Por Martha Durán **
Ciudad de México, 11 de febrero (SinEmbargo/Radio Nederland).– “Somos periodistas desplazados por la violencia. Primero a mi marido le pusieron un coche bomba en la puerta de su periódico; después fui yo la que tuvo que salir del estado”, relata Raquel Suma*, periodista mexicana obligada a exiliarse en el extranjero.
“Yo era editora de un periódico en Tamaulipas, una zona disputada por dos grandes cárteles del crimen organizado. Toda la familia salió para salvar la vida”, agrega.
Sobreviviente de varios atentados, Suma explica que “en Ciudad Victoria están Los Zetas. En la frontera norte está el Cartel del Golfo. Y en ese entonces pensábamos: mientras los Zetas no lleguen a la capital del estado, estamos seguros, no pasa nada. Cuando empezaron los coche bomba a las puertas de los periódicos y de las grandes televisoras como Televisa, exclamamos: ¡En la madre! Así supimos que Los Zetas habían llegado.”
LA AGENDA ZETA
Raquel Suma es joven y ha destacado por sus investigaciones periodísticas en México: “Desde el año 2010 denuncié en todos los medios que pude y en foros, la manera de operar de Los Zetas y los medios. Las cosas funcionan así: Los Zetas te llaman por teléfono; tienen todos tus números, el del celular, el de la oficina, el de tu casa. Contactan con un reportero que es como el representante de la fuente policiaca y envían un boletín que puede referirse a cualquier tema”.
Se hace un silencio, su relato continúa: “También pueden enviarte la orden de que no se publique algo. Ellos hacen llegar sus comunicados a través de un subjefe de prensa. Los Zetas tienen un cuidadoso monitoreo de todo lo que se publica en la prensa y quién firma qué nota. Revisan si se publicó o no lo que te ordenaron”, explica la periodista.
Desde su exilio, esta comunicadora mexicana detalla que si Los Zetas detectan que no se publicó lo que ellos ordenaron, “se llevan a los periodistas y les dan un golpiza con tablas de madera (te tablean) de más o menos un metro de largo y gruesas, de las que asoman muchísimos clavos, como si fuera la cama de un faquir. Te golpean hasta que pierdes el conocimiento. Los Zetas no te preguntan. Tienes que publicar lo que te ordenan”.
Sentada a la mesa, empieza a tamborilear con sus dedos. “Me cuesta dominar el nerviosismo”, explica. Y agrega: “Al principio te pedían notas de temas policiacos, ahora te marcan la agenda, desde bautizos y primeras comuniones de sus hijos que deben aparecer en el periódico como si fuera la gran noticia, hasta protestas ciudadanas que a ellos les convienen.”
Si Los Zetas quieren que se destaquen los logros deportivos de algún equipo o atleta que es parte de la banda, hay que hacerlo. “Por supuesto que esto no se paga. Si hay un enfrentamiento entre ellos y no quieren que se entere la gente, nadie publica una palabra. Si ellos acabaron con sus enemigos, entonces, sí que lo tienes que difundir”, relata la periodista.
Con voz quebrada, continúa con su relato: “Durante el tiempo que trabajé en el periódico, trataba de evadir las órdenes de Los Zetas. Por ejemplo, si querían una nota destacada en la primera página de la sección policiaca, la mandaba hacer chiquita y la escondía en la parte final del diario. Yo decía: ‘¡Ellos no nos pueden mandar!’ Tal vez fue eso lo que enfureció a Los Zetas”, dice.
Los detalles se los reserva. Raquel Suma se limita a explicar cómo se llenó de terror y tuvo que huir de México llevándose a sus hijos pero dejando todo atrás. Está a miles de kilómetros de su casa sin posibilidad de regresar. La joven periodista continúa: “Como editora en jefe, tenía que llamar al dueño del periódico y contarle lo que sucedía. Yo usaba eufemismos y le decía: Los señores quieren tal cosa… y él siempre me respondía: Ya conoce usted la estrategia. Haga lo que tiene que hacer. Así que tomaba el teléfono y llamaba a todos los jefes de redacción de otros medios para preguntarles si habían recibido las mismas instrucciones y si publicarían lo que se nos había ordenado. Si todos aceptaban, nosotros también publicábamos. De eso dependía la vida de nuestras familias”.
POLÍTICOS PAGAN A ZETAS
Raquel retoma su relato. A pesar de que la entrevista se celebra en un lugar seguro, la comunicadora no deja de mirar hacia todas partes.
“Lo grave de los dos últimos dos años es que los políticos pagan por protección a Los Zetas, es decir, nosotros los periodistas no podemos destapar ningún escándalo contra funcionarios locales cómplices del crimen organizado.
Ni siquiera podemos reportar las protestas contra el alza de los precios de la energía eléctrica, un bloqueo de vecinos que exigen se les restituya el servicio de agua, nada. Los Zetas han logrado sacar dinero de lo que sea, de lo inimaginable”, dice Suma.
Y lo que es aún peor, señala que Los Zetas cuentan con protección y complicidad de funcionarios de los tres niveles de gobierno, del local, del estatal y del federal. “Tienen la lealtad del gobernador, de los ministerios públicos, de los alcaldes, de todo tipo de funcionarios”, sostiene esta periodista.
“ Los comunicadores en Ciudad Victoria no publican nada, ni a favor ni en contra del crimen organizado, a excepción de las notas obligadas. En cambio, en la frontera, todas las notas son en contra del Ejército mexicano. Hay una marcada línea en contra de las fuerzas castrenses y el Cártel del Golfo está detrás de ella; el cártel ordena atacar al Ejército desde los medios, Los Zetas no. Los Zetas son más puntuales y concisos. Ellos tienen muy claro a qué persona van a atacar y a cuál van a defender”.
“Cuando ves una nota en el sur o en el centro de Tamaulipas que denuncia el abuso de autoridad del Ejército y violación de los derechos humanos de los civiles, puede estar segura de que no es periodismo de investigación, ni es una nota redactada en un periódico, sino que viene del Cartel del Golfo. La agenda periodística en Tamaulipas la define uno u otro cártel del crimen organizado desde el 2009”, finaliza Raquel Suma.
* Raquel Suma es un nombre ficticio. La periodista está amenazada por Los Zetas y se encuentra en el exilio.
** Marta Duran de Huerta, periodista y socióloga mexicana