Sports Illustrated, una de las publicaciones más importantes en el mundo de los deportes, hace un gran despliegue sobre un caso vergonzoso, en muchos sentidos, para México. Cuenta que hace dos meses, en Houston, la camiseta de Tom Brady fue robada en el vestuario de los Patriots. “La investigación se extendió a miles de kilómetros, involucró a dos naciones y se desplegó contra el telón de fondo de un tenso drama geopolítico. Y el culpable nunca pasaría una noche en la cárcel”.
Ciudad de México, 11 de abril (SinEmbargo).– “Hace dos meses en Houston, Texas, la camiseta de Tom Brady fue robada en el vestuario de los Patriotas de Nueva Inglaterra, lo que dio paso a una investigación que se extendió a miles de kilómetros, involucró a dos naciones y, además, se desplegó contra el telón de fondo de un tenso drama geopolítico. El culpable nunca pasó una noche en la cárcel”, destaca un reportaje de Sports Illustrated que reconstruye el hurto del jersey del legendario mariscal de campo, uno que pudo convertirse en “el crimen perfecto”, de no ser por la actuación del Buró Federal de Investigaciones (FBI).
En una investigación que paso a paso reseña el robo del jersey de Brady, la noche del 5 de febrero pasado, los periodistas Robert Klemko y Jenny Vrentas describen cómo Martín Mauricio Ortega Camberos, director de La Prensa –un diario de la Organización Editorial Mexicana (OEM) que a su vez es propiedad de la familia Vázquez Raña–, fue tratado “cortésmente” por la policía mexicana, acostumbrada a “derribar puertas”, tras descubrirse su identidad y presentarse en su casa para rescatar la valiosa prenda.
“El golpe en la puerta se produjo a las 5:40 de la madrugada, hombres de uniforme gris y chalecos antibalas interrumpieron el silencio de la comunidad cerrada en las colinas al noroeste del centro de la ciudad [Ciudad de México]”.
“Los guardias de seguridad armados en el barrio habían abierto las puertas al director de Interpol México y miembros de la Policía Federal, que están acostumbrados a derribar las puertas de las bodegas de drogas con violencia rápida y repentina. Esta vez llamaron cortésmente; dentro había un hombre que no entendían bien quién era, pero que tenía en su poder algo muy valioso para personas importantes al norte del Río Grande”, describen Klemko y Vrentas.
En el reportaje titulado “El Gran Super Bowl y la cabriola del jersey” describen el momento en que las autoridades enfrentaron a Ortega, un hombre de mediana edad y director “de un periódico sensacionalista mexicano” [La Prensa]. Él, dicen, respondió a la puerta vestido vestido con una sudadera negra y una camisa de franela azul de manga larga. “Estaba confuso, sobresaltado, molesto. Pero sobre todo sorprendido”, afirman.
Uno de los investigadores dijo a los reporteros de Sports Illustrated: “No creo que él pensara que a la policía mexicana se le ocurriera ir a su casa".
La saga del jersey número 12 de Tom Brady llevó a investigadores de Houston a Nueva Inglaterra y, luego a la capital de México, a unos 4 mil kilómetros, entre interpretaciones jurídicas nebulosas e intrigas geopolíticas. En cierto modo, comentan los reporteros, “fue un final adecuado para una de las remontadas más emocionantes de la historia de la NFL; ahí, un hombre de actitud benévola y con extraordinarias agallas, aprovechó el caos que le rodeaba e hizo un atraco para la historia. Y casi se sale con la suya”.
ESE DÍA
Fue el 12 de marzo pasado, a las 5:40 de la mañana, cuando agentes mexicanos llegaron a la puerta de Ortega con una orden de registro, pero no la ejecutaron. Los federales armados encontraron a Ortega en pijama. Según una fuente del gobierno, citada por Sports Illustrated, le presentaron un trato: que entregara los jerseys del Super Bowl y cualquier otra cosa que hubiera robado, y se iría a dormir a su cama no sólo esa noche, sino sería su futuro previsible. Ortega sacó una bolsa de basura negra de un cajón de su cómoda y se lo dio a la policía, que tomó fotos de la transacción para demostrar la cooperación de Ortega.
Los agentes no quitaron tablas del suelo, ni tiraron armarios o quitaron de sus conexiones en la pared los aparatos de cocina. Ni siquiera buscaron en la planta baja. Ellos simplemente preguntaron, “¿tiene alguna otra cosa?” Él lo hizo.
Después, Ortega hizo una llamada a un amigo que llegó poco después. El amigo le llevo un caso de color naranja y azul marino con marcas de desgaste de años en la corona: el casco de de Von Millers del Super Bowl 50.
No está claro cómo Ortega adquirió el caso de Miller, incuyendo si lo robó de los vestuarios de Denver durante el Super Bowl 50. Tampoco está claro cómo se las arregló para conseguir el jersey XLIX de Brady. Ni CBS, que transmitió el Super Bowl 50, ni NBC, que transmitió el XLIX, archivaron los videos de los vestuarios de los juegos.
En febrero pasado, narran los reporteros de la revista deportiva que tiene unos 23 millones de lectores cada semana, dos representantes de la NFL SECURITY viajaron a la Ciudad de México. Por cinco días trabajaron con agentes del FBI en la Embajada de los Estados Unidos y con funcionarios de seguridad mexicanos para formular un plan y recuperar las camisetas, mientras operaban delicadamente por una situación política incomoda.
“La Prensa, el diario en el que Ortega trabajó por más de 30 años, no es un actor de poder en la Ciudad de México. A los funcionarios les sorprendió alguien de La Prensa, mucho menos un director y no un periodista real, se acercara lo suficiente a Tom Brady para robar su camiseta. ‘La Prensa es el periódico que te ofrece el lustrador de zapatos en la calle mientras les da brillo’, dice un veterano periodista radicado en la Ciudad de México. Un empleado de la empresa matriz, la Organización Editorial Mexicana (OEM), que se dijo dispuesto a discutir el funcionamiento interno de la empresa bajo la condición de anonimato, describe al diario de ‘nota roja’, un tipo de noticias mexicanas sensacionalistas. ‘Si usted compra un periódico de verdad no va a comprar éste’”, dijo esa fuente a los reporteros estadounidenses.
Sin embargo, los periodistas destacan que minimizar a “un hombre con credenciales increíblemente pobres” para estar presente en el santuario del pasatiempo nacional de EU, fue borrada por una realidad más grande.
“Cuando un día después del Super Bowl, el veterano periodista deportivo mexicano Arturo Palafox escuchó que los Patriotas no habían localizado la camiseta de Brady, un temor singular surgió en su mente: ‘Espero que no haya mexicanos involucrados en esto, por lo que Donald Trump dijo sobre los mexicanos’”.
En la Ciudad de México, añaden los periodistas, el Presidente de Estados Unidos es un tema de discusión regular. Hay poco debate sobre Trump: “él es vilipendiado por los comentarios que hizo sobre el carácter de los mexicanos cuando inició su campaña presidencial en 2015, y por su deseo de construir un muro fronterizo y hacer que México pague la factura. La cara de Trump adorna la portada de numerosos periódicos, incluyendo, el mes pasado, El Chamuco, una colección de historietas políticas (en la portada, el presidente es representado defecando en una taza de tocador con forma de México mientras twittea desde su asiento el titular: ‘#MAKE MECSICOUS… OTRA VEZ’)”.
Los funcionarios estadounidenses, añaden, también eran conscientes de esa cargada atmósfera política.
“’Lo identificamos [a Ortega] pero ese no era el punto’, dice un investigador estadounidense que trabajó en el caso. ‘Ahora el punto era caminar por ese campo político minado tan delicadamente como pudiéramos para apaciguar a todo el mundo. No queríamos molestar a las autoridades mexicanas, no queríamos molestar al pueblo mexicano, no queríamos molestar a la Embajada de Estados Unidos".
Dick Farley, representante de Seguridad de la NFL asignado a los Patriots, dio cuenta de un contacto de sus días como agente especial del FBI en Connecticut: John Durham, asistente del abogado general de Estados Unidos en New Haven. Durham movió el caso coordinado con las oficinas del abogado general en Houston y Phoenix, los sitios de los tazones LI y XLIX, y abogados en la Embajada de EU en la Ciudad de México. La participación del Departamento de Justicia y el FBI, que había tomado el caso del Departamento de la Policía de Houston, eras una pista suficiente de que el caso era de alta prioridad.
“La seguridad de los Patriotas había comunicado al FBI que, desde su punto de vista, el objetivo era simplemente recuperar la camiseta lo antes posible. Las autoridades mexicanas, por su parte, lucharon con la idea de cobrar a Ortega por el robo de la camiseta, valorada en 500,000 dólares en el informe inicial de la PD de Houston. En México, el robo de más de 35,000 pesos (1,800 dólares) lleva una sentencia mínima de cuatro años y, a diferencia de los EU, los fiscales en México reciben mucha menos discrecionalidad a la hora de determinar si deben o no presentar cargos contra un sospechoso”, detallan Robert Klemko y Jenny Vrentas, los autores del texto.
Citado por los periodistas, Samuel González, analista de seguridad y ex jefe de la unidad de crimen organizado de la Fiscalía federal mexicana, al momento de ejecutar una orden de allanamiento y encontrar a alguien en posesión de bienes robados, están obligados por Ley a buscar castigo penal.
Pero en este caso, resaltan, hubo una cuestión importante: determinar el valor de la camiseta en México, donde no existe un mercado significativo para los jerseys de un juego de la NFL. “’Si yo fuera su abogado, diría que el valor de la cosa es de 200 dólares’, dice González. ‘Entonces [los fiscales] tendrían que probar que el valor es de 500,000 dólares’”.
Además, exponen los autores del reportaje, la extradición de un delincuente mexicano a Estados Unidos lleva consigo un trato alto nivel, como es el caso de traficantes de drogas, asesinos y similares, pero no de ladrones de jerseys.
“Desde el punto de vista de la aplicación de la Ley, Ortega puede involuntariamente cometer algo parecido al delito perfecto. En el momento en que cruzó el Río Grande a 35,000 pies en su vuelo a la Ciudad de México, y con el jersey de Super Bowl de Tom Brady en su equipaje, estaba casi seguro de que nunca pasaría un día en una celda de prisión”.
EL FANÁTICO DEL FUTBOL AMERICANO
Los reporteros de Sports Illustrated detallan que no obtuvieron respuesta cuando tocaron la puerta de la casa de Ortega; un vecino dijo que no lo había visto en muchos días. Las llamadas telefónicas fueron atendidas por una ama de casa quien se comprometió a pasar los menajes. Y tampoco respondió a los correos electrónicos ni mensajes de voz.
Pero sí dan cuenta que quienes conocen o trabajaron con Ortega conocían su amor por el fútbol y su ostentación del Super Bowl no era ningún secreto. Todos los años, desde hace diez, el ex director de La Prensa tomaba tiempo libre para el evento deportivo y también pedía una acreditación para el juego.
Un ex empleado de ese diario contó al semanario que hasta hace un par de años los artículos del Super Bowl eran publicados con la firma del staff; luego, a pesar de que fueran escritos con la señal de tv desde la Ciudad de México, eran firmados con el nombre de Ortega. “Creo que temía al escrutinio de la NFL”, dijo el ex empleado. Ortega fue acreditado con 12 firmas en La Prensa para la cobertura del Super Bowl LI.
Un empleado de la OEM describió una estructura de supervisión laxa en los más altos niveles de la empresa. Ortega, por ejemplo, como director supervisó la sala de prensa de La Prensa y el presupuesto editorial; no tenía un jefe inmediato en el mismo edificio. Sus superiores de la OEM no sabían que fue al Super Bowl. Un vocero dijo que como Ortega pagó su viaje, sólo tenían que aprobar su solicitud de vacaciones. Además no fue exhibido por sus empleados porque era muy querido.
“Era muy tranquilo”, dijo Gabriel Pacheco, otro ex periodista deportivo de La Prensa. “Él hacía chistes, saludaba a todo el mundo. Él hizo un buen ambiente de trabajo. No se enojaba o explotaba con facilidad”.
Ortega tiene poco gusto por el fútbol mexicano, pero amaba el americano. Mantenía simple su oficina, con una decoración ligera que incluía algunos cascos miniatura de la NFL y fotos de su esposa y dos hijas. De vez en cuando llevaba sus artículos de recuerdo para mostrar a los compañeros que compartían su pasión por la NFL: llevó los jerseys, los tacos y los balones autografiados por Jerry Rice, Troy Aikman y otras leyendas. También mostró selfies con esos jugadores.
Como fan de los Cowboys, contó una de sus colegas, asistió de ver en cuando a un partido de la temporada regular y ganaba el acceso a medios a las entrañas del estadio donde podría acercarse con más facilidad a las leyendas para obtener autógrafos. También fue acreditado para el juego de temporada regular de la NFL en la Ciudad de México entre los Raiders y Texanos, de noviembre pasado.
Spots Illustred destaca que Ortega mantiene una cuenta de eBay, registrada el 10 de enero de 2002, con nombre de usuario moctezuma2002. Desde ahí ha comprado al menos 100 artículos; el más reciente, un jersey usado en un juego de Mark Sanchez de los Jets, por 405 dólares, en mayo pasado.