Alejandro Calvillo
13/02/2018 - 12:05 am
Entre SuperAMLO y SuperAnaya
La dicotomía que enfrentamos, más allá de nuestros Superheroes, está entre la democracia o la barbarie
El escenario que enfrentamos y los cambios que requerimos aparecen como retos mayores a los que enfrentan los superhéroes en las películas hollywoodenses. Las mafias del crimen organizado y la corrupción son mayores en miembros y recursos que los grandes villanos y bandas que enfrentan estos superhéroes en las pantallas. Los dos candidatos que encabezan las encuestas, las encabezan porque se presentan como los Superhéroes que lograran acabar con el mal de la corrupción y la violencia. El tercer candidato se presenta más como un antihéroe, al no establecer una ruptura, aunque fuera simulada, con el gobierno que en la opinión pública de los mexicanos es el más corrupto que ha existido.
La violencia y la corrupción nos tienen secuestrados como Nación y esperamos que un Superhéroe nos salve. AMLO aparecía como el único candidato de la ruptura y de ahí el apoyo que ha recibido, teniendo como precedente su paso por el gobierno del entonces Distrito Federal hoy Ciudad de México. Anaya se ha ubicado, en el discurso, en esa posición de ruptura, centrándose en el combate contra de la corrupción. AMLO ha establecido puentes con el sector empresarial, sin embargo, las campañas en su contra se recrudecen, mostrando como escenario de terror para México la realidad actual de Venezuela. La campaña contra AMLO se refuerza con fanáticos en su contra que viven aterrorizados con ese escenario que las campañas han interiorizado en su psique y a la que han contribuido algunos de los propios colaboradores de AMLO que en su momento mostraron simpatías por el régimen de Venezuela. Simpatías que a cualquiera le hacen dudar sobre la vocación democrática de quien las expresa y eso es usado en contra de AMLO, porque Venezuela puede volverse su Kriptonita, más allá de que el no simpatice o lo haga con ese régimen.
Anaya apareció al frente de la presidencia del PAN y después como candidato de ese partido y del Frente establecido con el PRD y MC, abriéndose paso a codazos y dejando atrás a sus propios mentores. Su discurso contra Fox y Calderón y su posicionamiento discursivo frente a la corrupción lo ponen como el oponente principal de AMLO a la presidencia. Su acercamiento a las causas por un fiscal independiente y de un sistema anticorrupción eficaz lo han fortalecido. Sin embargo, aunque parece ir sólo, busca el apoyo de los caciques locales, de personajes impresentables como Yunes, el gobernador de Veracruz, y de otros personajes de su partido y del PRD que son impensables para alguien que habla contra la corrupción. Anaya ya vivió la campaña del PRI en su contra encabezada por el periódico El Universal pero, si al final queda como único candidato frente a AMLO, se cree que ocurriría una alianza entre él y el PRI. Esa Alianza podría ser la propia Kriptonita para Anaya o algo que aún no conocemos.
La Kriptonita para AMLO está en el éxito que puedan tener las campañas de asociación de su propuesta y su persona con el régimen autoritario y antidemocrático de Venezuela. Para sus fines, será muy importante contraatacar esas campañas. La Kriptonita para Anaya es aún desconocida por lo mismo que es desconocido el propio Anaya que nunca ha concedido entrevistas en profundidad a algún destacado periodista. De AMLO su pasado y presente ha sido investigado a detalle y no han encontrado ningún escándalo que lo implique personalmente para acabar con sus aspiraciones. De Anaya, no sabemos, pero si intuimos que un posible acercamiento al PRI pudiera convertirse en su Kriptonita. Pero ahondar en los candidatos nos mantiene en el imaginario de los Superhéroes.
La dicotomía que enfrentamos, más allá de nuestros Superheroes, está entre la democracia o la barbarie, la barbarie que hemos vivido y la oportunidad de entrar en una sociedad con sistemas de control social robustos que impidan que los poderes económicos y políticos, legales e ilegales, sigan secuestrando la sociedad sumiéndola en la corrupción y la violencia. Los candidatos y sus partidos vienen acompañados de una serie de personajes y prácticas que son la clave en la cultura de la corrupción política. Quedarnos en ellos, en evaluarlos y fortalecer o debilitar nuestras filias y fobias deja de lado el lugar que debemos ocupar como sociedad en un sistema que debe ser más democrático.
Salir del laberinto no será nada fácil, y menos sin la participación de la sociedad. Las guías tienen que ser varias: un poder judicial independiente y bien protegido, desde el fiscal general hasta los ministerios públicos; un sistema sólido contra la corrupción que establezca precedentes fuertes que logre inhibir los delitos a partir de acabar con la impunidad; organismos ciudadanizados fuera de la influencia de los partidos políticos, que enfrenten las prácticas monopólicas y anticompetitivas; procuradurías realmente independientes que protejan el ambiente y a los consumidores; organismos profesionales de evaluación de las políticas públicas libres de conflicto de interés; prácticas generalizadas que impidan el conflicto de interés y la interferencia de intereses privados en la elaboración de la política pública.
Ninguno de los tres candidatos a la presidencia puede garantizar que entre sus más allegados no hay profundos conflictos de interés y que no hay personajes con una larga trayectoria oscura en la vida pública. Veremos un espectáculo de tercera, a los candidatos en el fango, tirándose grandes bolas de lodo, exhibiendo el pasado y los curriculums de sus aliados, las campañas del miedo, lo más vil de la publicidad electoral. La sociedad nuevamente se dividirá, no sabemos qué tan profundo, del otro lado de la frontera norte la división es honda.
Cada quien tiene su círculo donde normalmente está rodeado de personas que tienen sus mismas inclinaciones políticas, aunque siempre hay círculos menores donde uno es el extraño, el que disiente. Pero también, en las propias familias se enfrentan fobias y filias. Vemos, día a día cómo aumenta el encono contra un candidato u otro, el encono que se torna odio. Las soluciones están en uno de los candidatos para unos, y para otros en otro. Sin duda, hay diferencias entre los candidatos, sepamos mucho, poco o nada de ellos.
El tema es si más allá de nuestras preferencias electorales, más allá de las fobias y filias, bien o mal sustentadas, podremos encontrar una agenda común, que más allá de nuestras diferencias, evidencie nuestras coincidencias y nos una a la mayoría para cambiar este país. La mayoría de la población coincide en la necesidad de combatir la corrupción y la violencia, en la necesidad de proteger el medio ambiente y el acceso a los recursos naturales para nosotros y nuestros hijos, de enfrentar las profundas desigualdades en nuestro país, en recuperar la salud alimentaria frente a las epidemias de obesidad y diabetes.
¿Piensa usted que su candidato es todo poderoso y por si sólo podrá enfrentar los poderes legales e ilegales que dominan parte importante del territorio nacional, de organismos gubernamentales, sectores importantes del poder ejecutivo, legislativo? ¿cree que su candidato podrá sacudirse a los personajes corruptos que le acompañan o con los que ha tenido que aliarse para fortalecer su candidatura.? Si lo cree así, es que aún cree en Superhéroes.
Si a uno le generan dudas estas preguntas con su propio candidato, si es que tiene un candidato, nos da miedo pensar en lo que harán al respecto los demás candidatos. El asunto es que sin órganos autónomos, independientes, sin organismos ciudadanizados, fuera del control de los partidos políticos, sin un poder judicial autónomo y protegido, sin un poder legislativo y ejecutivo con reglas claras contra el conflicto de interés, ningún candidato podrá cambiar la situación que vivimos.
Para salir del laberinto o empezar a ver fuera de él, será importante quien sea el mandatario de este país, pero más importante serán los controles sociales que se construyan de manera independiente de los poderes políticos y económicos para vigilar el ejercicio de la administración pública, para ejercer el poder judicial, para proteger los derechos de los mexicanos a un medio ambiente saludable, a la salud alimentaria, a la competencia económica.
Sabemos que el poder corrompe. No sólo se trata de corromper en el sentido de hacerse de los recursos públicos, el poder, cualquier sea su forma, llega a descomponer a la mayor parte de las personas. Esta descomposición no sólo puede llevar a robar, a lo que lleva de manera más inmediata es a perder el piso. La única manera de evitar la corrupción de un sistema es con controles independientes, externos al poder constituido y este proceso obliga a quien tiene el mando a no perderse.
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