En las cárceles hay culpables e inocentes; hay maltratos, hacinamiento, corrupción y crimen. Pero también, hay oportunidades dar gritos de libertad, para convertirse en alguien más y dejar al cuerpo cantar y bailar aunque sea por un par de horas.
En los penales de México hay compañías de teatro cada vez más profesionales, los reos dedican parte de sus días a disciplinarse, aprender sus líneas y coreografías y a trabajar en equipo. Aprenden también, a expresar sus emociones sin temor de sentirse juzgados, tratan de ser no sólo cada vez mejores actores, sino también, mejores seres humanos.
Ciudad de México, 10 de diciembre (SinEmbargo).– Hay colores prohibidos: no puedes vestir de beige, amarillo o blanco, para evitar confusiones con los presos. No puedes ir de negro o azul marino para no mezclarte con las internas o con el personal de seguridad. Los teléfonos celulares se quedan afuera, igual que los prejuicios. En el Auditorio del Reclusorio Preventivo Varonil Oriente hay tres filas de butacas: una sección de presos; la siguiente zona con autoridades, familiares, prensa y ex internos; y una más de presos.
Arturo Morell, director y creador del proyecto de teatro penitenciario "Un grito de libertad" inicia la función con una breve meditación. Todos se tienen que tomar de las manos independientemente del color que vistan y si entraron al reclusorio para salir un par de horas después o para cumplir una larga condena. Llama al público a mirarse a los ojos, a sentir las manos del otro y desconectarse de lo que dejaron afuera.
Un grupo de hombres vestidos de beige toman el escenario y comienzan a cantar y bailar al ritmo del musical "José el Soñador". De entre el público, se les une un grupo de mujeres del Reclusorio Femenil de Santa Martha Acatitla. Y por la parte de atrás, decenas de presos de la penitenciaría más poblada de la Ciudad de México. En total, hay 115 personas en escena.
#SOYTAMBIÉNJOSÉ
"Lo hacemos con el hashtag para lograr una vinculación de las personas que llevan cinco, 10 o 15 años privados, que tengan la noción de los nuevos métodos de comunicación, de las redes sociales", dice Arturo Morell a SinEmbargo.
A diferencia del montaje de Don Quijote, adaptación libre de "El Hombre de la Mancha", que la misma compañía presenta, en #SoyTambiénJosé, la ropa de los participantes no es colorida, es a propósito idéntica a los colores que usan el resto de sus compañeros y ellos mismos, cuando están abajo del escenario. "Es para demostrar que la libertad no está en el color de la ropa, sino dentro de nosotros mismos", dice una de las participantes vestida de azul marino.
Ambos proyectos son parte de la asociación Voz de Libertad, la cual se dedica a analizar problemáticas sociales y diseñar estrategias culturales para resolverlas, a través de experiencias de vida.
"Entonces generamos experiencias que tienen que ver con prevención del delito, reinserción social, equidad de género y violencia doméstica, principalmente", explica Morell, quien anteriormente fue director del Festival Hispanoamericano de Pastorelas, que contaba con categoría penitenciaria, por lo que tuvo la oportunidad de conocer 250 centros de reinserción social en México y el extranjero.
"En 2004 hice este proyecto de intervención que coincidió con los 400 años de la publicación de la primera parte del Quijote, por lo que creí ideal hacer algo relacionado pues Miguel de Cervantes escribió gran parte de la obra estando preso en Sevilla. Pero solamente leer la obra les podría resultar tedioso entonces hice una versión libre del musical El Hombre de la Mancha y les empezamos a dar talleres intensivos de canto, baile, actuación y comprensión de lectura para que eso fuera el pretexto para hablar de temas más profundos que son concentración, tolerancia, disciplina, valores que las personas que están privadas de la libertad no tenían afuera o los necesitan generar", continúa.
TRABAJAR CON PRESOS
“Ha sido demoledor, porque se revela cómo el germen de la violencia está desde la infancia,
cómo muchos de ellos son educados con la violencia como algo natural y en algún momento
explota. Por supuesto no justifico que su infancia los haya llevado a cometer los crímenes que
cometieron pero sí me parece que es parte del síntoma", dice Conchi León, dramaturga autora de la obra La Espera, puesta en escena basada en los testimonios de cuatro ex internos del Penal de Santa Martha Acatitla durante periodos de entre 5 y 25 años.
"Ellos estuvieron presos por homicidio calificado, violación, robo de autos y asalto a mano
armada. Eran integrantes de la Compañía de Teatro Penitenciario en Santa Martha y al salir, buscaron seguir haciéndolo. Es muy común que la gente vuelva a delinquir, entonces que en lugar de ello estén haciendo teatro, es maravilloso", dice Conchi en entrevista.
"Lo que tenemos ahí son los testimonios de estos hombres, que más que actores están compartiendo sus vivencias reales, a partir de un taller y entrevistas. Todo gira alrededor del tema de la espera, ellos estuvieron esperando su libertad pero ahora al salir de la cárcel siguen esperando otra cosa. Por ahí hacemos el gancho con los espectadores porque todos estamos esperando algo siempre", continúa.
Morell, por su parte, tiene la idea de que no todas las personas privadas de su libertad son culpables y el teatro es sólo un pretexto para mover la energía negativa y convertirla en positiva.
"Para mí ha sido un privilegio, porque crecen más en cada sesión, en cada proyecto. Cada función cuenta porque intenta modificar esa energía, elevar el nivel de vibración que en las cárceles está en lo más bajo, pues hay mucho rencor, depresión, victimización, entonces contribuir a que una persona recobre su dignidad y la seguridad en sí mismo y a partir de ahí que empiece a generar mejores herramientas para aprender a sobrevivir el encierro, ya sea justo o injusto, en ambos casos es difícil, y que puedan tener los instrumentos para salir y reintegrarse de una manera más formal entre la sociedad, recuperar la familia, a partir de recuperarse a sí mismo", dice Arturo Morell, premiado recientemente con uno de los Reconocimientos por la Igualdad y la No Discriminación, del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred).
En ese auditorio que el pasado 4 de diciembre presentó por primera vez para el público externo #SoyTambiénJosé, se reúnen cada lunes decenas de personas, quienes no ensayan arduamente para dar funciones al público, sino que el teatro es sólo un pretexto para generar disciplina, tolerancia, integración y concentración.
"El trabajo que hacemos nosotros en Un Grito de Libertad es principalmente con los participantes, con los que están siendo parte del grupo para que transformen su energía. Después, con la población restante del Reclusorio y luego sus familias. Al final, les pregunto directamente si ellos quieren que las funciones sean para autoridades y público externo y prensa. Regularmente sí quieren compartirlo, pero para mí es bien importante que no se sientan manipulados. Así hemos recibido grupos de estudiantes, académicos, trabajadores sociales que demuestran su interés del porqué quieren asistir", comenta el director.
CAPACITACIÓN, ESCUELA Y TRABAJO
De manera similar, pero en los penales femenil y varonil del Penal de Santa Martha Acatitla, funciona desde hace nueve años la Compañía del Teatro Penitenciario del Foro Shakespeare, que inició luego de colaborar con el grupo de teatro que tenía la interna Sara Alderete, conocida como "la Narcosatánica".
"Nos dimos cuenta que seguían trabajando en el crimen organizado desde adentro, que seguían educando a sus hijos con esos valores, es decir, que realmente la cárcel no estaba solucionando el problema. Y al mismo tiempo, vimos que las cárceles eran un buen espacio para ir limpiando ciertas actitudes y ciertas percepciones y que el teatro era una buena herramienta para cambiarlas y decidimos formar un equipo de trabajo, una compañía de teatro estable y profesionalizar el teatro dentro de Santa Martha Acatitla", dice Itari Marta, directora del Foro Shakespeare.
Y continúa: "Hoy por hoy, es un proyecto que tienen una compañía de teatro interna, con alrededor de 25 integrantes. Tiene una compañía de teatro externa con cinco integrantes. Tiene una sede en El 77, un centro cultural autogestivo y cuatro puestas en escena adentro, otras cuatro afuera (una de ellas La Espera) y un convenio.
A los internos les favorece en capacitación, escuela y trabajo, pues cobramos boleto para que el público en general vaya a ver nuestras producciones adentro, ese donativo se va al 100 por ciento para los internos, para que puedan tener un ingreso y mantenerse con dignidad y aportar dinero a sus familias", dice.
DONDE HAY TRAGEDIA, HAY ESPERANZA
En la experiencia de Arturo Morell, quien ha tenido la oportunidad de conocer muchas autoridades e identificado dos corrientes muy marcadas en los sistemas penitenciarios: "una es la corriente humanista, autoridades que están sensibles al tema de que la cultura y la educación son unas herramientas que van a traer mejores resultados. Y la otra es la penitenciaria, la de castigo, que estás ahí porque cometiste una falta y hay más dureza. Cuando coincido con autoridades más sensibles aprovechamos ese momento para coadyuvar con ellos porque al final, ellos te van a abrir las puertas para poder entrar".
Itari, quien también forma parte de la Red de Espacios Culturales Independientes Organizados (RECIO), acepta que sí fue complicado entrar con este proyecto a las cárceles, tan difícil como puede ser emprender cualquier otro tipo de actividad cultural en México.
“La institución penitenciaria se ha ido abriendo, tengo que reconocerle que ha ido aportando poco a poco, pero en general yo creo que hacer cultura y arte en este país, es sumamente complicado, porque no hay un lugar digno para esos trabajos. A lo primero que le quitan en el Presupuesto de Egresos Federales es a la cultura. Entonces es lo suficientemente complicado para que nadie crea en ella, vivimos en un país donde subestimamos la cultura y en el sistema penitenciario mucho peor, cuando empezamos a trabajar ahí, efectivamente había teatro, siempre ha existido, pero de una manera muy ‘a fuerza’, no le daban un lugar importante.
Fue muy complicado y lo sigue siendo, lo que pasa es que llevamos nueve años y 16 trabajando con
el Foro Shakespeare, entonces nos hemos ido preparando, madurando conforme ha avanzado el proyecto y hemos generando ciertas redes, principios de trabajo que nos avalan, pero realmente es muy difícil en un país como éste. Pero donde hay tragedia, hay esperanza", finaliza.
La obra termina y el público aplaude de pie, hay algunas lágrimas en el escenario y de nuestro lado también. Hay muchas sonrisas, mucha entrega, todo ahí dentro es como una realidad paralela en la que los sentidos se maximizan. El nerviosismo o estado a la defensiva que el público externo pudo haber experimentado al inicio, cambia cuando al final saludan de mano o beso a los actores, los felicitan, se acercan, los pueden ver a los ojos.
Aquella noche tras tres horas de cantos, bailes e intercambiar puntos de vista, muchos tuvimos la oportunidad de salir del Reclusorio e ir a casa. Otros, adoptaron por unas horas el beige de sus compañeros para compartir el escenario, pero esta vez no regresarían a la celda, estaban libres y parecían ávidos de cambiarse la ropa. Unos más, que también compartieron código postal, estaban entre el público, aplaudiendo y coreando las canciones que alguna vez presentaron ahí.
La mayoría, se quedaron ahí como lo han hecho ya dos, cinco o más años y tal vez les esperen muchos días más. Pero hoy, gracias al teatro y como señaló una de las presentes entre el público: "no son sólo mejores actores, son también, mejores seres humanos".