.
“Las bestias están sueltas”, advierte, mientras firma con decisión y entusiasmo los libros que le acercan sus lectores, en una larga fila que en la Feria Internacional del Libro del Zócalo comprueba que es uno de los escritores más leídos y admirados de la literatura mexicana contemporánea.
Paco, Paco, Paco, es la palabra que se replica sin cesar cada vez que trata de perderse entre el público que abarrota el Foro Eduardo Galeano, donde la Brigada para Leer en Libertad ha sentado base en el marco del encuentro librero que pone a la capital en actitud de lectura y vocación de letras.
Se sabe que el primogénito del admirado periodista Paco Taibo I no cree en las estadísticas que establecen que este país no lee y para demostrarlo está el stand de la Brigada, que ofrece libros a precios realmente convenientes, lo que permite que las personas se lleven más de un ejemplar a su casa.
Taibo II, como es también conocido, presenta su libro de reciente aparición, que terminó casi a pie de imprenta para que pudiera estar listo para la feria: Que sean fuego las estrellas-Barcelona (1917-1923), editado por Planeta, es una historia narrativa de sindicalistas y pistoleros.
“Los que piensen que no puede haber épica proletaria, que la épica es propiedad de los griegos de las Termópilas, de los jinetes azules de Custer o de los estudiantes del 68, están equivocados: a principios del siglo pasado, entre proletarios de humeantes fábricas oscuras, bares de mala muerte, calles sin farolas, barrios hacinados y sueldos casi inexistentes, se gestó un levantamiento obrero cuya protagonista fue una Cataluña enloquecida, que parecía habitar en un universo distinto”, dice la sinopsis.
Los deseos de justicia y libertad, que son motor en su literatura testimonial, reverdecen en esta historia del pasado, dando luz a un presente donde se han perdido todos los derechos laborales, aquellos principios por los que mucha gente estuvo dispuesta a morir y así lo hizo.
LA ENTREVISTA A PACO
–¿Entonces el anarquismo ha tenido un papel importante en las luchas obreras?
–Sin duda. Además, es una historia que fue borrada por el estalinismo, por la visión monopólica de los partidos comunistas. Por otra parte, al retornar el debate sobre el anarquismo hoy en México hace falta poner las cosas en orden. ¿De qué estamos hablando? Estamos hablando de una experiencia sindicalista como nunca se había visto en la historia del mundo, de un nivel de profundidad en la sociedad catalana entre 1917 y 1923, que fue lo que me motivó a escribir el libro.
–Los anarquistas, por otro lado, tenía una historia con la vida y la muerte bastante particular. No sólo se lucha con la palabra, también se lucha con el cuerpo
–Sí, es verdad, pero también hay que decir que no hay un solo anarquismo, hay muchos anarquismos. Está el de la estructura gremial, que dio forma al anarcosindicalismo en España primero, luego en Uruguay y algo en Argentina con Forja. Pero en España fue notable en ese periodo entre 1917 y 1923 y que renació con toda la furia en la República en 1936. Luego tienes otros anarquismos más individualistas, en la lógica del atentado, otros más culturales como el de Errico Malatesta y en México está el magonismo, que es liberal radical en sus comienzos y luego evoluciona hacia un proyecto insurreccional contra la dictadura. El magonismo tiene algo muy extraño, pareciera ser una réplica del leninismo y pone, tal como pasaba en Rusia, al periódico como organizador de rebelión.
–¿Cuál es la historia que tienes para contar de esa Barcelona entre 1917 y 1923?
–Hay una historia personal, primero. Cuando terminé de escribir el libro sobre Asturias (Asturias, octubre 1934), estaba en España y me pregunté qué otro hecho de épica proletaria habría en la historia de España y la respuesta fue Barcelona entre 1917 y 1923. Entonces me metí durante meses en los archivos. Es un libro esencialmente de archivos, porque apenas logré hacer tres entrevistas a los sobrevivientes. Para el libro de Asturias, hice 300 entrevistas. Para el de Barcelona, hice una muy buena investigación. No supe entonces qué hacer con ella. Pasaron 30 años hasta que yo tuviera clara la idea, luego de haber escritor El Che, Villa, cómo hacer un reportaje histórico, un libro de historia narrativa.
Uno de los disparadores fue una novela de Andrew Martin sobre el tema, que me hizo recordar la cantidad de material que tenía guardado en alguna caja. El otro disparador fue oír a los locutores de Televisa hablar sobre “los anarquistas, esos marcianos que queman semáforos”. Entendí entonces que había que hablar sobre el tema. Busqué la investigación que tenía guardada y luego fui a Internet para saber si alguien más había escrito al respecto y nada, no había nada. Así que me metí durante seis meses a tiempo completo –aunque mi tiempo completo es bastante rarito- a escribir este libro.
–¿Y qué encontraste? ¿Encontraste una épica?
–Sí, encontré una épica proletaria. De repente ver cómo se organizó esa clase obrera, la lucha de La Canadiense en 1919, la lucha de las mujeres por los subsidios y los alimentos en tiempos de carestía, los obreros de las fábricas que se enfrentan cuerpo a cuerpo con los pistoleros de la patronal…
–¿Tiene algo para decir ahora esa épica del pasado?
–Mmm…¡yo qué sé! En principio creo que sí. Toda historia es aprendizaje y pasado común, accesible. Creo que el tema pondrá a reflexionar a los lectores acerca de dónde están los trabajadores mexicanos hoy.
–Hemos perdido de hecho todos los derechos conculcados, ya no hay jornadas de ocho horas, ya no hay dos días de descanso, no nos respetan los días festivos y las vacaciones dejaron de ser acumulables, aquí en México…
–Ese fue el tercer disparador del libro: la ofensiva de hace tres años, en el inicio del Gobierno de Enrique Peña Nieto, destruyendo la ley federal del trabajo. Uno no hace manuales de combate, uno cuenta historias y en ese sentido hay una relación inevitable con la realidad inmediata de nuestro país. Ahí les va una experiencia más de la historia notable, para que sepas qué hacer con ella.
–Y si hay que volver a morir por las ocho o seis horas de jornada laboral, lo tendremos que hacer…
–Lo increíble es eso: la desaparición de los básicos, las jornadas de ocho horas, las vacaciones, días festivos, antigüedad laboral, es increíble el retroceso en este país.
_¿Con qué espíritu encaras esta nueva edición de la FIL Zócalo, que mal que bien ya ha cumplido 15 años?
–Bueno, evidentemente has visto lo llena que estaba nuestra carpa hoy. La Brigada para leer en Libertad sigue teniendo una propuesta muy llamativa para el público de la feria, consistente en regalar libros, en venderlos a precios muy accesibles y traer temas de gran interés al debate. Temas que calientan el ambiente informal, con la carpa abierta a pleno.
–¿Cómo se hace para traer a gente tan importante como el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera y al filósofo argentino Ricardo Forster, entre otros?
–Porque conocen lo que hacemos y están fascinados con el experimento. El eje del debate fue Paloma [Paloma Saiz, promotora de la lectura y creadora de la Brigada para Leer en Libertad, además de esposa de Paco]. Hicimos una lista de los 15 latinoamericanos que queríamos tener y seis nos dijeron que sí, lo que no está nada mal.
–Con respecto al tema de los derechos humanos, cercano a tu lucha, ¿no te sorprendió el crimen de la Narvarte, no pensaste que ya se había traspasado todo límite?
–No, para nada. Estaba justo en Xalapa en ese momento y salimos a la calle a protestar. No, no me sorprendió, no hay límites. La capacidad para cometer salvajadas por parte del aparato represivo no tiene límites. Las bestias están sueltas. Hay pactos extraños en los lugares más insólitos para las cosas más sórdidas.
–¿Cómo vaticinas el tiempo que nos queda de este sexenio?
–Mira, lo mismo no pasa nada y todo evoluciona en la misma línea de descrédito y del desgaste del proyecto neoliberal o estalla otra vez todo desde un lugar inesperado. Tienen una crisis económica en la cocina y no nos sorprenda que aparezcan otras 22 casas blancas, que tengamos otro escándalo nacional, otro acto de barbarie. Ayotzinapa cambió todo en este país, puede suceder cualquier cosa. El 19 de noviembre de 1910, el Ministro de Gobernación de Porfirio Díaz mandó una nota por telégrafo que decía: -Señor Presidente, el país está en absoluta calma. Un día después, se dio un montón de insurrecciones a lo largo y ancho de México.
–¿No hay esperanzas para este país?
–Sí, cómo no. Es sólo un tema de paciencia y tiempo, es inevitable, no puedes sostener una dictadura imperfectamente asquerosa por siempre jamás.