Fernando Vallejo, García Márquez y los elefantes: revuelven el avispero de las letras latinoamericanas

13/05/2013 - 12:00 am
Fernando Vallejo (Foto: FIL)
Fernando Vallejo (Foto: FIL)

Ciudad de México, 13 may (SinEmbargo).- “Mi’jo, lávese las manos que ha tocado plata, nos decía mamá. Así salimos: puros pobres. Si mi hubieran educado los del PRI, ya sería millonario”, fue una de las primeras cosas que dijo el escritor colombiano Fernando Vallejo cuando se enteró que había ganado el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, en el marco de la XXV Feria Internacional del Libro.

Fue en 2011 y también representó la última ceremonia de un galardón destinado a morir merced a la torpeza de haberlo entregado en 2012 al peruano Alfredo Bryce Echenique, un gran escritor sin duda, pero a quien persigue la sombra del plagio probado de artículos periodísticos.

Hoy, ya no existe el premio, hay nuevas autoridades en la Feria del Libro de Guadalajara, con Marisol Schultz a la cabeza, pero el autor de La virgen de los sicarios y El desbarrancadero, todavía da nota.

La reciente edición por parte de editorial Alfaguara de Peroratas, un compendio de ensayos del escritor nacido en Medellín  en 1942 incluye un ensayo de Vallejo en contra de Cien años de soledad, de su compatriota Gabriel García Márquez, que había sido rechazado en 1998 por la revista El Malpensante.

El escrito “pretendía demoler Cien años de soledad diciendo que es una novela escrita en tercera persona y otras cosas. Yo era el director en esa época y recuerdo que mi respuesta a Vallejo fue: ‘uno no ataca a un elefante con un cortauñas’. Dicho esto, me parece estupendo que Alfaguara haya publicado el ensayo de marras para que sean los propios lectores quienes decidan si el elefante muere o no”, dijo el periodista  Andrés Hoyos al periódico El Espectador, que este fin de semana publica el texto íntegro.

Se trata de un extenso reportaje firmado por Nelson Fredy Padilla y en el que además de dar cuenta de la nota de marras, publica el correo electrónico por medio del cual Fernando Vallejo dio autorización para que el periódico reprodujera la columna que había sido rechazada por El Malpensante.

YO NO ATACO ELEFANTES

“¡Cómo voy a atacar yo a un elefante! Ni con un cortauñas ni con nada. Yo no soy como el Borbón bribón que tienen los españoles, que hace poco mató a uno de esos hermosos animales con un rifle y salió como un héroe en primera plana en El País de España. Yo amo a los animales. En prueba los cien mil dólares del premio Rómulo Gallegos, que los di para los perros abandonados de Venezuela; y los ciento cincuenta mil del premio de la FIL, que los di para los de México. Muchos años después del incidente de El Malpensante, recuerdo la remota mañana en que el coronel Andrés Hoyos me rechazó el artículo sobre nuestro genio máximo escrito para nuestra revista máxima. Bogotá era entonces una aldea de cien mil habitantes que vivían de huevos prehistóricos”, explicó con su lengua ingeniosa y afilada.

El texto, con el título Un siglo de soledad, echa mano de la ironía y del humor para cuestionar la sintaxis de García Márquez en la famosa frase inicial de la novela: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”, donde según Vallejo sobra la palabra “remota” y el conocer el hielo, constituye, además, una referencia no explicitada a una historia contada por el poeta nicaragüense Rubén Darío en su autobiografía.

“Por él aprendí pocos años más tarde a andar a caballo, conocí el hielo, los cuentos pintados para niños, las manzanas de California y el champaña de Francia». ¡Te plagió, Gabito, te plagió ese cabrón nicaragüense! ¡Y con semejante frase tan fea! Y no sólo te robó el hielo y el grado de coronel, sino hasta la expresión genial tuya de “muchos años después”, pues el “pocos años más tarde” de ese sinvergüenza ¿no viene a ser lo mismo, aunque al revés? Y después dicen que los colombianos somos ladrones. ¡Ladrones los nicaragüenses! Cuando te acusen de plagio me llamás a mí, Gabito, yo te defiendo. A cambio vos me vas a enseñar a ser autor omnisciente y a leer los pensamientos”, escribe Vallejo.

Desde discutir si en el realismo mágico los huevos pueden ser prehistóricos hasta poner en duda la eficacia de la aseveración de “Gabo” en el sentido de que “muchas cosas carecían de nombre y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”, todo el texto es la expresión máxima del conocido sentido del humor de Vallejo, una daga punzante en el corazón de los mitos y de los clichés.

“Esto no es un reproche, Gabito, yo a vos te tengo buena voluntad. Nada más te lo recuerdo por si algún cabrón malpensado algún día te lo saca a relucir, estés preparado y sepás qué responder. Respondele: - Animal, ¿no ves que estamos ante el realismo mágico? Por eso es mágico. Si las cosas tienen explicación, ¿dónde está la magia? ¿Qué chiste hay pues?”, dice en otro tramo.

El texto de Vallejo es una bocanada de aire fresco en la anquilosada y benemérita República de las Letras Latinoamericanas, donde  la solemnidad y el reinado de autores intocables y carácter totémico, restaron debate y dinamismo a la creación literaria.

Foto: Especial
Foto: Especial

Puestos a analizar, los cuestionamientos de Vallejo, incluido su larvada acusación de plagio de Balzac, no dejan de ser humoradas y argumentos perfectamente rebatibles por un enorme corpus bibliográfico que se ha dedicado a reseñar con las mejores herramientas de la más sofisticada teoría literaria la obra cumbre del Premio Nobel colombiano.

Sin embargo, uno tiende a pensar que a la luz de provocaciones y debates como este se forjan los lectores más inquietos y curiosos, esos que no están dispuestos a dar nada por sentado y que no obedecen a los dictámenes mediáticos y editoriales que hablan de “la mejor novela de la historia” o “el mejor escritor del mundo”.

Que la revista El Malpensante haya rechazado en su momento el texto, no es más que el reflejo de cierto stablishment representado por una rancia corriente de pensamiento que se hace llamar “periodismo cultural” (como si no bastara el periodismo a secas) y que resulta, a ojos vistas, más papistas que el Papa, como suele decirse.

En el mismo tono, muchas columnas que cuestionan el real valor literario de las novelas de Fernando Vallejo, un escritor que muchos teóricos literarios y no pocos lectores consideran sobrevalorado, podrían publicarse si no fuera porque en nuestra literatura todo suena pesado y solemne, terriblemente conveniente por si las moscas y los elefantes.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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