Por Dalia Martínez y Humberto Padgett
Meseta Purépecha, Michocán, 11 de octubre (SinEmbargo).–
Dicen los fanáticos del futbol americano en Estados Unidos que sin guacamole no hay súper tazón. Fiel a la costumbre, el Presidente Barack Obama ha seguido los juegos de campeonato desde la Casa Blanca con totopos sopeados en la mezcla de color verde, según ha difundido su oficina de prensa.
Y en Michoacán, primer productor mundial de aguacate y primer exportador de la fruta al país del norte, se sabe que la industria de la palta está intervenida en su totalidad por el crimen organizado.
Es difícil saber si Obama lo sabe o no. Pero quienes sí lo tienen bien claro son los dos expresidentes panistas que ha tenido México: Felipe Calderón, quien es michoacano, y Vicente Fox, quien es aguacatero en la misma región en la que Los Caballeros Templarios son el gobierno de facto.
El narcotráfico ha hecho de la empresa de las drogas una simple división y ahora ha montado una férrea estructura de extorsión en la mayoría de las áreas de actividad económica agropecuaria del estado.
La veta del “oro verde” fue descubierta alrededor de 2010 por Los Caballeros Templarios, pero recientemente decidieron intervenir de manera directa en cada uno de los procesos de esta industria de la que Michoacán, por sí mismo, sería líder mundial y por mucho.
Hoy, cuentan los pequeños productores, no hay dinero que alcance para satisfacer las exigencias de “apoyos” del crimen organizado. Los Caballeros Templarios exigen 1.50 pesos por pie de la planta de aguacate cultivada en vivero; 1,500 pesos por hectárea para los productores que no exportan y hasta tres mil pesos para quienes han enviado su producto fuera del país en el pasado, sin importar que en la temporada hayan producido o no.
Hasta hace dos años, los templarios calculaban la cuota que debía aportar un huertero con base en la cantidad de árboles que éste les reportaba de su propiedad. Si los narcotraficantes descubrían que el agricultor había mentido, volvían a su parcela y derribaban todos los árboles excedentes.
“Dijiste que tenías 100 y tienes 300, pues, te chingas y te quedas nomás con tus 100. Tiras 200”, era el razonamiento.
No existe manera de engañarlos. No vale decir que se poseen dos hectáreas en vez de tres o que se cultivó una tonelada en vez de dos.
Ellos, “los malos”, como los llaman los productores de la fruta en Cherato, municipio de Los Reyes, saben con exactitud cuántas hectáreas tiene cada uno de los 22 mil productores en Michoacán, cuántas matas sembraron, cuántos kilos produjeron, cuántas cajas sacaron y a qué empacadora vendieron.
Aún más: conocen con la precisión de un relojero cuántas plantas existen en cada vivero y a quién las venden estos. No sólo pagan por cada planta cultivada, sino también por camión o camioneta que traslada la mata.
Los Caballeros Templarios también saben el nombre y apellido de los productores, de sus familias, de sus hijos, de sus esposas, conocen el domicilio y qué lugares frecuentan.
Todo. Tienen en sus manos la radiografía completa de los aguacateros.
No existe manera de escapar al ojo, los oídos y las manos criminales de los extorsionadores porque no pocas veces es el vecino, el amigo de toda la vida, el familiar cercano, y también el lejano, el compañero de juerga y hasta el hermano.
–¿Cómo es posible que tengan información tan detallada? –se les cuestiona a varios de ellos reunidos en entrevista con SinEmbargo.
–¡Aaah, pues, fácil! Saben cuánto tenemos porque tienen acceso directo a las guías [permisos] que otorga la Junta Local de Sanidad Vegetal, que depende de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA) y los Comités Estatales de Sanidad Vegetal. La Junta lleva el control e inspecciona físicamente cada metro de hectárea, cada mata, cada árbol y también la calidad de cada fruto.
Entre los productores priva la sospecha de que los empleados de cada Junta de Sanidad Vegetal están coludidos con “los malos”, a quienes les entregan la información a detalle, forzada o voluntariamente. Las situaciones que viven en sus tierras los llevan a concluir que los narcotraficantes tienen incluso la capacidad de decidir las visitas oficiales que hacen los agrónomos de la Junta Local.
Los narcos hacen excepciones para el pago y rebajas con los huerteros viejos o enfermos.
“A ellos les rebajan el donativo y les cobran la mitad, es decir mil quinientos por hectárea, como también la mitad del cobro es para los productores de aguacate que no sacan el producto del país y a veces ni siquiera del estado”.
El rosario de extorsiones para cada productor aguacatero en Michoacán no termina aquí.
Cada inspector de la Junta demanda su propia cuota: 3 mil pesos por huerta al año para mantener la etiqueta de inocuidad del producto y hectárea. La certificación es indispensable debido a los altos estándares exigidos de la palta, luego del embargo de 83 años (de 1914 a 1997) impuesto por las autoridades estadunidenses al producto mexicano, uno de los más largos en la historia del comercio internacional.
La producción de aguacate en estos tiempos es casi un acto de fe y de costumbre.
A raíz de las extorsiones, cobros de cuotas, secuestros y matanzas de miembros del sector aguacatero, el gremio de productores se ha reducido y reservado para quienes tienen en la bolsa más de un millón de pesos para invertir y de cuatro a siete años para sentarse a esperar a que el negocio rinda frutos, además de aguantar las embestidas de la mafia que se volvió voraz y ahora saca tajada hasta del modesto empacador.
Una hectárea de tierra en la meseta purépecha susceptible de ser cultivada para aguacate cuesta, en promedio, 100 mil pesos.
La inversión inicial que requiere al año es de otros 100 mil pesos, incluidos fertilizantes, abonos, plaguicidas, trabajadores y la siembra de pies del fruto.
Si todo sale bien una huerta puede producir de 4 a 6 toneladas de aguacates por hectárea al año durante los siguientes 80 años.
Pero una vez que empieza la cosecha hay que integrar el negocio también a la Asociación de Productores, Empacadores y Exportadores de Aguacate en Michoacán (APEAM) si se quiere sacar a la venta el producto y colocar en el mercado, tanto nacional como internacional.
La APEAM requiere una anualidad de 5 mil pesos y seguir al pie de la letra los requisitos para adquirir los permisos necesarios para la exportación y venta del fruto y comprar sólo los químicos que ellos autorizan y aprueban.
En 2011, el organismo frutícola registró seis mil 800 socios distribuidos en más de 20 municipios productores de aguacate. El municipio con mayor producción es Uruapan, conocido por su calidad del fruto como “la capital mundial del aguacate”.
La Asociación también tiene el registro puntual de cada uno de los 17 mil agricultores de aguacate y las 125 mil hectáreas cultivadas en Michoacán, en sus diferentes variedades, que representan el 11.5 % de la superficie total cultivada en el estado.
La incursión de lleno del crimen organizado en la cadena productiva del aguacate ha golpeado especialmente al pequeño productor que posee menos de 10 hectáreas o al que empieza en el negocio pero que, ante los cobros excesivos, ha optado por abandonar las tierras y las ha vendido o rentado.
“Los pequeños productores que quieren o quisieron iniciar en el negocio ahora ya no pueden. Apenas compran la planta en los viveros se dan cuenta de quién es y cuántas plantas compra y desde ahí comienza el cobro de cuota”, testifica un productor indígena.
La reciente conformación de la guardia comunitaria en el municipio de Los Reyes, otro municipio productor, frenó la ola de extorsiones que desde enero de este año irrumpió en las comunidades de la zona. Inició haciendo caminos para sacar el producto, luego se apoderó de huertas anunciando, listas en mano, que cada pequeño propietario, dueño de no más de una hectárea y media de terreno, pagaría dos mil pesos por hectárea.
Por esta razón es que las cuatro comunidades indígenas de Los Reyes están levantadas contra el narcotráfico.
Los Caballeros Templarios también llevan un registro de los viveros y las plantas que poseen y le cobran al propietario 1.5 pesos por planta. Cada vivero tiene en promedio 100 mil pies de planta de aguacate, principalmente de la variedad Hass, la más rentable por sabor, consistencia y tamaño y que fuera introducida en la región por la familia Sahagún de Zamora.
Los productores en pequeño aseguran por experiencia que una hectárea de aguacate contiene alrededor de 100 plantas que demandan anualmente de media tonelada a una tonelada de fertilizantes y plaguicidas autorizados por APEAM. Esta inversión representa de 40 a 60 mil pesos por temporal de siembra.
Además exige el cuidado y la preparación del terreno con nutrientes todo el año para evitar el arribo de alguna de las tres plagas que atacan el producto: la roña, la viruela y la mosca, que juntas o por separado pueden destruir plantíos enteros. Fumigar cuesta al productor unos 60 mil pesos.
Demanda agua sin pausa. Por eso se siembra en terrenos de gran captación pluvial y rodeados de pinos que alimenta a los extensos sembradíos aguacateros de la extensa Meseta Purépecha.
La inversión en trabajadores de las huertas de aguacate es punto y aparte. Se ocupan al menos 10 personas por hectárea para fertilizar, limpiar, podar y recoger el fruto.
“Los esfuerzos se compensan cuando comienza la producción porque se recogen de tres a cinco toneladas por hectárea, dependiendo de cómo se halla cuidado el huerto, pero cuando el pequeño productor ve que no le puede invertir, mejor renta o vende su parcela”, dice otro productor de la meseta.
Dice otro: “El negocio es llevadero, pero no con la extorsión. Aún si usted le quitara toda la parte de la violencia y el desagrado de tener que regalar el dinero, en algunos casos deja de ser costeable. A lo mejor lo sea para los grandes productores”.
–¿Todos deben pagar su cuota?
–Todos: grandes, pequeños, medianos.
–¿Y los productores que además son políticos?
–También porque pasan por todos lados. A no ser que el arreglo sea de otra manera y entonces el jefe de plaza se beneficie de otra manera o lleve favores pa’rriba de la organización.
La industria aguacatera en el estado genera unos 7 mil 500 empleos permanentes para la cosecha al año, 2 mil empleos en el empaque de la fruta y otros 5 mil empleos indirectos y mixtos.
Los productores ganan entre 40 y 60 mil pesos por tonelada del fruto. Esto era algo relativamente seguro, pero el año pasado sucedió algo curioso: los Caballeros Templarios fijaron el precio por kilo del aguacate entre cuatro y seis pesos a todas las empacadoras.
“Todas las empacadoras compraban al mismo precio el aguacate. No hubo ni una sola, ni una sola de las 200 que existen en la región que desobedeciera”, apunta un aguacatero de Uruapan. “Algunos aguantamos, pero el más perjudicado siempre es y fue el productor, pero sobre todo el pequeño productor que no alcanza a sacar más que para irla pasando”.
Pese al precio artificialmente castigado, en el mercado nacional, la fruta nunca se ofreció al consumidor en un precio inferior a los 30 pesos. En mayo y junio de 2012 el precio en el mercado nacional se fue a los cielos y superó los 50 pesos, en tanto que su comercialización en el exterior alcanzó en Florida y California, por ejemplo, hasta los 10 dólares por kilo.
Por eso la conclusión de los huerteros y empacadores de que Los Caballeros Templarios también están al final del negocio: son exportadores con todas las ventajas posibles para hacerlo. Y algo más: las ganancias del aguacate, a diferencia del otro oro verde de los narcos michoacanos, la marihuana, no sufren detrimento posterior porque no requieren ser lavados.
Trinidad Ramírez, integrante del Consejo de Cherán, autoridad indígena y civil, apunta a que la devastación de sus bosques por parte de Los Caballeros Templarios era para asegurar la expansión de la superficie de cultivo para el aguacate.
“La intención del crimen organizado de arrasar los bosques era para cambiar su uso. No sólo querían apropiarse de los recursos forestales, sino también de las tierras. ¿Por qué la saña contra los bosques, por qué no quieren que se regenere el bosque y lo queman? Hasta nos impedían que fuéramos a apagar el fuego.
“Descubrimos, primero, la siembra de marihuana, pero el uso verdadero era el uso del suelo para la siembra de aguacate. Querían apropiarse del territorio. En varios de los pueblos vecinos que tenemos, en Zacapu, ocurrió lo mismo y lo que ahí se cultiva, donde antes hubo bosque es únicamente aguacate”.
Sólo Cherán sufrió el daño en 18 mil hectáreas en el proceso de tala e incendio, de las que 9 mil fueron destruidas en su totalidad. Las cifras también se vuelcan en pérdidas humanas: cinco desaparecidos y 11 ejecutados con violencia en el mismo municipio.
“El crimen organizado ha sido una plaga que arrasa con todo. Talaban e incendiaban el bosque y también se robaban trojes y animales. Lo hicieron con el bosque que mi padre cuidó toda su vida y después de eso cayó enfermo y murió. Lo consideramos como una muerte indirecta”.
De acuerdo con información de la Sagarpa, la superficie destinada a la producción de aguacate en Michoacán creció de 31 mil hectáreas en 1980 a más de 106 mil hectáreas en 2009, en las que se proyecta obtener un millón 200 mil toneladas de este cultivo. La superficie actualmente destinada a la producción del fruto en Michoacán es 342 % más a la contabilizada en 1980.
Un estudio realizado por el Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental- UNAM y citado por Greenpece, en los municipios de Charapan, Cherán, Los Reyes, Nahuatzen, Nuevo San Juan Parangaricutiro, Paracho, Peribán, Tancítaro, Tingambato, Uruapan y Ziracuaretiro muestra cómo se perdieron 20 mil 32 hectáreas de bosques entre 1976 y 2005. Y sólo de 2000 al 2005 esta pérdida se aceleró y adquirió un ritmo de 509 hectáreas por año.
La desaparición de los bosques purépechas se debe principalmente al crecimiento de la superficie dedicada a monocultivos de aguacate y a la urbanización. Sin considerar la conversión de parcelas que tradicionalmente se destinaban al cultivo de temporal o a la ganadería, en la región purépecha se incorporaron casi 14 mil hectáreas a la actividad agrícola, principalmente al cultivo de aguacate.
LOS AGUACATES DE FOX
¿Por qué es tan buen negocio el aguacate para Los Caballeros Templarios?
Según la SAGARPA, en el 2010 la producción total de aguacate en México reportó un poco más de 1 millón 77 mil toneladas. La mayor producción se focaliza en Michoacán, lugar donde se concentran 920 mil toneladas de la fruta. Michoacán es el estado que reporta 85 % del total de la producción, siendo el líder productor. Ofrece en promedio 76 mil toneladas mensuales que se destinan al mercado internacional y al mercado nacional.
El valor de esta producción supera los 12 mil 640 millones de pesos.
Las exportaciones mexicanas de aguacate están concentradas principalmente en tres mercados: Estados Unidos, Japón y Canadá. En el periodo 2006 a 2010, las exportaciones mexicanas a Estados Unidos cubrieron el 80.3 %, en tanto que las provenientes de Chile representaron el 19 % restante.
La Secretaría de Economía informa que la superficie sembrada de aguacate en el país alcanzó las 134 mil hectáreas en 2010, después de un periodo de expansión que comenzó en 2004, cuando se tenían registradas 101 mil hectáreas. El crecimiento ocurrió principalmente en tierras de temporal, lo que coincide con el señalamiento de los productores tradicionales respecto a que el cártel amplía la superficie cultivable mediante la tala de los bosques y el cambio de cultivos tradicionales y de autoconsumo, como el maíz, en tierras aguacateras. A pesar del aumento de la oferta, el precio al mayoreo se ha mantenido en constante crecimiento debido al incremento del consumo, principalmente en Estados Unidos.
En 2010, las exportaciones realizadas alcanzaron los 672 millones de dólares, con un volumen de 368 mil toneladas.
Quizá por eso la familia Fox-Sahagún, conformada por el matrimonio entre el expresidente Vicente Fox y Martha Sahagún, apostó a lo grande en la industria aguacatera en el municipio de Tinguindín, ubicado al borde del fértil Valle de Zamora.
Ahí Vicente Fox Quesada compró casi al término de su mandato en 2006 cientos de hectáreas que se dividen en los Ranchos La Mesa de Molino, Las Tortugas, La Mesa de Taranda y Las Buganvilias, donde los Fox-Sahagún han consolidado el negocio aguacatero que comenzó con el padre de la exprimera Dama, Alberto Sahagún —un médico cirujano con visión y vocación empresarial que en las primeras décadas del siglo XX introdujo en el estado la variedad del aguacate Hass—.
El síndico municipal de Tinguindín, Jesús Pulido Heredia, un priista convertido en perredista que, al igual que el presidente municipal, es productor aguacatero, otorga todo el crédito a la familia política de Fox por el progreso de este pueblo en el que el 80 % de las personas ocupadas trabajan en algún eslabón de la cadena productiva del aguacate.
“Los Sahagún fueron pioneros en sembrar y producir el aguacate Hass a escala empresarial. Antes se sembraba aquí puro aguacate criollo. Ellos, hace medio siglo, empezaron a comprar terrenos y a traer las variedades Fuerte, Bacon y Hiden. Son gente que económicamente siempre han sido pudientes”, recuerda Pulido Heredia.
Ellos comenzaron a prosperar en estas tierras con ayuda del padre de Martha Sahagún, Alberto Sahagún, quien junto con sus hermanos, tres médicos y un sacerdote se hicieron de un extenso territorio aguacatero, de por lo menos 250 hectáreas, que hoy domina esta región.
Todos conocen aquí las tierras de los Sahagún, sus empacadoras y su fortuna.
Durante el mandato de Vicente Fox los panistas solían reunirse en el Rancho Las Tortugas y la gente se daba cuenta por la seguridad indiscreta del Estado Mayor Presidencial en los alrededores y el aterrizaje del enorme helicóptero que trasladaba a la pareja.
Los panistas de la región eran convocados a este rancho para armar sus estrategias políticas que no dieron el resultado esperado en las elecciones pasadas: el PRD se quedó con la primera posición del ayuntamiento, con Fernando Pulido Maciel al frente. Un municipio vecino de Tingüindín es Cotija, donde nació Marcial Maciel, el pederasta fundador de la Legión de Cristo, orden que tuvo entre sus principales promotoras a Martha Sahagún.
Vicente Fox compró el Rancho Las Tortugas en el año 2004, cuando aún era Presidente y tres años antes de que el embargo aguacatero impuesto por Estados Unidos a México fuera levantado en su totalidad con la apertura de puertas de California a la fruta mexicana.
Pero no todo fue, ni es, miel sobre hojuelas con los Fox-Sahagún y su imperio aguacatero. El clima demostró a los Fox que no todo tiene precio. Vicente compró varias hectáreas de una hermosa pradera en la que hay una franja ubicada en la fértil falda del Valle de Zamora, conocida como Las buganvilias, y donde la naturaleza se empeñó en reservarla para sí y la protegió con heladas que son capaces de quemar cualquier cosa.
Empecinado como es, Vicente Fox, al ver que ninguna clase de variedad de aguacate se daba en el lugar, pidió la asistencia de un equipo de científicos, ingenieros y técnicos de nacionalidad rusa que hicieron de todo, sin éxito, para enderezar el clima.
Sigue helando en Las buganvilias y Fox sigue sin producir un sólo gramo de aguacate en este lugar, oculto a la vista de los curiosos por enormes cipreses y protegido día y noche por un fuerte equipo de seguridad.
MÁS AGRÍO QUE UN LIMÓN
No sólo el aguacate es negocio de Los Templarios.
El 7 de marzo del 2013, a menos de un mes de que surgió en La Ruana, municipio de Buenavista Tomatlán, su grupo de autodefensa, fueron aprendidos en una redada del ejército mexicano 47 jornaleros agrícolas, en su mayoría cortadores de limón.
Ese día en la mañana, unos 200 limoneros se alistaban a realizar una marcha para protestar por el cobro de cuotas impuesto por los Caballeros Templarios que llevaban meses determinando qué días, a quiénes, a qué empacadoras y en cuánto vendían la recolección y producción de limón agrio de la región.
Cansados de pagar 20 pesos al día de los 80 que ganan por un jornal de 12 horas, los aproximadamente 700 limoneros –entre hombres, mujeres, niños y ancianos– salieron a las calles alentados por el surgimiento y respaldo del grupo de autodefensa que les ofreció acompañarlos y protegerlos de Los Caballeros Templarios.
Se dirigían al centro del municipio de Buenavista Tomatlán, donde se llevaría a cabo un acto público con la presencia presuntamente del gobernador del estado, Fausto Vallejo Figueroa.
La idea de los limoneros era denunciar el acoso del cártel de Los Caballeros Templarios y pedir seguridad para su trabajo.
Ni siquiera pudieron salir de la comunidad de Felipe Carrillo Puerto, mejor conocida como La Ruana. Ese día muy temprano, además de la movilización de limoneros, los pobladores de La Ruana se percataron del paso de un convoy de 12 camiones del ejército, los mismos que horas después capturarían a los 47 limoneros y los entregarían a la Procuraduría General de la República acusados de tener vínculos con el narcotráfico, posesión ilegal de armas y delitos contra la salud.
En menos de 48 horas los presos fueron exhibidos ante los medios y presentados como “peligrosos miembros del Cártel Nueva Generación de Jalisco”, procesados y canalizados a diverso penales del país.
Sus esposas, madres, hermanos e hijos, el 10 de abril, volverían a salir a las calles para demandar la liberación de sus parientes o por lo menos que se les siguiera un juicio justo, asistido por abogados confiables y no por abogados de oficio que los abandonan al ver que no tienen ni con qué pagar una fotocopia.
Ese día no tendría tanta suerte la manifestación porque nuevamente fueron repelidos pero ahora con balas disparadas tanto por el ejército como por Los Templarios que matarían –según cifras oficiales– a 10 limoneros, entre ellos tres mujeres y un menor de edad.
Los Caballeros Templarios “comenzaron a acosar a la población civil desde hace más de dos años”, recuerda uno de los líderes del grupo de autodefensa de este lugar, Hipólito Mora.
Empezaron por cobrar 50 pesos al mes por hectárea cultivada con el cítrico, luego pidieron 80 pesos y ya a últimas fechas querían 120 pesos. Además cobraban cuotas de 2.50 pesos por caja de limón, que es lo que se siembra principalmente en este municipio de la Tierra Caliente, de vocación agrícola- citrícola desde mediados de la década de los80, lo que lo ha llevado a ser el segundo productor de limón agrio en el país.
El Cártel creado por Nazario Méndez y Servando Gómez La Tuta “se volvió voraz y sanguinario”, resume Hipólito Mora.
Querían dinero por todo: por la tierra, por las trocas, por las cajas de fruta, por todos y cada uno de los trabajadores y hasta por las motos en las que se traslada la mayor parte de la gente de este lugar que vive a temperaturas de hasta 45 grados centígrados, en los meses de abril y mayo.
La gota que de derramó el vaso en esta región fue quizás que Los Templarios empezaron a decidir y ordenar a los jornaleros quiénes y cuáles días podían trabajar y a quién le iban a vender el producto: nuevamente incidencia en los precios.
En otras situaciones del mercado, los narcotraficantes facilitaban el corte, la compra-venta y por tanto el traslado del cítrico a las empacadoras que mejor cooperaban con ellos y no ponían trabas a las cuotas.
“A la empacadora que no quería cooperar o protestaba por los cobros se le cerraba la recepción de producto o se le impedía que sacará su mercancía y el limón, cortado bajo este calor, se podría descomponer en menos de 48 horas”.
En casos extremos, pero cada vez más frecuentes, la empacadora que no coopera en tiempo y forma simplemente se incendia con todo y maquinaria.
Buenavista Tomatlán pertenece al grupo de los ocho municipios que integran el Valle de Apatzingán. En La Ruana existen cinco de las 12 empacadoras que hay en el municipio de Buenavista que juntas concentran el 65 % de las 30 mil 385 toneladas de limón que produce al año la región.
Michoacán ocupa el tercer lugar en la producción de este cítrico. El INEGI reportó la producción en esa entidad de 414 mil 562 toneladas.
Quizás por ello puso el ojo ahí la maña y ahora se lo disputan, como perros que jalan un trozo de carne, Los Templarios y el Cártel de Jalisco.
El grupo de autodefensa de La Ruana ha tenido que aliarse a los largo de estos meses con otros grupos de la región como el de Tepalcatepec para repeler al enemigo común y cerrar el paso también a quien intenta una y otra vez doblegar por asfixia y miedo a quienes tienen de aliado.
Como en Tepalcatepec, tampoco los líderes claves del movimiento pueden salir de su territorio y más allá de ciertos límites como en Santa Ana Amatlán o San Juan de Los Plátanos, caminos forzosos para llegar a Apatzingán y conectar con Uruapan, no se responde por la vida de nadie.
Hipólito Mora confiesa que más de una ocasión le ha mandado decir Nazario Moreno, El Chayo, el líder templario supuestamente muerto, que vaya a verlo, que quiere negociar con él, que lo deje trabajar a cambio de respetarle la vida. A la vez, el Cártel de Jalisco intenta infiltrarse en el movimiento ofreciendo defenderlos de Los Templarios, aparentemente sin pedir nada.
“Pero no se trata de sacar a un cártel para meter a otro. Lo único que pedimos es que nos dejen en paz, que nos dejen trabajar como hasta hace poco y que el gobierno ponga orden”, dice el viejo líder a quien, igual que a uno de los jefes de la autodefensa de Tepalcatepec, Juan Manuel Mireles, el gobierno federal y estatal se empeña en vincular con el Cártel de Jalisco y sacar a relucir delitos de sus pasado que ya pagó con cárcel.
Mientras tanto el presidente municipal de Buenavista Tomatlán, de extracción priista, Luis Torres Chávez quien hace siete meses fue expulsado del municipio junto con la policía local, clama por la intervención de la policía estatal y el ejército y se dice acosado por los grupos de autodefensa y les achaca también la muerte violenta de dos de sus hermanos.
“Nada de eso es cierto. Que vengan e investiguen para que vean que lo se encuentran, serán sólo las mentiras del alcalde”, repone el jefe de las autodefensas.
Nada frena ahora el movimiento de autodefensas, dice, como tampoco las embestidas violentas del crimen organizado a quien Hipólito Mora compara con la plaga de la tristeza que le cae a las huertas de limón.
“Cuando llegaron nos carcomieron todo…por dentro, como cuando uno agarra un limón que por dentro trae la tristeza porque ya se lo ha chupado todo; sólo queda la apariencia de estar bien, pero sólo es por fuera”, asume y en seguida el viejo líder, fuerte y decidido como un roble, saca un pañuelo y enjuaga sus lágrimas, confundidas con unas gruesas gotas de sudor.
¿Sólo son los aguacates y los limones?
Valdría la pena preguntarse si en Japón saben del sufrimiento que acompaña a un melón mexicano cuando lo colocan como centro en uno de los bellísimos arreglos florales con los que demuestran su prosperidad y buen gusto.