Muchos tienen contactos como ellos, o –en el peor de los casos– son ellos: encienden su computadora o dispositivo móvil, abren todas las redes sociales, revisan las últimas noticias, las actualizaciones de los amigos y entonces comienzan su ardua lucha contra el poder, mientras, se suman a todas las causas posibles: comparten links, notas, videos, memes; participan en foros o en las secciones de comentarios de los espacios informativos y sienten que con un click transforman la realidad y el pensamiento de millones de personas.
Se ven a sí mismos como combativos, contestatarios y luchadores sociales; sin embargo, pese a que se dedican horas a difundir contenidos, debatir apasionadamente con sus amigos y constantemente se unen –e invitan a sumarse, a toda clase de causas en la red–, fuera de ésta no mueven un dedo por ellas. Se trata de los llamados activistas de escritorio, personas que sienten que cambian al mundo y la sociedad desde la comodidad de su casa, oficina o instalados plácidamente en un café –aunque algunos digan estar en contra de las compañías trasnacionales, el consumo, del capitalismo- y a los que bien podríamos incluir en la definición de Radical Chic.
Creado originalmente en 1970 por el periodista Tom Wolfe, dicho vocablo se refiere a la adopción y promoción de causas políticas radicales por celebridades, artistas y el sector acomodado de la sociedad; en contraste con los activistas, los insurrectos o disidentes, los Radical Chic se adhieren superficialmente a la causa, no porque estén comprometidos con ella, sino para mostrarse como responsables, conscientes y con ello ganar prestigio. Actualmente también se usa para criticar a todos aquellos que abrazan causas políticas y sociales por pose, moda, culpa y no por una convicción genuina.
Para el investigador del departamento de Sociología de la Universiad Autónoma Metropolitana (UAM), especializado en la interacción en Internet y las redes sociales, Raúl Rodríguez Robles, el problema del llamado activismo de escritorio radica en que –como su nombre lo indica- no abandona la web ni las redes sociales, además de la poca crítica o reflexión de algunos usuarios al momento de compartir notas, videos, imágenes e incluso proferir insultos.
VENTAJAS DEL ESCRITORIO
Los beneficios de compartir datos en la red son innegables: la información es instantánea, global, se puede acceder a ella en cualquier momento y desde cualquier lugar a través de la computadora o desde un dispositivo móvil. Internet es un medio que convoca a la interacción, facilita la interlocución entre quien genera la información y quien la procesa, otra gran ventaja es el anonimato, que brinda seguridad al usuario debido a que no expone su integridad como lo haría de forma presencial.
Según el Estudio de Hábitos de los usuarios de Internet en México 2012 de la Asociación Mexicana de Internet (AMIPCI), el número de internautas en el país es 40.6 millones, el principal uso continúa siendo con fines de entretenimiento y ocio: comunicarse con amigos y familiares, ver contenidos sobre cultura, deportes y entretenimiento.
El investigador señala que las redes sociales tienen un propósito específico, el económico: son un negocio, su intención no es el altruismo, ni generar conciencia o movimientos sociales, por lo tanto el activismo de escritorio puede ser provechoso, sólo si se desborda y se lleva fuera de ellas; “no es útil hasta que los jóvenes no traducen sus ideas en acción. El caso del movimiento #YoSoy132 es un acierto pues sale de lo virtual, pero es sólo un comienzo, para el especialista la indignación debe permear y tener algo que la catapulte sino podría devenir en un gatopardismo: no cambiar, sino reciclar el sistema; podría ocurrir que sean cooptados, por ello es importante que el movimiento se diluya en la masa y que no sea liderado por unas cuantas personas, eso es muy bueno y rompe paradigmas”.
Según Rodríguez Robles hay una concepción equivocada los jóvenes de lo que es el activismo y ésta es una de las razones por las cuales muchos creen que la difusión de contenidos o dar un “me gusta” equivale a abrazar una causa, olvidando que el activismo es un conjunto de acciones permanentes realizadas con la intención de suscitar cambios políticos y sociales; implica tener intereses y metas claros, establecer compromisos, realizar acciones concretas y adquirir responsabilidades.
El investigador asegura que otro problema es que las juventudes han sido cada vez menos participativas, y explica: las generaciones de hace 20 años marchaban, la anterior fue de guerrilleros, ahora cada vez se realizan menos acciones, esto es producto de una sociedad individualista, con valores ausentes y falta de oportunidades. Ante esto el joven, tiende a buscar satisfactores inmediatos; no hay planes a largo plazo ni existe un proyecto social construido por la juventud, muchos no se comprometen ni con ellos mismos, por lo tanto, tampoco con la sociedad.
De igual forma refiere que es más fácil cerrar los ojos o permanecer detrás de un teclado, pues este “activismo” genera el espejismo de que se está haciendo algo contundente, pero lo que se hace es transmitir datos de una manera despersonalizada, que ubica al usuario en una zona de confort, sin establecer un compromiso y sin que haya consecuencias: “Por ejemplo cuando estoy conectado y le digo a Peña Nieto que es un pendejo, no me expongo a su reacción directa, ni de manera presencial, ello implicaría valor, compromiso, responsabilidad. Si yo le digo en persona a cualquier político que es un ladrón debo estar informado y tener los elementos para sostener mi declaración, no así en la red donde puedes hacer casi lo que quieras de manera impune”, señala.
Es importante pronunciarse y la inconformidad es legítima, pero a decir del investigador, muchos jóvenes no han logrado expresarse con madurez y sustentar sus argumentos; un factor importante es que la cultura contemporánea privilegia el lenguaje visual, el cual es menos reflexivo, no se digiere ni se procesa, eso hace que la capacidad de análisis del sujeto se vea mermada y produce que éste permanezca –en la mayoría de los casos- en el enunciado o el insulto barato “se van más por lo inmediato y en la mayoría de los casos prevalecen el vilipendio, el escarnio y la agresión en vez de la reflexión y el análisis”, apunta el especialista.
Otro aspecto importante de los Radical Chic es la incongruencia, la falta de autocrítica y de reflexión sobre los contenidos en la red, tomemos como ejemplo a Wirikuta: muchos compartieron fotos y links, sobre todo del concierto, pero no saben bien dónde se ubica la zona, qué es, cuál es la problemática, sin embargo tener la pose de comprometido, informado o aguerrido es, como lo explica Rodríguez Robles, capitalizable ya que reditúa socialmente y en el caso de los artistas, los beneficia mercantilmente, siempre pasando por alto el hecho de que las causas pierden sentido cuando la gente comienza a sacar provecho de ellas o las usa como pose. “Es una ilusión que mitiga el sentimiento de culpa (por no actuar) les hace creer que con eso participan y se resuelven los problemas, acalla la conciencia. Creen que con un click realmente hacen suficiente para transformar su mundo y carecen de claridad para darse cuenta de que incurren en una práctica que no genera cambios y sólo cubre apariencias”.
#YOSOY132 PUEDE SER EL DETONADOR
Como se ha mencionado, el acierto del movimiento #YoSoy132 radica en salir de lo virtual a lo real, para el sociólogo la parte de la población en la que más tienen que trabajar los jóvenes es aquella donde persiste la apatía y la que está en contra de su movimiento; “tienen que convencer que de que hay manipulación y autoritarismo en los medios; que Peña Nieto representa a grupos de gran poder económico y político, que hay compromisos con grandes televisoras y consorcios”.
Tampoco deben olvidar que persiste un gran número de personas que no acceden a Internet y que sólo se informan a través de los medios tradicionales, “compran la prensa vendida, ignoran la manera tramposa en la que puede presentarse la información y su percepción de lo que ocurre con los medios no es la misma que la de los universitarios, los internautas o de la gente con acceso a la web, ellos no ven la manipulación de la información”, expone el académico. Y agrega: “Desconocen que las televisoras siguen manejando y ocultando los contenidos, la oferta televisiva más grande sigue favoreciendo a Peña Nieto, a Josefina Vázquez Mota en menor manera, sigue desacreditando a las izquierdas; mientras favorece la imagen de violento e intolerante de Andrés Manuel López Obrador y sus adeptos. Cualquier información que pueda desacreditarlo se sobredimensiona en los medios de comunicación y las que pudieran favorecerlo son minimizadas”.
Es por eso, que los jóvenes y la sociedad en conjunto deben sensibilizarse mucho más, y aunque las movilizaciones son una buena estrategia, para el especialista se necesita ir más allá de las marchas “tomar las calles significa informar en el metro, el camión, en una plaza pública e incluso conversar con las persona de junto; sin intentar convencer en favor de uno u otro candidato, sino hacer que su voto sea reflexivo para que sea comprometido, responsable, independientemente de quien sea su elección”.
Asimismo, se debe convencer a la gente de que el voto es una de muchas maneras de participar, la contienda electoral es más inmediata, coyuntural por lo que se debe fomentar el involucrarse como una tarea permanente y un compromiso personal.
El sociólogo afirma que el movimiento estudiantil debe extenderse a todos los niveles de la sociedad y dirigirse a otros aspectos: además de incluir a todos los sectores, debe exigir oportunidades educativas, ambientales, económicas así como definir su rumbo: “el primer mes después de las elecciones será determinante para ver hacia dónde va el movimiento, ver si en verdad puede constituir un movimiento ciudadano apolítico encabezado por jóvenes, aunque también puede ocurrir que se diluya, se pierda en lo cotidiano y en lo inmediato”. Si en este mes se puede generar un movimiento más amplio, que arraigue en el resto de la población y en sectores organizados, como el campesino u obrero puede ser el detonador necesario para el cambio, no me refiero a un movimiento violento sino a uno en el que la población exija a la clase política que trabaje como debe ser, apunta.
El académico declara que pese a las numerosas arbitrariedades; inseguridad, corrupción, falta de oportunidades, y “una desigualdad escandalosa”; parece que no se ha producido la indignación suficiente para tomar cartas en el asunto y eso inhibe que los jóvenes se motiven y actúen. “Muchos jóvenes permanecen en el conformismo, en otros países la gente toma las calles; exige, se indignan, se involucran”.
JUGUETES DEL SISTEMA
Habrá algunos que logren salir de las redes y asuman su compromiso de lucha, pero sólo serán los que desarrollen conciencia y se consideren capaces de asumir compromisos, responsabilidades y tracen líneas de acción, estrategias y objetivos. Se necesita ser independiente de las redes, ir más allá, no sólo estar montados en la ola, “se debe tener claro lo que uno quiere lograr y esto exige un cambio de conciencia, una transformación; tiene que haber un despertar en todos los aspectos, un cambio de conducta individual que, cuando se traduce al resto del mundo, la gente comienza a darse cuenta de que realmente es posible actuar y hacer cambios”, afirma Rodríguez Robles.
Lo más grave de ser un Radical Chic, un activista de escritorio y de pose es que se minimizan las causas, se desvirtúan y la lucha verdadera pierde impacto. El especialista señala que permanecer en la superficie tiene un costo muy alto, pues lo único que se logra es reproducir al sistema y entrar en su juego; el no asumir responsabilidades y las consecuencias de no hacerlo afectan a corto, mediano y largo plazo, el ejemplo más inmediato es el próximo proceso electoral: “si no se asume una posición congruente para ejercer el voto, defenderlo y lo delego en alguien más, la consecuencia serán seis años de mal gobierno”, concluye el especialista.