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El PRI de Peña llegará a 2018 con 6 gubernaturas menos que en 2012, y expulsado de otros 11 estados

13/08/2017 - 7:30 pm

Luego de las elecciones del 4 de junio de este año, en las que las gubernaturas de Coahuila, Estado de México y Nayarit estuvieron en juego, terminó por configurarse el mapa político electoral rumbo de las elecciones presidenciales de 2018. Comparado con hace cinco años, el Partido Revolucionario Institucional [PRI] llegará golpeado a los comicios federales del próximo año, y con menos liderazgos políticos estatales que en 2012, cuando contaba con 20 gubernaturas. Hoy, el tricolor tiene aseguradas 14 –Nayarit pasará a manos de Acción Nacional [PAN] en septiembre próximo–.

Entre 2012 y 2017, el PRI ha sido expulsado de 11 entidades federativas por los electores. Durante ese mismo periodo, regresó a cinco más. Si el Revolucionario Institucional hubiera mantenido los estados que gobernaba en 2012, hoy mantendría control político en entidades que en conjunto concentran a 47.3 millones de electores que componen la lista nominal –integrada por quienes tienen credencial para votar–, o bien, a cerca del 55 por ciento del electorado. En vez de ello, el partido debe conformarse con poco más del 43 por ciento de los posibles votantes, o lo que es igual, 37.2 millones de mexicanos que radican en las 14 entidades gobernadas por el PRI. Mientras tanto, la oposición come camino y le pisa los talones.

Ciudad de México, 13 de agosto (SinEmbargo).– Desde el regreso del PRI a la residencia oficial de Los Pinos en 2012 –luego de dos sexenios panistas–, la hegemonía del tricolor en los estados de la República Mexicana ha ido en decremento. De gobernar 20 entidades hace cinco años, hoy sólo pinta sus colores en 14 estados. Inclusive, en tiempos recientes, el PRI se ha visto expulsado de algunos de sus bastiones históricos [Durango, Nayarit, Quintana Roo, Tamaulipas y Veracruz]. Y hoy, como hace ya un año, la mayor parte de los gobiernos estatales [18] son de oposición –incluyendo al Gobernador independiente de Nuevo León–. Es en este escenario que el PRI llegará al 2018.

Cuando en diciembre de 2012 el Presidente Enrique Peña Nieto apenas estrenaba su cargo, se dirigió a la Nación con un primer discurso lleno de esperanza en el que prometía bienestar y desarrollo sociales; cuando según él nos encontrábamos “a las puertas de una nueva etapa de nuestra historia”. Antes de eso, como candidato presidencial, habló de toda una “nueva generación de priistas que han contribuido en la renovación del partido”. Entonces se refería a los ex gobernadores de Veracruz y Chihuahua [Javier Duarte de Ochoa y César Duarte Jáquez, respectivamente] y al de Quintana Roo [Roberto Borge Angulo].

Poco tiempo pasó para que aquel escenario maravilloso se desdibujara, y con el decaimiento de las promesas, los colores del tricolor palidecieron. La “nueva etapa” de este sexenio dejó algo diferente a lo prometido. Legó a tres priistas detenidos por supuestos casos de corrupción y ligas con el crimen organizado [Roberto Borge, Javier Duarte, Jesús Reyna García]; dos más en proceso legal [Flavino Ríos y Rodrigo Medina], dos prófugos de la Ley [César Duarte y Jorge Torres López] y dos más que son investigados en el extranjero [Humberto Moreira y Eugenio Hernández].

Y entre esos y más escándalos y acusaciones de corrupción, al partido que nació de la mano de Plutarco Elías Calles le quedan cinco estados que nunca han sido gobernados por la oposición: Campeche, Coahuila, Colima, Estado de México e Hidalgo.

LA CAÍDA EN CIFRAS 

Si el Revolucionario Institucional hubiera mantenido los 20 estados que gobernaba en 2012, de acuerdo con la información del Instituto Nacional Electoral [INE] al corte de julio de este año, actualmente el PRI mantendría control político en entidades que en conjunto concentran a 47.3 millones de electores que componen la lista nominal –quienes tienen credencial para votar–; o bien, a cerca del 55 por ciento del electorado. En lugar de ello, el partido debe conformarse con poco más del 43 por ciento de los posibles votantes, o lo que es igual, 37.2 millones de mexicanos que radican en las 14 entidades gobernadas por el partido.

En contraste, el PAN cuenta en la actualidad con más gobiernos estatales a su mando que en 2000 y en 2006 –cuando ganó las elecciones presidenciales–. El blanquiazul llegará al 2018 con 10 estados bajo su control, además de dos entidades más [Nayarit y Quintana Roo] en las que gobierna en coalición con el Partido de la Revolución Democrática [PRD]. Esos 12 territorios equivalen, en términos electorales, a casi el 33 por ciento de la lista nominal del INE [28.1 millones de electores].

Pese a que el partido tricolor mantiene su peso en el Estado de México, la entidad con el mayor número de votantes en todo el país [11.4 millones de mexicanos], desde 1997 no ha logrado arrancarle al partido del Sol Azteca el control del Gobierno capitalino –la segunda fuerza electoral de México, con 7.4 millones de electores–. Y el próximo año es difícil que lo logre. Encuestas como la de Grupo Reforma indican que partidos como el Movimiento Regeneración Nacional [Morena], PRD e inclusive el PAN, harán que el PRI bese la lona nuevamente en la Ciudad de México.

Además, la entidad mexiquense y los otros bastiones priistas [Campeche, Coahuila, Colima e Hidalgo], que en conjunto suman el peso de 16.6 millones de electores, no han sido suficientes para detener la caída del PRI, que en los últimos cinco años ha sido constante.

Un balance realizado por la Unidad de Datos de SinEmbargo refiere que, los estados que perdió el tricolor de 2012 a 2017 [Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Michoacán, Nayarit, Nuevo León, Querétaro, Quintana Roo, Tabasco, Tamaulipas y Veracruz], comparados con los que recobró en ese mismo periodo de tiempo [Guerrero, Jalisco, Oaxaca, Sinaloa y Sonora], le dejan cuando menos un déficit de 10.1 millones de electores.

Estas condiciones indican una posible pérdida de liderazgo político del PRI a nivel nacional, así como un desgaste del partido en las urnas. Basta con poner como ejemplo los resultados del domingo 4 de junio de este año, cuando el Estado de México estuvo en juego. Allí, el Programa de Resultados Electorales Preliminares arrojó que el Revolucionario Institucional, sin ayuda de los partidos Verde Ecologista de México [PVEM], Nueva Alianza [Panal] y Encuentro Social [PES], no habría podido superar a Morena en la votación.

Solito, el PRI alcanzó 1.7 millones de sufragios [30 por ciento de los votos]; en alianza, 1.9 millones [casi 34 por ciento de los sufragios]. Por su parte Morena, un partido que no supera los tres años de vida, obtuvo cerca de 1.8 millones de votos [31 por ciento de los sufragios]. Lo mismo sucedió en los 45 distritos que conforman el territorio mexiquense: el tricolor ganó en 18 de ellos; el partido de Andrés Manuel López Obrador arrasó en 23.

Ayer, en el marco de la Asamblea Nacional del PRI, el partido delineó su rumbo para las elecciones federales de 2018. El PRI no sólo enfrenta un decaimiento en el control de los poderes ejecutivos estatales –que por mucho tiempo fueron la base del partido para mantener una Presidencia estable–. También llegará al siguiente año con varios problemas internos, entre ellos, el descontento de militantes y políticos con los “dedazos” presidenciales para elegir al “bueno” para la carrera por la silla grande.

En las últimas semanas, más de 80 militantes priistas enviaron una carta a Enrique Ochoa Reza, su dirigente nacional, solicitando un cambio en la manera de elegir al delfín del partido. Por su parte, Ivonne Ortega, la ex Gobernadora de Yucatán que busca ser candidata presidencial del PRI, ha criticado al Tricolor bajo el argumento de que debe ser más competitivo y transparente a la hora de elegir a los candidatos presidenciales.

Sin embargo, para el partido no hay ”rebeldes”, como mencionó hace unos días Claudia Ruiz Massieu, secretaria general del PRI. En cambio, existe la “oportunidad para expresarse de manera crítica”, refirió. Y mientras ejercen sus críticas el partido pierde liderazgos y pierde votos.

La XVIII encuesta atribuida a la Presidencia de la República “Proceso electoral 2018. Fase previa”, refiere que hasta julio de este año el PRI es el partido con más votos en contra [37.51 por ciento de los más de 5 mil mexicanos encuestados]. Con ello supera al PRD, PAN, Morena y PVEM, que obtuvieron 18.14, 16.91, 7.38 y 3.61 por ciento, cada uno.

LA DECADENCIA DEL PRI

Hoy son 15 las entidades gobernadas por el PRI -sin considerar que este año el partido perdió la gubernatura de Nayarit, que pasa a manos del PAN-PRD-PT con Antonio Echevarría García, quien asumirá el próximo 19 de septiembre para el periodo 2017-2021-. Entre ellas están Campeche, Coahuila, Colima, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, México, Nayarit, Oaxaca, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala, Yucatán y Zacatecas.

En control del mayor número de entidades, le sigue el PAN con 10 [Aguascalientes, Baja California, Baja California Sur, Chihuahua, Durango, Guanajuato, Puebla, Querétaro, Tamaulipas y Veracruz] y PRD con cuatro [Ciudad de México, Michoacán, Morelos y Tabasco]. Además, a estos dos partidos se suman los estados de Quintana Roo y Nayarit, que ganaron en coalición. Las entidades restantes, Chiapas y Nuevo León, en la actualidad son gobernadas por el Verde Ecologista y un político independiente, respectivamente.

En los últimos cinco años, para el PRI el mapa de liderazgo en las entidades de la República Mexicana ha cambiado para mal. En 2012, cuando Peña Nieto se estrenaba, el tricolor tenía 20 gubernaturas. Esa cantidad la mantendría en 2013 con un ligero intercambio de territorios.

En las elecciones de 2011-2012, Jalisco pasó de las manos del PAN a las del PRI; en cambio, el PRD le arrebató Tabasco al partido del Presidente. Por su parte, la oposición se mantendría casi intacta entre 2012 y 2013: el PAN pasó de controlar siete a seis entidades; el PRD de tres a cuatro; y el PVEM y Movimiento Ciudadano [MC] se mantuvieron en una para cada uno.

Las elecciones intermedias de 2014-2015 significarían el primer pequeño retroceso del PRI en su liderazgo estatal. Aunque logró quitarle el estado de Guerrero al Sol Azteca, a su vez el PRD le quitó Michoacán. Además, volvió a intercambiar regiones con el partido blanquiazul [Sonora por Querétaro]. Sin embargo, el PRI perdió Nuevo León, estado que hasta el 2021 será gobernado por el independiente Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón, mejor conocido como “El Bronco”. Por su parte, los otros partidos se mantendrían con la misma cantidad de gubernaturas, por lo menos hasta 2016.

Ese último año, el PRI sufrió su caída más aparatosa, pues perdió seis estados que pasaron a manos del PAN [Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Quintana Roo, Tamaulipas y Veracruz]. Sólo pudo reponerse recobrando dos entidades: Oaxaca, que pertenecía a MC; y Sinaloa, que estaba bajo el mando del partido fundado por Manuel Gómez Morín.

En cuatro años, la pérdida fue notoria. El tricolor pasó de gobernar 20 estados a controlar 15. Y mientras caía, el PAN cosechaba. En 2016, ganó cuatro gubernaturas más, en comparación con un año antes –tres desde 2012-. PRD, PVEM se mantendrían igual durante ese periodo de tiempo.

Finalmente están las elecciones de este año, en las que estuvieron en juego tres gubernaturas, 55 diputaciones y 270 ayuntamientos. Y como ya se mencionó, la coalición de los partidos Acción Nacional y del Sol Azteca le arrebató al PRI Nayarit. Sin embargo, el tricolor pudo mantenerse por muy poco en los poderes ejecutivos de Coahuila y del Estado de México.

El balance de estos últimos cinco años es de una pérdida del control político en seis estados para el PRI; la ganancia de liderazgo en tres por parte del PAN y de una del PRD –además de las dos que comparten como coalición [Nayarit y Quintana Roo]–; el estancamiento en una gubernatura del PVEM [Chiapas], y la permanencia de la primera gubernatura independiente en nuestro país [Nuevo León].

Efrén Flores
Es politólogo por la UNAM. En SinEmbargo se ha especializado en el análisis de datos. Su investigación periodística es multitemática, pero sobre todo enfocada en temas políticos y económicos.
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