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Francisco Ortiz Pinchetti

11/05/2018 - 12:00 am

Peña Nieto y las vísceras

Lo que sorprende es que quien hace un llamado a ese voto razonado sea precisamente quien ha provocado que millones de ciudadanos estén enojados y se inclinen en efecto por un voto más visceral que inteligente, pero que tienen demasiados motivos para  hacerlo. El rencor y el hartazgo son factores que inevitablemente van a incidir en el resultado de la elección presidencial cuyo sentido se vislumbra en la mayoría de las encuestas de opinión publicadas hasta ahora.

“Por supuesto que hay logros importantes en el sexenio que termina, como las diversas reformas estructurales, la estabilidad económica y la que parece inminente renegociación exitosa del Tratado de Libre Comercio con Estado Unidos y Canadá”. Foto: Adolfo Vladimir, Cuartoscuro

Es verdad que los mexicanos debiéramos votar con la razón y no con las vísceras el próximo domingo primero de julio. La decisión sobre en manos de quién dejar el mando de la Nación debiera ser fruto de una reflexión seria, serena y profunda y no de un arrebato de coraje o de revancha necesariamente sesgada por el encono.

Lo que sorprende es que quien hace un llamado a ese voto razonado sea precisamente quien ha provocado que millones de ciudadanos estén enojados y se inclinen en efecto por un voto más visceral que inteligente, pero que tienen demasiados motivos para  hacerlo. El rencor y el hartazgo son factores que inevitablemente van a incidir en el resultado de la elección presidencial cuyo sentido se vislumbra en la mayoría de las encuestas de opinión publicadas hasta ahora.

Enrique Peña Nieto pidió el miércoles pasado en Monterrey no votar con la víscera, sino con la razón.  Su invitación suena a sarcasmo en tratándose del personaje central del coraje nacional, responsable finalmente no solo de sus acciones y las de su gobierno sino también de su incapacidad para informar cabalmente a la población sobre las razones y los alcances de las medidas tomadas durante su mandato. Es decir, en lugar de dar y difundir de manera eficaz razones y explicaciones, y aceptar las críticas, optó por comprar la incondicionalidad de los medios privilegiados, entre los que repartió más de 44 mil millones de pesos.

Una política de comunicación oficial que ha privilegiado la compra de voluntades y de lisonjas sobre la información veraz, oportuna y convincente, y aun autocrítica,  ha dado al traste hasta con acciones que evidentemente son positivas y logros que nadie le pudiera regatear.  El Presidente pide ahora que se reconozcan los logros de su gobierno, cuando él mismo ha hecho todo lo posible por que no se hayan valorado cabalmente.

En Monterrey llamó a reconocer que sí hay avances en su gestión, y dijo que cada elector deberá analizar si está o no mejor. “Hay que imponer la razón para darnos cuenta si estamos hoy mejor”, indicó al clausurar la Asamblea de la Confederación de Organizaciones Ganaderas en la capital neolonesa. Insistió en que se valore si ha habido progreso, “si hemos sido sujetos de beneficios y apoyos que nos permitan tener una mejor calidad de vida”. Presumió que el crecimiento económico acumulado durante su gestión es del 13 por ciento, casi el doble que el siete por ciento de Felipe Calderón y el seis por ciento de Vicente Fox.

Por supuesto que hay logros importantes en el sexenio que termina, como las diversas reformas estructurales, la estabilidad económica y la que parece inminente renegociación exitosa del Tratado de Libre Comercio con Estado Unidos y Canadá. Sin embargo, la opacidad que oculta muchas decisiones de gobierno, el incremento de la inseguridad y la violencia en el país, los indicios probados y no probados de corrupción a gran escala  durante la actual administración, su protección evidente a sujetos de probada conducta delictiva como el ex gobernador de Chihuahua César Duarte Jáquez, el titubeo frente a las amenazas de Donald Trump y sobre todo el nunca suficientemente explicado y justificado aumento a las gasolinas, entre otras cosas,  han incidido en una drástica caída de la popularidad de Peña Nieto a niveles del 20 por ciento a probación, la más baja de presidente alguno. (En contraste, Fox terminó su mandato con un 67 por ciento de aprobación y Calderón con un 49 por ciento).

A cincuenta días de las elecciones, Peña Nieto intenta dar un vuelco a su imagen pública para aminorar el efecto negativo que tiene en la intención del voto, según diversas encuestas. Intenta ahora mirarse mucho más jovial y cercano a la gente y hace el llamado a no votar con la víscera sino con la cabeza, consciente por supuesto que un muy alto porcentaje –quizá la mayoría—de los votos posible que pudiera obtener Andrés Manuel López Obrador se deben precisamente a la percepción que la gente tiene de su Presidente y al coraje que provoca.

Me temo que es demasiado tarde para enmendar las pifias cometidas a lo largo de cinco años, sobre todo cuando el encono en su contra, lejos de amainar, parece crecer cada día, de modo que declaraciones como la que aquí refiero  vienen a ser contraproducentes: cada día los ciudadanos están más encabronados.

Y lo peor de todo para él es que a todo lo anterior se suma ahora el coraje de quienes están conscientes de  la responsabilidad que el propio Peña Nieto tiene en la eventualidad nada lejana de una victoria del pelotero de Macuspana en los comicios, con todas las consecuencias que ello implique. Es decir, también millones que no quieren que el tabasqueño llegue a la Presidencia de la República culpan al Presidente de esa eventualidad. Y lo hacen con la cabeza… y con las vísceras. Válgame.

@fopinchetti

 

Francisco Ortiz Pinchetti
Fue reportero de Excélsior. Fundador del semanario Proceso, donde fue reportero, editor de asuntos especiales y codirector. Es director del periódico Libre en el Sur y del sitio www.libreenelsur.mx. Autor de De pueblo en pueblo (Océano, 2000) y coautor de El Fenómeno Fox (Planeta, 2001).

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